Mariposas

Hay una sensación que puede ser llamada la mejor del mundo cuando pasa por primera vez, esa que nos da esperanza, alegría, ansiedad e incertidumbre, todo mezclado en la vulgar frase “Mariposas en el estómago”, a veces es más que eso, porque la primera vez es todo alegría, sentirse enamorado es lo mejor del mundo hasta que sufres, entonces pasa el tiempo y vuelve a pasar, pero ya no son mariposas, es una manada de animales corriendo en tu estómago y duele, porque sí, está todo lo que sentiste la primera vez, pero ahora hay algo nuevo, ahora conoces el dolor y sabes que puede venir, sabes que puede pasar tarde o temprano, pero a pesar de todo, aquello no te detiene, sigues adelante sin que nada importe y la esperanza ahora es que está vez dure por siempre.

La mañana está helada y como siempre doy un vistazo a mi cabeza antes de salir de la cama, repasar mi vida y mis acciones debería ser algo anormal, pero siempre termino haciendo de ello lo más normal del mundo con mi rutina diaria. Yo niña, yo joven, yo adulta, ¿Quién dijo que la adultez esta designada por la cantidad de años que uno tiene? No lo sentí cuando cumplí la mayoría de edad, hoy que tengo 25 años ni siquiera lo noto, sigo siendo una niña y moriré siéndolo, entonces su rizado y negro cabello se cruza en mis recuerdos, eso es todo lo que puedo soportar por un día.

Cuando era pequeña nunca jugué con muñecas, la posibilidad de verme a mi vistiendo a una era tan poco probable como ver al sol tras las nubes, yo con cinco años era el tipo de niña que le sacaba la cabeza a las muñecas y las pateaba interminablemente, sin embargo nunca fui lo que hoy llaman “Tomboy” quizás porque en mi tiempo se podían separar os gustos de la forma de vestir o porque nunca me gustaron los estereotipos, ni siquiera siendo una pequeña niña. A los siete solo jugaba con los niños del curso, las niñas eran tan lloronas que podía pasar horas molestándolas, nunca me gusto Tommy de los “Power Rangers” yo siempre quise “ser” Tommy, quien me gustaba era Kimberly en se entonces no sabía porque. A los once creo que me enamore por primera vez, su nombre era Dafne, el día que la empuje y se torció un brazo supe que era ella, me dolió tanto como a ella. A los trece supe que existía la diversidad sexual, que no era rara, era normal aunque el mundo me quisiera decir lo contrario, incluso cuando mi familia era ese mundo. Ese día lo dije frente a un espejo, no había nadie más conmigo…

“…Me gustan las mujeres. Soy homosexual.”

Otro día a la espera, su mirada me entretuvo más de lo normal, hay algo en sus ojos de miel que me hace contemplarla por horas, incluso en mis recuerdos, incluso cuando duele de esta forma, ¿Habrá algo peor que el desamor? No lo creo.

- Éste me gusta –dijo ella mirándose en el espejo de la tienda. A mí no me gustó.

- Te queda bien, igual que los otros veinte que te has probado

- No quiero que me quede bien Mía, quiero que se me vea “Whoa” –exclamó mientras me miraba. Todos se le veían “Whoa”.

El amor de mi vida se estaba probando su vestido de novia por enésima vez, esto que siento dentro no son mariposas, son tigres de garras largas que van desgarrando mi interior a su paso, y yo los dejo.

Todo el mundo tiene dos nombres y siempre hay uno que no te gusta entonces ocupas el otro, yo no, a mí me pusieron uno solo, el más común, el más antiguo “María” nunca me gusto, por eso desde pequeña me dicen Mía. No soy la típica niña de vestido y tacos altos, pero tampoco soy lo contrario, me gusta mi feminidad tanto como mi lado masculino, lo convino tan bien que a veces no se nota, no tendría por qué notarse. Vivo en una ciudad que probablemente no existe en el mapa “Alun”, significa luz en lengua autóctona, si hubiese nacido en cualquier otro lugar del mundo, éste sería donde me gustaría vivir. La ciudad tiene la cantidad exacta de luz, por algo su nombre y desde lo alto de la montaña parece música a mis ojos; existe un punto, un preciso punto escondido de la gente común donde se puede ver el lago, la luz de la ciudad y la rueda enorme de la feria, de una forma perfecta, casi tan perfecta como cuando la veía con ella a mi lado, antes de que nos diéramos cuenta de que queríamos diferentes cosas en la vida, ella quería vivir y yo la quería a ella.

- ¿Y éste? –dijo mirándome con esos ojos que sabía no fallaban. Pude decir “Whoa”, pero entonces tendría que dejar de mirarla.

- El anterior me gusto más –dije sonriendo

- ¿Me lo pruebo de nuevo? –me pregunto si sabrá que me está matando con todo esto.

- Sí, creo que esta entre los dos.

