Segunda Piel 14
Capítulo 13: MARZO ETERNO
“Se despidieron y en el adiós, ya estaba la bienvenida.” –Mario
Benedetti.
Las calles se volvieron eternas a sus pies, sin embargo ambas
deseaban que las cuadras se volvieran el triple de largas, aunque fuese un
deseo inútil, pero después de tantos deseos inútiles respondidos, quizás
desearlo no era en vano. Bárbara no supo cómo Julieta fue capaz de sacarla del
lugar sin que nadie las viera, así de golpe y sin pensarlo, sin siquiera
dejárselo saber, sin embargo le había gustado. Hacia tanto tiempo que Julieta
no camina en una noche en medio de la ciudad, si se ponía a recordar la última
vez que lo había hecho borraba de in mediato su tonta risa de felicidad de sus
labios, por eso prefería no hacerlo; el silencio se había hecho tan extenso
desde la última vez que la otra pronuncio una palabra, pero para Bárbara el
silencio era algo bueno, el silencio postergaba las palabras que sabía tenían
que llegar, había un abismo entre ambas y en algún momento la distancia tendría
que desaparecer.
No caminaban de la mano, caminaban la una a la otra pegadas de los
brazos, la noche era cálida y sus cuerpos nunca habían estado tan tibios, Marzo
a veces era una buena época del año, o quizás era el hecho que ambas estaban
juntas; en el cielo las estrellas se hacían cómplices de sus pasos brillando
con más fuerza de lo normal y la luna mostraba un poco más de la mitad de su
cara. Julieta se pegó por un instante al cielo negro y despojado de ese tono
azul que tantas veces había amado, sin embargo el amor estaba en el aire y era
imposible no notarlo.
- ¿Dónde vamos? –preguntó Bárbara con una voz tan suave que Julieta
sintió escalofríos en su cuerpo
- Ni idea –respondió Julieta haciéndola reír
- Porqué me siento como si fuese una adolescente otra vez –susurró
Bárbara dejando salir lo que rondaba su cabeza
Julieta no respondió a sus palabras, solo sonrió y acelero su paso,
Bárbara la disfruto desde atrás, su altura, su porte, sus piernas delineadas por
la altura de sus zapatos, fue inevitable no respirar como si de pronto le
faltara el aire, aquella mujer era totalmente nueva para ella y deseaba con
todas sus fuerzas poder conocerla.
- Julieta –dijo llamando su atención mientras se detenía. Era la primera
vez que la llamaba por su nombre y Julieta se detuvo solo por oírlo salir de
sus labios. No se dio la vuelta para saber el motivo de su llamado,
probablemente ni siquiera pudo respirar por esos minutos y fue Bárbara quien
acelero sus pasos para ubicarse frente a ella– Hace tanto tiempo de la última
vez que dije tu nombre que no se si soy capaz de volver a decirlo –confesó negando la mirada
- ¿Haremos esto aquí? –preguntó Julieta sabiendo que era la hora de
contestar y hacer preguntas que habían estado guardadas por tantos años.
- Estamos cerca de casa –dijo Bárbara
- ¿Qué casa? –pregunto Julieta con sorpresa e ignorancia
- La mía. –respondió Bárbara adelantando su paso para que Julieta la
siguiera, cuando estuvieron cerca Julieta no pudo dejar de estar sorprendida,
ella hubiese esperado un hotel, un departamento, todo menos eso, aquello de
algún modo no era nuevo y como si de una ilusión se tratara, cuando Bárbara
abrió la puerta, Julieta creyó estar viendo a la Julieta que una vez conoció,
que una vez fue tan de ella bajo el techo de aquella habitación.
Bárbara se adentró en el lugar y dejo la pequeña chaqueta que estaba
en sus brazos sobre el viejo sofá, por un momento recordó la última vez que
había estado ahí con ella, la última noche que sus besos le habían pertenecido
y el recuerdo la quiso hacer llorar. Julieta tenía el mismo recuerdo, sin
embargo diferente, por tanto tiempo quiso sacarlo de su cabeza, el recuerdo la
hacía sentir la peor persona del universo y ella creía que lo era.
