Segunda Piel 13
Julieta escucho aquel “hola” como una invitación a olvidar todo, por
un momento, el más breve y el más significante. Julieta no tuvo memoria y
Bárbara tampoco, el cuerpo de ambas se encontró a la mitad, cerca como hacía
años no lo estaban entonces eso fue. El momento, el espacio, el lugar, el
parpadeo de sus ojos derramando un gota más, sus ojos marrones tan obscuros que
la oscuridad lo volvían negros o quizás fueron sus ojos verdes que casi se
volvían amarillos, de angustia, de dolor, ¿De alegría? Cualquiera fuera el
motivo, aquel momento las encontró a ambas en un abrazo, simple para quien
externamente las viera, cada una rodeaba a la otra con fuerza, con anhelo y
carente de movimiento, aquel no era un “hola” era el “adiós” que nunca
tuvieron.
Julieta fue la primera en soltarse, como en un acto reflejo Bárbara
la siguió, la mirada de la primera se perdió en algún lugar de la inmensa
plaza, mientras la segunda no podía dejar de ver su rostro, tanto en ella había
cambiado y no era una sorpresa, tantas veces la vio en imágenes, tantas otras
la imagino, pero no era lo mismo, nunca iba a ser lo mismo ver la inmensidad de
ella ante sus ojos que una vulgar imagen.
No habían palabras entre ambas, ni siquiera un sonido se escapó de
sus bocas, Julieta la miro por exactamente cinco segundos para desaparecer ante
su imagen, Bárbara creyó verla caminar
en camara lenta ante su presencia, fue tan breve el momento en que sintió su
vacío lleno otra vez, tan corta la instancia en que sintió ella una vez más y
ahí estaba Julieta una vez más haciéndola sentir como años atrás, dejándola de
pie en una plaza como antes en un aeropuerto, con todos los sentimientos
revueltos en su estómago, queriendo vomitar los gritos ahogados por su boca,
todas las palabras que tan guardadas se tenia y aun después de todo se preguntó
que había hecho mal, en que momento ella comenzó a sentirse culpable.
Julieta camino a paso lento y sintió como su cuerpo comenzó a
volverse pesado, como si una fuerza desconocida de pronto le estuviera
impidiendo su partida, pero ella no quería volver, sus ojos verdes se
humedecieron a medida que intento correr, la velocidad de su paso aumento aún
más cuando no pudo sacar su rostro de su cabeza, sus ojos antes tan lejanos y
ahora hacía menos de un minuto habían estado frente a ella. Por un momento se
detuvo, por un breve momento frente a su auto sintió la necesidad de no
continuar su paso y como si la hubiesen estado susurrando algo a su oído
Julieta giró su cara, para verla de pie a metros de distancia de su cuerpo,
mirándola, llorándola, viendo como su cabeza se volvía al frente y continuaba
su paso para salir lo más rápido del lugar, deseando con su boca no volver a
verla, mientras su alma le suplicaba de rodillas que volviera a su presencia.
La noche hizo lo suyo con cada una, a medida que los minutos
avanzaban los tantos recuerdos que habían sido escondidos a la fuerza en el
último rincón de sus memorias salían a la luz de la luna, como si la femenina
esfera estuviese de su lado, aunque ellas no lo supieran. Bárbara camino por
las mismas calles que hacia tanto años no caminaba, los años no habían pasado
en vano y ni siquiera las veredas que pisaba eran las mismas, nuevos edificios
nacían ante sus ojos y tuvo que cerrarlos para ver lo que antes le fue tan propio,
tan de ella. Camino hasta el café en el que tantas veces doblo turnos para
pagar sus estudios, el mismo en el que una mañana cualquiera encontró una
libreta que la llevo a un nuevo mundo y el recuerdo una vez más hizo a sus ojos
temblar; todos sus recuerdos la envolvían a ella, no había uno solo que no
calara en su alma –nunca debí venir– dijo cuando estuvo al frente del café- se
sorprendió de ver el mismo viejo letrero con la lectura “Dos Amigos” sobre él,
el tiempo no había pasado en vano para todo, habían cosas que se mantenían
iguales, estaba el café y estaba su amor intacto como siempre a pesar de sus
deseos de arrancárselo de adentro. No paso mucho tiempo mirando el lugar, la
tranquilidad de poder andar tranquila por las calles sin que alguien al reconociera
era algo nuevo en su presente vida, no recordaba lo bien que se sentía no tener
que salir con un chofer a todos lados, la tranquilidad de no sentirse amenazada
en cada esquina y en ese instante se retractó de sus previas palabras, algo
bueno tenía su regreso.
Julieta llego a la oscuridad de su casa como si una parte de ella se
hubiese quedado en el camino, ignoro la presencia de alguien en su hogar, obvió
el hecho de que su hermana estaba en la cocina sentada con su mejor amiga y se
fue directo a su cuarto, las imágenes en su cabeza hicieron a su alma desvariar
y su mente sin descanso se derrumbó, como si la cordura ya no fuese parte de
ella, cada foto, cada recuerdo, cada pieza que descansaba sobre los muebles del
lugar voló por la habitación y se arrepintió de haber ido hasta la plaza, se
arrepintió de haber bajado del auto y por sobre todo se arrepintió de haberle
hablado, de haber respondido al abrazo que no podía quitarse del cuerpo, por
más que sacudiera sus brazos, por más que la furia en su alma volviera su
cuarto en el ojo de un huracán, aquella sensación no se iba y no se iba a ir
por que en el fondo de su ser ella no quería que se fuera y ese era el motivo
de su rabia.