El villano de mi vida apareció hace cinco años, pensar que por un breve periodo de tiempo pensé que podía existir algo entre ambas, tal vez por la forma en que miraba mis labios cuando estábamos solas o por como siempre tomaba mi mano en las noches de películas, una sonrisa siempre aparecía en mis labios cuando eso sucedía y podría jurar que más de una vez vi una sonrisa en ella cuando la veía de reojo, pero de eso tanto tiempo y eso me lleva una vez más a él, mi villano. Sería tan fácil odiarlo por quien es, pero no puedo es el ser humano perfecto, entonces lo odio por la imagen que tengo de el en mi cabeza.

- Mia no me estas poniendo atención

- Te he estado mirando por las últimas tres horas, te he oído y dado mi opinión

- Pero no estas siendo sincera, ¿Te gusta este o no? –definitivamente  no soy capaz de hacer esto

- “Whoa” –dije con la mejor de mis sonrisas ficticias, si tan solo estuviese vestida así para mí –Ese es.

Francisco Andrés Schneider López, papá alemán, mamá autóctona, salió al padre. El ser humano perfecto con perfecta apariencia, no hay un músculo de su cuerpo que no esté tonificado, creo que incluso al sonreír se le pueden ver sus perfectos músculos. 27 años, mecánico por diversión, dueño de la única automotora en la ciudad, futuro marido de la mujer de mi vida, de su vida ahora.

- ¿Te vas a ir conmigo? –pregunte esperando un “sí” por respuesta, siempre espero en vano.

- No, Fran viene por mí en un rato, podemos ir por un café antes ¿Quieres? –Alguna vez seré capaz de negarme a ella.

- Quiero.

Se conocieron en la universidad, a ella le quedaba un año, el hacía ayudantía, yo lo llamo el día “H”: Holocausto, horror, horrendo, horrible. Creo que podría describir el preciso momento en que cayó en sus garras, su mirada se perdió en sus ojos miel y su boca dijo algo que nadie podría entender, sus manos se tocaron en lo que pudo ser una coincidencia y yo sentí como a mi corazón se le hizo una grieta, después vino la frase “Me pidió pololeo” creo que la grieta se volvió un surco y claro, la última vez no hubo frase, llegó a mi casa desesperada con los ojos empapados a mostrarme el enorme anillo en su mano, lloré con ella, no por la misma razón.

A veces me gustaría entrar en su cabeza por cinco minutos, saber que está pensando cuando me mira de esa forma, ¿siente lastima por mí? O es simplemente una mirada normal, hay momentos en que juraría que me mira de la misma forma que yo a ella, pero nunca he jurado en vano.

- ¿Qué pasa? –dije sin ánimo de contenerme

- ¿Por qué? –preguntó con aquel nerviosismo propio de ella cuando me oculta algo, si tan solo no la conociera del modo en que lo hago

- Porque me miras así

- ¿Así cómo?

- Dafne, te conozco desde el jardín de niños, hace años que no me mirabas de esa forma –no sé de donde saque el valor para decirlo, tampoco sé por qué se sonrojo.

- A veces me gustaría volver a esos años –Ni siquiera sé que contestar a eso, de todas formas antes de que pueda abrir mi boca él está aquí, con su sonrisa de comercial de pasta de dientes.

El mismo día en que me pare frente a un espejo y fui sincera conmigo, lo fui con ella, podría decir que me abrazo en cuanto se lo dije, pero no, éramos solo un par de niñas y ella corrió tan rápido que no alcance a atraparla, nunca fui capaz de decirle que habían sido sus besos infantiles de practica los que me habían convencido de mis sentimientos, fue ella quien me hizo aclararme, pero después de verla correr era imposible decir algo así. 12 horas demoró en volver a mí, en decirme que estaba bien, que necesitaba tiempo para “procesarlo”, esa fue la precisa palabra que uso. Solo por doce horas fuimos diferente la una con la otra, después de que volvió a mí nunca quiso dejarme, bueno al menos no hasta ahora.

- ¿Nos vemos esta noche? –Preguntó ella como si no supiera la respuesta

- A las nueve en punto –respondí mientras ponía atención en mi celular. Desde el día “H” verla partir de su mano ha sido lo más difícil del mundo.

Nunca veo su rostro cuando se aleja, no sé qué gesto hace, si se despide con su mirada o simplemente se da la vuelta y se marcha sin mirar atrás, no es algo grato de ver, nunca lo ha sido. La tarde esta fría y mi café también, no sé en qué momento se me paso la hora mirando la pantalla, “Tumblr” nunca ha sido una buena adicción, quizás sea hora de dejarla.

- ¿Otro café? –preguntó Catia con su gran sonrisa

- Otro –respondí de inmediato. Siempre ha existido un “algo” entre ella y yo, quizás el día en que se vaya para siempre de mi vida sea capaz de darle una oportunidad verdadera a mi vida sentimental.