- ¿Cómo? –preguntó Julieta limpiando de sus ojos rastros de
recuerdos
- Esperanza –respondió Bárbara con una sinceridad abrumadora–
¿quieres una copa? –preguntó mientras sacaba la botella de vino que estaba ente
sus maletas
- ¿Puede ser más de una?
- Puede ser –respondió Bárbara mientras caminaba a sentarse a su
lado, en el mismo sofá de siempre.
- ¿Te molesta si me quito los zapatos? Los pies me están matando
- No me molesta –respondió, se los hubiese quitado ella misma en
otra época
Julieta tomo la copa de vino que Bárbara le entregaba, inventando en
su cabeza las palabras para comenzar la conversación por la que estaban ahí en
ese momento, pero ninguna le agradaba, nada de lo que pudiese decir le
agradaría, por ella esa conversación nunca hubiese existido.
- Conocí a tu hermana –dijo Bárbara mirando la copa que estaba en su
mano– en realidad ella quería conocerme
- ¿Qué te dijo?
- No mucho. Es idéntica a ti
- Eso dicen
- Tiene tus ojos. –dijo Bárbara con firmeza. Julieta no supo cómo responder y bebió una
vez más de su vaso– lamento lo de tu padre
- No. No lo haces
- Lamento el tiempo en que murió en realidad –dijo con honestidad dejando
salir lo más amargo que guardaba en ella. Julieta supo que había llegado la
hora de la verdad– Una vez me dijo que mientras él estuviese con vida yo no iba
a estar contigo –dijo recordando uno de sus peores recuerdos mientras miraba a
la nada. Julieta no entendía lo que estaba oyendo –creo que lo logro incluso
después de muerto
- Bárbara…
- No Julieta, ya ha pasado demasiado tiempo para esto –dijo Bárbara
poniéndose de pie mientras se arrepentía de estar ahí con ella
- ¿Y qué? ¿Me voy y todo vuelve a ser como antes?
- ¿Y quién te dice que algo podría cambiar?
- Tienes razón. –respondió Julieta oscureciendo su mirada mientras
buscaba sus zapatos para marcharse cuanto antes del lugar
- Espera –dijo Bárbara tomando su brazo– perdón, no quise decir eso
- Si. Si lo hiciste, pero no tienes por qué pedir perdón por eso.
Lamento haberte hecho daño Bárbara –dijo con sinceridad mientras volvía a
quitarse sus zapatos– fueron muchas las razones que tuve en ese momento, mi
papá, mi mamá…
- Y tus dudas. No te culpo por eso, pero solo eso pudo llevarte a no
decir nada antes de que me fuera
- ¿Dudas? No tenía dudas Bárbara, tenía miedo, miedo de no ser capaz
de quedarme, de no poder mirar a tus ojos diciendo adiós, miedo a caer a un
abismo viéndote partir sin poder irme a tu lado y vergüenza, vergüenza de que
me mi motivo para quedarme…
- Fuese más importante que yo –dijo Bárbara interrumpiéndola- porque
lo era, de otro modo no te hubieses quedado. No me hubieses dejado por dos
horas en un aeropuerto esperándote, dejándome cruzar un océano creyendo que
había vivido una mentira, incluso después de eso, por meses pensé que llegarías
–tomo aire ante sus recuerdos mientras Julieta la oía sin saber que decir–
llegaba a mi cuarto y te imaginaba de pie frente a mi puerta. Aquello fue mejor
que haberme dicho la verdad
- Yo también sufrí
- No lo dudo.
