Segunda Piel 11

Nota: Por primera vez escribiré mi nota antes del capitulo y es que necesito decir perdón, probablemente me van a odiar y debo advertirles, a demás iba a subir esto en dos partes pero me auto convencí que no le iba a hacer justicia, así que punto a mi favor. 

Capítulo 11: De Enero a Diciembre.


“No importa cuánto quiera hipotéticamente alejarte de mí, siempre te voy a querer cerca”.

Bárbara volvió a leer la hoja que había arrancado de su cuaderno, la había leído tres veces en la última hora, no se cansaba de hacerlo mientras una y otra vez se empapaba del denso líquido que caía por sus mejillas y entonces leía lo segundo que no podía dejar de leer desde que se subió al avión ‘Lo siento’, pero quien realmente lo sentía era ella y una vez más mientras se perdía en el celeste de la pequeña ventanilla, recordó el día en que le pidió que se fuera con ella.

- Qué voy a hacer yo allá – dijo ella con la ilusión escapándose por sus ojos

- Estudiar, creo que hay universidades en París

- Por supuesto, e imagino que debe ser extremadamente fácil pedir un traslado a una de ellas – respondió con ironía

- ¿Quieres?

- No se trata de si quiero o no quiero, se trata de tener los pies en la tierra

- Estoy segura que con tu promedio podemos hacer algo, podemos ir a hablar mañana con el rector

- Bárbara ¿me estás hablando en serio? – preguntó con inseguridad en su voz

- Por supuesto, yo no sé si algún día aprenda a vivir sin ti

- ¿Y si yo no hubiese tocado hoy tu puerta?

- ‘¿Y si nunca nos hubiésemos conocido?’ no quiero más ‘¿Y Si…?’ en mi vida, y hemos pasado por tanto Ju. Ya no quiero estar más lejos de ti, no ahora, no nunca

- Está bien – dijo rodeando su cuerpo

- ¿Qué cosa? – preguntó despistada

- Hablaremos con el rector y si hay una posibilidad, me voy contigo.

El recuerdo de su amplia sonrisa invadió su mente por completo y la mano de la azafata en su hombro disipo la imagen que aparecía en su pequeña ventana

- ¿Se encuentra bien? ¿Necesita algo? – Preguntó ella con preocupación al ver su rostro, Bárbara miro sus ojos y por más verdes que fueran no eran los ojos que quería ver cerca de ella.

- Agua, por favor. – respondió limpiando su cara.

El agua no solo aclaro su garganta, sino también su mente, se preguntó el momento exacto en que dejo de ser la antigua Bárbara para convertirse en esta, que lloraba en el asiento de un avión, en pleno vuelo a cumplir sus sueños, a hacer realidad todo por lo que un día luchó, pero la respuesta a esa pregunta no la sabia, lo que si sabía era el momento en que había dejado de creer en el amor, en las personas, en la verdad y todo aquello junto enrojeció aún más sus ojos, sus pupilas se volvieron incluso más obscuras y ella lo supo, ya no era más esa Bárbara, ni la antigua, ni la que había esperado inútilmente a el amor en una sala de embarque, en algún lugar del océano aquellas se habían perdido.

- Me pregunto si esto realmente vale la pena Julieta

- No lo sé, creo que no – respondió ella limpiando su rostro

- Deberías dejar de llorar

- ¿No merezco llorar? – preguntó con molestia a su amiga de toda la vida

- No. – Respondió Fran con rabia – sé que es tu padre, sé que te dio la vida, pero dados los últimos descubrimiento, no sé Jul, al menos debiste darle un motivo, decírselo a la cara.

- ¿Qué le tendría que haber dicho? "No me puedo ir contigo, mi padre está sentenciado de muerte, si él mismo que hizo todas esas cosas horrorosas, el mismo que una vez se quiso aprovechar de ti" ¿Eso? – la ironía en sus palabras se escapaba por sus ojos en llanto, en el fondo sabía que algo así debió haber hecho

- Cualquier cosas hubiese sido mejor que un “lo siento” en una hoja bajo la tapa de su libro, ¡tuviste toda la noche para decirle que no irías Julieta!