Dafne es perfecta, no hay una parte de ella que no lo sea, sus ojos de color miel, su metro setenta y cinco de altura, su cabello largo y rizado, el tono canela de su piel y su perfecta rasgada voz, como si hubiese pasado años fumando, definitivamente aquello es lo que más amo de ella. Amor… ¿Dije amor? Como si fuese imposible no amarla. Mi cabeza siempre se pierde con ella y ahora tengo que ir a su departamento, inventarme alguna sonrisa falsa en el rostro y planear la perfecta boda, quizás la idea de lanzarme al lago sea buena después del todo.

- 9 y 35 –dijo en cuanto me abrió la puerta

- Se me paso la hora pensando

- A veces me gustaría que me mintieras, pero que me dieras una excusa digna de perdonar.

- De verdad te gustaría que te mintiera

- No. –dijo sin titubear y su mirada tan directa como siempre hizo mi estómago temblar, no. No son mariposas.

Luce. Fiesta. Comida. Dj. Fotos. Videos del novio. Videos de la novia. ¿Hay algo más insoportable que planear una boda? Claro, planear la boda de tu mejor amiga/amor de tu vida/motivo de tus angustias, pero claro yo siempre he sido un poco dramática.

- Mia no puedes juntar a la señora Pérez con la señora Ruiz

- ¿Por qué no?

- Porque probablemente no sea buena idea juntar a dos viudas del mismo hombre

- Didi, dime si alguna vez hemos ido a un matrimonio sin peleas, es lo más entretenido de ellos

- No seas mala –dijo ella quitándome el papel de la señora Ruiz y poniéndolo en otra mesa

- Eso se llama hipocresía

- ¿Yo?

- Sí, siempre te gusto ver a la gente discutir, ahora te volviste tan…

- ¿Tan qué? –pude decir altanera, protocolar, niña buena, mojigata.

- Nada, no quiero discutir ahora

- Tú buscas peleas donde no las hay, todo por un par de viejas

- Tengo una idea, ¿por qué no planificas esto con tu futuro marido? –no lo pensé, por qué me hago esto a mí misma, una vez más siempre está la idea del lago.

- Puedes parar María –si no conociera esa mirada

- Contrólate Dafne Aurora –Su sonrisa de odio es lo mejor que hay en el mundo, ella cree que me molesta, pero en realidad es música para mis oídos, siempre lo fue.

En menos de dos meses será completamente de otro y aquí estoy yo, ayudándole a hacerlo, es como si estuviésemos en un barco pirata y fuese yo quien afirmara la espada para lanzarla a los tiburones, bueno quizás no como eso, tal vez sea yo quien se esté tirando sola a los tiburones mientras ella disfruta de su luna de miel por Europa, existiendo tantos lugares bellos en el mundo el eligió el más común de todos, Paris. Tuve tantas ganas de decirle que la llevara a una isla, Grecia, Bali, Galápagos, cualquiera hubiese sido la opción perfecta para ella, pero no, mi orgullo fue más fuerte, si se quiere casar con un hombre que no la conoce que lo haga.

- Ya te perdí otra vez –dijo sacándome de mis pensamientos – ¿más vino? –A veces creo que me quiere ebria a propósito

- No, suficiente para mí

- Te das cuenta que esta puede ser una de las últimas veces que bebamos juntas

- ¿Y de quien es culpa eso?

- ¿Tendremos esta conversación otra vez? –preguntó ella bebiendo su vino de golpe

- No, no lo haremos, tú seguirás bebiendo como siempre y yo me voy a ir

- Mia…

- Dafne, puedo verte en diez años más siendo la alcohólica mujer que tiene la casa perfecta por una empleada, mientras tú bebes esperando a tu marido.

- Me tomo una botella de vino a la semana y en qué momento me cambiaste el tema

- Este siempre ha sido el tema y no es una a la semana, ya vi tu basurero –debería quedarme y quitarle el vaso, no es una enfermedad, no aun, pero si sigue así nadie podrá controlarla

- Yo no soy mi mamá Mía, no lo soy

- No. No lo eres, por eso tienes que parar

- No podrás controlarme siempre –dijo en lo que debió creer era un murmuro

- Me voy a ir

- No. No te vayas –dijo acercándose a mí, su abrazo se siente tan bien en mi cuerpo y las malditas mariposas, deben ser miles para que duela de esta forma, al menos tendrán sus alas afiladas

- Didi…

- Me encanta cuando me dices así ¿me puedes llamar solo así de ahora en adelante? –preguntó aun pegada a mi cuerpo, si tan solo no se volviera una niña pequeña cada vez que bebe alcohol

- Ni siquiera sabes por qué te digo así

- Si lo sé –dijo alejándome de la comodidad de su abrazo– según tú tengo las piernas largas igual que la hermana de Dexter, siempre lo he sabido

- Me sorprendes

- Quédate –dijo casi como si fuese una súplica, no soy yo quien tiene que quedarse.

