Mariposas
Hay una
sensación que puede ser llamada la mejor del mundo cuando pasa por primera vez,
esa que nos da esperanza, alegría, ansiedad e incertidumbre, todo mezclado en
la vulgar frase “Mariposas en el estómago”, a veces es más que eso, porque la
primera vez es todo alegría, sentirse enamorado es lo mejor del mundo hasta que
sufres, entonces pasa el tiempo y vuelve a pasar, pero ya no son mariposas, es
una manada de animales corriendo en tu estómago y duele, porque sí, está todo
lo que sentiste la primera vez, pero ahora hay algo nuevo, ahora conoces el
dolor y sabes que puede venir, sabes que puede pasar tarde o temprano, pero a
pesar de todo, aquello no te detiene, sigues adelante sin que nada importe y la
esperanza ahora es que está vez dure por siempre.
La mañana
está helada y como siempre doy un vistazo a mi cabeza antes de salir de la
cama, repasar mi vida y mis acciones debería ser algo anormal, pero siempre
termino haciendo de ello lo más normal del mundo con mi rutina diaria. Yo niña,
yo joven, yo adulta, ¿Quién dijo que la adultez esta designada por la cantidad
de años que uno tiene? No lo sentí cuando cumplí la mayoría de edad, hoy que tengo
25 años ni siquiera lo noto, sigo siendo una niña y moriré siéndolo, entonces
su rizado y negro cabello se cruza en mis recuerdos, eso es todo lo que puedo
soportar por un día.
Cuando era
pequeña nunca jugué con muñecas, la posibilidad de verme a mi vistiendo a una
era tan poco probable como ver al sol tras las nubes, yo con cinco años era el
tipo de niña que le sacaba la cabeza a las muñecas y las pateaba
interminablemente, sin embargo nunca fui lo que hoy llaman “Tomboy” quizás
porque en mi tiempo se podían separar os gustos de la forma de vestir o porque
nunca me gustaron los estereotipos, ni siquiera siendo una pequeña niña. A los
siete solo jugaba con los niños del curso, las niñas eran tan lloronas que
podía pasar horas molestándolas, nunca me gusto Tommy de los “Power Rangers” yo
siempre quise “ser” Tommy, quien me gustaba era Kimberly en se entonces no sabía
porque. A los once creo que me enamore por primera vez, su nombre era Dafne, el
día que la empuje y se torció un brazo supe que era ella, me dolió tanto como a
ella. A los trece supe que existía la diversidad sexual, que no era rara, era
normal aunque el mundo me quisiera decir lo contrario, incluso cuando mi
familia era ese mundo. Ese día lo dije frente a un espejo, no había nadie más
conmigo…
“…Me
gustan las mujeres. Soy homosexual.”
Otro día a la
espera, su mirada me entretuvo más de lo normal, hay algo en sus ojos de miel
que me hace contemplarla por horas, incluso en mis recuerdos, incluso cuando
duele de esta forma, ¿Habrá algo peor que el desamor? No lo creo.
- Éste me
gusta –dijo ella mirándose en el espejo de la tienda. A mí no me gustó.
- Te queda
bien, igual que los otros veinte que te has probado
- No quiero
que me quede bien Mía, quiero que se me vea “Whoa” –exclamó mientras me miraba.
Todos se le veían “Whoa”.
El amor de mi
vida se estaba probando su vestido de novia por enésima vez, esto que siento
dentro no son mariposas, son tigres de garras largas que van desgarrando mi
interior a su paso, y yo los dejo.
Todo el mundo
tiene dos nombres y siempre hay uno que no te gusta entonces ocupas el otro, yo
no, a mí me pusieron uno solo, el más común, el más antiguo “María” nunca me
gusto, por eso desde pequeña me dicen Mía. No soy la típica niña de vestido y
tacos altos, pero tampoco soy lo contrario, me gusta mi feminidad tanto como
mi lado masculino, lo convino tan bien que a veces no se nota, no tendría por
qué notarse. Vivo en una ciudad que probablemente no existe en el mapa “Alun”,
significa luz en lengua autóctona, si hubiese nacido en cualquier otro lugar
del mundo, éste sería donde me gustaría vivir. La ciudad tiene la cantidad
exacta de luz, por algo su nombre y desde lo alto de la montaña parece música a
mis ojos; existe un punto, un preciso punto escondido de la gente común donde
se puede ver el lago, la luz de la ciudad y la rueda enorme de la feria, de una
forma perfecta, casi tan perfecta como cuando la veía con ella a mi lado, antes
de que nos diéramos cuenta de que queríamos diferentes cosas en la vida, ella
quería vivir y yo la quería a ella.
- ¿Y éste?
–dijo mirándome con esos ojos que sabía no fallaban. Pude decir “Whoa”, pero
entonces tendría que dejar de mirarla.
- El anterior
me gusto más –dije sonriendo
- ¿Me lo
pruebo de nuevo? –me pregunto si sabrá que me está matando con todo esto.
- Sí, creo
que esta entre los dos.