- Bárbara…
- Deja de decir mi nombre como si estuvieses hablando del peor de
los demonios Julieta, cuantas veces me juraste que no me ibas a hacer daño, me
prometiste que ibas a estar siempre conmigo, ¿Cuántas? La verdad ya no sé si
importa, es demasiado el tiempo que ha pasado para estar discutiendo esto –dijo
sentándose resignada
- ¿Y porque mierda siento como si hubiese pasado todo ayer? No me
mires así cuando digo la verdad. Ayer tú estabas ahí durmiendo mientras yo me
marchaba dejando mi alma en tu maleta
- ¿Tu alma? ¿¡Tu alma!? ¡Julieta yo no quería tu alma! ¡Yo te quería
a ti!
- ¿Me querías?
- Qué quieres que te diga –respondió Bárbara ocultando con desagrado
su mirada
- Nada.
- ¿Tanto te cuesta decirlo?
Julieta no respondió a sus palabras, la angustia que sentía en su pecho
podía sentirla incluso el aire, miró a Bárbara mientras camina descalza por la
habitación, tan enfadada, con tanta rabia que podía percibirse desde lejos y a
pesar de toda su angustia, de todo su dolor contenido, Julieta se sintió feliz,
porque aunque sintiese que Bárbara la odiaba, ella estaba ahí, dispuesta a
mirarla por el tiempo que fuese necesario, por todos esos años que se escapó de
su mirada, por los infinitos meses que se ocultó de su figura y por todos los
días que no la había besado. Era aquel su sentimiento más íntimo, su deseo
mejor guardado, no importaba cuan enojada estuviese, siempre quería besarla,
incluso con el dolor pegado a su alma.
‘Si tan solo pudiese olvidarlo’, pensó Bárbara mientras sentía como
Julieta la observaba, quería dejarlo todo atrás, lo necesitaba con tantas
ganas, sin embargo sentía que las palabras no podían dejar de salir, como si
las tuviese atascadas en la boca de su estómago y de pronto lo único que quedaba
era botar los desechos. Jamás pensó que estar con ella en la misma habitación
iba a ser posible, tampoco que iba a ser porque ella lo quisiera, pero tampoco
pensó que le reprocharía todo en su cara, no cuando ella quería algo más, no
cuando lo que necesitaba de ella era mucho más que ser un saco de boxeo. Observo
detenidamente como Julieta volvía a llenar su copa de vino y de paso llenaba la
de ella, sin decir absolutamente nada, el silencio se había vuelto parte de
ellas una vez más y mientras más quería hablar más callaba.
Julieta intento pedir perdón por primera vez en la noche, pero en el
momento en que abrió su boca sonó el celular de Bárbara, no era que se sorprendiera de quien era ella
ahora, ni como había pasado de ser la joven con una conciencia no tecnológica a
manejar un celular del año, miró a su alrededor y observo el computador
portátil sobre la mesa de la cocina y un Tablet en una silla al lado de su
cama, su sonrisa se volvió aún más grande mientras la oía responder en un
perfecto francés y ella entendía tan bien el idioma que no dejo de parecerle
tierno en cómo se disculpaba con su asistente por marcharse tan repentinamente,
tanto se dejó llevar que no se percató cuando Bárbara cortaba la llamada y la
miraba con los ojos entrecerrados como si la estuviese juzgando por espiar
- ¡Qué! –dijo Bárbara increpándola e intentando no sonreír demasiado
- Esa es una de las razones de porque yo no tengo asistente, pasan
muy rápido de trabajar a ser todo lo contrario
- Si tan solo pudiese hacerlo todo yo sola –dijo Bárbara bebiendo de
su vino y de pronto toda conversación anterior había sido olvidada, al menos
por aquellos interminables minutos hablaron de todo lo trivial de sus vidas, de
la forma en que el trabajo las dominaba y lo rápido en que cambian las
aspiraciones con los años. Julieta sonreía a cada palabra y Bárbara recordó lo
rápido que se había enamorado de su sonrisa, de su sonido particular y el
sentimiento de aquella primera vez se hizo presente en su estómago, como si de
pronto todo revoloteara en su interior.