Bárbara camino de regreso con el abrazo de Julieta en su piel,
estaba igual, sin embargo distinta a la vez, el recuerdo de la joven de la que
una vez se enamoró sin siquiera saberlo y mientras caminaba con la sensación
aun pegada a su piel supo que se había vuelto a enamorar, podía enamorarse una
y otra vez en su vida, pero de ella, solo de ella y el hecho la hozo llorar con
tantas ganas que su vista se nublo por completo mientras colapsaba en plena
calle, era Bárbara otra vez, nunca había dejado de ser ella pero ahora lo era
más que nunca, en qué mundo Réni Fuentes se hubiese detenido en una calle
parisina, sintiendo el mundo sobre sus hombros, rodeando con sus brazos sus
rodillas mientras el paso de los años caían por sus ojos, tantas cosas había
ganado y tanto tiempo había perdido y con la fortaleza que siempre se ponía de
pie continuo su camino, con las manos dentro de las carteras de su chaqueta y
su corazón arrastrándose tras ella.
La puerta sonaba a destiempo, Julieta oía el ruido que generaban las
palmas de las manos sobre la gruesa madera como si se tratara de un sonido
lejano y casi ausente; sus brazos rodeaban sus rodillas mientras miraba en la
nada un recuerdo vago del pasado, de otros años, de cuando sonreía y su sonrisa
era real, aquel tiempo donde sonreía por ella. Su espíritu se paseaba alrededor
de su cuarto y sus ojos podían verlo, pateando todo a su paso, justificando el
vacío que sentía en su interior, la había vuelto a ver, pero en realidad nunca
se había marchado, siempre había estado ahí, con ella, como si de un demonio
interior se tratara.
El lugar estaba igual, nada en él había cambiado, en cuanto llego en
la tarde había quitado las telas que cubrían todo lo que quedaba para absorber
el polvo de los años, en ese momento no hubieron lágrimas, solo una enorme
sonrisa, pero ahora no había sonrisa y sin embargo volvía a gradecer el haber
conservado el que fue su primer hogar, su único hogar como ella lo veía. Hacía
menos de dos horas que había estado con ella y su fantasma se paseaba a su lado
como siempre, el holograma de sus recuerdos era lo mejor que le quedaba, la
única parte de ella que aún le sonreía con aquellos ojos verdes que tanto
idolatraba. Se quitó la chaqueta y se
puso descalza para sentarse sobre la vieja y pequeña cama, pudo sentir la
humedad metiéndose entre su ropa hasta llegar a su piel y no le importo, era la
cama más blanda en la que se había recostado por años, en ningún lugar del
mundo se sentía tan acogida como en su casa, no tan solo porque fuese si la
primera, sino porque era todo ella y lo que alguna vez le causo más dolor, hoy
le daba un consuelo, al menos por esa noche durmió con el recuerdo de su abrazo
atado a ella, con la presencia de su alma por todos los rincones de la pequeña
casa.
- ¡Julieta abre la puerta por
favor! –Suplicó Isidora deseando volver a oír el golpe de las cosas sobre las
paredes, todo era mejor que el silencio y lo que se oía tras la puerta era solo
eso.
Después de buscar en el último rincón de la casa Francisca encontró
el juego de llaves oculto en caso de emergencia, y está era una de ellas,
después de probar la mitad del manojo de llaves encontró la del cuarto de
Julieta, entrando a toda velocidad y frenándose de golpe con la escena, alguien
de tan pocas proporciones no podía ser capaz de hacer tantos destrozos, sin
embargo Julieta lo había hecho. Se adentraron en la habitación oyendo el
lastimoso llanto de los aguados ojos verdes, que seguía sentada a los pies de
la cama, pero ya no eran sus rodillas entre sus brazos, era un viejo cuaderno,
que por más que intento quitarle las hojas no tuvo la fuerza para hacerlo, y no
porque sus hojas fueran de acero, sino porque aquello era lo único que tenia,
incluso cuando en su interior habían tantas palabras que le causaban dolor,
entonces se arrepintió de una cosas más y fue de no haberle reprochado en su
cara aquellas palabras.
- Jul, ¿estás bien? –preguntó Isidora poniéndose a su nivel
- Claramente no lo está –respondió Francisca cundo no oyeron
respuesta de sus labios
- Tendríamos que llamar a un médico –murmuro Isidora como si Julieta
fuese incapaz de oírla
- No. –contesto cortante la mejor amiga– Jul ponte de pie –ordeno
tomándola del brazo y como si no fuese la primera vez que se enfrentaba ante la
presente situación Julieta se puso de pie, Francisca la tomo entre sus brazos y
como a un robot la acerco al lado derecho de su cama– Isi, dame una polera
y un pantalón de ese cajón –dijo
indicando el mueble frente a ella, Isidora le entrego lo pedido y miró absorta
la situación que ocurría ante sus ojos, jamás había visto a su hermana en ese
estado, pero claramente para su amiga no era ninguna novedad.
