Segunda Piel 12
Capítulo 12: PRESENTE CON SABOR A
PASADO
El tiempo comenzó a avanzar como si fuese una película muda y
alguien muy inquieto estuviese jugando con la proyectora, avanzando rápidamente
los fotogramas, más rápido del normal, incluso más rápido de lo anormal, al
punto de quemar poco a poco un presente mal comprendido.
Julieta miró su viejo reloj en la nueva pared y pensó en la absurda idea
de comprar uno nuevo, pero entonces dejaría de tener el placer de escuchar el
mismo ruido a diario, o saber que siempre se paraba a una hora determinada del
día y bastaba un pequeño golpe en el vidrio para que volviera a andar, Julieta
no podía vivir sin su ritual diario y aquello le parecía absurdo, un reloj que
no cumple su función de dar la hora para cualquiera era algo inútil, menos para
ella, había perdido muchas cosas a lo largo de su vida para perder la dicha de
golpear su reloj a diario, ‘Quizás algún día te sincronices y ya no vuelvas a
parar nunca más’, pensó, después de todo ya no perdía la esperanza con nada, ni
con nadie.
Un mes exacto faltaba para su cumpleaños número 30 y había pasado
tanto tiempo desde que Julieta quiso celebrar un cumpleaños, demasiado,
recordar su ultimo cumpleaños celebrado quizás era peor que no hacerlo del
todo, sin embargo ahí estaba, recordándolo entre papeles e invitaciones sobre
su escritorio, intentando no sentirse afectada, continuando su vida como hacía
tanto tiempo lo había decidido.
- Señorita Parra la cita con Señor Rezzi fue suspendida, la
cambiamos para mañana a las 3 de la tarde
- Gracias Miriam, entonces mi tarde quedo libre – dijo sin hacer de
eso una pregunta
- Si Señorita, queda usted libre
- Por lo tanto tú también, puedes irte temprano hoy
- Pero aún queda personal en el taller
- Sí, tengo que ir a hablar
con ellos en un rato, tú no te preocupes
- Gracias – dijo la mujer cerrando la puerta a su espalda.
Julieta Zúñiga no era la misma de años atrás, de hecho era
completamente diferente, al año de muerto su padre hizo todo por quitarse el
apellido, uno que le recordaba lo peor de su existencia y cuando al fin pudo
ser alguien importante en la moda nacional, dejo de ser Julieta Zúñiga para convertirse
por completo Pía Parra, o “PP” como se llamaba su línea de ropa, en todo lugar
era reconocida como tal, menos en su ambiente familiar, ahí seguía siendo
Julieta, Juli o Jul cuando sus mejores amigas la consolaban.
- La semana ha sido larga – dijo mirando a su personal en el taller
– vayan a sus casas temprano y disfruten la tarde, nos quedan cuatro días para
presentar la nueva línea, los necesito con su mejor cara – dijo sonriendo,
Julieta siempre sonreía cuando se dirigía a su equipo, eso los consideraba, sus
mejores aliados
- Gracias – dijeron a destiempo unos antes que otros y Julieta volvía
una vez más a su escritorio, a dejar de ser Pía, la gran diseñadora nacional,
la dueña de su propia línea de moda, la ejecutiva a la que todos sonreían, para
volver a ser Julieta, la de siempre, la de antes, la que al menos una vez al
día la tenía que recordar.
El dibujo en su escritorio estaba a la mitad, sacó un grafito de su
cajón izquierdo y una vez más trazo las líneas del rostro que no podía olvidar.
Por años no había visto una foto de ella, ni siquiera cuando veía sus nuevas
colecciones, siempre cambiaba de canal antes de que ella saliera a la pasarela,
tampoco cuando en sus entrevistas mostraban su imagen, para recordar lo que
alguna vez fueron antes de ser quien eran, ni siquiera ahí, sin embargo seguía
trazando su imagen tal cual como estaba en su cabeza; un año llevaba dibujando
la misma imagen que ya se comenzaba a deformar en sus esquinas, deseando mes a
mes olvidar la continuación de su imagen, borrarla de su cabeza como alguna vez
ella lo hizo, mas sin tener éxito alguno siempre sonreía, la misma sonrisa
amarga que no mostraba a nadie, solo a ella y su nuevo aire.