- Contesta –dijo Bárbara, era la quinta vez que sonaba su celular y
probablemente alguien estaba preocupado
- Disculpa –dijo Julieta con resignación, realmente no quería
contestar, el ambiente se había vuelto tan liviano que no quería interrumpirlo,
sin embargo ya estaba hecho y sentía que todo cambiaria después de cortar. Dio
vueltas en la habitación una vez más, pero esta vez contestándole a su hermana,
sintiéndose una quinceañera mientras ocultaba su paradero, las palabras “estoy
bien” se repetían una y otra vez en su discurso, hasta que se encontró de golpe
con la maleta de Bárbara y casi cayó de cara al suelo, pero no fue eso lo que
la hizo perder la capacidad de hablar, fue la revista con su foto en la
portada, de una entrevista que hace tan poco había dado y se sorprendió de que
ella la hubiese leído mientras intentaba recordar sus palabras. En vano.
- ¿Estas bien? –preguntó Bárbara levándose de golpe a verla.
Siguiendo la dirección de su mirada y encontrándose con la revista que de tan
hojeada que estaba ya tenía desgastadas las esquinas de sus hojas.
- Estoy bien –respondió Julieta componiéndose, mientras al otro lado
de su celular Isidora oía la voz de alguien más. Julieta corto la llamada sin
decir nada, mientras su mirada se perdía en los ojos de Bárbara.
Sus ojos marrones recordaron claramente la primera vez que leyeron
aquellas palabras, no quería recibir un “feliz cumpleaños” frio y desnudo tan
anticipado y por una revista, sin embargo lo había hecho una y otra vez.
Bárbara levanto la revista y se la mostro con una suave sonrisa de labios
apretados, no quería decir nada, mas siempre terminaba diciendo algo – La vida
sigue –dijo dejando la revista sobre la mesa para volver a sentarse sobre el
sillón. Las palabras se metieron en los oídos de Julieta haciéndola recordar
cada uno de sus dichos, no habían pasado más de dos semanas, sin embargo
parecía una eternidad para su montaña rusa de sentimientos.
- Hace mucho tiempo que dejo de importarme como pasaba el tiempo,
los minutos, las horas, los meses –dijo haciendo de ello un punto– hace mucho
tiempo deje de contar, tenía que hacerlo para estar bien
- No te estoy pidiendo explicaciones Julieta –dijo Bárbara con total
serenidad– no eres la única que dejo de contar –sumo a sus palabras
- Eso lo tengo claro –respondió Julieta reprochando algo que ni ella
estaba segura de sentir
- Julieta… -dijo Bárbara intentando pensar sus palabras antes de
dejarlas salir – tu eres la que me dejo, tu renunciaste a lo que teníamos sin
siquiera darle una oportunidad
- ¿Y que se supone que iba a hacer?
- Ser valiente, decirme lo que pasaba y ver si había alguna
posibilidad a futuro
- Aquello nunca hubiese funcionado
- Claro, y la opción que tú tomaste fue mucho mejor
- ¡No! –Grito Julieta con rabia– fue la peor decisión que he tomado
en mi vida, la más difícil y la que me ha dejado más cicatrices y me voy a
arrepentir toda la vida por haberla tomado, pero no gano nada con aceptar que
lo que hice estuvo mal si no puedo volver el tiempo atrás y solucionarlo…
- Ya no tiene solución
- No, no la tiene.
Julieta bebió el resto de vino que quedaba en su vaso y se negó a
seguir bebiendo, la idea más recurrente en su cabeza era la de salir corriendo
del lugar, como desde que entró a aquella casa, sin embargo la necesidad de
seguir cerca de ella aún estaba presente y Julieta se preguntó si aquella
necesidad algún día se iría. Probablemente no.
- Creo que es hora de que me vaya –dijo Julieta contraria a lo que
en realidad quería, Bárbara la miró intentando ocultar su decepción por verla
partir, pero Julieta la conocía demasiado bien para que ella pudiese ocultarle
algo – ¿Cuándo te vas? –preguntó escapándose de su guion
- Mañana en la noche, tengo que estar en una gala a mi nombre en dos
días –respondió Bárbara desviando la mirada de sus penetrantes ojos verdes.