- ¿Va a estar bien? –preguntó Isidora en cuanto Julieta estuvo sobre
el colchón.
Francisca termino de cubrir su cuerpo mientras Julieta seguía con
sus ojos abiertos y sin soltar el cuaderno sobre sus brazos – Si, va a estar
bien –dijo abrazando a la menor de ellas– ve a dormir, no te preocupes, yo me
quedare con ella está noche, mañana volverá a ser la misma de siempre, lo
prometo.
- ¿Se había puesto así antes? –preguntó con curiosidad. Francisca no
respondió, pero el gesto que hizo con sus ojos le dio la respuesta que pedía.
Desde el primer día que había comenzado a verla desecho la idea de
ser una persona cuerda, aquella idea estaba completamente erradicada, sin
embargo aquella noche Bárbara se sintió un poco más loca de lo normal y no era
el hecho de que la viese pasearse ante sus ojos, era que está vez el fantasma
que tanto la perseguía le estaba hablando , pero nada de lo que decía tenía
sentido alguno y mientras lo ignoraba y miraba por las pequeñas ventanas de la
habitación, recordó una de las frases y entendió que quien hablaba era su
mente, eran los recuerdos de las palabras que tan grabadas estaban incluso en
su alma y ya no quiso dudar más, no quiso tener más conversaciones hipotéticas
con su conciencia y sin pensarlo llamo a la única persona que podía hacerla
despertar.
- Hablaron –fue lo primero que dijo Milter al contestar el llamado,
no era una pregunta sino una afirmación. Bárbara comenzó con a relatar todo lo
que había pasado desde que llego al país, en lo que parecía una cadena de
palabras que no tenia espacio entre una y otra. La sensación en su pecho iba en
aumento mientras dejaba salir todo lo que tenía guardado, con cada una de sus
palabras Milter podía sentir el dolor de Bárbara tras el auricular de su
teléfono, de todas la veces que Bárbara se había abierto realmente con él está
era la más reveladora de todas y deseo con toda su alma poder estar ahí, no
solo para oírla, sino para darle el abrazo que sabía cuánto necesitaba incluso
cuando no lo pedía– ¿Quieres volver de inmediato? –preguntó Milter cuando lo
único que oyó fue el sonido denso de un sollozo en su oído.
- No. La quiero volver a ver –fue la respuesta de su amiga con la
voz entre cortada y Milter deseo que su abrazo viajara a través del espacio
físico y Bárbara lo sintiera, lo deseo con tantas fuerzas que al cortar la
llamada Bárbara se sintió cobijada.
Francisca en ningún momento se separó de su mejor amiga, intento
recoger lo que pudo alrededor de su pieza para volverlo a su lugar, dos horas
después se recostó a su lado sobre las tapas de la cama y antes de que pudiera
acomodar su cuerpo, Julieta se estaba cobijando en ella. Francisca tomo su
cabello entre sus dedos y se preguntó si su amiga sería capaz alguna vez de
dejar el pasado y continuar, pero realmente no sería ella si lo hiciera,
después de todo hacía tanto tiempo que no era realmente ella.
- La vi –dijo Julieta al fin dejando salir su voz, lenta, densa y
llena de angustia – le hable, la abraza Fran –dijo ocultando su rostro en el
cuerpo de su amiga, la que no quiso preguntar, por largos minutos espero a que
Julieta volviera a hablar – tengo tanta rabia, no quería verla, no quería oír
su voz, ni ver sus ojos, mucho menos quería sentirla, y sin embargo lo hice, lo
haría una y otra vez –dijo al fin dejando que Francisca viera sus ojos
oscurecidos en rojo
- ¿Es eso lo que te da rabia? Jul, de no ser por ese maldito
cuaderno que tienes en tus manos la que debiese tener rabia es ella
- Y debería, esto no es nada, la mitad de sus palabras escritas en
el cuaderno están cubiertas en lágrimas
y no son las mías, puedo verla escribiendo, dejando el dolor en cada
palabra, no la culpo a ella Fran, me culpo a mí, todo el tiempo me he culpado a
mí, es solo que nunca creí que sería capaz de dejármelo saber
- ¿Qué cosa?
- Su odio
- No te puede odia Jul
- Si lo hace y yo también la odio un poco
- Pero tu amor es más grande que tu odio –dijo Francisca sin
encontrar respuesta de los labios de su amiga –qué paso esta tarde, que sentiste
- quería atarla a mi cuerpo y nunca más soltarla
- ¿Y porque no lo hiciste?
- El tiempo no pasa en vano Fran, ha corrido demasiada agua bajo
aquel puente llamado “ella y yo”.
