Segunda Piel 12

Capítulo 12: PRESENTE CON SABOR A PASADO


El tiempo comenzó a avanzar como si fuese una película muda y alguien muy inquieto estuviese jugando con la proyectora, avanzando rápidamente los fotogramas, más rápido del normal, incluso más rápido de lo anormal, al punto de quemar poco a poco un presente mal comprendido.

Julieta miró su viejo reloj en la nueva pared y pensó en la absurda idea de comprar uno nuevo, pero entonces dejaría de tener el placer de escuchar el mismo ruido a diario, o saber que siempre se paraba a una hora determinada del día y bastaba un pequeño golpe en el vidrio para que volviera a andar, Julieta no podía vivir sin su ritual diario y aquello le parecía absurdo, un reloj que no cumple su función de dar la hora para cualquiera era algo inútil, menos para ella, había perdido muchas cosas a lo largo de su vida para perder la dicha de golpear su reloj a diario, ‘Quizás algún día te sincronices y ya no vuelvas a parar nunca más’, pensó, después de todo ya no perdía la esperanza con nada, ni con nadie.

Un mes exacto faltaba para su cumpleaños número 30 y había pasado tanto tiempo desde que Julieta quiso celebrar un cumpleaños, demasiado, recordar su ultimo cumpleaños celebrado quizás era peor que no hacerlo del todo, sin embargo ahí estaba, recordándolo entre papeles e invitaciones sobre su escritorio, intentando no sentirse afectada, continuando su vida como hacía tanto tiempo lo había decidido.

- Señorita Parra la cita con Señor Rezzi fue suspendida, la cambiamos para mañana a las 3 de la tarde

- Gracias Miriam, entonces mi tarde quedo libre – dijo sin hacer de eso una pregunta

- Si Señorita, queda usted libre

- Por lo tanto tú también, puedes irte temprano hoy

- Pero aún queda personal en el taller

- Sí, tengo que ir  a hablar con ellos en un rato, tú no te preocupes

- Gracias – dijo la mujer cerrando la puerta a su espalda.

Julieta Zúñiga no era la misma de años atrás, de hecho era completamente diferente, al año de muerto su padre hizo todo por quitarse el apellido, uno que le recordaba lo peor de su existencia y cuando al fin pudo ser alguien importante en la moda nacional, dejo de ser Julieta Zúñiga para convertirse por completo Pía Parra, o “PP” como se llamaba su línea de ropa, en todo lugar era reconocida como tal, menos en su ambiente familiar, ahí seguía siendo Julieta, Juli o Jul cuando sus mejores amigas la consolaban.

- La semana ha sido larga – dijo mirando a su personal en el taller – vayan a sus casas temprano y disfruten la tarde, nos quedan cuatro días para presentar la nueva línea, los necesito con su mejor cara – dijo sonriendo, Julieta siempre sonreía cuando se dirigía a su equipo, eso los consideraba, sus mejores aliados

- Gracias – dijeron a destiempo unos antes que otros y Julieta volvía una vez más a su escritorio, a dejar de ser Pía, la gran diseñadora nacional, la dueña de su propia línea de moda, la ejecutiva a la que todos sonreían, para volver a ser Julieta, la de siempre, la de antes, la que al menos una vez al día la tenía que recordar.

El dibujo en su escritorio estaba a la mitad, sacó un grafito de su cajón izquierdo y una vez más trazo las líneas del rostro que no podía olvidar. Por años no había visto una foto de ella, ni siquiera cuando veía sus nuevas colecciones, siempre cambiaba de canal antes de que ella saliera a la pasarela, tampoco cuando en sus entrevistas mostraban su imagen, para recordar lo que alguna vez fueron antes de ser quien eran, ni siquiera ahí, sin embargo seguía trazando su imagen tal cual como estaba en su cabeza; un año llevaba dibujando la misma imagen que ya se comenzaba a deformar en sus esquinas, deseando mes a mes olvidar la continuación de su imagen, borrarla de su cabeza como alguna vez ella lo hizo, mas sin tener éxito alguno siempre sonreía, la misma sonrisa amarga que no mostraba a nadie, solo a ella y su nuevo aire. 