El villano de
mi vida apareció hace cinco años, pensar que por un breve periodo de tiempo
pensé que podía existir algo entre ambas, tal vez por la forma en que miraba
mis labios cuando estábamos solas o por como siempre tomaba mi mano en las
noches de películas, una sonrisa siempre aparecía en mis labios cuando eso
sucedía y podría jurar que más de una vez vi una sonrisa en ella cuando la veía
de reojo, pero de eso tanto tiempo y eso me lleva una vez más a él, mi villano.
Sería tan fácil odiarlo por quien es, pero no puedo es el ser humano perfecto,
entonces lo odio por la imagen que tengo de el en mi cabeza.
- Mia no me
estas poniendo atención
- Te he
estado mirando por las últimas tres horas, te he oído y dado mi opinión
- Pero no
estas siendo sincera, ¿Te gusta este o no? –definitivamente no soy capaz de hacer esto
- “Whoa”
–dije con la mejor de mis sonrisas ficticias, si tan solo estuviese vestida así
para mí –Ese es.
Francisco
Andrés Schneider López, papá alemán, mamá autóctona, salió al padre. El ser
humano perfecto con perfecta apariencia, no hay un músculo de su cuerpo que no
esté tonificado, creo que incluso al sonreír se le pueden ver sus perfectos
músculos. 27 años, mecánico por diversión, dueño de la única automotora en la
ciudad, futuro marido de la mujer de mi vida, de su vida ahora.
- ¿Te vas a
ir conmigo? –pregunte esperando un “sí” por respuesta, siempre espero en vano.
- No, Fran
viene por mí en un rato, podemos ir por un café antes ¿Quieres? –Alguna vez
seré capaz de negarme a ella.
- Quiero.
Se conocieron
en la universidad, a ella le quedaba un año, el hacía ayudantía, yo lo llamo el
día “H”: Holocausto, horror, horrendo, horrible. Creo que podría describir el
preciso momento en que cayó en sus garras, su mirada se perdió en sus ojos miel
y su boca dijo algo que nadie podría entender, sus manos se tocaron en lo que
pudo ser una coincidencia y yo sentí como a mi corazón se le hizo una grieta,
después vino la frase “Me pidió pololeo” creo que la grieta se volvió un surco
y claro, la última vez no hubo frase, llegó a mi casa desesperada con los ojos
empapados a mostrarme el enorme anillo en su mano, lloré con ella, no por la
misma razón.
A veces me
gustaría entrar en su cabeza por cinco minutos, saber que está pensando cuando
me mira de esa forma, ¿siente lastima por mí? O es simplemente una mirada
normal, hay momentos en que juraría que me mira de la misma forma que yo a
ella, pero nunca he jurado en vano.
- ¿Qué pasa?
–dije sin ánimo de contenerme
- ¿Por qué? –preguntó
con aquel nerviosismo propio de ella cuando me oculta algo, si tan solo no la
conociera del modo en que lo hago
- Porque me
miras así
- ¿Así cómo?
- Dafne, te
conozco desde el jardín de niños, hace años que no me mirabas de esa forma –no
sé de donde saque el valor para decirlo, tampoco sé por qué se sonrojo.
- A veces me
gustaría volver a esos años –Ni siquiera sé que contestar a eso, de todas
formas antes de que pueda abrir mi boca él está aquí, con su sonrisa de
comercial de pasta de dientes.
El mismo día
en que me pare frente a un espejo y fui sincera conmigo, lo fui con ella,
podría decir que me abrazo en cuanto se lo dije, pero no, éramos solo un par de
niñas y ella corrió tan rápido que no alcance a atraparla, nunca fui capaz de
decirle que habían sido sus besos infantiles de practica los que me habían
convencido de mis sentimientos, fue ella quien me hizo aclararme, pero después
de verla correr era imposible decir algo así. 12 horas demoró en volver a mí,
en decirme que estaba bien, que necesitaba tiempo para “procesarlo”, esa fue la
precisa palabra que uso. Solo por doce horas fuimos diferente la una con la
otra, después de que volvió a mí nunca quiso dejarme, bueno al menos no hasta
ahora.
- ¿Nos vemos
esta noche? –Preguntó ella como si no supiera la respuesta
- A las nueve
en punto –respondí mientras ponía atención en mi celular. Desde el día “H”
verla partir de su mano ha sido lo más difícil del mundo.
Nunca veo su
rostro cuando se aleja, no sé qué gesto hace, si se despide con su mirada o
simplemente se da la vuelta y se marcha sin mirar atrás, no es algo grato de
ver, nunca lo ha sido. La tarde esta fría y mi café también, no sé en qué
momento se me paso la hora mirando la pantalla, “Tumblr” nunca ha sido una
buena adicción, quizás sea hora de dejarla.
- ¿Otro café?
–preguntó Catia con su gran sonrisa
- Otro
–respondí de inmediato. Siempre ha existido un “algo” entre ella y yo, quizás
el día en que se vaya para siempre de mi vida sea capaz de darle una
oportunidad verdadera a mi vida sentimental.