Julieta volvió a hundir su rostro bajo la protección de Francisca y
ninguna de las dos volvió a hablar en toda la noche, mientras al otro lado de
la ciudad Bárbara despertaba con sus sentimientos a flor de piel, no importo
cuanto tratara de lavarlos con la fría agua de su ducha, todo lo que sentía
seguía ahí y antes de que se diera cuenta la hora había avanzado y María, su
asistente golpeaba a su puerta.
- Es tarde –dijo maría entrando de golpe, asombrándose por el lugar.
Miró a Bárbara con cierta admiración en sus ojos e intento seguir con la frase
que traía en la punta de la lengua antes de entrar – son las 9 de la mañana
- La catedra es a las 8 de la tarde
- Si, pero la cita con el centro de niños se cambió para hoy a las
10 y a las 1 de la tarde tienes una entrevista con la prensa local
- Hay alguna forma de cancelar eso
- Mlle Réni –dijo en forma de reto María
- Bárbara, te dije que Bárbara
- Está bien, se me olvida, pero no, no hay forma de cancelar la
entrevista
- A la primera pregunta personal me paro y me voy
- Ya les advertí sobre eso.
María miró su alrededor mientras Bárbara terminaba de arreglarse tan
perfecta como siempre, pensó en la realidad que había enfrentado su jefa antes
de llegar a París y entendió porque prefería pasar tantas horas fuera de su
casa, la mujer que estaba ante ella seguía fiel a sus inicios, incluso cuando
sus verdaderos inicios fuesen realmente denigrantes.
- ¿Llevas el traje para la noche?
- Esta en el vehículo
-¿Te aseguraste de que no hubiera prensa en el hogar?
- Sí. Está todo listo al igual que los regalos.
No muchos minutos después partieron al lugar, bárbara intento dejar
de lado todo lo que estaba sintiendo para llegar al lugar con una sonrisa
sincera en sus labios, aquel no era el único hogar al que ayudaba desde que su
cuenta en el banco comenzó a crecer, hacía años que quería ir a visitarlo y
conocer a los niños del lugar, ahora que estaba cerca nada la detenía. Llego al lugar sintiendo un pequeño vació en
su corazón, ella pudo terminar en uno de esos hogares y dios sabía que hubiese
estado mejor ahí, pero su historia había sido distinta y ella iba a hacer todo
lo que estaba en sus manos para ayudar a cuanto niño pudiese.
Cuando bajo del auto un coro de niños la esperaba al frente del
lugar, como si la conocieran de todo la vida cantaron una canción que Bárbara
recordaba de algún comercial radial, su corazón no se podía sentir más feliz,
no tanto como en ese momento.
Isidora paso la mañana completa caminando en círculos frente a la
puerta del dormitorio de su hermana, necesitaba saber si estaba bien antes de
irse a la universidad, había tanto de su historia que conocía, pero también
había mucho que seguía sorprendiéndola, como su actitud de la noche anterior.
Faltaban cinco minutos para tener que irse obligadamente y no llegar tarde,
tomó una bocanada de aire y alzo su mano para golpear, pero antes de que lo
hiciera Julieta estaba abriendo la puerta.
- Pudiste entrar en cuanto te despertaste –dijo Julieta abrazando a
su hermana. Aquel abrazo le respondí a Isidora la mitad de sus interrogantes–
¿Te llevo a la Universidad? –preguntó Julieta mientras caminaba por un café
- Por favor –dijo la muchacha con una curva en su boca porque
gracias al cielo Francisca tenía razón y Julieta seguía siendo ella.
La mitad del camino Isidora quiso preguntar qué había pasado, de algún
modo sabía quién tenía la culpa, pero pensó que preguntarlo podía traerle
recuerdos a su hermana que no quería tener, entonces omitió todo lo que en su
mente daba vueltas.
- Si no quieres ir hoy, está bien, la decana puede entender
- ¿Qué?
- Eso, si no quieres ir al desfile no importa, no te perderás de
mucho
- Claro, solo me perderé de cinco de tus primeras piezas
- No quiero verte mal Jul –dijo honestamente intentando no mirar su
rostro
- Estoy bien Is. No te preocupes por mí, soy yo la que se tiene que
preocupar por ti. Hoy será un largo día, paso por ti para que almuerces
- No tendré tiempo
- Te lo haces, al medio día estoy aquí
- ¿Es una orden?
- Sí.
- No me gusta cuando me mandas. –gruño la joven haciendo que su
hermana sonriera del gusto.
Cinco minutos después estaban frente a la Universidad, era
inevitable para Julieta no verse en aquella entrada con cierta figura de su
mano, cada vez que pasaba por el lugar le era inevitable.
- Hasta el medio día – dijo Julieta mientras se despedía con un beso
en la mejilla
- Sí. Sí. Como tú digas –respondió Isidora.
Julieta siguió su camino y repaso una vez más los previos
acontecimientos, lo “inevitable” era tópico aquella mañana, se preguntó qué
hubiese pasado si no se hubiera marchado, si en vez de soltarse de aquel abrazo
la hubiera atado con más fuerza a su cuerpo, la posibilidad de un beso se paseó
por su mente y su pecho lo sintió con fuerzas que desconocidas hasta ese
momento, entonces su pregunta fue si alguna vez dejaría de doler, o quizás
siempre iba a doler con más fuerza.