- Aló – dijo levantando el auricular sobre su escritorio

- Sigues ahí – dijo la femenina voz tras el teléfono

- Sigo aquí – respondió pasando su mano izquierda por su pelo mientras se resignaba a comenzar una conversación

- Te estamos esperando en casa Jul

- Isi, te dije que no iba a estar temprano en casa hoy

- Y yo te dije que vendrían tus amigas a cenar

- Julieta trae tu trasero treintañero a tu casa o yo misma te iré a buscar – dijo Francisca arrebatándole el teléfono a Isidora

- Aún no cumplo los treinta

- Detalles

Julieta corto la llamada resignada ante la insistencia, guardo el dibujo que aún estaba sobre su escritorio y se preguntó si alguna vez iba a ser capaz de terminarlo, mas aquella pregunta prefería dejarla sin respuesta. Isidora, su hermana o media hermana era lo único bueno que realmente le había dejado su padre, a diferencia de Julieta, Isidora no tenía nada bueno en su vida y después de una tarde en que le contó toda su vida, la mujer cinco años menor que ella solo le pudo recordar a una persona. Y eso fue suficiente para dejarla entrar en su vida y en su casa. Veinte minutos más tarde, estaba estacionando su camioneta al lado de su casa y respirando profundamente antes de poder entrar a la revolución de hormonas que la esperaban dentro, caminó resignada.

~ O ~

Cinco pisos subía a diario para llegar a su departamento en la cima del “L'hôtel Cenon”, departamento era poco para el piso completo a su nombre en el lugar, no había sido fácil llegar ahí, pero tampoco le hacía ser la mujer más feliz del mundo por tener todo lo que una vez había soñado, aun así, cada vez que cerraba la puerta y miraba el lugar que la rodeaba, seguía deseando tener un pequeño cuarto de cuatro paredes con baño aparte y poder caminar libremente por sus calles en vez de tener que transportarse a todos lados con un chofer de primera línea, pero como su ejecutiva de imagen siempre decía, “Ya no eres Bárbara Jerez, eres Réni Fuentes”, por más que quisiera seguir siendo solo Bárbara, eso era lo único que repetía cuando reprochaba su propia vida.

Después de un largo día Bárbara al fin era capaz de quitarse el largo abrigo negro que había llevado todo el día, hacer desaparecer de su cuerpo el maquillaje y las pestañas falsas, para ponerse su camiseta sin mangas y su extremadamente  corto “short” que le hacía una vez más volver a ser ella y mientras tomaba su celular para ver los últimos sucesos en twitter, no pudo evitar de ver la fecha y lo pronto que estaba su cumpleaños, no era el propio el que incrementaba su pena, sino el ajeno, el de aquella que nunca había dejado su cabeza, por más que ella lo quisiera.

- Bonjour – dijo con un tono de ánimo irónico en su voz al contestar la llamada de su celular

- Podría verte en este momento en tu pequeño departamento con tu pantalón corto de mal gusto y esa camiseta que hace años debiste botar

- Hola Milton, yo estoy bien gracias por preguntar

- Réni, hasta cuando, vas a cumplir treinta años en pocos días, yo a tu edad ya tenía una lista de amantes incalculables en mi historial, segura que no quieres tomar los hábitos

- Según Joline no puedo dejarme ver con cualquiera, tengo que guardar las apariencias porque al parecer yo a mi edad soy mucho más vista que tú a la mía.

- Cariño hay métodos para no llamar la atención de la prensa, no te excuses en Joline para eso

- Milton, no quiero hablar de mi vida sexual en este momento

- En último caso tíratela a ella, mal no esta

- ¡Milton!