La rabia de Francisca nacía del amor que le tenía a Julieta y ella lo sabía, había tardado tanto en encontrar el amor, tanto en estar bien con ella y caminar hacia un futuro juntas, pero viene su madre y le ruega que no se vaya, que no la deje sola porque él está solo y no tiene a nadie y no es justo que muera solo, pero ‘qué es justo’ pensó Francisca, claramente negarle vivir la vida a tu hija por un hombre que no merece la pena no era algo justo.

Francisca dejo toda la rabia que sentía en un rincón de su alma y se acercó a abrazarla, a sostenerla en sus brazos mientras su corazón se rompía a cada pensamiento, a cada recuerdo y sus últimas horas a su lado se le vinieron a la mente en menos de un segundo.

- Je T’aime – dijo Bárbara concentrándose en su mirada – es lo único que se en francés, no sé qué haré cuando llegue

- Hablar en inglés, es el idioma universal

- Ya lo sé, pero tú podrías enseñarme francés, después de todo eres una experta

- Sí, yo podría – respondió Julieta sabiendo que no podía, sabiendo que no iba a estar.

- Algo te pasa – dijo Bárbara mientras se acercaba a su cuerpo

- Tengo pena – respondió con sinceridad – me iré temprano por la mañana a despedirme de las chicas, me van a esperar en casa

- Te dije que pasaras la noche con ellas

- No quiero, quiero estar contigo esta noche

- Van a haber muchas noches para estar juntas en adelante – dijo Bárbara besando sus labios con alegría y prontamente separándose – ¿Paso a buscarte en el taxi a tu casa al medio día? Recuerda que tenemos que llegar dos horas antes

- No, Andrea me va a llevar, nos veremos allá – respondió ella y se odio a si misma por no ser capaz de decirle la verdad, por no ser lo suficiente valiente para romperle el corazón a la cara, no ella lo haría lejos, cuando ya no hubiese vuelta, como la peor de las personas y aquello la hacía odiarse a sí misma.

- Bueno. Je T’aime – repetía una vez más Bárbara por enésima vez aquella noche y Julieta aprovecho el momento para guardar en su memoria el tono de sus voz, la forma de su cuerpo, el oscuro marrón de sus ojos y no tardo en querer tenerla entre sus brazos por última vez, pero solo ella sabía que lo era. Bárbara debió sospechar algo por la forma en que sus labios se sintieron presionados con los de ella, por la intensidad con la que sus manos recorrieron su desnuda piel o el gusto con el que sus labios se aprovecharon de sus sexo, Bárbara debió intuir que algo en esa noche era diferente, que el egoísmo con el que Julieta la poseía no era normal. Solo ella se grabó su alma en la piel, e incluso en el recuerdo Julieta se odiaba por ello.

Aquella mañana mientras Bárbara dormía contemplo por última vez su figura desnuda sobre la cama, besó su mejilla esperando que de algún modo Bárbara despertara, pero no era probable después de la noche que le había dado. Puso dentro del libro que Bárbara había dejado al lado de su bolso de mano la nota más corta y más difícil de escribir que jamás había hecho, y quiso decir tantas cosas y sin embargo termino diciendo lo más real, lo único que su cabeza repetía una y otra vez mientras se distanciaba de su cuerpo, de su alma, de su amor. “Lo siento”, decía la nota que se ocultaba tras la tapa de “Arráncame la vida” y la ironía de Ángeles Mastretta se escabullo entre sus actos, era eso lo que estaba haciendo, arrancándole la vida y de paso la de ella, cuando cerró la puerta supo que había cometido de una extraña forma un asesinato y de una retorcida similar, un suicidio y ambas cosas pesaron en sus piernas a medida que avanzo. Camino por todas las calles dejando una parte de sí misma en ellas, Julieta se estaba quebrando en mil pedazos, no era solo su corazón, era su alma entera y solo su caparazón era lo que se mantenía entre los brazos de Francisca en el preciso momento en que sus recuerdos partieron su corazón un poco más, si es que eso era posible.