Aquella mañana fue la menos productiva de toda su carrera, Julieta
se paseó por la oficina sin siquiera ser capaz de ir al taller, no fue capaz de
esbozar un diseño ni mucho menos de dar una orden, bastaba verla una vez en su
vida para volverse un ser ausente y en menos de nueve horas tenía que verla una
vez más, aquello no era algo justo.
Bárbara se despidió de los niños con pena en su alma, deseaba
llevárselos todos a parís, adoptarlos en
una gran casa y volverlos una familia, si aquello hubiera sido posible. También
deseo visitar todos los hogares de niños a los que ayudaba, pero aquello era
mucho en poco tiempo, y su pena aumento, al menos por esa mañana Bárbara no
pensó “mucho” en Julieta, solo aquella vez en que una pequeña niña de verdes
ojos a abrazo y algo en ella la llevo a pensar en que así hubiese lucido una
hija de “Pía Parra”, como se hacía llamar por estos días. Tal vez pensó en ella
una vez más cuando uno de los pequeños la invito a correr por los pasillos con
un par de calcetines gruesos, (incluso cuando le dijeron que no lo hiciera),
Bárbara se sintió una completa niña deslizándose por el piso como nunca lo hizo
en su niñez y de pronto el recuerdo de una hermosa mujer siguiéndola descalza
por un mall se vino a su memoria y su sonrisa ya no era de alegría, era de
nostalgia absoluta.
- Es hora de irnos –dijo María en contra de lo que en realidad
deseaba, nunca había visto aquella sonrisa en el rostro de su jefa. Bárbara ya
se había despedido de todos y cada uno de los presentes, llevándose cientos de
presentes, tarjetas con dibujos y cartas que planeaba leer en la noche, las
ideas de como enmarcar los dibujos vinieron de inmediato a su cabeza.
- Viste lo que son –dijo ya en el auto
- Sí. Me hubiese encantado traerme un par
- Yo me los hubiese traído todos –dijo de forma honesta. María solo
le sonrió.
- No quiero cambiarle el humor, pero ahora vamos a la entrevista
- Marie no quiero preguntas personales –dijo en suave tono
- Ya les advertí, pero también tengo que advertirle que la
entrevista es en vivo
- ¿A esta hora?
- Al parecer eres un personaje de “farándula”. Eso fue lo que me
dijeron al menos
- Odio la televisión
- Ya lo se
- ¿Puedo decir eso al aire?
- Eres una diseñadora de alta costura, no corres una carrera
política, puedes decir incluso que me odias a mí
- No. A ti no, puedo decir que odio a Milter
- Debería venir más seguido a ver a esos niños –dijo María sin
pensar sus palabras
- ¿Por qué?
- Su humor, nunca la había visto así, ni en sus mejores momentos
- María –dijo en tono alto causando enormes ojos en su asistente–
basta de tratarme de usted, me siento una vieja, ya llevas mucho tiempo
trabajando conmigo, si eres capaz de decirme que soy una bruja todo el tiempo
también tienes que ser capaz de tratarme de “tu”–completo sonriendo mientras
veía como la cara de María se soltaba una vez más
- No dije bruja
- Pero eso quisiste decir.
La conversación continuo durante el viaje, causando la risa de ambas
entre palabras, María no dejaba de asombrarse con la persona que tenía a su
lado y se preguntó si eran solo los niños quienes habían causado su cambio
repentino de personalidad, o había algo más dentro de todo.
- No voy a contestar a eso –dijo Bárbara cuando le preguntaron por
los rumores de ella y una modelo en parís
- Entonces lo estas asumiendo con tu silencio
- No, es solo que no voy a responder a eso, si quieres preguntarme
por como se ve esa modelo con mi ropa, o si la he usado para crear alguna pieza
nueva, eso puedo contestarlo
- ¿Y qué me dices de tu antigua relación con la diseñadora nacional
Pía Parra?
- Es lamentable la verdad –dijo Bárbara y Julieta estuvo a punto de
apagar la pantalla en la pared de su taller– demasiado lamentable que hicieras
gastar dinero a tus padres tantos años para hacer una entrevista de tan poco
gusto como esta, pudiendo preguntarme por los rumores de quiebre en mi sociedad
o si este año vestiré a alguna actriz o actor para los Óscars, incluso pudiste
preguntarme que pienso sobre la diseñadora en sí, incluso eso te lo hubiese
respondido y la verdad pienso que ella es demasiada diseñadora para ser llamada
nacional, pero no, tu no fuiste capaz de preguntar nada de eso, por lo tanto
doy por terminada esta entrevista –termino de decir Bárbara saliendo del
cuadrado de la pantalla, dejando al periodista con un signo de interrogación
enorme en su rostro y eso a Julieta de un extraño modo la hizo sonreír.
- Tomaron nota señoras y señores –dijo Julieta a su equipo de
trabajo– así se mata la carrera de un periodista mediocre, culpa de ella si me
preguntan a mí, por no elegir bien a la persona que la entrevistaría. –termino
de decir, nadie en el lugar respondió, todos asintieron con honestidad,
mientras Julieta disfrutaba de las previas palabras, incluso después de tanto
tiempo su corazón latía rápido cuando oía de sus labios un elogio.