Dafne es
perfecta, no hay una parte de ella que no lo sea, sus ojos de color miel, su
metro setenta y cinco de altura, su cabello largo y rizado, el tono canela de
su piel y su perfecta rasgada voz, como si hubiese pasado años fumando,
definitivamente aquello es lo que más amo de ella. Amor… ¿Dije amor? Como si
fuese imposible no amarla. Mi cabeza siempre se pierde con ella y ahora tengo
que ir a su departamento, inventarme alguna sonrisa falsa en el rostro y
planear la perfecta boda, quizás la idea de lanzarme al lago sea buena después
del todo.
- 9 y 35
–dijo en cuanto me abrió la puerta
- Se me paso
la hora pensando
- A veces me
gustaría que me mintieras, pero que me dieras una excusa digna de perdonar.
- De verdad
te gustaría que te mintiera
- No. –dijo
sin titubear y su mirada tan directa como siempre hizo mi estómago temblar, no.
No son mariposas.
Luce. Fiesta.
Comida. Dj. Fotos. Videos del novio. Videos de la novia. ¿Hay algo más
insoportable que planear una boda? Claro, planear la boda de tu mejor
amiga/amor de tu vida/motivo de tus angustias, pero claro yo siempre he sido un
poco dramática.
- Mia no
puedes juntar a la señora Pérez con la señora Ruiz
- ¿Por qué
no?
- Porque
probablemente no sea buena idea juntar a dos viudas del mismo hombre
- Didi, dime
si alguna vez hemos ido a un matrimonio sin peleas, es lo más entretenido de
ellos
- No seas
mala –dijo ella quitándome el papel de la señora Ruiz y poniéndolo en otra mesa
- Eso se
llama hipocresía
- ¿Yo?
- Sí, siempre
te gusto ver a la gente discutir, ahora te volviste tan…
- ¿Tan qué?
–pude decir altanera, protocolar, niña buena, mojigata.
- Nada, no
quiero discutir ahora
- Tú buscas
peleas donde no las hay, todo por un par de viejas
- Tengo una
idea, ¿por qué no planificas esto con tu futuro marido? –no lo pensé, por qué
me hago esto a mí misma, una vez más siempre está la idea del lago.
- Puedes
parar María –si no conociera esa mirada
- Contrólate
Dafne Aurora –Su sonrisa de odio es lo mejor que hay en el mundo, ella cree que
me molesta, pero en realidad es música para mis oídos, siempre lo fue.
En menos de
dos meses será completamente de otro y aquí estoy yo, ayudándole a hacerlo, es
como si estuviésemos en un barco pirata y fuese yo quien afirmara la espada
para lanzarla a los tiburones, bueno quizás no como eso, tal vez sea yo quien
se esté tirando sola a los tiburones mientras ella disfruta de su luna de miel
por Europa, existiendo tantos lugares bellos en el mundo el eligió el más común
de todos, Paris. Tuve tantas ganas de decirle que la llevara a una isla,
Grecia, Bali, Galápagos, cualquiera hubiese sido la opción perfecta para ella,
pero no, mi orgullo fue más fuerte, si se quiere casar con un hombre que no la
conoce que lo haga.
- Ya te perdí
otra vez –dijo sacándome de mis pensamientos – ¿más vino? –A veces creo que me
quiere ebria a propósito
- No,
suficiente para mí
- Te das
cuenta que esta puede ser una de las últimas veces que bebamos juntas
- ¿Y de quien
es culpa eso?
- ¿Tendremos
esta conversación otra vez? –preguntó ella bebiendo su vino de golpe
- No, no lo
haremos, tú seguirás bebiendo como siempre y yo me voy a ir
- Mia…
- Dafne,
puedo verte en diez años más siendo la alcohólica mujer que tiene la casa
perfecta por una empleada, mientras tú bebes esperando a tu marido.
- Me tomo una
botella de vino a la semana y en qué momento me cambiaste el tema
- Este
siempre ha sido el tema y no es una a la semana, ya vi tu basurero –debería
quedarme y quitarle el vaso, no es una enfermedad, no aun, pero si sigue así
nadie podrá controlarla
- Yo no soy
mi mamá Mía, no lo soy
- No. No lo
eres, por eso tienes que parar
- No podrás
controlarme siempre –dijo en lo que debió creer era un murmuro
- Me voy a ir
- No. No te
vayas –dijo acercándose a mí, su abrazo se siente tan bien en mi cuerpo y las
malditas mariposas, deben ser miles para que duela de esta forma, al menos
tendrán sus alas afiladas
- Didi…
- Me encanta
cuando me dices así ¿me puedes llamar solo así de ahora en adelante? –preguntó
aun pegada a mi cuerpo, si tan solo no se volviera una niña pequeña cada vez
que bebe alcohol
- Ni siquiera
sabes por qué te digo así
- Si lo sé
–dijo alejándome de la comodidad de su abrazo– según tú tengo las piernas
largas igual que la hermana de Dexter, siempre lo he sabido
- Me
sorprendes
- Quédate
–dijo casi como si fuese una súplica, no soy yo quien tiene que quedarse.
- Tú quédate
- Dame una
razón para quedarme –dijo en lo que pudo ser una absoluta sobriedad, de no
haber sido por la botella de vino que acababa de beber
- Yo.
