Segunda Piel 15

Ya no era un amanecer, no era de mañana, sino más bien un despertar tardío. Cuando Bárbara abrió su mente mucho antes que sus ojos, sintió la calidez de un cuerpo pegado a ella y la comodidad de tener aquellos brazos rodeando su cintura la hizo sonreír de inmediato, no había sido un sueño, no era como todas sus mañanas y no fue hasta ese momento que recordó donde estaba, incluso sabiendo quien estaba a su lado tuvo miedo de abrir sus ojos y que fuese su cabeza, que su locura hubiese alcanzado el límite, peor aún, que lo hubiese sobrepasado, entonces resonó fuerte en su interior una palabra que pudo no haber oído, que pudo haber inventado en su desesperación y una vez más volvió a repetirse internamente, como si los susurros fuesen para ser oídos. Siempre lo son.


                                               “Quédate”

Sus ojos se abrieron de par en par y Julieta había olvidado lo que era aquel sol entrando directo por las pequeñas ventanas, la molestia no le incomodo, nunca se había sentido más feliz por algo tan molesto. Buscó con sus piernas y manos la compañía  que había tenido toda la noche, el cuerpo que había estado durmiendo a su lado toda la mañana y cuando no lo sintió se sentó de golpe en la dura cama con la expresión en la cara que detallaba su sentir. Entonces la vio, la luz del sol iluminaba sus piernas desnudas y algo dentro de ella se encendió, aunque lo ignoró la enorme sonrisa de su cara no pudo negarlo, la siguió con su vista y era indudable que no llevaba nada cubriendo su intimidad, la camiseta que tapaba ligeramente su torso la expuso por completo en cuanto se puso de puntillas para alcanzar algo que Julieta ignoro, entonces su sonrisa se volvió más grande, cuando pensaba que nunca más en su vida volvería a ver aquel cabello tomado, en aquel entonces pensaba que no volvería a ver nada de ella, y ahí estaba, admirándola en silencio preparar algo que desconocía, desde la cama que tantas veces la observo, pero nada era perfecto y cientos de incertidumbres vinieron a su cabeza, no importaba cuanto quisiera sacarlas de ahí, seguían estando, hasta que se cruzó con su mirada. Todo desapareció.

- Hola – dijo Bárbara sonriendo – Buenos días o tardes sería más preciso – continuó mientras caminaba hasta la cama

- Buenas tardes – respondió Julieta ocultando su rostro sonrojado bajo una almohada

- ¿Lo son? –Preguntó Bárbara con desconcierto al ver su reacción - ¿Buenas?

- No podría ser menos que eso sino más – respondió Julieta dejando ver sus mejillas acaloradas, Bárbara no demoró en acercarse a ella y besarla en los labios.

- Deja que me lave primero –dijo Julieta quitando su cara

- No es primera vez que te doy un beso por las mañanas –respondió Bárbara y sin dejarla hablar se perdió en su boca como tantas otras veces, tantos años atrás.

Hipotéticamente hablando el tiempo rige el mundo, por el tiempo que falta corremos y por el que sobra vamos más lentos, pero aquella tarde no hubo tiempo en aquella habitación y una vez más tampoco hubo un pasado, ni un futuro, solo existía el ahora, ambas pudieron haber dado su vida por un “AHORA” eterno, infinito, un ahora era lo que ambas querían por ingenuo que sonara.

- ¿Qué estabas haciendo?

- Una especie de desayuno-almuerzo

- Huele bien –dijo Julieta preguntándose desde cuando Bárbara sabia preparar algo más que un café

- ¿Qué es?

- Es una sorpresa –dijo Bárbara poniéndose de pie, no sin antes besarla rápidamente en los labios. Julita la siguió con sus ojos sin cansarse de hacerlo, mientras Bárbara ponía en una bandeja lo que tanto preparaba.