- Tú quédate

- Dame una razón para quedarme –dijo en lo que pudo ser una absoluta sobriedad, de no haber sido por la botella de vino que acababa de beber

- Yo.

No sé en qué momento se durmió en mis brazos, su silencio después de mi respuesta fue tan largo que no quise insistir, yo nunca sería una razón suficiente para que se quedara, se iba a casar y tenía que seguir a su marido al otro extremo del país, ella se irá y yo me quedaré, que final más digno de la peor historia de desamor del mundo.
Podría pasar horas mirándola mientras duerme, la primera vez que lo hice descubrí que cuando duerme para el lado izquierdo de su cuerpo hace un pequeño ronquido, cuando duerme de frente tiene pesadillas y solo cuando su cuerpo se acurruca a su lado derecho duerme como un bebe, que yo siempre este a su lado cuando lo hace es solo una coincidencia.

Las siete de la mañana y me marche sin decir nada, decir que dormí sería mentir, no sé cuántas veces más poder verla dormir a mi lado, incluso si haciéndolo me siento una psicópata obsesionada que disfraza lo que es con la palabra “amor”, claro, en el amor siempre hay algo de locura. Quince minutos fuera de su departamento y ya está sonando mi celular, no quiero que me llame, no quiero que me diga que vuelva a tomar desayuno con ella, a almorzar; no quiero que me recuerde que no queda nada, que pronto se ira a vivir y yo me quedare aquí, muriendo.

- Ya estoy llegando a mi casa –dije en cuanto conteste su tercera llamada

- Vuelve –dijo en aquella voz que me mata

- Tengo cosas que hacer –intente no sonar tan cortante

- Okey

- Dafne no te enojes –si no estaba enojada ahora lo estaba, le había dicho que no y olvide su previa petición de llamarla por un absurdo sobrenombre en una misma conversación. Quizás no lo olvide

- Chao –dijo en su voz más odiosa, a veces desearía que no fuese tan caprichosa, sus caprichos solían confundirme tanto, ahora entiendo que nunca fueron más que eso, caprichos.

Tengo dos opciones, entrar a mi casa, darme una ducha y dormir un par de horas o volver a su departamento, intentar con una dulce sonrisa que se le pase el enojo, desayunar y seguir agonizando por dentro, pero ninguna de mis opciones parece la perfecta, aquí es cuando me gustaría llamarla para que me ayude a decidir.

Cuando tenía 15 años vivía con el libido a flor de piel, a la humanidad le gusta creer que solo los hombre sufren el despertar sexual, pero yo no lo llamaría sufrir, creo que el despertar sexual es para disfrutarlo, solo una vez se vive aquellas tantas sensaciones por primera vez. Si tan solo hubiese decidido ir a su casa en vez de venir a acostarme para “intentar” y recalco aquel “intentar” porque es imposible para mi dormir cuando pienso en ella y en cómo me hizo sentir la primera vez que conocí el deseo, sin siquiera experimentarlo, su cuerpo pegado al mío, uno de sus brazos se apegaba a mi estómago casi tocando mis pechos que ya habían crecido, los de ella a mi espalda me presionaban como si buscaran algo de mí que no sabía que existía, entonces paso, tal vez ella no movió su mano a propósito donde terminaba mi vientre, quizás aquello solo lo imagine, no importa si fue verdad o no, pero sentí su mano estática sobre el único lugar de mi cuerpo que nunca antes había tocado y eso fue la primera vez que mi cuerpo experimento un orgasmo. Silencioso, tímido, inmóvil.

- Señorita para que me llama si no habla –dije intentando hacerla sonreír mientras podía oír su respiración tras el celular

- ¿Ya dormiste?

- Como sabes que estaba durmiendo

- No dormiste nada anoche –dijo asombrándome, como siempre

- A veces me das miedo

- A veces me gustaría no sentir tanto miedo de mi –si hay una persona en el mundo que me puede volver loca es ella, y no precisamente de amor, sino de cordura

- Todo contigo es un acertijo, no soy tan inteligente, mucho menos cuando vengo recién despertando

- Perdón, hablamos más tarde

Ni siquiera alcance a abrir mi boca para responder cuando escuche el silencio a mi oído, Dafne debería tener un diccionario solo para ella, aunque una enciclopedia sería mejor, una donde me explicara con lujo de detalle que significaban sus miradas distantes, sus parpadeos agitados o sus repentinas manchas rojas en sus mejillas; podría decir como descifrar su juego de palabras, sus acertijos sin sentido y todas sus interrogantes, pero lo más importante de todo al final debería decir explícitamente dedicado a mi “Mia, alejarte de esta mujer es lo mejor que te puede pasar en la vida”, aunque después de todo nunca le hecho caso a un libro, esta vez se escapa de mis manos.