- No me quedo por él – dijo separándose de su mejor amiga en un momento de claridad

- Entonces porque te quedas Jul, ándate, se feliz por favor

- No es justo para mi mamá Fran, tener que enterrar sola al hombre que la hizo infeliz toda su vida, que le puso los cuernos como quiso, creo que el único acto bueno que tuvo con ella fue darle el divorcio

- Tu madre también es egoísta, ella pudo dejarte ir, pero no te quería perder y esa es la verdadera razón de porque te rogó que te quedaras

- Tiene razón – dijo Andrea de pie en la puerta de su habitación – Tu mamá no es mejor que tu papá

- Y yo no soy mejor que ellos, mucho menos después de lo que hice. ¿Qué mierda hice?

- Perdiste – dijo Andrea y sin necesidad de hundir más a la mujer que tenía en frente se acercó a abrazarla, esperando que en cualquier momento quisiera cambiar de opinión y ser feliz.

Bárbara estaba en cualquier parte, menos en aquel avión, su mirada se extraviaba tras la ventanilla a su lado y su alma seguía en su hogar, recorriendo los rincones que había dejado atrás, recorriendo sus últimas horas en aquel lugar y todo calzaba tan bien, sus acciones finales debieron decírselo, ahora todo calzaba perfectamente, ‘Nunca pensaste en venir conmigo, ni siquiera tuviste el valor de decírmelo a la cara’, Pensó. Y el pensamiento no se marchó, no por un segundo. No por un instante.

- Señorita, por favor su cinturón – Dijo la misma azafata que la había atendido durante el largo vuelo. Bárbara había ignorado el aviso de que estaban por aterrizar, de algún modo el tiempo se le hizo corto, incluso cuando ni siquiera había dormido.

La escala en Atlanta había durado un largo de doce horas, no había mucho para hacer, ni siquiera sintió hambre y ante de darse cuenta se estaba embarcando nuevamente en un vuelo de ocho horas con su destino final, ‘¿Qué voy a hacer cuando llegue?’, se preguntó primero en su cabeza, ‘¿Por qué viaje en primer lugar?’, fue lo segundo que se preguntó. ‘¿Y quedarme a qué? ¿A rogarle?’, fue lo tercero y lo cuarto ‘Está es la última vez que pienso en ti’, murmuro a sus adentros, aunque fuese mentira, aunque nunca hubiese una última vez, ella lo quiso creer y con aquella certeza se fue a construir un futuro.

En cuanto puso un pie sobre la tierra supo que todo había cambiado y aunque su rostro no lo reflejaba, sonrió. Llena de miedos salió del aeropuerto y agradeció haber tomado aquel curso de inglés antes de entrar a la universidad, aunque se lamentó no haber tomado el francés, pero si alguien le hubiese dicho como iba a resultar su vida antes, muchas cosas hubiesen sido diferentes y una vez más, en contra de su voluntad, pensó en ella y en que estaba pensando cuando tomó la decisión de partirle el corazón, pero “partir” no era el verbo correcto, Julieta había triturado su corazón y lo había mandado al viejo continente en un bolsa de plástico negra, de las mismas que se envuelven los cadáveres y ese último pensamiento la hizo sonreír antes de subirse al auto que la llevaría a su nuevo hogar al menos por ese año, una sonrisa que prefería mil veces antes que llorar.

- Debe haber llegado – dijo Julieta envuelta en culpa

- Julieta aun puedes ir – dijo Andrea

- Ya perdí el vuelo – respondió ella

- Yo te compro el pasaje – dijo Andrea y tanto Julieta como Francisca la miraron sorprendidas

- Andrea…

- Andrea nada – dijo ella interrumpiéndola de inmediato – ¿de verdad crees que vas a soportar un año sin ella, que nosotras te vamos a tener que soportar a ti llorando por los rincones?

- Andrea para – dijo Francisca interrumpiéndola

- No Fran, ni siquiera sabemos si lo que dice su papá es verdad y tu mamá por otro lado no es una inocente paloma, si todo el mundo sabía que estuvo con él por el “status social” no era secreto que tu papá tenía otras mujeres, como no era secreto que le pegaba

- ¡Andrea! – gritó Francisca parándola en seco

- Lo siento – dijo ella cuando comprendió lo que acababa de decir, pero la rabia que sentía no era por los padres de Julieta, era por ella misma, por no ser capaz de ser feliz, había encontrado el amor y era correspondida – Jul perdóname, pero yo creo que la verdad acá es que te da miedo dejarlo todo por ella y lo de tu padre es solo una excusa y la peor – pero cuando Julieta estaba por responder sonó su celular y no demoro en tomarlo para contestar al ver el “mamá” en su pantalla

- Tanto te duele – dijo Francisca a Andrea cuando estuvieron solas

- ¿Qué cosa?