- ¡Bon appétit! –exclamó Bárbara mientras ponía una enorme bandeja sobre la cama. Julieta envolvió con la sabana su cuerpo desnudo y se saboreó la boca al ver la fuente con frutillas frescas, los platos con un omelette aun vaporoso del calor de la sartén,  y como si todo aquello no fuese suficiente, las doradas tostadas envueltas en una blanca servilleta nunca le habían parecido más apetecibles. Todo era perfecto incluso antes de probarlo.

- ¿Cuándo aprendiste a preparar todo esto? –preguntó incapaz de contenerse

-  En mi tiempo libre, a veces va un chef a preparar cosas a mi casa cuando tengo cenas o almuerzos, he aprendido bastantes cosas –dijo Bárbara abriéndose como nunca antes lo había hecho, había tanto que quería contar, tanta nueva vida que quería que fuese visible a sus ojos.

- Ya lo veo

- ¡Uh! Me falta algo –dijo Bárbara corriendo– prepare café

Julieta se sintió maravillada con el aroma de aquel café, se preguntó cuándo había sido la última vez que había tomado uno tan bueno, quizás en su última visita a Colombia. Probablemente. “mhmm” murmuró al primer bocado de sus tortillas de huevo francesas, “exquisito”, dijo sonriendo, Bárbara sonrió de vuelta y el resto del desayuno fue casi en silencio, casi sin querer mirarse, casi sin querer pensar en lo que pasaría más adelante, todo era un casi. Julieta miraba a Bárbara sonriendo mientras por dentro pensaba en como retenerla, en que palabras diría para convencerla de nunca irse de su lado, pero siempre estaba aquel pensamiento. “Quien soy yo para retenerte”.

Los platos sobre la mesa estaban vacíos, Bárbara miró el sorbo de café que quedaba en su taza y la movió buscando en ella mágicamente alguna respuesta, buscando las palabras que ninguna de las dos estaban diciendo. Cuánto iba a durar esa tregua que ambas habían hecho, se habían prometido una noche sin tiempo y ya era más de medio día, Bárbara se preguntaba dónde estaban paradas en ese momento.

- ¿Por qué me enviaste el cuaderno? – preguntó Julieta sin anestesia, trayendo de golpe una pregunta sin rodeo alguno. Necesitaba una respuesta con palabras a la mirada de desconcierto que Bárbara le daba

- ¿Qué cuaderno? –preguntó con total confusión la mujer de ojos marrones, casi negros.

- Tu cuaderno –dijo Julieta, pero la mujer que hacía unas horas dormía a su lado en una pequeña cama seguía sin entender de lo que hablaba, Julieta pudo leer la turbación en su mirada y en un punto la rabia se apodero de ella – “El viento me envuelve y susurra su nombre, pareciera que actúa con suavidad, sin embargo es como un virus letal colisionando con mis oídos. Hoy odio el viento porque me la recuerda a ella, a ella que fue tan mía y sin embargo nunca lo fue, hoy aborrezco el viento…”

Julieta termino de hablar sin ánimo de querer seguir recitando las palabras que estaban tatuadas en su alma y Bárbara las oyó claramente, como si de pronto la vida misma fuese una tragicomedia, las palabras que tantas veces había querido decirle, sin embargo incapaz de hacerlo habían llegado a ella.

Bárbara se puso de pie intentando conectar lo que acababa de oír, recordando todas y cada una de las letras con las que había formado cientos de letales palabras que nunca fueron formadas para que ella las oyera, para que ella las leyera, nunca debieron llegar a sus ojos y comprender que lo habían hecho de pronto hacia que su corazón doliera, tal cual como el momento en que lo había escrito, porque debieron dolerle de la misma forma cuando las leyó, mas no importaba cuan dolida estuviese, ni cuanto odio hubiese en su alma, Jamás la hubiese herido intencionalmente, Jamás.