- Aló – dijo levantando el auricular sobre su escritorio
- Sigues ahí – dijo la femenina voz tras el teléfono
- Sigo aquí – respondió pasando su mano izquierda por su pelo
mientras se resignaba a comenzar una conversación
- Te estamos esperando en casa Jul
- Isi, te dije que no iba a estar temprano en casa hoy
- Y yo te dije que vendrían tus amigas a cenar
- Julieta trae tu trasero treintañero a tu casa o yo misma te iré a
buscar – dijo Francisca arrebatándole el teléfono a Isidora
- Aún no cumplo los treinta
- Detalles
Julieta corto la llamada resignada ante la insistencia, guardo el
dibujo que aún estaba sobre su escritorio y se preguntó si alguna vez iba a ser
capaz de terminarlo, mas aquella pregunta prefería dejarla sin respuesta.
Isidora, su hermana o media hermana era lo único bueno que realmente le había
dejado su padre, a diferencia de Julieta, Isidora no tenía nada bueno en su
vida y después de una tarde en que le contó toda su vida, la mujer cinco años
menor que ella solo le pudo recordar a una persona. Y eso fue suficiente para
dejarla entrar en su vida y en su casa. Veinte minutos más tarde, estaba
estacionando su camioneta al lado de su casa y respirando profundamente antes
de poder entrar a la revolución de hormonas que la esperaban dentro, caminó
resignada.
~ O ~
Cinco pisos subía a diario para llegar a su departamento en la cima
del “L'hôtel Cenon”, departamento era poco para el piso completo a su nombre en
el lugar, no había sido fácil llegar ahí, pero tampoco le hacía ser la mujer
más feliz del mundo por tener todo lo que una vez había soñado, aun así, cada
vez que cerraba la puerta y miraba el lugar que la rodeaba, seguía deseando
tener un pequeño cuarto de cuatro paredes con baño aparte y poder caminar
libremente por sus calles en vez de tener que transportarse a todos lados con
un chofer de primera línea, pero como su ejecutiva de imagen siempre decía, “Ya
no eres Bárbara Jerez, eres Réni Fuentes”, por más que quisiera seguir siendo
solo Bárbara, eso era lo único que repetía cuando reprochaba su propia vida.
Después de un largo día Bárbara al fin era capaz de quitarse el
largo abrigo negro que había llevado todo el día, hacer desaparecer de su
cuerpo el maquillaje y las pestañas falsas, para ponerse su
camiseta sin mangas y su extremadamente corto “short” que le hacía una vez más
volver a ser ella y mientras tomaba su celular para ver los últimos sucesos en
twitter, no pudo evitar de ver la fecha y lo pronto que estaba su cumpleaños,
no era el propio el que incrementaba su pena, sino el ajeno, el de aquella que
nunca había dejado su cabeza, por más que ella lo quisiera.
- Bonjour – dijo con un tono de ánimo irónico en su voz al contestar
la llamada de su celular
- Podría verte en este momento en tu pequeño departamento con tu
pantalón corto de mal gusto y esa camiseta que hace años debiste botar
- Hola Milton, yo estoy bien gracias por preguntar
- Réni, hasta cuando, vas a cumplir treinta años en pocos días, yo a
tu edad ya tenía una lista de amantes incalculables en mi historial, segura que
no quieres tomar los hábitos
- Según Joline no puedo dejarme ver con cualquiera, tengo que
guardar las apariencias porque al parecer yo a mi edad soy mucho más vista que tú
a la mía.
- Cariño hay métodos para no llamar la atención de la prensa, no te excuses
en Joline para eso
- Milton, no quiero hablar de mi vida sexual en este momento
- En último caso tíratela a ella, mal no esta
- ¡Milton!