Mi cabeza se pasea en recuerdos y hace un escrutinio a mis recientes acciones y como si no fuera poco castigo por el día oigo mi puerta golpear, sé que es ella, aquella secuencia: Golpe. Golpe. Espacio. Golpe. Golpe. Golpe. Es tan repetitiva como la forma en que juega con su pie al final de la puerta haciendo un: Golpegolpegolpegolpegolpe. Sin descanso alguno. Tengo tanta necesidad de levantarme a abrir como ganas de no hacerlo y ella sabe que estoy aquí, sabe que no voy a abrir y sin embargo insiste, existirá un antídoto para este virus llamado “Dafne”.

- ¿Para qué golpeas si tienes llave? –digo antes de que pueda hablar mientras entra a mi cuarto

- ¿Por qué no abres si sabes que tengo llaves? –Y su respuesta-pregunta hace que me tape hasta el pelo– Mía te necesito –si ella fuese una canción, probablemente el coro seria: Yo, yo, mío, mío, yo, yo y por favor yo. Como si alguna vez me hubiese importado su egoísmo.

- ¿Qué paso ahora? –pregunte aún bajo la comodidad de mi tapas

- Te necesito –insistió, su tono de voz fue lo que me hizo sentarme de golpe sobre la cama

- Didi ¿Estás bien?

- No. No estoy bien, quiero quedarme –y mi corazón se detuvo por un segundo –pero no puedo, tú sabes que no puedo

- No sé cómo puedo ayudarte con eso

- Ven a vivir a la ciudad, vende la casa y compra una más cerca, puedes encontrar un trabajo mejor y estaremos en la misma ciudad como siempre…

- No. –dije antes de que pudiera terminar y está es la primera vez que lo hago tan directamente

- Mia…

- No. –insistí con una perseverancia que no sabía que tenía, por primera vez las palabras querían salir y yo las iba a dejar –No me pidas que me vaya, si me quieres un poco no lo hagas, tú te vas por él a hacer la vida que siempre quisiste vivir y yo me iría persiguiéndote a ti, tu sabes que es así, así que por favor no me lo pidas.

- Perdón –dijo en cuanto termine de hablar ocultando la decepción en su rostro mientras se ponía de pie, ella sabe, en el fondo yo sé que sabe, como si no se me notara, como si no se lo hubiesen murmurado mil veces a mis espaldas.

- No me pidas perdón

- Mi…

- No. –Como si lo hubiese anticipado sabía lo que vendría, no iba a discutir mis sentimientos ahora– Te vas a casar y te iras con el hombre que amas, no te vas a quedar por mí, no es eso lo que quieres para el resto de tu vida

- ¿Y cómo lo sabes? –Preguntó sin ignorar mis palabras– Pensé que lo que siempre quisiste era que me quedara, siempre me andas reclamando y ahora que te digo que no me quiero ir me dices todo eso, Mía por favor…

- Lo que tienes es miedo, lo demás es solo una confusión y ya estoy demasiado grande para lidiar con confusiones.

- ¡Ouch! –dijo perdiendo su mirada por la ventana de mi cuarto. Tiene tanta razón en sus palabras, oírla decir todo lo que oí es lo que siempre quise, pero no es suficiente, quiero que me diga que me ama, que no puede vivir sin mí porque me ama y no por esta dependencia que tiene a mí, “me necesitas porque me amas, NO me amas porque me necesitas”.

- Si te quieres quedar hazlo, tú mejor que nadie sabe que yo sería la persona más feliz si lo hicieras, pero hazlo por las razones correctas, no porque yo no estaré en aquella ciudad

- ¿Y por qué esa no puede ser una razón si es la más importante?

- Porque entonces cada vez que lo extrañes, cada vez que lo necesites, cada vez que lo quieras tener cerca yo me sentiré culpable, tu misma me culparas aunque no lo digas. Yo no puedo ser más importante que él en tu vida, después de todo es a quien elegiste para casarte.

- Ya entendí. –dijo con su tono de voz más amargo, siento que me esta envenenando con su molestia–Me voy a ir –como si no lo supiera hace meses

- Ya lo sé

- No, me voy a ir ahora –dijo caminando a la puerta sin siquiera darme su mirada y por primera vez la veo mientras se marcha –sabes qué –dijo girándose con tanta rabia en su mirada que sentí miedo de verla por primera vez en mi vida –yo no sé si soy yo la que tiene miedo de mis sentimientos o en realidad eres tú– volvió a girarse para marcharse y yo aun sin procesar lo que acababa de oír.

- ¡No! –Grite levantándome de golpe para alcanzarla antes de que saliera de la puerta –Dafne, eres tu quien se va a casar, eres tu quien quería esa vida, yo siempre he estado aquí como una constante. Sí quieres hablar, si de verdad quieres hablar de esto y afrontar las consecuencias quédate, sino ándate y mañana seguimos con lo de tu boda y hacemos como que esta conversación a medias nunca ocurrió. – Y ahí me quede, como una estatua con mi corazón a mil por hora, queriendo que se quedara y que se fuera a la vez, con tanto miedo de ambas opciones que por un segundo creo que mi corazón se detuvo, sin embargo siguió latiendo, incluso después de verla salir por la puerta sin decir absolutamente nada.