No sé en qué
momento se durmió en mis brazos, su silencio después de mi respuesta fue tan
largo que no quise insistir, yo nunca sería una razón suficiente para que se
quedara, se iba a casar y tenía que seguir a su marido al otro extremo del
país, ella se irá y yo me quedaré, que final más digno de la peor historia de
desamor del mundo.
Podría pasar
horas mirándola mientras duerme, la primera vez que lo hice descubrí que cuando
duerme para el lado izquierdo de su cuerpo hace un pequeño ronquido, cuando
duerme de frente tiene pesadillas y solo cuando su cuerpo se acurruca a su lado
derecho duerme como un bebe, que yo siempre este a su lado cuando lo hace es
solo una coincidencia.
Las siete de
la mañana y me marche sin decir nada, decir que dormí sería mentir, no sé
cuántas veces más poder verla dormir a mi lado, incluso si haciéndolo me siento
una psicópata obsesionada que disfraza lo que es con la palabra “amor”, claro,
en el amor siempre hay algo de locura. Quince minutos fuera de su departamento
y ya está sonando mi celular, no quiero que me llame, no quiero que me diga que
vuelva a tomar desayuno con ella, a almorzar; no quiero que me recuerde que no
queda nada, que pronto se ira a vivir y yo me quedare aquí, muriendo.
- Ya estoy
llegando a mi casa –dije en cuanto conteste su tercera llamada
- Vuelve
–dijo en aquella voz que me mata
- Tengo cosas
que hacer –intente no sonar tan cortante
- Okey
- Dafne no te
enojes –si no estaba enojada ahora lo estaba, le había dicho que no y olvide su
previa petición de llamarla por un absurdo sobrenombre en una misma
conversación. Quizás no lo olvide
- Chao –dijo
en su voz más odiosa, a veces desearía que no fuese tan caprichosa, sus
caprichos solían confundirme tanto, ahora entiendo que nunca fueron más que
eso, caprichos.
Tengo dos
opciones, entrar a mi casa, darme una ducha y dormir un par de horas o volver a
su departamento, intentar con una dulce sonrisa que se le pase el enojo,
desayunar y seguir agonizando por dentro, pero ninguna de mis opciones parece
la perfecta, aquí es cuando me gustaría llamarla para que me ayude a decidir.
Cuando tenía
15 años vivía con el libido a flor de piel, a la humanidad le gusta creer que
solo los hombre sufren el despertar sexual, pero yo no lo llamaría sufrir, creo
que el despertar sexual es para disfrutarlo, solo una vez se vive aquellas
tantas sensaciones por primera vez. Si tan solo hubiese decidido ir a su casa
en vez de venir a acostarme para “intentar” y recalco aquel “intentar” porque
es imposible para mi dormir cuando pienso en ella y en cómo me hizo sentir la primera
vez que conocí el deseo, sin siquiera experimentarlo, su cuerpo pegado al mío,
uno de sus brazos se apegaba a mi estómago casi tocando mis pechos que ya
habían crecido, los de ella a mi espalda me presionaban como si buscaran algo
de mí que no sabía que existía, entonces paso, tal vez ella no movió su mano a
propósito donde terminaba mi vientre, quizás aquello solo lo imagine, no
importa si fue verdad o no, pero sentí su mano estática sobre el único lugar de
mi cuerpo que nunca antes había tocado y eso fue la primera vez que mi cuerpo
experimento un orgasmo. Silencioso, tímido, inmóvil.
- Señorita
para que me llama si no habla –dije intentando hacerla sonreír mientras podía
oír su respiración tras el celular
- ¿Ya
dormiste?
- Como sabes
que estaba durmiendo
- No dormiste
nada anoche –dijo asombrándome, como siempre
- A veces me
das miedo
- A veces me
gustaría no sentir tanto miedo de mi –si hay una persona en el mundo que me
puede volver loca es ella, y no precisamente de amor, sino de cordura
- Todo
contigo es un acertijo, no soy tan inteligente, mucho menos cuando vengo recién
despertando
- Perdón,
hablamos más tarde
Ni siquiera
alcance a abrir mi boca para responder cuando escuche el silencio a mi oído,
Dafne debería tener un diccionario solo para ella, aunque una enciclopedia
sería mejor, una donde me explicara con lujo de detalle que significaban sus
miradas distantes, sus parpadeos agitados o sus repentinas manchas rojas en sus
mejillas; podría decir como descifrar su juego de palabras, sus acertijos sin
sentido y todas sus interrogantes, pero lo más importante de todo al final
debería decir explícitamente dedicado a mi “Mia, alejarte de esta mujer es lo
mejor que te puede pasar en la vida”, aunque después de todo nunca le hecho
caso a un libro, esta vez se escapa de mis manos.