- En fin… no llamaba para eso, mañana viene su alteza la actorcita a
ver que se pondrá para los Óscars
- ¿Y no puedes atenderla tú?
- Cariño, somos “Milter et Réni” no “Milter Rouge a secas” además
creo que tiene un flechazo contigo bastante serio, tal vez estar con alguien de
su calibre no te haría mal para tu imagen
- Y con eso mataste cualquier ánimo de querer estar con ella,
gracias y buenas noches. – dijo cortando la llamada.
La idea de estar con alguien simplemente por estas se le había
quitado cuatro años atrás, cuando por primera vez la vio en un canal de
televisión, cuando volvió a verla, hermosa, cambiada, una diseñadora de tomo y
lomo, eso basto para que la herida en su pecho volviera a sangrar, para que el
amor que por tanto tiempo había mantenido apagado de golpe se encendiera y no
importo cuanto quisiera estar con alguien, cuántas mujeres llevara a su cama,
cada vez que quería tocarla despertaba de un sueño en pleno día, ninguna era
ella y eso termino por matar todo lo que quedaba de su alma.
La soledad de su habitación siempre le recordaba lo mismo, el pasar
de ser la niña que solía lavar ropa descalza en la intemperie incluso cuando
llovía, a vivir bajo un techo de casi cuatro mil metros cuadrados, regular el
aire acondicionado cuando hacía mucho frío o cuando hacía mucha calor, a tener
tantas almohadas bajo su cuello que nunca dolía por las mañanas, sin embargo
cuando todo iba mal, cuando sentía que sus ojos estaban sobre ella y quien era
hoy en día siempre hacía lo mismo, siempre y sin cansarse se acurrucaba bajo el
agua en su baño, no importaba lo grande que fuese, la imagen en su cabeza
seguía estando en el primer hogar que tuvo.
Su asistente la despertó aquella mañana con el sobre de siempre, la
ropa que vestiría por el día y el desayuno al lado de la cama para que más
tarde se diera una ducha, el itinerario del día junto al sobre pronosticaba uno
extenuante en cuanto pusiera un pie tras su puerta y mientras masticaba la
tostada con mantequilla que tenía dentro de su boca, abría el sobre amarillo
que parecía estar más gordo que nunca, María, su asistente no tenía permitido
estar dentro de su habitación mientras veía el contenido del amarillo sobre,
era el único momento en que Bárbara quería estar sola o Mlle Réni, como ella le
decía. Las fotografías de la semana estaban sobre su cama y no podía dejar de
sentirse enferma por querer saber sus pasos, no importaba que la imagen de una
nueva mujer estuviese atada a su brazo o quizás si tenía mucha suerte la podía
ver de la mano, no importaba mientras viese una sonrisa en su rostro, y no
había foto que no tuviese su enorme sonrisa en ella, o sus ojos verdes tan
brillantes que parecían pintados sobre el papel, incluso cuando veía el cambio
de su precio pelo claro a uno casi rojo. O verde. O gris. No habría dinero en
el mundo que Bárbara no pagase solo por saber que pasaba por su cabeza para
variar de color su pelo de esa forma y mientras terminaba su café hacia lo
regular, lo que hacen todos los mortales en algún momento, imaginaba en su
cabeza conversaciones ficticias con ella, con su voz, con su risa fuerte y… –
Quizás está semana pueda viajar a verte Ju. – decía cuando sabía que tenía que
volver a la realidad, porque tenía que parar antes de que sus ojos estuviesen
demasiado rojos y fuesen imposible de disimular. Sabiendo que la previa
conversación no era real, nunca lo iba a volver a ser.
- Mlle Réni… - dijo María golpeando su puerta
- Pasa – respondió Bárbara mientras se acomodaba el vestido que
acababa de ponerse - ¿Paso algo?
- El reloj – dijo mirándola con el objeto en la mano
- ¿Otra vez?
- Si, este ya no volvió a andar
- Tíralo y compra uno nuevo, digital.