Extrañamente Julieta no pudo despojarse de su buen humor durante el
resto de la tarde, no tan extraño cuando el motivo de su buen humor era la
única persona que había hecho latir su corazón tan rápidamente durante toda su
vida. Aquel día volvió temprano a casa, se dio un baño de una hora como hacia
tanto no lo hacía e ignoro el hecho de que su dormitorio parecía un campo de
guerra, busco en su ropero lo que vestiría en menos de tres horas y no supo que
escoger, mientras se paseaba por el living pensaba si quizás ir muy arreglada
insinuaría algo que no quería o si ir muy casual sería un insulto a la facultad
y los presentes que probablemente estarían de etiqueta, después de todo estaba
invitada a un banquete luego del desfile. El tiempo no le ayudaba para nada,
miro la hora en su celular y se do cuenta que solo le quedaban dos horas para
arreglarse, fue en aquel momento en que noto algo distinto, el reloj que todas
las tardes debía golpear hoy andaba solo y con solo diez minutos de diferencia,
algo en ella hizo un “tic” de la misma forma en que su reloj marcaba un nuevo
minuto.
- ¡Hueona es tarde! –grito Andrea en cuanto entro a la casa de su
amiga y la vio con su misma ropa semi-formal de trabajo
- Ya lo sé –respondió Julieta
- El vestido negro que te envió oscar de regalo la navidad pasada,
los Louboutin blancos y un collar que diga “Porque puedo” –dijo Francisca
entrando tras Andrea sabiendo perfectamente lo que su amiga necesitaba
- No tengo ánimo de andar en segundo piso –dijo Julieta por los
zapatos de 16 centímetros
- Te haces el ánimo –dijo Francisca mientras se quitaba sus propios
zapatos de taco alto.
Hacía tanto tiempo desde la última vez que Bárbara había dado una catedra
que parecía la primera vez, llevaba cuarenta minutos hablando y parecía una
eternidad, mientras hablaba su cabeza pensaba en como los alumnos presentes no
se aburrían de sus palabras tantas veces repetidas y en como la cara de su
antigua profesora no había cambiado en absoluto a través de los años y dentro
de todo hubo algo que llamo su atención, por un momento creyó ver a Julieta en
medio del salón y el pensamiento le hizo olvidar sus palabras, mientras tomaba
un vaso de agua volvió a mirar en medio de la juventud y comprendió que no era
Julieta, eran solo sus ojos.
Por tanto tiempo su pasado había estado ausente, lejano, distante,
sin embargo en dos días su presente se había colmado de todo lo que un día fue.
La catedra había terminado hacía quince minutos, los mismos que llevaba
recorriendo los pasillos que una vez le hicieron sentir penas, alegrías,
rabias, ilusiones y tantas otras desilusiones. Había un rincón en particular
que hizo a Bárbara temblar sus rodillas, el sentimiento de vacío que se instaló
en su pecho en aquel momento era más inmenso que nunca, cerro sus ojos y deseo
con todas sus fuerzas que alguien cubriera sus ojos desde atrás, que ella
cubriese sus ojos, como antes, como siempre, pero sus deseo y su fuerza solo la
llevo a dejar salir las lágrimas que tan contenidas tenia, no quería llorar,
una vez se prometió no volver a llorar y sin embargo seguía rompiendo sus
promesas.
- ¡Aquí estas! –Grito maría asustándola– Bárbara te he buscado por
todas partes
- Necesitaba tomar aire
- El desfile está por comenzar
- Aun no entiendo que hago aquí
- Tengo que explicártelo una vez más, vamos Bárbara, no soy tu madre
- A veces eso pareces, aunque yo que sé, después de todo nunca tuve
una –aquella fue la primera vez que Bárbara bromeo con su historia frente a
María y además de sorprenderse, la asistente se sintió alagada.
- ¿Vamos?
- Vamos –respondió ella con resignación.
las cosas realmente cambiaban con el paso de los años, Bárbara
recordó la vez en que ella presento su primer desfile solo con los profesores y
familiares presente, no como ahora, podía ver la prensa en un sector
privilegiado, actrices y gente con bastante dinero en otro, el lugar se había
vuelto más exclusivo que antes y eso aunque le causaba gracia, también la hacía
sentir orgullosa, después de todo era el sello de esa universidad el que estaba
en su diploma, aunque ni siquiera le hiciera falta, siempre se sentiría
orgullosa de él.
- Hola –la voz la hizo sentirse extraña, Bárbara estaba de pie
frente a los asientos esperando el momento preciso para ir a sentarse sin tener
que hablar con nadie antes, pero aquel hola la sorprendió por la espalda y
aunque algo de la voz le era familiar, cuando se dio vuelta a enfrentarla, comprendió
que era mucho más que una voz, eran también unos ojos
- Hola –respondió tomando la mano que se le entregaba en forma de
saludo
- ¿Réni Fuentes?