Me desplomaría en medio de mi sala si tuviese las fuerzas suficientes para caer, en menos de diez minutos escuche las palabras que más había querido oír desde que tengo uso de razón y ahora las veía salir con su cuerpo a cuestas, nada iba a ser lo mismo de ahora en adelante, no importa por cuanto tiempo finjamos que esto jamás ocurrió, pasó, hace menos de tres minutos y en la sala de mi casa. Nada va a ser lo mismo de ahora en adelante.

Me pregunto si en realidad la amo a ella o solo a la idea de ella, a su pelo rizado, a sus ojos color miel o a la longitud de sus piernas. Me pregunto qué hubiese pasado si no se hubiese marchado, si hubiese tenido el valor de quedarse. Me pregunto si algo de esto tiene sentido, si se va a ir y yo me quedare con su recuerdo, con su sombra pegada a mi como siempre ha estado, solo que estaba ella no estará y entonces me pregunto, irme persiguiendo algo que nunca será mío, será una buena opción.

Debo seguir durmiendo, intento abrir los ojos pero solo quiero seguir durmiendo, el sonido en mi cocina no sería una novedad si tuviese un gato o un perro, sin embargo o tengo una mascota y el nuevo ruido me hace saltar de la cama, solo una persona se mete a mi casa en lo que podría ser plena madrugada y en este momento preferiría que fuese un ladrón a ella. Un asesino sería grandioso.

- ¿Qué haces aquí? –pregunté decepcionada de que no fuese mi primera ni mi segunda opción.

- Llevo dos horas aquí y recién despiertas –respondió ella comiendo el helado de chocolate que solía estar en mi refrigerador

- A veces me asustas

- Siempre te asusto

- ¿Qué haces aquí? –pregunté una vez más cuando pensaba que no la vería en un par de días luego de nuestra previa charla casual de la tarde.

- Al menos una de nosotras podía dormir –respondió ella tomando una nueva cucharada de helado

- Eso no responde mi pregunta

- No podía dormir, hace semanas que me cuesta, no quería estar en casa, así que vine aquí.

- ¿Y a tu prometido no le importo?

- No sé, está en casa de sus padres –su respuesta me descolocó, es la primera vez en años que él duerme en casa de sus padres

- ¿Estás bien?

- Son las cuatro de la madrugada, me metí a tu casa, saque tu helado y te vi dormir por casi dos horas, No. No estoy bien

- Me viste dormir –dije con una absurda sonrisa en mi cara

- ¿Puedes olvidar que me fui esta tarde y hablar de todo esto ahora? –pregunto bajando media nota a su voz, si aquello era incluso posible

- ¿Estás segura de que eso es lo que quieres?

- Deja de preguntar eso, por favor –suplico en su reciente casual tono de voz

- Entonces no sé qué preguntar

- El problema es que necesito a mi mejor amiga para hablar de algo sumamente importante –dijo sonriendo, mientras tomaba la cuchara con helado y me la pasaba a mí– Creo que estoy enamorada de mi mejor amiga –dijo así sin más, como si me estuviese diciendo que el día estaba nublado o que tenía sed– ¿no me dirás nada?

- Te casas en menos de dos meses

- Mía, no vine a hablar de eso

- ¿Y cómo podemos hablar de esto cuando esta eso en medio de las dos?

- Te acabo de decir que creo que estoy enamorada de ti y me pregunto por qué tú nunca lo has dicho

- Yo me pregunto demasiadas cosas, pero ahora me pregunto porque crees algo que de mi parte es una absoluta certeza

- Lo único que sé es que siempre sentí algo diferente cuando se trataba de ti y cuando conocí a Francisco pensé que era una fase o que el sentimiento que tenía hacia ti era solo una confusión y no quise arrastrarte a mis deficiencias mentales, entonces me enamore de él, no te voy a mentir Mía, sabes que me enamore de él, pero siempre estuviste tú y cada vez que exista la posibilidad de que estuvieses con alguien ¡Dios! Era una puntada directa a mi corazón y ahora estoy en este precipicio, en el que si salto no vas a estar a diario en mi vida, no te veré para tomar un café por las tardes, no voy a poder entrar a tu casa a verte dormir cuando quiera sin que tu siquiera lo notes, no podre acurrucarme a tu lado para dormir cuando quiera sentirte cerca y ¡sí! Eso tiene mucho más peso para mí que no volver a verlo a él. –sus palabras se colaban en mi mente como en una licuadora, pasando una y otra vez, rodeándome con ellas. Es fácil sentir que es un sueño, que no está ocurriendo en realidad y no decir nada, sino simplemente hacer lo que por tantos años he soñado, sin embargo la frialdad de mis pies me dice que no es un sueño y solo para asegurarme me doy un pequeño pellizco en mi pierna, se da cuenta de ello y esboza una sonrisa y yo aún intento digerir lo que acaba de decirme, si tan solo fuesen más certezas.