Julieta fue incapaz de decir algo a sus palabras, quería decir adiós, quería darle
un abrazo y desearle un feliz cumpleaños. Quería mucho más que eso de ella,
pero en ese momento el abismo que había entre ambas era mucho más grande que
antes. Se puso sus zapatos, busco su chaqueta y camino hacia la puerta con
lentitud, como si una fuerza mucho más grande que ella la atara a ese lugar, igual
que antes, igual que siempre. Abrió la puerta y no quiso mirar atrás, sin
embargo Bárbara la estaba viendo con las palabras atoradas en su garganta y
antes de que saliera por la puerta se paró y sin querer salieron de golpe – ¡Quédate!
–Grito acercándose hasta ella para cerrar la puerta – por favor, quédate –susurro
a frente a ella.
- Bárbara… -susurro Julieta frente a ella cerrando sus ojos para no
caer en la mirada de la mujer que seguía amando.
- No quiero que te vayas, no quiero irme, no quiero que pasen siete
años más sintiéndome como si me faltara una parte, como si el sentirme completa
ya no fuese una opción, Julieta por favor, si estamos hoy aquí es porque lo que
sentimos es mucho más grande que todo esto
- Créeme que quiero creer eso, pero ha pasado demasiado tiempo –dijo
volviendo a su antiguo lugar– Ya no somos las mismas que hace años atrás, además
tú te iras
- Pídeme que me quede –dijo Bárbara conteniendo las lágrimas que querían
explotar con sus sentimientos.
Julieta no fue capaz de contenerse más, ignoro todo lo que su cabeza
decía y se abalanzo sobre ella sin pedir permiso para frenarse justo enfrente
de su boca, como si lo que estaba a punto de hacer lo hubiese esperado por
tanto tiempo que necesitaba aquellos últimos segundos solo por el gusto. Coló sus
dedos entre el pelo de Bárbara, mientras sus caderas se sentían presionadas por
el tacto de la mujer de ojos marrones, ya no quería esperar más, ya no podía esperar
más. Su boca toco sus labios con desesperación, con la angustia del paso de los
años, Bárbara sentía el dolor del tiempo aferrado a su boca y su rostro lo
demostraba, aquel beso no se comparaba a ninguno que estuviese en sus
recuerdos, y ellas lo sabían, Julieta tomo con fuerza su cabello mientras su
boca se alejaba de sus labios para besar su cuello, mientras Bárbara sentía que
sus piernas habían perdido el control del peso de su cuerpo, su cintura se aferró
al cuerpo de la mujer que tenía enfrente y sus manos sin perder el tiempo la
llevaron a la pared más cercana, ahora era ella quien besaba su cuerpo, era
ella quien mandaba y lo estaba disfrutando. Giró su cuerpo apegando las manos
de Julieta sobre su cabeza y con total dominio inició el proceso para dejarla
sin ropa, el sonido del cierre deslizándose sobre sus dedos se coló por sus oídos
y sintió como su vientre se retorcía solo con aquel hecho, mientras Julieta
intentaba darse vuelta para volver a probar sus labios, su boca completa con dientes
y lengua que tanto necesitaba en ella; de espaldas a la mujer que recorría con
sus manos su espalda desnuda sintió su boca en su cuello desde atrás, quiso
tomarse de algo con fuerza de solo sentir el contacto húmedo de su lengua sobre
su piel y sin poder tomarse de la pared en la misma posición en la que estaba
alcanzo la cabeza de Bárbara en su espalda y la apretó con más fuerza sobre
ella, jalando de su cabello mientras lo hacía y Bárbara nunca había sentido
tanto placer de algo que podía causarle dolor.