- Bárbara –dijo retirando la mano
- Hola Bárbara, yo soy Isidora
- ¿Isidora…? –dijo Bárbara desconociendo a quien tenía en frente
- Isidora Zúñiga, la verdad es que hace mucho tiempo que quería conocerte
– La voz, los ojos y el apellido la llevaron a comprender quien estaba frente a
ella
- Hola Isidora, tengo entendido que veremos tus trabajos hoy
- Solo una parte es creación mía, la verdad estoy un poco nerviosa
- Te diría que es solo un desfile, pero alguna vez estuve en tus
zapatos
- Nunca será solo un desfile supongo, de todos modos el primero fue
hace unos meses con Julieta –dijo esperando ver la reacción en los ojos de
Bárbara y claramente obtuvo su respuesta
- Tú… hermana, ¿Cierto?
- Cierto
- La verdad Isidora, porque querías conocerme hace tanto tiempo
- La verdad… Tu historia me intriga y no es solo el hecho de quien
eres hoy en día o como te desenvolviste en el mundo, sino tu historia personal
y la de la única persona que me ha dado amor en la vida, pero supongo que ya
tuve mis respuestas sin tener que preguntar
- ¿Disculpa?
- No soy yo quien te tiene que disculpar –dijo Isidora en un tono
suave. Antes que Bárbara pudiera responder, María la estaba llamando para que
se sentara a su lado– Espero que disfrutes el desfile –dijo Isidora despidiéndose
de ella antes de que Bárbara reaccionara de lo que acababa de pasar.
Bárbara camino a su asiento buscando el aire que le hacía falta al lugar. A ella. María la
miró con desconcierto y preguntó algo que Bárbara fue incapaz de oír y mientras
las luces se apagaban y comenzaba a sonar una música electrónica de fondo, el
aire que antes le faltaba ahora se le negaba completamente cuando frente a ella
tres mujeres que reconocía perfectamente bien se sentaban sin despegar sus ojos
de ella, pero era solo una la que le hacía perder por completo la capacidad de
respirar, solo una la hacía querer salir corriendo del lugar y ella misma se sorprendió
luego de haber estado frente a la otra hacía tan pocas horas, incluso la había tenido
entre sus brazos, pero ahora era distinto, Julieta estaba ahí más hermosa de lo
que siempre la había visto, si era posible que alguna vez su belleza pudiese
incrementarse, quizás era su pelo que ahora estaba mucho más corto o sus labios
que se veían mucho más apetecibles en aquel tono rojo, pero también podía ser
la sombra que descaradamente resaltaba sus ojos verdes y eran sus ojos su
debilidad, siempre lo habían sido y solo una pasarela las dividía. Cuando el
aire volvió a sus pulmones y sintió que podía seguir viviendo, un recuerdo del
pasado le vino a la mente y solo se alegró de poder disfrutar de aquellos ojos
verdes por el tiempo que fuese necesario.
- ¿Estas bien? –preguntó Francisca en un susurro cuando al fin se
sentaron. Julieta no respondió verbalmente, pero la curva positiva en sus labios
la tranquilizo
Julieta sabía que el desfile había comenzado, podía ver las piernas
de las modelos frente a ella, pero solo podía ver que se interponían entre ella
y lo que realmente le interesaba de esa noche, incluso cuando los marrones ojos
que se veían más negros que nunca en la oscuridad la miraban de vuelta con
descaro, casi sin parpadear y mientras más avanzaba el tiempo perdiéndose en su
mirada, más se preguntaba si el pasado importaba, si todo lo que alguna vez le
hizo sentir rabia ahora tenía un peso, porque no lo parecía, si por ella fuese,
hubiese saltado la pasarela y la hubiera besado sin control alguno, pero no podía
saber que estaba pensando Bárbara, no tenía la más mínima idea si había sido
perdonada, entonces las palabras que traía escritas en el alma se le
aparecieron en la mente, “Eres como un fantasma indeseable, te cruzas cuando
sabes que sonrió y derribas mi felicidad...”, entonces intento recordar la última
vez que ella se había sentido feliz y si el fantasma frente a ella estaba
derribando aquel recuerdo, pero no, no recordaba la última vez que se había sentido
más feliz que ahora, cuando ella estaba mirándola sin siquiera parpadear y
cuando una leve sonrisa se esbozó en los labios del rostro con marrones y
oscuros ojos, una solitaria lágrima cayó por su mejilla, igual que en la mujer que
estaba frente a ella.
- Ahora viene Isidora –dijo Andrea, cuando el nombre y apellido eran
anunciados Julieta desvió su mirada y también lo hizo Bárbara.
La impecabilidad de las líneas, lo soberbio de las curvas, Bárbara pudo
ver tanto de Julieta en ella y a la vez algo nuevo que no había visto en sus
años de pasarelas, algo que tal vez le hubiese gustado tener dentro de su marca
y mientras admiraba completamente los trajes delante de ella, Julieta se
llenaba de orgullo sintiendo que no solo cosas malas provenían de la sangre que
corría por sus venas, al menos una cosa bien había hecho su padre, por mucho
que le costara reconocerlo, su hermana era igual a ella en todo sentido y quizás
en el mundo de la moda, era mucho mejor y eso podía reconocérselo a cualquiera.