Mi cabeza se
pasea en recuerdos y hace un escrutinio a mis recientes acciones y como si no
fuera poco castigo por el día oigo mi puerta golpear, sé que es ella, aquella
secuencia: Golpe. Golpe. Espacio. Golpe. Golpe. Golpe. Es tan repetitiva como
la forma en que juega con su pie al final de la puerta haciendo un:
Golpegolpegolpegolpegolpe. Sin descanso alguno. Tengo tanta necesidad de
levantarme a abrir como ganas de no hacerlo y ella sabe que estoy aquí, sabe
que no voy a abrir y sin embargo insiste, existirá un antídoto para este virus
llamado “Dafne”.
- ¿Para qué
golpeas si tienes llave? –digo antes de que pueda hablar mientras entra a mi
cuarto
- ¿Por qué no
abres si sabes que tengo llaves? –Y su respuesta-pregunta hace que me tape
hasta el pelo– Mía te necesito –si ella fuese una canción, probablemente el
coro seria: Yo, yo, mío, mío, yo, yo y por favor yo. Como si alguna vez me
hubiese importado su egoísmo.
- ¿Qué paso
ahora? –pregunte aún bajo la comodidad de mi tapas
- Te necesito
–insistió, su tono de voz fue lo que me hizo sentarme de golpe sobre la cama
- Didi ¿Estás
bien?
- No. No
estoy bien, quiero quedarme –y mi corazón se detuvo por un segundo –pero no
puedo, tú sabes que no puedo
- No sé cómo
puedo ayudarte con eso
- Ven a vivir
a la ciudad, vende la casa y compra una más cerca, puedes encontrar un trabajo
mejor y estaremos en la misma ciudad como siempre…
- No. –dije
antes de que pudiera terminar y está es la primera vez que lo hago tan directamente
- Mia…
- No.
–insistí con una perseverancia que no sabía que tenía, por primera vez las
palabras querían salir y yo las iba a dejar –No me pidas que me vaya, si me
quieres un poco no lo hagas, tú te vas por él a hacer la vida que siempre quisiste
vivir y yo me iría persiguiéndote a ti, tu sabes que es así, así que por favor
no me lo pidas.
- Perdón
–dijo en cuanto termine de hablar ocultando la decepción en su rostro mientras
se ponía de pie, ella sabe, en el fondo yo sé que sabe, como si no se me
notara, como si no se lo hubiesen murmurado mil veces a mis espaldas.
- No me pidas
perdón
- Mi…
- No. –Como
si lo hubiese anticipado sabía lo que vendría, no iba a discutir mis
sentimientos ahora– Te vas a casar y te iras con el hombre que amas, no te vas
a quedar por mí, no es eso lo que quieres para el resto de tu vida
- ¿Y cómo lo
sabes? –Preguntó sin ignorar mis palabras– Pensé que lo que siempre quisiste
era que me quedara, siempre me andas reclamando y ahora que te digo que no me
quiero ir me dices todo eso, Mía por favor…
- Lo que
tienes es miedo, lo demás es solo una confusión y ya estoy demasiado grande
para lidiar con confusiones.
- ¡Ouch!
–dijo perdiendo su mirada por la ventana de mi cuarto. Tiene tanta razón en sus
palabras, oírla decir todo lo que oí es lo que siempre quise, pero no es
suficiente, quiero que me diga que me ama, que no puede vivir sin mí porque me
ama y no por esta dependencia que tiene a mí, “me necesitas porque me amas, NO
me amas porque me necesitas”.
- Si te quieres
quedar hazlo, tú mejor que nadie sabe que yo sería la persona más feliz si lo
hicieras, pero hazlo por las razones correctas, no porque yo no estaré en
aquella ciudad
- ¿Y por qué
esa no puede ser una razón si es la más importante?
- Porque
entonces cada vez que lo extrañes, cada vez que lo necesites, cada vez que lo
quieras tener cerca yo me sentiré culpable, tu misma me culparas aunque no lo
digas. Yo no puedo ser más importante que él en tu vida, después de todo es a
quien elegiste para casarte.
- Ya entendí.
–dijo con su tono de voz más amargo, siento que me esta envenenando con su
molestia–Me voy a ir –como si no lo supiera hace meses
- Ya lo sé
- No, me voy
a ir ahora –dijo caminando a la puerta sin siquiera darme su mirada y por
primera vez la veo mientras se marcha –sabes qué –dijo girándose con tanta
rabia en su mirada que sentí miedo de verla por primera vez en mi vida –yo no
sé si soy yo la que tiene miedo de mis sentimientos o en realidad eres tú–
volvió a girarse para marcharse y yo aun sin procesar lo que acababa de oír.
- ¡No! –Grite
levantándome de golpe para alcanzarla antes de que saliera de la puerta –Dafne,
eres tu quien se va a casar, eres tu quien quería esa vida, yo siempre he
estado aquí como una constante. Sí quieres hablar, si de verdad quieres hablar
de esto y afrontar las consecuencias quédate, sino ándate y mañana seguimos con
lo de tu boda y hacemos como que esta conversación a medias nunca ocurrió. – Y
ahí me quede, como una estatua con mi corazón a mil por hora, queriendo que se
quedara y que se fuera a la vez, con tanto miedo de ambas opciones que por un
segundo creo que mi corazón se detuvo, sin embargo siguió latiendo, incluso
después de verla salir por la puerta sin decir absolutamente nada.