Julieta se giró sobre su cuerpo quedando de frente a Bárbara, el
vestido bajo sus pies obstaculizaba sus intenciones y con una de sus piernas lo
lanzó lejos sonriendo ante su acto, Bárbara se sintió la mujer más afortunada
del mundo por poder volver a ver su sonrisa e imito su rostro sonriendo sobre
ella mientras una vez más sus bocas se encontraban a la mitad, deseando con la desesperación
de siempre poder abarcar todo lo que fuese posible; Julieta se abrazó con
fuerzas a Bárbara, con la clara intención de dejarla en igualdad de
condiciones, y cuando el cierre ya no era más un obstáculo se alejó de su
cuerpo para contemplar por completo su figura, por tanto tiempo había imaginado
sus curvas entre sus dedos que lo primero que hizo fue acercar su cuerpo a ella
desde el final de sus espalda, recorriendo hasta el comienzo de sus piernas, haciéndola
emitir sonidos que por años había suprimido y Bárbara recordó aquella sensación
única de no ser más dueña de tu cuerpo, de pertenecerle a otra persona, y aquel
sentimiento lo necesitaba.
Por media hora no hubo un pasado, no hubieron rencores, ni palabras
que pudieran causar dolor, por media hora sin parar no hubieron pensamientos,
sus cabezas permanecieron en blanco y su corazón nunca se sintió más lleno,
Bárbara no quería que la noche acabara y Julieta pensó en la posibilidad de
hacer de aquella madrugada una eternidad.
La velocidad había disminuido y la fuerza y desesperación que las
hizo partir ahora les entregaba un final, Julieta cayó rendida sobre su cuerpo
y Bárbara nunca se sintió más agradecida de tener un peso sobre ella, respiro
profundamente y sonrió, sonrió con tanta fuerza que dos lagrimas fugitivas se
escaparon de sus ojos, aquella era la felicidad en su máxima expresión y
Bárbara no quería que acabara.
- Puedo por una noche ser ingenua –dijo Julieta tomando aire mientras
se acomodaba a su cuerpo– puedo pedir que olvidemos el pasado y comenzar de
cero, sin consecuencias, sin pensar en todo lo que tendríamos en contra ¿Puedo?
Bárbara busco su mirada y ella alzo el peso de su cuerpo sobre sus
brazos para estar a su altura. Réni Fuentes contemplaba los ojos verdes más
hermosos que en su vida había visto, los únicos que quería contemplar por el
resto de su vida y aquella era una decisión tomada. –Siempre dicen que tus ojos
son negros –dijo Julieta mirándola con claridad
- ¿Cómo?
- En las revistas, siempre dicen que tus ojos son negros, yo también
lo creí en un momento, pero tus ojos son tan marrones que siempre me indigna. Tus
ojos son marrones – dijo hablando sin sentido
- Mis ojos son marrones –respondió Bárbara sonriendo a sus palabras
mientras Julieta se perdía en su cuello.
Julieta quiso decir tantas cosas en ese momento, pero prefirió guardarlas,
la idea de que aquella noche no sería la última se le cruzo en sus pensamientos
y decidió dejarla en el lugar más importante, aquella noche no iba a ser la última
y ella se encargaría de eso. Miró el cuello de Bárbara mientras ocultaba su
rostro y contemplo dos lunares que nunca había visto y se preguntó que más de
ella era nuevo, se preguntó también que significaba el tatuaje que tenía en el
torso de su cuerpo, y rodeo con su mano la tinta que adornaba su piel, quiso
preguntar, pero antes de dejar salir una palabra, Bárbara respondió.
- No quieres saber lo que significa –dijo cerrando sus ojos para no
toparse con su mirada
- Sí, sí quiero
- No. No quieres
- Ni siquiera sabes lo que te tatuaron –dijo Julieta sonrieron
- No es el único tatuaje que tengo –Julieta miro su cuerpo y la llamo
mentirosa ante los hechos– Este es una frase Árabe, “Ama. Sueña. Vive”
- Como sabes qué significa eso
- Me lo escribió una de mis modelos
- Ah. –respondió Julieta sin preguntar más
- ¿No quieres saber dónde está el otro?