- Eso se vería realmente bien bajo la marca “PP” –dijo Andrea
- No. Eso se verá extremadamente bien bajo su propia marca –contesto
Julieta con el pecho lleno de orgullo y mientras sonreía por la recién terminada
presentación, volvió a cruzar su mirada una vez más con la mujer que estaba en
frente, su rostro se congelo por unos segundos y su sonrisa se volvió suave.
- Jul –dijo Francisca llamando su atención ante el acercamiento de
Isidora.
Julieta giró su rostro para encontrarse con su hermana en un abrazo,
uno que sintió realmente con el alma, y no temió decir “eres mejor que yo” a su
oído, sin dejar que su hermana lo negara, insistió una vez más con la misma frase.
Por un segundo olvido todo lo que pasaba por su mente en ese momento, por uno
breve; nuevamente estaba pensando en ella y en la inmensidad de su mirada, pero
cuando torno su cabeza para volver a verla ya no estaba y su pecho una vez más
se volvió a afligir.
La que un día había sido su profesora estaba frente a ella hablando tantas palabras a la vez que
Bárbara intentaba seguir el paso inútilmente. No quería ser grosera con ella, después
de todo había sido la mujer quien le había abierto la oportunidad de su vida
cuando secretamente envió sus trabajos a Milter Rouge, el que más tarde le dio la
oportunidad para tenerla en sus talleres, Bárbara no podía sentirse más
agradecida de la mujer, sin embargo su cabeza estaba llena de sus ojos, de su
boca, de su estatura y su figura, no había espacio en su mente para la mujer.
Diez minutos más tarde el rector la llamaba para felicitarla, sacando de su
calvario a Bárbara, para perderse por los pasillos una vez más, perdiéndose incluso
de su asistente que a esas alturas Bárbara sabía que estaba completamente
perdida y por segunda vez en el día Bárbara llegaba al exacto lugar que le había
causado el mismo sentir en el pecho unas horas atrás.
- Réni Fuentes –dijo su voz a su espalda e inútilmente una sonrisa
se dibujó en sus labios – o debo decir “Gggueni” –completo en su perfecto acento
francés mientras Bárbara se giraba – pensé que podías estar aquí
- ¿Me estabas buscando?
- ¿Te estabas escondiendo?
- ¿Volverás a marcharte sin decir adiós? –y en el juego de preguntas
y preguntas Julieta sintió un golpe en la boca de su estómago con las palabras
de Bárbara
- No. –dijo ella ocultando su vergüenza de su mirada
- Que bueno –respondió Bárbara con tanta ansiedad en su pecho como
deseos de sentirla cerca, había sido demasiado tiempo.
- Estás diferente –dijo Julieta sintiéndose tonta por hacer de su
pensamiento un comentario
- ¿Diferente bien o diferente mal? Estoy más vieja –respondió
Bárbara sonriendo ante la timidez que veía en sus ojos
- Diferente bien
- Los años no pasan en vano –dijo Bárbara
- Demasiados años –murmuro Julieta. Bárbara quiso con todas sus
fuerzas hacer como si no hubiese escuchado
- Casi siete, tú también estás diferente –completo con una sonrisa– diferente
bien –dijo antes de que Julieta dijera nada– estás incluso más hermosa –termino
en un susurro que Julieta decidió hacer como si no lo hubiese oído.
- Debería demandarte –dijo Julieta- tu marca “Reni”, es mi invención
después de todo –Bárbara sonrió con complicidad, incluso cuando el motivo de su
nuevo nombre alguna vez fue solo para causarle daño.
- Que tus abogados se contacten con los míos –respondió Bárbara
intentando sonar ofendida, para que terminaran ambas en una torpe risa y que el
espacio se colmara de silencio. Uno largo y eterno, tanto que Julieta podía oír
el rápido y fuerte latir de Bárbara, y Bárbara sintió por un momento que estaba
oyendo sus pensamientos, pero para ninguna de las dos fue fácil, a veces el
silencio decía a gritos lo que las voces no eran capaz de decir. Julieta la
miro a los ojos sonriendo, en su mirada vio tanto de lo que una vez fueron que
mientras sonreía podía sentir como las lágrimas caían de manera déspota por su
cara; Bárbara también lo sintió y mientras se acercó, lloró tímidamente con
ella, en la misma sonrisa perdida que tenía Julieta, se paró frente a ella y
pudo sentir su agitada respiración tan cercana que sintió que su mundo se había
puesto de cabeza por completo. Levanto su mano y tímidamente limpio las lágrimas
que caían por sus enormes ojos verdes, Julieta sintió como sus rodillas temblaban
al tacto, y supo que todo había cambiado, que el tiempo no pasaba en vano y que
habían sentimientos que podían duras cien años y cien vidas, “no es fácil”, dijo en un susurro casi sin
voz, “lo sé”, contesto Bárbara, porque si alguien sabía que no era fácil, esa
era ella, pero la tenía en frente, la estaba tocando, de verdad después de
tantos años y entonces supo que aquel no era un adiós, sino un nuevo “Hola”.
Nota: Comente, comparta y disfrute :)
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