- Nunca debiste leer eso

- Sin embargo me lo enviaste

- Yo no lo hice –dijo Bárbara y Julieta pudo ver la verdad en sus marrones ojos, pero aquello no respondía nada

- Esas palabras nunca fueron para ti –dijo Bárbara sentándose nuevamente frente a ella, intentado buscar el perdón en los ojos de la mujer que tena en frente

- Pero mi nombre está en cada una de sus hojas, mis ojos verdes están tatuados entre sus letras tal cual ellas se tatuaron en mi piel. Si algún día quisiste causarme daño con ellas, saliste exitosa –Julieta se preguntó por qué decía aquello, como si su boca se mandara sola cuando ella no pretendía reprochar, cuando en el fondo sabía que era su culpa en primer lugar – lo siento, no quise decir eso.

Bárbara intento recordar la noche anterior, quiso callarse todos los reproches que aun tenia dentro, no quería gritarlos a su cara, no quería que aquello fuese su defensa, entonces la recordó, su piel entre sus manos, sus curvas bajo su lengua, sus labios sobre los de ella en lucha contaste por sentirse más cerca y una vez más todos sus reproches se extinguieron – No estaba en un buen lugar cuando empecé a escribir aquello, se suponía que iba a ayudarme, hablar de ti conmigo misma debía sanarme de algún modo, superarte, decirte en silencio lo que nunca te iba a decir a la cara, pero te juro que jamás pretendí que llegaran a tu poder…

Julieta la miraba con detención mientras las palabras seguían saliendo de sus labios, mientras su alma se alegraba por que podía leer la verdad en sus ojos, su espíritu se apagaba, porque si habían sido escritas por ella, si estaban destinadas a ella misma, no importaba como habían llegado a sus manos, aquello era la mínima parte de algo mucho más grande.

- Te creo –dijo Julieta intentando que dejara de hablar

- No sé cómo llegó a ti

- Quizás… -dijo Julieta sin continuar lo que estaba pensando. – no lo sé en realidad

- ¿Quizás qué?

- Nada, da lo mismo como llego a mí, pero de verdad me olvidaste así

- ¿Te olvide en algún momento de mi vida después de ti?

- No lo sé, no tengo mucho derecho a preguntar, después de todo es mi culpa

- Se necesitan dos para bailar el tango

- Bárbara… -dijo Julieta casi con ironía en su llamado de atención – la única culpable soy yo, ambas lo sabemos.

Bárbara una vez más volvió a la noche anterior, o al amanecer mismo, Julieta también lo hizo y el silencio se volvió un tercero dentro de aquellas cuatro paredes, como si el presente quisiese traerlas devuelta a la realidad, sacarlas de la repentina burbuja en la que se habían refugiado. Ojos verdes miraron con cautela sus marrones, pidiendo perdón una vez más, extrañaba tanto perderse en ellos que involuntariamente una sonrisa visitó su rostro, Julieta no pudo sino sentirse enamorada una vez más al ver la curva que aparecía en la boca que tanto deseaba, y le pareció increíble que aun con los años a cuestas podía seguir sintiéndose enamorada.

- Es ingenuo de mi parte sentir que esto puede resultar –dijo Julieta mirando la cara de asombro de Bárbara

- No es ingenuo, pero quisiera que fuese real –dijo Bárbara, sabiendo lo que había pedido, pero también sabiendo lo que podía dar y lo que no.

Julieta se puso de pie con la intención de acercarse a ella, mas solo se quedó con la intención, la puerta de la casa sonó y la burbuja se reventó. Pudo sentir el sonido del globo imaginario mientras se extinguía, como no, si el eco que dejo detrás lo seguía oyendo en su alma.

- Si no abro seguirá golpeando

- ¿Quién es?

- Mi asistente.

Julieta se puso de pie y camino hasta el pequeño baño, no quería ser vista por nadie más, no quería que Bárbara abriera la puerta, sin embargo sabía que el momento iba a llegar y deseo mágicamente transportarse hasta su baño, que fuese su casa. Y nunca dejarla ir.