- En fin… no llamaba para eso, mañana viene su alteza la actorcita a ver que se pondrá para los Óscars

- ¿Y no puedes atenderla tú?

- Cariño, somos “Milter et Réni” no “Milter Rouge a secas” además creo que tiene un flechazo contigo bastante serio, tal vez estar con alguien de su calibre no te haría mal para tu imagen

- Y con eso mataste cualquier ánimo de querer estar con ella, gracias y buenas noches. – dijo cortando la llamada.

La idea de estar con alguien simplemente por estas se le había quitado cuatro años atrás, cuando por primera vez la vio en un canal de televisión, cuando volvió a verla, hermosa, cambiada, una diseñadora de tomo y lomo, eso basto para que la herida en su pecho volviera a sangrar, para que el amor que por tanto tiempo había mantenido apagado de golpe se encendiera y no importo cuanto quisiera estar con alguien, cuántas mujeres llevara a su cama, cada vez que quería tocarla despertaba de un sueño en pleno día, ninguna era ella y eso termino por matar todo lo que quedaba de su alma.

La soledad de su habitación siempre le recordaba lo mismo, el pasar de ser la niña que solía lavar ropa descalza en la intemperie incluso cuando llovía, a vivir bajo un techo de casi cuatro mil metros cuadrados, regular el aire acondicionado cuando hacía mucho frío o cuando hacía mucha calor, a tener tantas almohadas bajo su cuello que nunca dolía por las mañanas, sin embargo cuando todo iba mal, cuando sentía que sus ojos estaban sobre ella y quien era hoy en día siempre hacía lo mismo, siempre y sin cansarse se acurrucaba bajo el agua en su baño, no importaba lo grande que fuese, la imagen en su cabeza seguía estando en el primer hogar que tuvo.

Su asistente la despertó aquella mañana con el sobre de siempre, la ropa que vestiría por el día y el desayuno al lado de la cama para que más tarde se diera una ducha, el itinerario del día junto al sobre pronosticaba uno extenuante en cuanto pusiera un pie tras su puerta y mientras masticaba la tostada con mantequilla que tenía dentro de su boca, abría el sobre amarillo que parecía estar más gordo que nunca, María, su asistente no tenía permitido estar dentro de su habitación mientras veía el contenido del amarillo sobre, era el único momento en que Bárbara quería estar sola o Mlle Réni, como ella le decía. Las fotografías de la semana estaban sobre su cama y no podía dejar de sentirse enferma por querer saber sus pasos, no importaba que la imagen de una nueva mujer estuviese atada a su brazo o quizás si tenía mucha suerte la podía ver de la mano, no importaba mientras viese una sonrisa en su rostro, y no había foto que no tuviese su enorme sonrisa en ella, o sus ojos verdes tan brillantes que parecían pintados sobre el papel, incluso cuando veía el cambio de su precio pelo claro a uno casi rojo. O verde. O gris. No habría dinero en el mundo que Bárbara no pagase solo por saber que pasaba por su cabeza para variar de color su pelo de esa forma y mientras terminaba su café hacia lo regular, lo que hacen todos los mortales en algún momento, imaginaba en su cabeza conversaciones ficticias con ella, con su voz, con su risa fuerte y… – Quizás está semana pueda viajar a verte Ju. – decía cuando sabía que tenía que volver a la realidad, porque tenía que parar antes de que sus ojos estuviesen demasiado rojos y fuesen imposible de disimular. Sabiendo que la previa conversación no era real, nunca lo iba a volver a ser.

- Mlle Réni… - dijo María golpeando su puerta

- Pasa – respondió Bárbara mientras se acomodaba el vestido que acababa de ponerse - ¿Paso algo?

- El reloj – dijo mirándola con el objeto en la mano

- ¿Otra vez?

- Si, este ya no volvió a andar

- Tíralo y compra uno nuevo, digital.