Me
desplomaría en medio de mi sala si tuviese las fuerzas suficientes para caer,
en menos de diez minutos escuche las palabras que más había querido oír desde
que tengo uso de razón y ahora las veía salir con su cuerpo a cuestas, nada iba
a ser lo mismo de ahora en adelante, no importa por cuanto tiempo finjamos que
esto jamás ocurrió, pasó, hace menos de tres minutos y en la sala de mi casa.
Nada va a ser lo mismo de ahora en adelante.
Me pregunto
si en realidad la amo a ella o solo a la idea de ella, a su pelo rizado, a sus
ojos color miel o a la longitud de sus piernas. Me pregunto qué hubiese pasado
si no se hubiese marchado, si hubiese tenido el valor de quedarse. Me pregunto
si algo de esto tiene sentido, si se va a ir y yo me quedare con su recuerdo,
con su sombra pegada a mi como siempre ha estado, solo que estaba ella no
estará y entonces me pregunto, irme persiguiendo algo que nunca será mío, será
una buena opción.
Debo seguir
durmiendo, intento abrir los ojos pero solo quiero seguir durmiendo, el sonido
en mi cocina no sería una novedad si tuviese un gato o un perro, sin embargo o
tengo una mascota y el nuevo ruido me hace saltar de la cama, solo una persona
se mete a mi casa en lo que podría ser plena madrugada y en este momento
preferiría que fuese un ladrón a ella. Un asesino sería grandioso.
- ¿Qué haces
aquí? –pregunté decepcionada de que no fuese mi primera ni mi segunda opción.
- Llevo dos
horas aquí y recién despiertas –respondió ella comiendo el helado de chocolate
que solía estar en mi refrigerador
- A veces me
asustas
- Siempre te
asusto
- ¿Qué haces
aquí? –pregunté una vez más cuando pensaba que no la vería en un par de días
luego de nuestra previa charla casual de la tarde.
- Al menos
una de nosotras podía dormir –respondió ella tomando una nueva cucharada de
helado
- Eso no
responde mi pregunta
- No podía
dormir, hace semanas que me cuesta, no quería estar en casa, así que vine aquí.
- ¿Y a tu
prometido no le importo?
- No sé, está
en casa de sus padres –su respuesta me descolocó, es la primera vez en años que
él duerme en casa de sus padres
- ¿Estás
bien?
- Son las
cuatro de la madrugada, me metí a tu casa, saque tu helado y te vi dormir por
casi dos horas, No. No estoy bien
- Me viste
dormir –dije con una absurda sonrisa en mi cara
- ¿Puedes
olvidar que me fui esta tarde y hablar de todo esto ahora? –pregunto bajando
media nota a su voz, si aquello era incluso posible
- ¿Estás
segura de que eso es lo que quieres?
- Deja de
preguntar eso, por favor –suplico en su reciente casual tono de voz
- Entonces no
sé qué preguntar
- El problema
es que necesito a mi mejor amiga para hablar de algo sumamente importante –dijo
sonriendo, mientras tomaba la cuchara con helado y me la pasaba a mí– Creo que
estoy enamorada de mi mejor amiga –dijo así sin más, como si me estuviese
diciendo que el día estaba nublado o que tenía sed– ¿no me dirás nada?
- Te casas en
menos de dos meses
- Mía, no
vine a hablar de eso
- ¿Y cómo
podemos hablar de esto cuando esta eso en medio de las dos?
- Te acabo de
decir que creo que estoy enamorada de ti y me pregunto por qué tú nunca lo has
dicho
- Yo me
pregunto demasiadas cosas, pero ahora me pregunto porque crees algo que de mi
parte es una absoluta certeza
- Lo único
que sé es que siempre sentí algo diferente cuando se trataba de ti y cuando
conocí a Francisco pensé que era una fase o que el sentimiento que tenía hacia
ti era solo una confusión y no quise arrastrarte a mis deficiencias mentales,
entonces me enamore de él, no te voy a mentir Mía, sabes que me enamore de él,
pero siempre estuviste tú y cada vez que exista la posibilidad de que
estuvieses con alguien ¡Dios! Era una puntada directa a mi corazón y ahora
estoy en este precipicio, en el que si salto no vas a estar a diario en mi
vida, no te veré para tomar un café por las tardes, no voy a poder entrar a tu
casa a verte dormir cuando quiera sin que tu siquiera lo notes, no podre
acurrucarme a tu lado para dormir cuando quiera sentirte cerca y ¡sí! Eso tiene
mucho más peso para mí que no volver a verlo a él. –sus palabras se colaban en
mi mente como en una licuadora, pasando una y otra vez, rodeándome con ellas.
Es fácil sentir que es un sueño, que no está ocurriendo en realidad y no decir
nada, sino simplemente hacer lo que por tantos años he soñado, sin embargo la
frialdad de mis pies me dice que no es un sueño y solo para asegurarme me doy
un pequeño pellizco en mi pierna, se da cuenta de ello y esboza una sonrisa y
yo aún intento digerir lo que acaba de decirme, si tan solo fuesen más
certezas.