Julieta podía escuchar la conversación de ambas, aunque no quisiera hacerlo era imposible no oír. Bárbara tenía un vuelo a parís en unas cuantas horas, de nada importaba cuanto le pidiese que se quedara, ya no eran un par de niñas con el futuro por delante, este era su futuro y Julieta no se iba a interponer en él, no una vez más. Sus ojos se cerraron de golpe cuando sintió la conversación en el exterior volverse una discusión, se deshizo de su ropa y abrió la ducha, cerrando al igual que sus ojos, sus oídos con el agua fría que caía fuertemente, opacando toda voz fuera de aquel pequeño baño.

- Haz lo que tengas que hacer –dijo María tomando sus cosas –yo me iré al hotel y esperare a que me llames, tu eres la jefa, tu eres la que manda

- Pero tú eres como mi conciencia. –respondió Bárbara dejando que saliera por la puerta, después de todo María tenía razón, ella era quien mandaba.

Bárbara volvió sentarse a la mesa, miro nuevamente su taza de café ahora vacía y decidió servirse más, podía oír el agua saliendo de su ducha, podía imaginar su cuerpo siendo abrazado por el agua y sintió celos de ella, como tantas veces sintió celos de todas las mujeres que había visto en fotografías de su mano, esta vez sintió celos del agua, que podía recorrer su piel por completo, quizás más de lo que alguna vez ella la había recorrido.

La puerta del baño se abrió, pero Julieta tardo unos cuantos segundos antes de salir de él, Bárbara espero paciente y sintió como la sangre le subía hasta sus mejillas en cuanto Julieta estuvo fuera de él, la siguió con sus casi negros ojos y Julieta pudo sentirlos sobre ella, sobre su desnuda piel mientras buscaba en la maleta de Bárbara alguna toalla; la sensación de tener los ojos de Bárbara sobre ella le gusto, tanto que una pequeña y pícara sonrisa se dibujó en sus labios, enderezo su cuerpo y la miró intentando que sus ojos se cruzaran, pero Bárbara estaba demasiado perdida en su cuerpo como para perderse en sus ojos.

- ¡Bárbara! –Dijo Julieta sin poder borrar sus sonrisa– ¡Aquí arriba! –grito guiándola a sus ojos, Bárbara fue incapaz de no sonreír, incluso con sus mejillas embriagadas en rojo.

- Hola –dijo Bárbara como si fuese la primera vez que la veía en el día, ignorando toda palabra previa, aquello se estaba volviendo una costumbre

- Hola –respondió Julieta continuando su juego –tienes una toalla

- Ahí en la maleta –dijo bárbara sonriendo ahora de oreja a oreja

- No la encuentro –gruñó levantando una ceja en señal de leve molestia, pero su sonrisa la delataba, no había molestia alguna –puedes buscarla por favor

- No sé, es que aquí estoy bastante cómoda

Julieta sacudió su cabeza en horizontal y volvió a sumergirse en la maleta, incapaz de encontrar nada parecido a una toalla y aun con la mirada de bárbara sobre ella, tomó una polera y la envolvió en su cabeza. Bárbara no pudo sino sonreír cuando aquello fue lo único que cubrió, mientras seguía con su cuerpo descubierto y aun mojado – Yo que tú no me molestaría en secarme –dijo Bárbara casi en un susurro.

- ¿Por qué no? –preguntó Julieta, pero antes de que Bárbara pudiese darle alguna respuesta, ya estaba frente a ella, tomándola de la cintura y sentándola sobre sus caderas, aun de pie, sin rozar sus labios, mirándola directo a los ojos – Hola –murmuró Julieta cuando al fin se perdió en la oscuridad de sus ojos, en aquella oscuridad que siempre iluminaba su alma.

- Hola –respondió Bárbara y sin esperar más la besó, sin desesperación, solo con sus labios, probando la piel que los cubría, dejándose llevar como siempre que Julieta estaba a su lado, dejando de lado aquella antigua manía que la gente llama “pensar”.