- No tienes nada más, ya vi todo tu cuerpo –dijo ocultando su cuerpo
entre las sabanas de la pequeña cama
- No, no es cierto –respondió bárbara poniéndose de pie, aun después
de tanto tiempo Julieta seguía asombrándose al ver su cuerpo desnudo por
completo –prométeme que no harás un comentario absurdo después de esto –dijo Bárbara
levantando su pie antes de que Julieta pudiera prometer nada. En la planta de
su pie, entre dos comillas estaba inscrito “Ju.”
- Después de todo –dijo Julieta alcanzando su mano para regresarla a
la cama
- Como si fuese fácil dejar de amarte –dijo Bárbara sabiendo cuanto
lo había intentado. Julieta sabía que ella lo había intentado
- Yo no sé si este amor que siento por ti es el mismo de antes, sé
que cada día se hace más fuerte, pero bárbara…
- No. Tu misma me pediste ser ingenua, no esta noche –dijo Bárbara
besando sus labios fugazmente –no esta noche –insistió.
- No esta noche –respondió Julieta besando nuevamente sus labios –no
puedo creer que te hayas tatuado eso en el pie
- ¿Por qué no? Tú te tatuaste en mi alma, por qué no podría llevar
tu nombre en mi piel – la respuesta de Bárbara era todo lo que necesitaba oír,
incluso después de los años que habían pasado, la mujer que estaba a su lado seguía
haciéndola sentir única en el mundo.
- Si quieres puedes conservar la cama, pero al menos cambia el colchón
–dijo Julieta sintiendo un resorte pegado a su espalda
- No hay otro lugar en el mundo en donde preferiría estar que aquí,
en esta cama, así que te aguantas lo duro.
- Siempre y cuando tu estés abajo, yo aguanto todo –respondió Julieta
sentándose sobre sus caderas mientras sonreía con la complicidad única que sentía
cuando estaba con ella.
Sus dedos dibujaron “TE AMO” sobre su piel, dos palabras que no eran
dichas sin embargo Bárbara no tardo en descifrarlas y con una sonrisa le hizo
ver que lo sabía. Los besos no tardaron en llegar y a diferencia de antes, la
calma fue parte de ellas, Julieta se paseó con sus labios por su boca, besando
cada parte de ella. Con sus labios hizo un camino hasta su cuello y de él no tardó
en llegar cerca de su oído “Reni” murmuró sobre él, haciendo que Bárbara dejara
salir una pequeña queja de sus labios, el sonido se solo en sus oídos haciéndola
reaccionar, necesitando recorrer con sus labios su cuerpo entero, y a cada
contacto de sus labios con la piel de ella, Bárbara se sintió enloquecer, como
si pequeños golpes de corriente atacaran con cada beso, haciendo la reaccionar,
haciéndola sentir como hacia tanto tiempo no sentía.
A mano de Julieta acompaño el paso de sus labios y mientras su boca
se apoderaba de sus senos, su mano se estremecía ante la humedad que se colaba
por sus dedos haciendo salir de sus labios algo más que una pequeña queja,
aquellos eran quejidos de desesperación, de amor desbordante, y no era la forma
en que su mano se movía entre sus piernas, ni la intensidad con que sus labios
y dientes mordían su piel, era ella, toda ella sobre su cuerpo lo que la hacía estremecer
y Julieta lo sabía, era esa una de las tantas cosas que le fascinaban de la mujer
que estaba bajo su cuerpo.
“¡JU!”, grito Bárbara perdiéndose en los besos que sentía sobre su
cuello, consumiéndose en el movimiento interminable de su mano en la intimidad
de su cuerpo, cuando no había nada intimo en ella, cuando todo su cuerpo estaba
en ofrenda a Julieta, para que hiciera con ella lo que se le diera la gana y ahí
cuando todo parecía acabar, Julieta lo volvía a arrancar, no por Bárbara, sino
por ella y su egoísta necesidad de tenerla por completo, de recorrer cada rincón
de su cuerpo, de saborear hasta lo más oculto de ella, y fue el tacto de su
lengua lo que hizo que los gemidos que salían de su boca subieran dos tonos más
altos, fundiéndose en los oídos de Julieta junto a la forma en que su nombre salía
de sus labios con aquella desesperación, sus verdes ojos se llenaron ante la
imagen que estaba frente a ella, su cuerpo retorciéndose a su tacto, a su
actuar, y de tan solo mirarla Julieta sintió que iba a explotar, de solo oírla Julieta
sabía que iba a llegar al éxtasis entre sus piernas. Bárbara tomo su claro
cabello entre sus manos y aprisiono su rostro a su cuerpo con fuerza, bastó
aquel acto para que Julieta sintiera lo mismo que estaba causando, sin
diferencia alguna en su intensidad. Julieta beso sus piernas y Bárbara sintió escalofríos
en su vientre, si Bárbara no la hubiese subido casi a la fuerza, Julieta pudo
haberse dormido entre sus piernas.