- No se verá bien en su pared

- Entonces compra uno que se vea bien en la pared o mejor aún, compra una caja de esos, así los cambias de una vez cuando vayan mal – termino de decir mientras ponía labial en su boca, era el enésimo reloj que tiraba y ya se estaba cansando de cubrir aquel espacio en la pared, ‘Quizás deba dejarlo para bonito y punto’, pensó mientras tomaba su cabello, si algo no cambiaba era eso, Bárbara seguía tomando su pelo sobre su cabeza, como si de un tomate se tratara, sin siquiera pasar un cepillo por el antes, de eso se preocupaba su peluquero una vez a la semana.

~ O ~

“Haber vivido casi 30 años, no te da más ni menos sabiduría”, repetía Julieta en su entrevista, la mujer frente a ella intercambiaba miradas mientras grababa la roda de preguntas y respuestas, mantenía en su mano una libreta para anotar sin parar, los gestos probablemente, la reacción en sus ojos a cada pregunta, la mujer era un verdadero lector de personas y Julieta no era alguien difícil de leer.

- Entonces Pía, ¿Qué planes tienes para salir al mundo?

- La verdad está dentro de mis planes, ya me abrí al mercado latinoamericano, aunque casi fue a la fuerza, pero no sé si sea algo que lleve a cabo ahora  o en diez años, quizás cuando me entrevistes para mis cuarenta.

- Le pediré a tu asistente que me agende una hora – dijo la mujer mientras reía – 30 años no pasan en vano, de que te arrepientes y que te gustaría haber hecho

- De pocas cosas me arrepiento en la vida, la verdad cuando lo hago es casi por que no me queda otra opción, pero si pudiese arrepentirme de algo sería de haber pintado mi pelo de verde, no sé qué estaba pensando, pero bueno Picasso tuvo su periodo azul, Pía Parra tuvo su periodo verde – contesto entre risas – y me gustaría haber conocido a mi hermana antes.

- Pía a nosotros los periodistas nos encanta tu vida amorosa y la libertad con que la llevas, pero hubo una primera y todos conocemos esa historia, ¿Te gustaría decirle algo en su cumpleaños?

- A veces se me olvida que cumple años el mismo día que yo, hasta que comienzan a preguntar sobre ella. La verdad no hay mucho que se pueda decir “Feliz Cumpleaños”  creo que lo cubre todo.

- Ella se volvió la dueña de un imperio imparable en Europa, América, y Asia, bajó la marca “Milter et Réni” han conquistado la vista de la mitad del mundo, ¿Qué sientes cuando ves sus logros?

- Por mucho tiempo sentí orgullo de sus logros, saber de dónde venía y donde llego, la verdad nadie sale de la pobreza y se vuelve rico de la noche a la mañana, pero ella siempre tuvo talento y supo enfocarse en ello, pero ya no me preocupo por sus logros o nada que tenga que ver con ella, la verdad ya quedo en el pasado y la vida sigue.

Aquella fue la última respuesta que dio Julieta antes de despedirse cordialmente y que alguien acompañara a la mujer a la puerta, no era la primera vez que le hacían ese tipo de preguntas y a veces deseaba con tantas ganas putearlos por preguntar algo que no le importaba a nadie, pero tenía que mantener la compostura, incluso una lágrima derramada sería alimento para los periodistas y ya se había cansado de darles para comer.

- ¿Se fue? – pregunto a su hermana cuando volvió a pararse frente a ella sin hablar

- Sí, no se suponía que no podía hacer este tipo de preguntas

- Voy a matar a Pedro, me juró que había sacado esas preguntas

- Bueno, pero saliste bien de ellas

- No se si bien, en fin, siempre va a estar esa conexión entre ella y yo

- Lo dices como si no te afectara – dijo Isidora provocando la mirada de Julieta sobre ella – te vi el otro día leyendo el cuaderno ese

- Isi…

- Yo sé que todavía sientes algo por ella, no sé si es amor, rabia u odio, pero algo sientes

- Ni siquiera yo lo sé, a veces me dan ganas de quemarlo y otras simplemente me quiero dormir pegada a él

- Ha pasado tanto tiempo

- Hace mucho que dejo de importarme el tiempo.