- No se verá bien en su pared
- Entonces compra uno que se vea bien en la pared o mejor aún, compra
una caja de esos, así los cambias de una vez cuando vayan mal – termino de
decir mientras ponía labial en su boca, era el enésimo reloj que tiraba y ya se
estaba cansando de cubrir aquel espacio en la pared, ‘Quizás deba dejarlo para
bonito y punto’, pensó mientras tomaba su cabello, si algo no cambiaba era eso,
Bárbara seguía tomando su pelo sobre su cabeza, como si de un tomate se
tratara, sin siquiera pasar un cepillo por el antes, de eso se preocupaba su
peluquero una vez a la semana.
~ O ~
“Haber vivido casi 30 años, no te da más ni menos sabiduría”,
repetía Julieta en su entrevista, la mujer frente a ella intercambiaba miradas
mientras grababa la roda de preguntas y respuestas, mantenía en su mano una
libreta para anotar sin parar, los gestos probablemente, la reacción en sus
ojos a cada pregunta, la mujer era un verdadero lector de personas y Julieta no
era alguien difícil de leer.
- Entonces Pía, ¿Qué planes tienes para salir al mundo?
- La verdad está dentro de mis planes, ya me abrí al mercado
latinoamericano, aunque casi fue a la fuerza, pero no sé si sea algo que lleve
a cabo ahora o en diez años, quizás
cuando me entrevistes para mis cuarenta.
- Le pediré a tu asistente que me agende una hora – dijo la mujer
mientras reía – 30 años no pasan en vano, de que te arrepientes y que te
gustaría haber hecho
- De pocas cosas me arrepiento en la vida, la verdad cuando lo hago
es casi por que no me queda otra opción, pero si pudiese arrepentirme de algo
sería de haber pintado mi pelo de verde, no sé qué estaba pensando, pero bueno
Picasso tuvo su periodo azul, Pía Parra tuvo su periodo verde – contesto entre
risas – y me gustaría haber conocido a mi hermana antes.
- Pía a nosotros los periodistas nos encanta tu vida amorosa y la
libertad con que la llevas, pero hubo una primera y todos conocemos esa
historia, ¿Te gustaría decirle algo en su cumpleaños?
- A veces se me olvida que cumple años el mismo día que yo, hasta
que comienzan a preguntar sobre ella. La verdad no hay mucho que se pueda decir
“Feliz Cumpleaños” creo que lo cubre
todo.
- Ella se volvió la dueña de un imperio imparable en Europa,
América, y Asia, bajó la marca “Milter et Réni” han conquistado la vista de la
mitad del mundo, ¿Qué sientes cuando ves sus logros?
- Por mucho tiempo sentí orgullo de sus logros, saber de dónde venía
y donde llego, la verdad nadie sale de la pobreza y se vuelve rico de la noche
a la mañana, pero ella siempre tuvo talento y supo enfocarse en ello, pero ya
no me preocupo por sus logros o nada que tenga que ver con ella, la verdad ya
quedo en el pasado y la vida sigue.
Aquella fue la última respuesta que dio Julieta antes de despedirse
cordialmente y que alguien acompañara a la mujer a la puerta, no era la primera
vez que le hacían ese tipo de preguntas y a veces deseaba con tantas ganas
putearlos por preguntar algo que no le importaba a nadie, pero tenía que
mantener la compostura, incluso una lágrima derramada sería alimento para los
periodistas y ya se había cansado de darles para comer.
- ¿Se fue? – pregunto a su hermana cuando volvió a pararse frente a
ella sin hablar
- Sí, no se suponía que no podía hacer este tipo de preguntas
- Voy a matar a Pedro, me juró que había sacado esas preguntas
- Bueno, pero saliste bien de ellas
- No se si bien, en fin, siempre va a estar esa conexión entre ella
y yo
- Lo dices como si no te afectara – dijo Isidora provocando la
mirada de Julieta sobre ella – te vi el otro día leyendo el cuaderno ese
- Isi…
- Yo sé que todavía sientes algo por ella, no sé si es amor, rabia u
odio, pero algo sientes
- Ni siquiera yo lo sé, a veces me dan ganas de quemarlo y otras
simplemente me quiero dormir pegada a él
- Ha pasado tanto tiempo
- Hace mucho que dejo de importarme el tiempo.