La intensidad de sus labios poco a poco le dio paso a su lengua, a sus dientes, la fuerza de sus besos dio paso a sus uñas enterradas al comienzo de sus piernas, mientras Julieta se amarraba con más fuerzas a su cuerpo, cruzando sus pies tras la espalda de la mujer que había amado tanto, que seguía amando.

- Reni… -susurro Julieta en su boca, intentando traerla de vuelta a la realidad, pero Bárbara se negó y la tomo con más fuerzas entre sus brazos, acercándola a su boca con más intensidad que antes, como si aquello fuese posible.

Bárbara se paseó de sus labios a sus mejillas, a su barbilla, a su cuello, no había espacio de su cuerpo desnudo que no quisiera besar. Saboreo el agua que comenzaba a evaporarse de su cuerpo y un gemido se escapó de su boca antes de que pudiese contenerlo, el solitario sonido hizo que Julieta sintiera la necesidad del tacto entre sus piernas, basto un movimiento de sus caderas para que Bárbara lo supiera y después de tanto tiempo de pie en el mismo lugar la llevo hasta la cama, aun entre sus brazos. Fue ella quien se sentó en la cama, Julieta la despojo de la ropa que cubría su torso y se perdió entre sus pechos, deslizando entre sus dedos aquellos pequeños botones que hicieron una vez más que Bárbara perdiera un gemido casi ahogado, la miró casi con malicia aun sentada en sus piernas y retorció la piel sobresaliente entre sus dedos, no fue un gemido simple el que salió de los labios de Bárbara, fue uno que contenía su nombre, fuerte, claro, deseado, “¡Julieta!”, gritó una vez más.

Bárbara sintió como Julieta presionaba con fuerzas las piernas sobre su cuerpo, pidiéndole en silencio que actuara, deseando el control de sus manos sobre su cuerpo y Bárbara no demoro. Sus muslos sintieron la presencia de sus manos y Julieta sintió que perdía la fuerza de su cuerpo mientras era recorrida, Bárbara sintió como su cuerpo comenzaba a arquearse en su espalda y mientras con una mano la sentía más cerca que nunca, con la otra evitaba que cayera, aun con aquellos movimientos involuntarios sobre sus piernas, Julieta no tardó mucho en perder su cordura, si sentir que se paseaba sobre la novena nube era un cliché, ella definitivamente lo hacía y aquello no le importo en lo más mínimo.

Cuando Julieta cayó con todo el peso de su cuerpo sobre Bárbara, una sonrisa amplia se dibujó casi sin fuerza en sus labios, no había necesidad de intentar borrarla, pero si lo hubiese intentado, hubiera sido imposible, aquel tipo de sonrisas son más fuertes que la misma voluntad.

- Hola –dijo una vez más Julieta  apoyándose sobre sus codos para mirar de frente a ojos marrones

- Creo que ya he oído ese ‘hola’ hoy –sonrió Bárbara besando rápidamente sus labios

- Cada vez que me encuentro con tus ojos de nuevo tengo esa necesidad de saludarte, nunca podría cansarme de tus ojos

- Ju, tenemos que hablar –dijo Bárbara quitando con suavidad el cabello que impedía que viese en totalidad sus verdes ojos

- No quiero hablar ahora –Julieta podía sentir las palabras que venían “me tengo que ir”. “No me puedo quedar”. “Fue lindo mientras duró”, y el miedo a oírlas la hizo reaccionar, la quería tener lo más cerca posible el tiempo que fuese posible – lo único que quiero oír de tus labios es mi nombre –confesó Julieta antes de apoderarse con fuerza de su boca, de su cuello, de sus pechos desafiantes. Así mientras Bárbara se mantuvo bajo su cuerpo, Julieta no solo le hizo el amor con las manos, sino también con las piernas, con la boca, con sus ojos verdes penetrantes en su mirada; Julieta se perdió en el hacer y Bárbara en el amor, una vez más había más de una constante entre ellas, no había tiempo ni espacio, había solo dos cuerpos desnudos sobre una pequeña cama en el más barato de los departamentos de una villa humilde. Bárbara grito su nombre tantas veces que el sonido se le pego a la piel, había tanto de Julieta tatuado en su alma, que podía no haber quedado espacio para más, pero siempre había, siempre.