- ¿Por qué ahora, por qué no antes?

- No tengo una respuesta válida para eso

- ¿Y si sigue siendo una fase Dafne, si después te das cuenta que no era lo que realmente querías?

- Entonces habré terminado mi compromiso en vano –me tomó repetir dos veces aquello en mi mente para poder entender lo que había dicho

- Daf…

- Quieres dejar de decirme Dafne, odio cuando me dices Dafne

- Pero a mí me encanta tu nombre –dije casi con un tono de voz infantil que yo misma me sorprendí. ¿Qué se hace cuando la mitad de tus sueños se hacen realidad? –Creo que necesito procesar todo esto

- Si quieres me voy para que proceses y mañana hablamos

- ¡No! No dije que quería que te fueras –dije sin pensar. Si después se iba. Y se arrepentía de cada palabra. Entonces el fondo del lago sería mi única opción.

- Está bien –dijo sonriendo mientras levantaba sus manos. Necesitaba tanto su cercanía sin embargo me asustaba tanto sentirla cerca. Camino despacio como si pudiese leer mi mente, como si mis pensamientos estuvieran escritos en mi frente. – No te voy a morder

- Lo sé

- Entonces deja de mirarme con miedo

- No es a ti a quien le temo

- ¿Entonces?

- Le temo a todo esto que está pasando, demasiado en tan poco tiempo

- ¿Hubieses preferido que esperara al matrimonio?

- ¡No! Y no puedes bromear con eso, ¿quién eres? –dije asombrándome por su insensibilidad

- Alguien que se cansó de mentir, pero por sobre todo de mentirme a mí misma, ¿tú crees que esto fue fácil? Fueron meses de tener mi cabeza en blanco, de pensar en hacerle daño a él o hacerte daño a ti y no me voy a cansar nunca de pedirte perdón por hacerte pasar por todo esto, por planear una boda, lo siento, no es fácil aceptar. Perdón –dijo bajando su mirada y yo nunca vi sus ojos color miel brillar con tanta fuerza

- ¿Y Francisco? ¿Le dijiste todo esto a él? –pregunte como si de pronto el que se retractara de sus palabras fuese una posibilidad real

- No así, no de esta forma. Le dije que no me quería ir, que no iba a vivir lejos, quiso saber por qué y de pronto fue más fácil decírselo a él que decírtelo a ti

- ¿Qué cosa?

- Que amaba a otra persona, que siempre iba a amar a otra persona más que a él –dijo mirándome tan directamente que por un momento pensé que el corazón se me iba a salir por la boca –no tenía que ser adivino para darse cuenta de quien estaba hablando, después de todo, todas sus escenas de celos eran por ti

- ¿Perdón?

- No me pongas esa cara, ya te dije que esto no es fácil, no iba yo a venir a contarte todo eso cuando no estaba segura

- ¿Y ahora? –pregunté con ansiedad. Me miró inconclusa– ¿Ahora estás segura?

- ¿Estoy aquí o no?

- Sí, pero no fue eso lo que pregunte, te recuerdo que comenzaste toda esta locura con un “creo”

- No creo Mía, Estoy segura –hablo con tanta determinación que pensé que me iba a derretir en ese instante y delante de ella, sus ojos me miraron pidiéndome que dijera algo que por tantos años grite en silencio, peor no era algo fácil de decir, no cuando mi mundo se giraba de pies a cabeza en tan corto tiempo. - ¿Me puedo acercar ahora? –preguntó mientras caminaba sin oír una respuesta

- ¿Estoy soñando? –pregunté cuando ya no di más con su cercanía

- No –dijo un tono completo más bajo cuando estuvo frente a mí. Sus manos toman mi cara y siento que voy a explotar desde el pecho hacia afuera. No importaba lo que ella dijera, esto era un sueño, mi sueño. Cerré mis ojos cuando sentí sus manos entrelazarse tras mis cuello, jugando con mi pelo y pude sentir aun con los ojos cerrados que sonreía, y su sonrisa era tan hermosa que tuve que abrir los ojos para cruzarme con lo dulce de su miel. – Mía –susurro como si me pidiera a gritos algo que yo no le daba. Mis manos se adueñaron de su cintura, tantas veces me había tomado de su cintura sintiéndome una intrusa en ella y ahora no lo era, ahora estaba siendo solicitada.

Mi boca se acercó a la de ella sin actuar, y dentro de mi estómago mariposas de terciopelo revoloteaban por primera vez en mi vida, no dolía, al contrario, la sensación me hizo sonreír sobre sus labios y me sentí gigante cuando me pare en la punta de pies para tocarlos, para probarlos en su totalidad, con tanto sentimientos dentro que eran los labios más dulces que se podrían probar. Y de pronto nada, por primera vez en mi vida no fui capaz de pensar.