- ¿Por qué
ahora, por qué no antes?
- No tengo
una respuesta válida para eso
- ¿Y si sigue
siendo una fase Dafne, si después te das cuenta que no era lo que realmente
querías?
- Entonces
habré terminado mi compromiso en vano –me tomó repetir dos veces aquello en mi
mente para poder entender lo que había dicho
- Daf…
- Quieres
dejar de decirme Dafne, odio cuando me dices Dafne
- Pero a mí
me encanta tu nombre –dije casi con un tono de voz infantil que yo misma me
sorprendí. ¿Qué se hace cuando la mitad de tus sueños se hacen realidad? –Creo
que necesito procesar todo esto
- Si quieres
me voy para que proceses y mañana hablamos
- ¡No! No
dije que quería que te fueras –dije sin pensar. Si después se iba. Y se
arrepentía de cada palabra. Entonces el fondo del lago sería mi única opción.
- Está bien
–dijo sonriendo mientras levantaba sus manos. Necesitaba tanto su cercanía sin
embargo me asustaba tanto sentirla cerca. Camino despacio como si pudiese leer
mi mente, como si mis pensamientos estuvieran escritos en mi frente. – No te
voy a morder
- Lo sé
- Entonces
deja de mirarme con miedo
- No es a ti
a quien le temo
- ¿Entonces?
- Le temo a
todo esto que está pasando, demasiado en tan poco tiempo
- ¿Hubieses
preferido que esperara al matrimonio?
- ¡No! Y no
puedes bromear con eso, ¿quién eres? –dije asombrándome por su insensibilidad
- Alguien que
se cansó de mentir, pero por sobre todo de mentirme a mí misma, ¿tú crees que
esto fue fácil? Fueron meses de tener mi cabeza en blanco, de pensar en hacerle
daño a él o hacerte daño a ti y no me voy a cansar nunca de pedirte perdón por
hacerte pasar por todo esto, por planear una boda, lo siento, no es fácil
aceptar. Perdón –dijo bajando su mirada y yo nunca vi sus ojos color miel
brillar con tanta fuerza
- ¿Y
Francisco? ¿Le dijiste todo esto a él? –pregunte como si de pronto el que se
retractara de sus palabras fuese una posibilidad real
- No así, no
de esta forma. Le dije que no me quería ir, que no iba a vivir lejos, quiso
saber por qué y de pronto fue más fácil decírselo a él que decírtelo a ti
- ¿Qué cosa?
- Que amaba a
otra persona, que siempre iba a amar a otra persona más que a él –dijo
mirándome tan directamente que por un momento pensé que el corazón se me iba a
salir por la boca –no tenía que ser adivino para darse cuenta de quien estaba
hablando, después de todo, todas sus escenas de celos eran por ti
- ¿Perdón?
- No me
pongas esa cara, ya te dije que esto no es fácil, no iba yo a venir a contarte
todo eso cuando no estaba segura
- ¿Y ahora?
–pregunté con ansiedad. Me miró inconclusa– ¿Ahora estás segura?
- ¿Estoy aquí
o no?
- Sí, pero no
fue eso lo que pregunte, te recuerdo que comenzaste toda esta locura con un
“creo”
- No creo Mía,
Estoy segura –hablo con tanta determinación que pensé que me iba a derretir en
ese instante y delante de ella, sus ojos me miraron pidiéndome que dijera algo
que por tantos años grite en silencio, peor no era algo fácil de decir, no
cuando mi mundo se giraba de pies a cabeza en tan corto tiempo. - ¿Me puedo
acercar ahora? –preguntó mientras caminaba sin oír una respuesta
- ¿Estoy
soñando? –pregunté cuando ya no di más con su cercanía
- No –dijo un
tono completo más bajo cuando estuvo frente a mí. Sus manos toman mi cara y
siento que voy a explotar desde el pecho hacia afuera. No importaba lo que ella
dijera, esto era un sueño, mi sueño. Cerré mis ojos cuando sentí sus manos
entrelazarse tras mis cuello, jugando con mi pelo y pude sentir aun con los ojos
cerrados que sonreía, y su sonrisa era tan hermosa que tuve que abrir los ojos
para cruzarme con lo dulce de su miel. – Mía –susurro como si me pidiera a
gritos algo que yo no le daba. Mis manos se adueñaron de su cintura, tantas
veces me había tomado de su cintura sintiéndome una intrusa en ella y ahora no
lo era, ahora estaba siendo solicitada.
Mi boca se
acercó a la de ella sin actuar, y dentro de mi estómago mariposas de terciopelo
revoloteaban por primera vez en mi vida, no dolía, al contrario, la sensación
me hizo sonreír sobre sus labios y me sentí gigante cuando me pare en la punta
de pies para tocarlos, para probarlos en su totalidad, con tanto sentimientos
dentro que eran los labios más dulces que se podrían probar. Y de pronto nada,
por primera vez en mi vida no fui capaz de pensar.
- Hola
–susurró a mi oído cuando desperté sin abrir mis ojos
- Hola
–respondí en el mismo tono. No había sido un sueño
- Está mal
que me sienta tan feliz en este momento –preguntó abrazándose a mí con fuerza.