“Julieta”. Susurró Bárbara entre dientes, pero no era un llamado de atención, ni un gemido como los anteriores, era mucho más que todo sin ser nada a la vez, era el nombre que nunca había olvidado, que siempre pensaba al dormir y al despertar, era la persona que estaba sobre ella haciéndola sentir tanto que por momentos quería explotar, quería dejar de respirar por que el oxígeno no era necesario, no cuando el peso de su cuerpo sobre ella la llenaba de aire, de agua, de comida, no había necesidad básica que su cuerpo no cubriera.

- Te amo –dijo Julieta a su oído antes de comenzar a recorrerla por completo con sus labios, con sus dientes, con su lengua. Bárbara sintió la presión de su boca bajo su pecho y pudo sentir como una marca comenzaba a nacer y no le importo, Julieta sabía lo que estaba haciendo, sabía lo fácil que la blanca piel en su boca podía ser marcada, pero quería dejarla ahí, necesitaba saber que si había una posibilidad de que se marchara pudiera recordarla con algo más que un recuerdo, quería que al verla supiera que pertenecía a otra piel.

El recorrido no se detuvo, Bárbara deslizo sus dedos por donde antes estuvo su boca, la irritada piel en su mano hizo que sus muslos se contrajeran y la boca que antes había succionado la piel que tocaba, ahora se apoderaba de su centro, con total dominio Julieta se aferró a sus muslos mientras con descaro causaba con su boca cientos de movimientos involuntarios en Bárbara, tanto placer sentía que aquellos “Julieta” podían ser oídos en plenitud a diez metros a la redonda, causando la curiosidad y el sonrojo de más de una persona que camino por fuera del lugar. Bárbara le pertenecía en totalidad, Julieta lo sabía y a Bárbara no le molestaba saber que ya no tenía derecho alguno sobre su cuerpo, quería sentirse así el resto de su vida.

En el momento en que Bárbara pausó los espasmos de placer de sus piernas, Julieta besó sus muslos como si de algún modo se despidiera de ellos, causando uno que otro movimiento involuntario en la sensible piel de la mujer que estaba tendida en la pequeña cama. Julieta besó sus muslos una vez más y las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa cuando sin siquiera ver su rostro sabía que Bárbara estaba sonriendo y aquello la hizo querer besarla con más fuerza, aun cuando con sus débiles brazos Bárbara intentaba subirla hasta su rostro, Julieta se negó y continuo besando su piel, su vientre, la delicada línea bajo sus senos, sus senos en plenitud sin querer regalarle su mirada, Bárbara cerro sus ojos cuando sintió su esférica piel perderse dentro de la boca de la mujer que la enloquecía, “vas a ser la muerte para mí”, pensó Bárbara mientras volvía a subirse a la montaña rusa de emociones que Julieta le ofrecía, como si de algún modo la estuviese compensando por tantos años de ausencia, Bárbara aun no recuperaba su respiración y nuevamente se estaba quedando sin aire gracias al complejo arte de aquella húmeda boca sobre su piel.

- Ju. –dijo Bárbara intentando formar las palabras en su boca

- No –dijo Julieta antes de que pudiese hablar, negando cualquier petición de Bárbara, no importaba lo que fuese, podía esperar.

Y sin saber de dónde, ni como, pero si sabiendo el porqué, Bárbara sintió la adrenalina apoderándose de su cuerpo, la fuerza que casi inexistente hacia menos de dos segundos, ahora la llevaba a tener a Julieta bajo ella, sonriendo de tal forma que Julieta sintió miedo de lo que venía, dos segundos atrás dominaba un cuerpo bajo sus manos y dos segundos después aquel cuerpo le causaba el más feroz de los gemidos, casi tanto que aquella era una queja saliendo de su boca, una queja que no pedía un “parar” sino un “seguir” y Bárbara siempre sabía la diferencia.