Julieta sabia perfectamente lo que sentía, no importaba con cuantas mujeres hubiese estado en el último es o en los últimos años, ninguna era suficiente, ninguna llegaba ni siquiera a su cama. A veces se sentía un viejo que solo busca la compañía de una mujer, una conversación que pocos entenderían o simplemente el recuerdo de alguien que una vez amo.

La noche le pasaba la cuenta entre la entrevista y sus recuerdos, la televisión estaba encendida en cierto canal de chismes internacionales y el vaso que estaba en su mano se vaciaba una vez más para ser llenado nuevamente, la televisión estaba en silencio hasta que cierto vestido llamo su atención, no tenía necesidad de poner el audio para saber de quién era, podía reconocer su mano incluso en las costuras invisibles. Su cuerpo se paseó por alrededor de la habitación entre risas y lágrimas, sabía que sería inevitable, que en cualquier momento pasaría lo que por tanto tiempo había evitado y sin embargo fue incapaz de cambiar de canal, no esa noche, no cuando todo el día se la había recordado. Entonces se sentó y esperó, nada más le quedaba por hacer, internamente la ansiedad por ver su rostro después de tantos años evitándola, escondiendo su mirada solo para no sentir las agujas enterrándose un poco más en su pecho y mientras intentaba recordarla la imagen de la mujer que un día estuvo entre sus brazos aparecía en diferentes tomas por la gran pantalla frente a sus ojos. Notó que su vista se nublaba, mas no parpadeo, la imagen ante sus ojos lo valía todo y pudo leerla, tan bien, con tanto detalle que juró ver la tristeza de su alma capturada en una fotografía y aquello por primera vez en años, la hizo vacilar.

~ O ~

- ¡Ya dije que no quería! – gritó Bárbara

- No va en que si quieres o no, eres la invitada de honor, solo será un par de días y estarás de vuelta para la gala

- ¿Qué gala?

- La de tu cumpleaños, Réni en que mundo andas últimamente

- ¿Y por qué te mandan a ti a decírmelo?

- Porque solo a mí me haces caso, viajas en una semana, te hospedas en un hotel, tendrás chofer y todo, vas a la universidad para la catedra y el evento que tendrán más tarde y luego te vienes, así de simple.

- Milter, yo deje ese lugar para nunca más volver, me lo prometí a mí misma

- Bárbara… - dijo acercándose a sus manos para buscar la calma de su única amiga, como si de pronto supiera lo que su alma decía a gritos – no quieres vivir la misma vida que yo, no pases diez años más preguntándote que hubiese pasado, ve, haz lo que te dije y búscala, que tu mirada te diga si aún hay algo

- ¿Y si no lo hay? – preguntó Bárbara con un nudo en su garganta

- Entierra ese amor que traes a cuestas y vive tu vida, se feliz, ama otra vez, no es imposible.

- Eso es lo que más me aterra – respondió Bárbara al fin dejando salir sus lágrimas – este amor es lo único que me queda de la primera vez que fui feliz en mi vida, de la que una vez quise fuera eterna.

- Pero no lo es y todo el mundo diría que la olvidaras, los mortales aman una y otra vez durante su vida y el primer amor solo es un recuerdo

- Pero mi recuerdo sigue vivo

- Es que tú no eres una simple mortal querida y yo tampoco – confesó el hombre con el dolor vivo en su mirada.

Los días pasaron y Bárbara tomó la decisión solo si aceptaban sus simples condiciones, no quería un hotel, no quería un chofer, quería el único lugar en el mundo donde se podía sentir ella una vez más y después de discutirlo por una mañana entera aceptaron lo que no podían negar por más que quisieran.