- Verla sufrir. Tanto la quieres – dijo confirmando en sus ojos lo que hacía tanto tiempo sospechaba

- No sé de qué hablas

- Yo sí.

- Me da rabia, no quiero que sufra Fran

- Ya lo sé, yo tampoco, pero el poder que tiene su mamá sobre ella pesa más que lo que nosotras queremos – no terminaba de hablar cuando Julieta salió de su cuarto con el celular al final de su mano y con más lágrimas de con las que había entrado

- Se murió. – dijo sin hacer un escándalo de ello, ni sentir que perdía su vida en ello y de pronto todo lo que habían discutido previamente quedo anulado en un abrazo, después de todo por la mayor parte de su vida lo había idolatrado.

~ O ~

ENERO


Un mes en la capital de la moda tenía a todos los pasantes de Milter Rouge de cabeza en pleno sábado, todos menos a Bárbara, que tuvo que soportar solo una semana sus gritos, bastaron siete días incluidos sábado y domingo para que el hombre se enamorara por completo de su personalidad amarga y su capacidad para crear un vestido de alta costura con simples servilletas de papel, después de aquello se convirtió en su sombra de lunes a viernes y en el odio personificado para los tres extranjeros que competían con ella.

El mes no había pasado volando, después de todo le quedaba solo uno para ponerse al día con la tecnología, tenía celular y notebook, todo cortesía de Monsieur Rouge y es que faltaban treinta días para que las clases comenzaran en su natal país y tendría que hacer todo en línea, mientras lo combinaba con su pasantía, nada difícil para alguien que no solo estaba dominando las telas, sino también la tecnología, el idioma y la cultura, todo menos su peligrosa mente, que apenas se descuidaba le hacía recordarla, como en este preciso momento en lo alto de la plaza de Saint Pierre, cuando el sol comienza a ponerse naranjo a lo lejos y el recuerdo de su cuerpo desnudo envuelto en el tono que intrusamente se metió por su ventana en una tarde de amor azotó su cabeza una vez más.

Como superas el amor cuando toda la ciudad que te rodea es la definición del romanticismo, pero nuevamente grito en su cabeza ‘¿Qué amor?’ no es amor cuando es solo de un extremo, y esa era su mayor certeza, la mujer con la que había estado por tanto tiempo nunca la había amado, ni siquiera cuando le había hecho creer que podían superarlo todo, incluso su pasado, claramente no podían superarlo todo, mucho menos la distancia.

- Cuando estas en este ambiente te vuelves frío – dijo el hombre en su natal lenguaje mientras Bárbara lo miraba con admiración mientras ponía los alfileres en la tela sobre el pálido maniquí – Tienes suerte de ser como eres

- ¿Y cómo soy? – preguntó Bárbara

- Como un cubo de hielo, ojala nunca llegue el calor capaz de derretirte, sigue así y nadie se interpondrá en tu camino y créeme llegaras lejos

- Como puedes estar tan seguro de ello

- Porque por algún motivo me veo en tus ojos – dijo él. Bárbara pudo reconocer la pena en su mirada – Y siempre han dicho que alumno supera al maestro. Nunca dejes que nadie te controle ‘petit’, ni siquiera yo.

Bárbara no supo cómo su maestro se había convertido en la única persona con la que hablaba en ese lugar, o la facilidad con la que se comunicaban cuando nadie estaba a su alrededor y aun cuando no hablaba de ella ni de su vida, el simple hecho de hablar la sanaba superficialmente, mucho más era necesario para sanar su alma.