“Te amo”, dijo Bárbara cuando la tuvo dentro de su boca, “Te amo tanto que siento que voy a morir” y sin dejar que Julieta reaccionara a sus palabras hizo que su cuerpo se retorciera entre sus manos, causando medias lunas con sus uñas en la claridad de su piel, haciendo que sus verdes ojos se cerraran tan fuerte como se habrían viendo cualquier cosa menos el techo, menos su alrededor, Julieta veía luces, colores, veía sus ojos marrones casi negros frente a ella, bajo ella y aquello no solo la llevaba al éxtasis del placer o de la locura, aquello la llevaba al límite de la felicidad, a tocarlo incluso con sus manos y antes de darse cuenta Bárbara descansaba a su lado, paseándose con su mano sobre su abdomen, delineando pequeños “TE AMO” a su paso.

- Hola –dijo Bárbara cuando supo que Julieta había reaccionado.

- Hola –contesto Julieta sonriendo mientras sus mejillas una vez más se sonrojaban. Bárbara enloquecía cada vez que causaba aquel efecto en ella. – Yo también te amo

Y aquello fue lo último que salió de sus labios antes de caer en un inmenso sueño, tan profundo que no sintió la mano de Bárbara recorrer su cabello, ni la humedad de su boca besar su mano, Bárbara quería detenerse, sin embargo una parte de ella se lo impedía, después de todo sus caricias no amenazaban con despertarla, sino la llevaban a dormir mejor que en siete años de su vida.

Bárbara la recorrió por completo con su mirada, su cuerpo desnudo yacía por completo descubierto a su lado, segundo por medio su pecho se inflaba por completo, segundo por medio su nariz se despojaba del aire que acababa de entrar, “Quisiera ser tu aire”, dijo sonriendo en un susurro. Había tanto de la muchacha que conocía y tanto nuevo por conocer de la mujer que entibiaba su cuerpo.

Sus ojos marrones se cerraron antes de que pudiese negar con su mente lo que su corazón ya había establecido, pero no lo hizo para dormir, sino para repasar su vida, mientras aun dormida Julieta se acomodaba bajo su brazo y acomodaba una de sus manos sobre su abdomen, aun con sus ojos cerrados el tacto la hizo estremecer.

Julieta era solo una niña cuando la vio por primera vez, ella era solo una niña cuando no sabía que la admiración por alguien hermoso podía llamarse amor tantos años después, el recuerdo hizo que sus labios se curvaran y recordó las estrellas titilantes a sus ojos cuando sintió el suave golpe de una cabeza sobre la suya, la primera vez que oyó su voz y aquel “Perdón”, se coló en su memoria, pudo ver su bello rostro cruzándose en sus estrellas y no había duda, ni todas las estrellas del universo superaban el sentir que causaban en ella sus ojos, entonces recordó porque cada nuevo “Hola” de Julieta la hacía vibrar, fue un “Hola” lo que oyó de su boca la primera vez que vio su rostro y era un “hola” lo que siempre quería recordar, no un “Adiós”, ni siquiera un “Hasta pronto”, aquellas palabras quería eliminarlas de su vocabulario, al menos cada vez que se tratase de Julieta.

Había tan poco para pensar que Bárbara simplemente se detuvo, sus ojos se abrieron y una sonrisa apareció en sus labios, miró a la mujer que aun durmiendo era la más bella del mundo, de su mundo, y su mano se perdió en su cabello cuando pensaba que había olvidado lo suave que podía sentirse entre sus dedos, lo bien que olía incluso cuando debía sentirse húmedo y mal logrado, no habían falencias en la mujer que estaba a su lado, no cuando incluso el sudor de su cuerpo hacia a su corazón temblar.