El viaje era inminente, mientras organizaba sus maletas se preguntaba si aún estaba a tiempo de rechazarlo, mas aquello era imposible, por más que su estómago se retorciera de solo pensarlo, no había forma de no tomar aquel vuelo. Su maleta estaba lista, el chofer la esperaba cinco pisos más abajo junto a su asistente y el viaje que jamás pensó tomar estaba a solo dos horas y media de distancia, pero a pesar de todo lo único en que Bárbara podía pensar era en la posibilidad de verla una vez más, de intentar ver en sus ojos a la joven mujer que un día la conquisto, no a la mujer que era hoy, no a la imagen de sus fotografías, Bárbara quería a su Ju y se había decidido a luchar por ella quizás ya muy tarde.

- ¿Todo listo? – dijo María en cuanto salió del elevador

- Por desgracia – respondió con una sonrisa en su rostro

- ¿Estas segura que quieres que te acompañe?

- Hace años que no me valgo por mí misma, te volviste necesaria – dijo tomando su brazo – ahora no lo uses en mi contra

- Nunca Mlle Réni

- Creo que ya es momento que me digas Bárbara, por favor – hablo necesitando sentirse ella una vez más y no una simple marca.

- Muy Bien Bárbara, tu país natal nos espera.

El camino al aeropuerto fue corto, el embarque, el despegue, todo lo era y mientras miraba por su ventanilla de primera clase, recordaba la última vez que había estado en un avión haciendo ese recorrido, cuando ni siquiera a su titulación había asistido, aquel cartón había llegado por correo y después de años permanecía dentro del mismo cajón, bajo una carta desgastada por el tiempo que siempre volvía a leer.

- ¿Agua? – preguntó la mujer que tomaba su hombro, sacándola de sus pensamientos pudo reconocerla después de tantos años y ella solo sonrió

- Whisky, por favor – respondió tomando su mano en agradecimiento

- Enseguida – contesto ella desapareciendo y Bárbara se sorprendió de que por tantos años siguiera el mismo recorrido, le hubiese encantado platicar con ella, saber porque no tomaba otro rumbo, que la detenía a aspirar más, pero no era el momento, ni el lugar.

No era normal que los árboles se vieran tan verdes, ni que el cielo tuviese es tono azul tan calado, pero nada era normal en el mundo de los sueños y Bárbara lo supo, estaba soñando y no quería despertar, hacía tanto tiempo de la última vez que soñó con ella que su conciencia le decía a gritos que pronto tenía que despertar, como si no fuese digna de ella ni siquiera ahí, como si fuese su culpa la distancia, el tiempo, las heridas que después de tanto tiempo se rehusaban a sanar; entre lo real y lo mágico Bárbara lo único que quería era gritar, llamar la atención de aquella que no podía alcanzar, pero mientras más corría, más se alejaba, entonces la realidad dejo de importar, sus lágrimas traspasaron las barreras y despertó con sus ojos empapados en el sueño del que nunca debió despertar.

La azafata toco su hombro pidiendo que se preparara para el aterrizaje, el ‘jet-lag’ azotaba su cabeza y su cuerpo cuando debería ser más de media noche y apenas eran las siete de la tarde, miró por la ventana a su derecha reconociendo el paisaje, las luces, incluso el aroma podía sentirlo cuando no había forma de que el aire se filtrara dentro del avión, miró el asiento frente a ella y su asistente se veía tan nerviosa como ella, lo que no la calmaba ni por un segundo; tanto que incluso después del aterrizaje se demoró en querer bajar, María la miraba de pie mientras tomaba el aire necesario para ponerse a su nivel, pero no era fácil, se había ido siendo nadie y volvía siendo una marca, pero ni sus miedos, ni su nerviosismo superaba su ansiedad, lo supo en cuanto se acercó a la escalera para descender del avión, quería estar ahí, necesitaba estar ahí, no importaba si era por un par de días o por una vida entera.