- Está mal
que me pregunte lo mismo –dije perdiéndome en sus ojos, los recuerdos de la
madrugada se colaron en mi mente y por primera vez en mi vida no era el la
ilusión de ella que me perdía, sino en ella de carne y huesos. Toque mis labios
y la suavidad de ellos me hizo sonreír, por tanto tiempo la bese sin detenerme,
sin querer detenerme, sin desesperación, sin correr, nada me apuraba. Nada.
- Tengo que
ir a hablar con mi papás –dijo quitando su sonrisa de golpe, recordándonos lo
negativo de todo esto.
- ¿Estas
realmente segura de todo esto?
- María si me
preguntas eso una vez más te juro que me voy y no vuelvo
- Perdón
–dije bajando mi mirada –no me digas así
- Te diré
como se me dé la gana y perdóname tu a mí –murmuro buscando con sus manos mi
mirada– me demore demasiado en hacer esto
- Creo que a
veces es más fácil correr en sentidos contrarios que encontrarnos a la mitad
- Si, pero a
veces deseaba que hicieras algo, que me forzaras a hacer lo que me daba tanto
miedo –dijo entrelazando sus dedos con los míos y después de besar su boca, la sensación
de su mano entre la mía era la mejor del mundo.
- Siempre
estaba la posibilidad de que corrieras y no te volviese a ver
- Jamás
hubiese corrido
- Desearía
haber sabido eso.
- ¿Y ahora
que deseas? –pregunto susurrando su voz
- Nunca
despertar
- ¿Sigues
pensando que esto es un sueño?
- Del que
nunca quisiera despertar
- Ya
despertaste
- No. Yo sigo
en mi sueño –respondí acurrucándome en su pecho, cientos de veces me había acurrucado
en su pecho, entre sus brazos, pero su aroma nunca había tenido la intensidad
que está mañana, nunca me había sentido tan amada como en esta mañana.
- ¿Crees que
será extraño? –dijo llamando mi atención, obligándome a alejarme de la
comodidad de su cuerpo
- ¿Qué cosa?
- Tú y yo, no
sé, pasar de amigas a algo más, porque seremos algo más, ¿cierto?
- Quieres
tomarte las cosas con calma, pisa el freno por un momento
- Mia…
- Didi. –Dije
haciéndola sonreír, iría al infierno por esa sonrisa– yo quiero todo contigo,
pero prim… -no me dejo terminar de hablar cuando sus labios estaban sobre mi
boca, ignorando que acabábamos de despertar, nada importaba, solo la suavidad
de sus labios sobre los míos. Se alejó un momento y sonrió sobre mi boca, que
ganas de meterme dentro de su mente, de saber que está pensando.
- Primero,
ibas a decir ¿Primero qué? –dijo, haciéndome olvidar de mis propias palabras
con la intensidad de sus ojos mientras sonreía
- Primero
debes hablar con tus padres y Francisco –dije recordando que existía– él va a
buscarte, va a querer arreglar las cosas contigo, hay que darle tiempo a esto
- No quiero
darle tiempo, mis padres no tienen opinión sobre mi vida hace años, solo quiero
que sepan que no me voy a casar con Francisco, y él, bueno esa es otra
historia, no creo que algún día pueda perdonarme, pero tampoco me voy a sentir
culpable por querer ser feliz. Mejor ahora que después que estuviésemos casados.
- Todavía
siento que esto es irreal
- Yo nunca he
sentido más la realidad en mi vida que en este momento –confesó sin poder dejar
de sonreír, si mirar su sonrisa fuese un pecado yo hubiese estado condenada al
infierno años atrás. Tantas veces la tuve en mi cama, tantas otras me contuve mirándola
y ahora podía besarla sin temor a ser rechazada, sin miedo a que ella esquivara
su boca. La amo, la amo tanto que si mi amor fuese arte pintaría las calles de
color a mil cuadras a la redonda.
- Te amo –dije
dejando salir mis pensamientos mientras me aleje de sus labios por un instante,
no sé por qué razón mis mejillas se volvieron de un rojo tan profundo que sin
verme a ningún espejo lo podía sentir.
- Hasta que
lo dijiste – susurró volviendo a besar mis labios con más fuerza ahora que
antes –pensé que nunca lo ibas a decir
- Es un te
amo contenido por muchos años –susurré sobre su boca
- Yo también te
amo –dijo por primera vez en voz alta, con una voz tan firme que parecía una confesión.
Después de eso no me importaba nada más, ni sus padres, ni la gente, ni
Francisco, mucho menos él. Podía enfrentarme al mundo por ella en este momento,
en todos los momentos de mi vida– Será necesario salir al mundo hoy –susurró a
mi oído mientras me abrazaba
- No. No es
necesario salir al mundo hoy.
Las
mariposas salieron de mi cuerpo, suaves y gentiles.
Por primera
vez en mi vida estaba viviendo el amor.
Una nueva
etapa había llegado.
Nota: Cuento corto, no creo que escriba una continuación. Espero que les guste a pesar de eso.
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