Julieta despertó sin abrir sus ojos, sintió la tela que la cubría sin embargo un frio recorrió su cuerpo cuando se descubrió sola en una cama que no era la suya, sabía dónde estaba y se dejó en volver por sus sentidos en la habitación, no había sonido alguno, ni aroma, ni nada. Las imágenes de la noche anterior, de la madrugada, de la mañana y de la tarde gobernante  se apoderaron de su mente y las visualizo como si estuviesen editadas, sabía dónde estaba,  pero también sabía que estaba sola no había nadie más con ella y su respiración hacía eco en las deshabitadas paredes, quiso contenerse, quiso respirar y abrir los ojos, sin embargo las lágrimas se hicieron paso en sus parpados cerrados; sus miedos se habían hecho realidad, ya no había nada más por qué temer, abrió sus ojos y la obscuridad de la habitación la hizo estremecer, “por cuantas horas me dormí”, pensó cuando pudo ver la luna por las pequeñas ventanas que ya casi tenían personalidad, no quiso pensar más, de algún modo sintió que se merecía ser abandonada en aquella cama, quizás era su castigo, cruel castigo.

Sus piernas se encontraron con sus senos y se abrazó a ellas, quería llorar, quería gritar, quería sentir que era una pesadilla y cuanto antes despertar, pero no podía serlo, no cuando dolía tanto.

Cerró sus ojos una vez más y se refugió en las imágenes que permanecían intactas, al menos el recuerdo la hizo sonreír, aun entre sus lágrimas, Julieta sonrió, a pesar de que no había motivo alguno para hacerlo, “Qué se supone que haga ahora”, pensó mientras su garganta creaba extraños sonidos acompañando a sus lágrimas. Ya nada quedaba de ella, no había una Julieta, ni mucho menos un nombre, no había una “Pía Parra”, ni una vulgar marca, si aquello había sido una venganza, había sido un éxito, no había una vida a la que mirar adelante para ella, quería enterrarse en su pasado y nunca más salir de ahí, porque por más que su corazón estuviese hecho polvo una parte de ella lo decía a gritos, “¡Te lo mereces!” y no habría poder humano que la hiciera cambiar de opinión.

“fue este nuestro Adiós”

El aroma que aún quedaba en la cabecera se coló en su sentido, se sorprendió por como un aroma podía llenar su cuerpo, pudo visualizar el recorrido  hasta sus manos, sus piernas, sus pies y de una mágica forma regresar, para volver a inhalar una vez más, como si el aroma fuese cocaína y ella la peor de las adictas.


Se preguntó dónde estaría Bárbara en este momento, cual habría sido la hora exacta en que la había dejado, le dolería marcharse de su lado, o lo habría hecho con una sonrisa en la cara. Julieta no tenía respuestas a sus preguntas inconclusas, nunca las iba a tener, a menos que hiciera algo por primera vez en su vida. Miró el reloj que por tantos años había estado en la pared, pero este no andaba, busco su celular y estaba apagado, no importaba cuanto intentara prenderlo, se preguntó cuántas cosas más saldrían mal y el pensamiento una vez más la hizo llorar, pero esta vez sus lágrimas traían algo distinto, como si estuviese lista para pelear, esta vez Julieta quería luchar. 

Nota: Antes que cualquier cosa daré mi excusas propias. hace unos días tuve unos exámenes importantes para poder continuar mis estudios el próximo año, si hay chilenos por acá sabrán que aquellos exámenes se conocen como "PSU", bueno, el tema es que el estrés y la preparación el ultimo mes me ocupo por completo y el hecho de pensar en ponerme a escribir me traía cargo de conciencia y me dedique a estudiar, por eso pido disculpas por el mes que paso. Dicho esto, les comunico que el próximo capitulo será el ultimo, con el dolor de mi corazón, quisiera hacerlo eterno, pero todo lo que tiene un comienzo, también tiene un final y hay que saber cuando darle un final a las cosas. 

Si quieres seguir leyendo "me", les comunico que ya estoy en algo nuevo y que me esta gustando, pero no publicare hasta que acabe esto porque tengo solo borradores y mi intención es darle un final bueno a "Segunda Piel", que aun no se si será un final feliz (Muahahaha - risa malvada).

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