~ O ~

- Está por todos lados – dijo Julieta tomando su cabeza

- Julieta te puedes calmar – Andrea ya estaba cansada de sus reclamos – La mujer volvió al país y todos los medios lo saben, cálmate y respira, que no es el fin del mundo.

- Ni siquiera sé por qué me importa que este aquí – dijo Julieta causando que las tres mujeres que habían en su vida se miraran una a otra, como si la respuesta a su inseguridad la tuviese escrita en la frente

- Viene a la Universidad por una catedra – dijo Isidora agachando la cabeza

- ¿Y hace cuanto que lo sabes?

- La semana pasada recién confirmo que venía, después va a evaluar el desfile y ahora que lo recuerdo tengo que seguir trabajado en los detalles del mismo – murmuró la joven intentando escapar de su hermana

- ¡Isidora Javiera Zúñiga, regresa aquí!

- Me estás hablando en serio

- Sí

- Y si sabias que venía por qué me hiciste aceptar la invitación de la decana – dijo Julieta tomando su cabeza mientras buscaba respuestas

- No es su culpa, es mía – dijo Francisca saliendo a su defensa – me contó lo que estaba pasando y yo le dije que si te decía no ibas a querer ir y eres su hermana, aunque no te hubiesen invitado a evaluar el desfile tenías que estar presente

- Fran… - fijo Julieta dando vueltas en círculos alrededor de su sala de estar - ¿Por qué me haces esto?

- Ya es hora de que digas lo que nunca dijiste, despídete de ella, repróchale el dolor que te causo en la cara y soporta lo que ella te tenga que decir a ti y sigue tu vida, ya basta de seguir atada a un recuerdo, un cuaderno o un dibujo que nunca vas a terminar – dijo Andrea saliendo de su casa mientras Francisca la miraba reprochándole el portazo ajeno a ella

- ¿Y ahora yo que hice? – preguntó Julieta

- Andrea tiene razón, madura de una vez Julieta

La mirada de su amiga y su hermana la llevaron a querer salir de su propia casa, buscar el aire que necesitaba en cualquier otro lugar y no tardó en llegar a su lugar de trabajo, después de todo solo ahí se sentía realmente ella. Las enormes ventanas a su alrededor hacían que el anaranjado atardecer se colara por ellas siempre era mejor ver el atardecer desde ahí que en cualquier otra parte de la ciudad y en menos de media hora la luz del día se escapaba por algún lugar del oeste, encontrándose una vez más, sola y en completa obscuridad, luchando con todos los fantasmas que una vez la persiguieron, estancados a su lado como si se hubiesen cansado de correr, se habían vuelto parte de ella.

No quería volver a casa, no quería seguir respirando el mismo aire que ella, si hubiese podido tomar un avión y marcharse del país lo hubiese hecho, más de una vez se le cruzo la idea desde que supo de su llegada, pero no podía, Isidora nunca se lo perdonaría, después de todo ella era todo lo que le quedaba y aunque no fuese así, su antigua costumbre de decir y desear cosas completamente diferentes no cambiaba, eso significaba una sola cosa, ella estaba menos lejos que antes y eso abría una ventana, una que no sabía si quería dejar abierta o cerrarla por completo una vez más, quizás esta vez para siempre.

“Cuídate y no te enojes conmigo, te adoro” – decía el mensaje en su celular, Isidora sentía culpa de su distancia, cuando la falta era solo de ella.

Volver a casa era lo mejor, hablar con su hermana e intentar no robarle su momento, disculparse y descansar para lo que fuese que le esperaba, y mientras manejaba de regreso a casa sus recuerdos estaban más presentes que nunca, como si su pasado se mezclara de pronto con el presente y ella los estuviera dejando. El auto se detuvo y con él la rutina de siempre, como si parar todas las noches en la misma plaza a mirar las estrellas sin siquiera bajarse de él la hiciera sentirse más cerca que antes, como si Bárbara nunca hubiese dejado el país, como si ella la hubiese detenido o tal vez se hubiese subido a aquel avión trayéndola de regreso en algún momento, peor entonces ella no sería quien es, tal vez se hubiese vuelto una simple diseñadora nacional como ella, como si aquello no fuese suficiente.