Julieta sabia perfectamente lo que sentía, no importaba con cuantas
mujeres hubiese estado en el último es o en los últimos años, ninguna era
suficiente, ninguna llegaba ni siquiera a su cama. A veces se sentía un viejo que
solo busca la compañía de una mujer, una conversación que pocos entenderían o
simplemente el recuerdo de alguien que una vez amo.
La noche le pasaba la cuenta entre la entrevista y sus recuerdos, la
televisión estaba encendida en cierto canal de chismes internacionales y el
vaso que estaba en su mano se vaciaba una vez más para ser llenado nuevamente,
la televisión estaba en silencio hasta que cierto vestido llamo su atención, no
tenía necesidad de poner el audio para saber de quién era, podía reconocer su
mano incluso en las costuras invisibles. Su cuerpo se paseó por alrededor de la
habitación entre risas y lágrimas, sabía que sería inevitable, que en cualquier
momento pasaría lo que por tanto tiempo había evitado y sin embargo fue incapaz
de cambiar de canal, no esa noche, no cuando todo el día se la había recordado.
Entonces se sentó y esperó, nada más le quedaba por hacer, internamente la
ansiedad por ver su rostro después de tantos años evitándola, escondiendo su
mirada solo para no sentir las agujas enterrándose un poco más en su pecho y
mientras intentaba recordarla la imagen de la mujer que un día estuvo entre sus
brazos aparecía en diferentes tomas por la gran pantalla frente a sus ojos.
Notó que su vista se nublaba, mas no parpadeo, la imagen ante sus ojos lo valía
todo y pudo leerla, tan bien, con tanto detalle que juró ver la tristeza de su
alma capturada en una fotografía y aquello por primera vez en años, la hizo
vacilar.
~ O ~
- ¡Ya dije que no quería! – gritó Bárbara
- No va en que si quieres o no, eres la invitada de honor, solo será
un par de días y estarás de vuelta para la gala
- ¿Qué gala?
- La de tu cumpleaños, Réni en que mundo andas últimamente
- ¿Y por qué te mandan a ti a decírmelo?
- Porque solo a mí me haces caso, viajas en una semana, te hospedas
en un hotel, tendrás chofer y todo, vas a la universidad para la catedra y el
evento que tendrán más tarde y luego te vienes, así de simple.
- Milter, yo deje ese lugar para nunca más volver, me lo prometí a mí
misma
- Bárbara… - dijo acercándose a sus manos para buscar la calma de su
única amiga, como si de pronto supiera lo que su alma decía a gritos – no quieres
vivir la misma vida que yo, no pases diez años más preguntándote que hubiese
pasado, ve, haz lo que te dije y búscala, que tu mirada te diga si aún hay algo
- ¿Y si no lo hay? – preguntó Bárbara con un nudo en su garganta
- Entierra ese amor que traes a cuestas y vive tu vida, se feliz,
ama otra vez, no es imposible.
- Eso es lo que más me aterra – respondió Bárbara al fin dejando
salir sus lágrimas – este amor es lo único que me queda de la primera vez que
fui feliz en mi vida, de la que una vez quise fuera eterna.
- Pero no lo es y todo el mundo diría que la olvidaras, los mortales
aman una y otra vez durante su vida y el primer amor solo es un recuerdo
- Pero mi recuerdo sigue vivo
- Es que tú no eres una simple mortal querida y yo tampoco – confesó
el hombre con el dolor vivo en su mirada.
Los días pasaron y Bárbara tomó la decisión solo si aceptaban sus
simples condiciones, no quería un hotel, no quería un chofer, quería el único lugar
en el mundo donde se podía sentir ella una vez más y después de discutirlo por
una mañana entera aceptaron lo que no podían negar por más que quisieran.