- Te amo –dijo Julieta cuando recobro su aliento
- ¿Aún después de tantos años?
- Aun después de tantos años –respondió con sinceridad
- Te amo –dijo Bárbara sin poder sacar su ridícula sonrisa de sus
labios – ¿Me puedes besar ahora? –suplicó Bárbara sin poder moverse y Julieta
disfruto de aquello antes de responder lo que tan dulcemente le era pedido.
- ¿Sabes cuantos lunares nuevos tienes en tu cuerpo? –preguntó Julieta
deseando que no supiera la respuesta
- Cuantos
- Veinte –dijo Julieta orgullosa de recordar su cuerpo –sabes que
puedo recordar cada parte de tu cuerpo y sin embargo en mi escritorio hay un
dibujo de tu rostro que aún no puedo terminar –confesó dudosa de lo que estaba
diciendo
- ¿Un dibujo?
- Sí. No es que no recordara tu cara, ni que no tuviese el tiempo. Es
que cada vez que pensaba en terminarlo significaba dejarte ir, sentía que si lo
terminaba te iba a superar, te iba a olvidar, como si eso fuese posible y era
más fácil aferrarme a la idea que mientras aquel dibujo estuviera inconcluso tu
ibas a seguir estando aquí, dentro
- ¿Aun no lo terminas?
- No
- Si ahora yo te confieso algo realmente espantoso prométeme que no correrás
fuera de este lugar
- ¿Qué tan espantoso?
- Prométemelo
- Lo prometo –dijo Julieta acurrucándose a su lado para oír lo que
fuese que Bárbara tuviese que decir.
- Nunca deje de saber de ti, al menos una vez por semana María mi
asistente recolectaba las fotografías de ti que andaban dando vueltas en la red,
siempre habían cientos, cada paso que das ha sido fotografiado, cada una de
esas fotos está en un cajón, de uno de mis muebles en Paris –dijo Bárbara
sabiendo lo que su confesión significaba, esperando la reacción de Julieta
- Bárbara… la mayoría de esas fotos esta anegada a una nueva mentira
de los medios, a un intento de romance furtivo que se les ocurría, ni un cuarto
de aquello es real
- Tú eras real –dijo Bárbara recordando todas las veces que la vio sonreír
de la mano de alguien más
- Pero…
- No, era lo único que tenia de ti, no importa lo patético que eso
suene
- No es patético
- Un poco –dijo Bárbara sonriendo, intentando que la conversación terminase
mientras la besaba.
No había tiempo entre ellas, no había abismo, no era un presente ni
un pasado, y mucho menos podía ser un
futuro, eran solo Julieta y Bárbara sobre la vieja pequeña cama de un lugar
llamado “hogar” deseándose, amándose, sintiéndose en total plenitud. El sol comenzó
a meterse por la ventana y ambas recordaron la última vez que habían visto
juntas el amanecer desde aquella cama, pero el recuerdo no les trajo dolor,
sino alegría. Bárbara la abrazo con fuerza a su cuerpo y Julieta beso su piel
cuando estuvo cerca de ella, y antes de que Bárbara pudiese cerrar sus ojos y
perdiera por completo la conciencia, Julieta murmuro en algo un poco más fuerte
que un susurro...
“Quédate”.
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