Miró por última vez el lugar que alguna vez le dio tantas alegrías, al menos por esa noche se despidió como siempre, deseando tener la fuerza suficiente para no volver, para pasar por la calle anterior de camino a casa, o tal vez la siguiente, tomar el camino corto alguna vez para variar, como si aquello fuese del todo posible. Tomo la llave del carro y la movió hacia delante, el sonido del motor funcionado se coló por sus oídos y entonces pasó, el mundo se detuvo, no importó que limpiara sus ojos, ni que bajara del auto solo para asegurarse de no volverse loca, a la distancia en que se encontraba solo pudo ver su silueta, no había variado con los años, la obscura sombra sentándose en la banca donde la vio por primera vez hacia que su pecho se agitara, quiso correr, quiso subir a su auto y salir lo más rápido posible del lugar, sin embargo sus pies hicieron todo lo contrario, estaba ahí, estaba cerca, todo lo que paso por su cabeza durante todos esos años de pronto se anuló, nada era válido, nunca lo había sido.  

Cerró la puerta del auto a su espalda y caminó sin pensarlo por mucho tiempo, la miraba mientras caminaba y seguía siendo la misma, con su pelo atado como si ni siquiera se preocupara, sus piernas descansaban entrelazadas a lo largo y noto sus antiguas botas, su vieja chaqueta sobre su cuerpo que se apoyaba por completo en la banca, parecía que seguía siendo “ayer”. Julieta esperaba el minuto en que se iba a dar vuelta, el instante en que iba a sentir su presencia, pero Bárbara no se movió, tenía sus ojos enormemente abiertos mientras disfrutaba las estrellas, entonces se sentó en la banca que estaba tras la de ella, apoyo su cuerpo tras el de Bárbara y sintió que su corazón se iba a parar en cualquier momento, no era normal que latiera tan rápido, pero quizás no latía así desde la última vez que vio sus ojos negros y deseo tanto verlos, tenerlos frente a ella, capturarlos en un parpadeo, entonces sus impulsos se hicieron más grandes y pudo sentir su corazón latir, pudo escuchar como su respiración comenzaba a agitarse sin siquiera abrir su boca, entonces lo hizo.
- Qué se siente descubrir que hay mucho más en este mundo de lo que alguna vez estuvo a tu alcance, ¿Sigues sintiéndote pequeña cuando miras a esta inmensidad?

Ese fue el momento en que su cuerpo completo se giró, como si hubiese estado esperando la confirmación de su presencia, Bárbara la miró y no importo la obscuridad del lugar, era su rostro el que estaba frente a ella, sus ojos verdes los que la contemplaban aguados, podía ver las lágrimas cayendo por sus mejillas, no era un fantasma, era realmente ella, su cara reflejaba su edad y no de una mala manera, sino que la mejoraba, su voz se repetía en su cabeza mientras no dejaba de verla, no era la misma voz que recordaba, había algo más grueso en ella, sin embargo seguía reconocible para sus oídos y cuando pensó que su capacidad de hablar se había perdido en algún lugar entre ella y su pasado, hablo.


- Hola – dijo incapaz de decir nada más, un hola que decía mucho más que sus vulgares cuatro letras, un hola que traía todas las palabras que había querido decir. 

Nota: Ayer revisando mis correos, tarde como siempre, leí un comentario que nunca apareció publicado en el capitulo, fue como ver un correo en tu bandeja de correos no deseados, sin embargo grato. Gracias.

Ame los comentarios anteriores. 

Este capitulo es más corto que el anterior, pero lo subi más rapido, necesitaba el quiebre para dejar la duda de lo que va a pasar. Saludos!

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