El viaje era inminente, mientras organizaba sus maletas se
preguntaba si aún estaba a tiempo de rechazarlo, mas aquello era imposible, por
más que su estómago se retorciera de solo pensarlo, no había forma de no tomar
aquel vuelo. Su maleta estaba lista, el chofer la esperaba cinco pisos más
abajo junto a su asistente y el viaje que jamás pensó tomar estaba a solo dos
horas y media de distancia, pero a pesar de todo lo único en que Bárbara podía
pensar era en la posibilidad de verla una vez más, de intentar ver en sus ojos
a la joven mujer que un día la conquisto, no a la mujer que era hoy, no a la
imagen de sus fotografías, Bárbara quería a su Ju y se había decidido a luchar
por ella quizás ya muy tarde.
- ¿Todo listo? – dijo María en cuanto salió del elevador
- Por desgracia – respondió con una sonrisa en su rostro
- ¿Estas segura que quieres que te acompañe?
- Hace años que no me valgo por mí misma, te volviste necesaria –
dijo tomando su brazo – ahora no lo uses en mi contra
- Nunca Mlle Réni
- Creo que ya es momento que me digas Bárbara, por favor – hablo
necesitando sentirse ella una vez más y no una simple marca.
- Muy Bien Bárbara, tu país natal nos espera.
El camino al aeropuerto fue corto, el embarque, el despegue, todo lo
era y mientras miraba por su ventanilla de primera clase, recordaba la última
vez que había estado en un avión haciendo ese recorrido, cuando ni siquiera a
su titulación había asistido, aquel cartón había llegado por correo y después de
años permanecía dentro del mismo cajón, bajo una carta desgastada por el tiempo
que siempre volvía a leer.
- ¿Agua? – preguntó la mujer que tomaba su hombro, sacándola de sus
pensamientos pudo reconocerla después de tantos años y ella solo sonrió
- Whisky, por favor – respondió tomando su mano en agradecimiento
- Enseguida – contesto ella desapareciendo y Bárbara se sorprendió
de que por tantos años siguiera el mismo recorrido, le hubiese encantado
platicar con ella, saber porque no tomaba otro rumbo, que la detenía a aspirar
más, pero no era el momento, ni el lugar.
No era normal que los árboles se vieran tan verdes, ni que el cielo
tuviese es tono azul tan calado, pero nada era normal en el mundo de los sueños
y Bárbara lo supo, estaba soñando y no quería despertar, hacía tanto tiempo de
la última vez que soñó con ella que su conciencia le decía a gritos que pronto tenía
que despertar, como si no fuese digna de ella ni siquiera ahí, como si fuese su
culpa la distancia, el tiempo, las heridas que después de tanto tiempo se
rehusaban a sanar; entre lo real y lo mágico Bárbara lo único que quería era
gritar, llamar la atención de aquella que no podía alcanzar, pero mientras más
corría, más se alejaba, entonces la realidad dejo de importar, sus lágrimas traspasaron
las barreras y despertó con sus ojos empapados en el sueño del que nunca debió
despertar.
La azafata toco su hombro pidiendo que se preparara para el
aterrizaje, el ‘jet-lag’ azotaba su cabeza y su cuerpo cuando debería ser más
de media noche y apenas eran las siete de la tarde, miró por la ventana a su
derecha reconociendo el paisaje, las luces, incluso el aroma podía sentirlo
cuando no había forma de que el aire se filtrara dentro del avión, miró el
asiento frente a ella y su asistente se veía tan nerviosa como ella, lo que no
la calmaba ni por un segundo; tanto que incluso después del aterrizaje se demoró
en querer bajar, María la miraba de pie mientras tomaba el aire necesario para
ponerse a su nivel, pero no era fácil, se había ido siendo nadie y volvía
siendo una marca, pero ni sus miedos, ni su nerviosismo superaba su ansiedad,
lo supo en cuanto se acercó a la escalera para descender del avión, quería
estar ahí, necesitaba estar ahí, no importaba si era por un par de días o por
una vida entera.