- Hola –susurró a mi oído cuando desperté sin abrir mis ojos

- Hola –respondí en el mismo tono. No había sido un sueño

- Está mal que me sienta tan feliz en este momento –preguntó abrazándose a mí con fuerza.

- Está mal que me pregunte lo mismo –dije perdiéndome en sus ojos, los recuerdos de la madrugada se colaron en mi mente y por primera vez en mi vida no era el la ilusión de ella que me perdía, sino en ella de carne y huesos. Toque mis labios y la suavidad de ellos me hizo sonreír, por tanto tiempo la bese sin detenerme, sin querer detenerme, sin desesperación, sin correr, nada me apuraba. Nada.

- Tengo que ir a hablar con mi papás –dijo quitando su sonrisa de golpe, recordándonos lo negativo de todo esto.

- ¿Estas realmente segura de todo esto?

- María si me preguntas eso una vez más te juro que me voy y no vuelvo

- Perdón –dije bajando mi mirada –no me digas así

- Te diré como se me dé la gana y perdóname tu a mí –murmuro buscando con sus manos mi mirada– me demore demasiado en hacer esto

- Creo que a veces es más fácil correr en sentidos contrarios que encontrarnos a la mitad

- Si, pero a veces deseaba que hicieras algo, que me forzaras a hacer lo que me daba tanto miedo –dijo entrelazando sus dedos con los míos y después de besar su boca, la sensación de su mano entre la mía era la mejor del mundo.

- Siempre estaba la posibilidad de que corrieras y no te volviese a ver

- Jamás hubiese corrido

- Desearía haber sabido eso.

- ¿Y ahora que deseas? –pregunto susurrando su voz

- Nunca despertar

- ¿Sigues pensando que esto es un sueño?

- Del que nunca quisiera despertar

- Ya despertaste

- No. Yo sigo en mi sueño –respondí acurrucándome en su pecho, cientos de veces me había acurrucado en su pecho, entre sus brazos, pero su aroma nunca había tenido la intensidad que está mañana, nunca me había sentido tan amada como en esta mañana.

- ¿Crees que será extraño? –dijo llamando mi atención, obligándome a alejarme de la comodidad de su cuerpo

- ¿Qué cosa?

- Tú y yo, no sé, pasar de amigas a algo más, porque seremos algo más, ¿cierto?

- Quieres tomarte las cosas con calma, pisa el freno por un momento

- Mia…

- Didi. –Dije haciéndola sonreír, iría al infierno por esa sonrisa– yo quiero todo contigo, pero prim… -no me dejo terminar de hablar cuando sus labios estaban sobre mi boca, ignorando que acabábamos de despertar, nada importaba, solo la suavidad de sus labios sobre los míos. Se alejó un momento y sonrió sobre mi boca, que ganas de meterme dentro de su mente, de saber que está pensando.

- Primero, ibas a decir ¿Primero qué? –dijo, haciéndome olvidar de mis propias palabras con la intensidad de sus ojos mientras sonreía

- Primero debes hablar con tus padres y Francisco –dije recordando que existía– él va a buscarte, va a querer arreglar las cosas contigo, hay que darle tiempo a esto

- No quiero darle tiempo, mis padres no tienen opinión sobre mi vida hace años, solo quiero que sepan que no me voy a casar con Francisco, y él, bueno esa es otra historia, no creo que algún día pueda perdonarme, pero tampoco me voy a sentir culpable por querer ser feliz. Mejor ahora que después que estuviésemos casados.

- Todavía siento que esto es irreal

- Yo nunca he sentido más la realidad en mi vida que en este momento –confesó sin poder dejar de sonreír, si mirar su sonrisa fuese un pecado yo hubiese estado condenada al infierno años atrás. Tantas veces la tuve en mi cama, tantas otras me contuve mirándola y ahora podía besarla sin temor a ser rechazada, sin miedo a que ella esquivara su boca. La amo, la amo tanto que si mi amor fuese arte pintaría las calles de color a mil cuadras a la redonda.

- Te amo –dije dejando salir mis pensamientos mientras me aleje de sus labios por un instante, no sé por qué razón mis mejillas se volvieron de un rojo tan profundo que sin verme a ningún espejo lo podía sentir.

- Hasta que lo dijiste – susurró volviendo a besar mis labios con más fuerza ahora que antes –pensé que nunca lo ibas a decir

- Es un te amo contenido por muchos años –susurré sobre su boca

- Yo también te amo –dijo por primera vez en voz alta, con una voz tan firme que parecía una confesión. Después de eso no me importaba nada más, ni sus padres, ni la gente, ni Francisco, mucho menos él. Podía enfrentarme al mundo por ella en este momento, en todos los momentos de mi vida– Será necesario salir al mundo hoy –susurró a mi oído mientras me abrazaba

- No. No es necesario salir al mundo hoy.

Las mariposas salieron de mi cuerpo, suaves y gentiles.
Por primera vez en mi vida estaba viviendo el amor.
Una nueva etapa había llegado.

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