~ O ~
- Está por todos lados – dijo Julieta tomando su cabeza
- Julieta te puedes calmar – Andrea ya estaba cansada de sus
reclamos – La mujer volvió al país y todos los medios lo saben, cálmate y
respira, que no es el fin del mundo.
- Ni siquiera sé por qué me importa que este aquí – dijo Julieta
causando que las tres mujeres que habían en su vida se miraran una a otra, como
si la respuesta a su inseguridad la tuviese escrita en la frente
- Viene a la Universidad por una catedra – dijo Isidora agachando la
cabeza
- ¿Y hace cuanto que lo sabes?
- La semana pasada recién confirmo que venía, después va a evaluar
el desfile y ahora que lo recuerdo tengo que seguir trabajado en los detalles
del mismo – murmuró la joven intentando escapar de su hermana
- ¡Isidora Javiera Zúñiga, regresa aquí!
- Me estás hablando en serio
- Sí
- Y si sabias que venía por qué me hiciste aceptar la invitación de
la decana – dijo Julieta tomando su cabeza mientras buscaba respuestas
- No es su culpa, es mía – dijo Francisca saliendo a su defensa – me
contó lo que estaba pasando y yo le dije que si te decía no ibas a querer ir y
eres su hermana, aunque no te hubiesen invitado a evaluar el desfile tenías que
estar presente
- Fran… - fijo Julieta dando vueltas en círculos alrededor de su
sala de estar - ¿Por qué me haces esto?
- Ya es hora de que digas lo que nunca dijiste, despídete de ella, repróchale
el dolor que te causo en la cara y soporta lo que ella te tenga que decir a ti
y sigue tu vida, ya basta de seguir atada a un recuerdo, un cuaderno o un
dibujo que nunca vas a terminar – dijo Andrea saliendo de su casa mientras Francisca
la miraba reprochándole el portazo ajeno a ella
- ¿Y ahora yo que hice? – preguntó Julieta
- Andrea tiene razón, madura de una vez Julieta
La mirada de su amiga y su hermana la llevaron a querer salir de su
propia casa, buscar el aire que necesitaba en cualquier otro lugar y no tardó
en llegar a su lugar de trabajo, después de todo solo ahí se sentía realmente
ella. Las enormes ventanas a su alrededor hacían que el anaranjado atardecer se
colara por ellas siempre era mejor ver el atardecer desde ahí que en cualquier
otra parte de la ciudad y en menos de media hora la luz del día se escapaba por
algún lugar del oeste, encontrándose una vez más, sola y en completa obscuridad,
luchando con todos los fantasmas que una vez la persiguieron, estancados a su
lado como si se hubiesen cansado de correr, se habían vuelto parte de ella.
No quería volver a casa, no quería seguir respirando el mismo aire
que ella, si hubiese podido tomar un avión y marcharse del país lo hubiese
hecho, más de una vez se le cruzo la idea desde que supo de su llegada, pero no
podía, Isidora nunca se lo perdonaría, después de todo ella era todo lo que le
quedaba y aunque no fuese así, su antigua costumbre de decir y desear cosas
completamente diferentes no cambiaba, eso significaba una sola cosa, ella
estaba menos lejos que antes y eso abría una ventana, una que no sabía si quería
dejar abierta o cerrarla por completo una vez más, quizás esta vez para
siempre.
“Cuídate y no te enojes conmigo, te adoro” – decía el mensaje en su
celular, Isidora sentía culpa de su distancia, cuando la falta era solo de
ella.
Volver a casa era lo mejor, hablar con su hermana e intentar no
robarle su momento, disculparse y descansar para lo que fuese que le esperaba,
y mientras manejaba de regreso a casa sus recuerdos estaban más presentes que
nunca, como si su pasado se mezclara de pronto con el presente y ella los
estuviera dejando. El auto se detuvo y con él la rutina de siempre, como si
parar todas las noches en la misma plaza a mirar las estrellas sin siquiera
bajarse de él la hiciera sentirse más cerca que antes, como si Bárbara nunca
hubiese dejado el país, como si ella la hubiese detenido o tal vez se hubiese
subido a aquel avión trayéndola de regreso en algún momento, peor entonces ella
no sería quien es, tal vez se hubiese vuelto una simple diseñadora nacional
como ella, como si aquello no fuese suficiente.
Miró por última vez el lugar que alguna vez le dio tantas alegrías, al
menos por esa noche se despidió como siempre, deseando tener la fuerza
suficiente para no volver, para pasar por la calle anterior de camino a casa, o
tal vez la siguiente, tomar el camino corto alguna vez para variar, como si
aquello fuese del todo posible. Tomo la llave del carro y la movió hacia
delante, el sonido del motor funcionado se coló por sus oídos y entonces pasó,
el mundo se detuvo, no importó que limpiara sus ojos, ni que bajara del auto
solo para asegurarse de no volverse loca, a la distancia en que se encontraba
solo pudo ver su silueta, no había variado con los años, la obscura sombra sentándose
en la banca donde la vio por primera vez hacia que su pecho se agitara, quiso
correr, quiso subir a su auto y salir lo más rápido posible del lugar, sin
embargo sus pies hicieron todo lo contrario, estaba ahí, estaba cerca, todo lo
que paso por su cabeza durante todos esos años de pronto se anuló, nada era válido,
nunca lo había sido.
Cerró la puerta del auto a su espalda y caminó sin pensarlo por
mucho tiempo, la miraba mientras caminaba y seguía siendo la misma, con su pelo
atado como si ni siquiera se preocupara, sus piernas descansaban entrelazadas a
lo largo y noto sus antiguas botas, su vieja chaqueta sobre su cuerpo que se
apoyaba por completo en la banca, parecía que seguía siendo “ayer”. Julieta
esperaba el minuto en que se iba a dar vuelta, el instante en que iba a sentir
su presencia, pero Bárbara no se movió, tenía sus ojos enormemente abiertos
mientras disfrutaba las estrellas, entonces se sentó en la banca que estaba
tras la de ella, apoyo su cuerpo tras el de Bárbara y sintió que su corazón se
iba a parar en cualquier momento, no era normal que latiera tan rápido, pero quizás
no latía así desde la última vez que vio sus ojos negros y deseo tanto verlos,
tenerlos frente a ella, capturarlos en un parpadeo, entonces sus impulsos se
hicieron más grandes y pudo sentir su corazón latir, pudo escuchar como su
respiración comenzaba a agitarse sin siquiera abrir su boca, entonces lo hizo.
- Qué se siente descubrir que hay mucho más en este mundo de lo que
alguna vez estuvo a tu alcance, ¿Sigues sintiéndote pequeña cuando miras a esta
inmensidad?
Ese fue el momento en que su cuerpo completo se giró, como si
hubiese estado esperando la confirmación de su presencia, Bárbara la miró y no
importo la obscuridad del lugar, era su rostro el que estaba frente a ella, sus
ojos verdes los que la contemplaban aguados, podía ver las lágrimas cayendo por
sus mejillas, no era un fantasma, era realmente ella, su cara reflejaba su edad
y no de una mala manera, sino que la mejoraba, su voz se repetía en su cabeza
mientras no dejaba de verla, no era la misma voz que recordaba, había algo más
grueso en ella, sin embargo seguía reconocible para sus oídos y cuando pensó
que su capacidad de hablar se había perdido en algún lugar entre ella y su
pasado, hablo.
- Hola – dijo incapaz de decir nada más, un hola que decía mucho más
que sus vulgares cuatro letras, un hola que traía todas las palabras que había querido
decir.
Nota: Ayer revisando mis correos, tarde como siempre, leí un comentario que nunca apareció publicado en el capitulo, fue como ver un correo en tu bandeja de correos no deseados, sin embargo grato. Gracias.
Ame los comentarios anteriores.
Este capitulo es más corto que el anterior, pero lo subi más rapido, necesitaba el quiebre para dejar la duda de lo que va a pasar. Saludos!
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