FEBRERO


- ¡Julieta despierta! – grito Francisca desde su habitación

- ¡Ya desperté! – respondió de vuelta ella

- Amiga llevas una semana sin levantarte de esta cama, pensé que ya habíamos superado esta fase

- Fran… me dejas tranquila por favor

- No. Andrea viene por nosotras en un momento, vamos a ir a la playa

- Estoy casi segura que dije no a la playa – dijo sin moverse de su cama

- Estoy casi segura que dije que no me importaba lo que dijeras

- No sé si fue una buena idea que te vinieras a vivir conmigo

- Esta fase igual la pasamos Jul, ya me echaste de cien veces y sigo aquí

- Otro mes Fran. Otro mes – dijo sentándose en su cama

- Esto igual lo hablamos antes – suspiro Francisca sentándose a su lado para abrazarla – pudiste ir por ella el mes pasado

- Sabes que no podía y ya es tarde, ya lo sé, además probablemente me odia con toda su alma. Yo me odio

- Nunca es tarde Jul – dijo Francisca y cuando vio en sus ojos que se estaba convenciendo, su celular sonó y como siempre el “mamá” en su pantalla le devolvía la frustración a sus ojos.

Siempre había algo que la detenía a buscar su “necesidad”, si no era la angustia en la cara de su madre, eran las demandas de aquel que algún día llamo papá y dentro de todo eso, estaba su culpa o culpas, porque eran más de una, culpa por no haberle dicho el porqué de su “no” partida, culpa por no haberse despedido del hombre que le dio la vida, porque jamás podría decirle en su cara que lo perdonaba, era el quien tenía podrido el corazón y de un modo le había contagiado eso a ella, esa era su culpa más grande, no poder ser mejor que él, no poder perdonarlo solo para demostrar su grandeza, pero ahora era tarde, ya estaba muerto y sin que Julieta lo supiera, él había cumplido su palabra de alejar a Bárbara de su propia hija, Julieta estaba mucho más lejos de aquellos ojos oscuros de lo que la física representa, no eran cuerpos en un espacio en particular, eran almas en mundos completamente distinto y día a día Julieta se sentía un poco más distante, aquello era suficiente para no ir a su encuentro.

- ¿Qué paso ahora? – pregunto Francisca cuando colgó su celular

- Otra demanda, pero está te va a encantar

- No entiendo por que demandan a tu mamá por los negocios de tu papá

- Porque ella era parte de sus negocios truchos, pero esta no es para ella

- ¿Para ti?

- Al parecer tengo una hermana que reclama la mitad de la herencia

- ¡Me estas hueviando!

- No. Así como vamos no habrá herencia para repartir – dijo en un tono de ironía a punto de reventar. Se sentó al lado de su mejor amiga y tomo su cabeza sin ganas de seguir avanzando – ¿Cuándo va a terminar esta pesadilla? – preguntó, pero quien la rodeaba con sus brazos no supo que responder y entre su amargura recordó lo que estaba soñando, su sueño preferido que poco a poco se volvía una pesadilla, cuando no podía oír su voz y no había blanco en sus ojos sino un negro absoluto,  un negro tan denso que deseaba poder cerrar sus ojos y no mirar, pero no eran sus ojos los que veían sino su mente y sus recuerdos, los que el tiempo difuminaba mientras avanzaba y sin darse cuenta otro mes había pasado y ella seguía sin su “necesidad”, necesitándola a diario un poco más.


MARZO          


- ¡Estás no son las telas que Monsieur Rouge solicito! – gritó a la mujer al otro lado de su celular en casi un perfecto idioma francés

- Lo siento señorita, podemos enviar las correctas esta tarde

- No me sirve esta tarde, las necesito en dos horas

- En dos horas estarán ahí señorita Jerez – respondió la mujer en su idioma, aterrorizada con la posibilidad de dejar de ser el principal proveedor de telas para la gran marca.

Bárbara cortó aquella llamada sin siquiera despedirse, el último mes la tenía con los nervios de punta entre las necesidades de su maestro y las necesidades de su carrera personal, el año universitario acababa de comenzar y ya estaba considerando dejarlo, si tan solo la universidad no fuese un requisito para mantenerse al lado de Milter. Entre sus pares había un miedo de igual nivel hacia ella y el gran diseñador, Bárbara se había convertido en la copia perfecta del hombre, la única diferencia entre ellos eran sus diseños y a pesar que nada de lo que Bárbara diseñaba era llevado a cabo, Milter la envidiaba de buena forma, tanto que hubiese deseado el mismo hacer aquellos diseños, pero aquello no era algo malo, sino todo lo contrario, sino jamás se hubiese interesado en enseñarle todo lo que sabía.

Los días transcurrían tan agitados para Bárbara que casi no pensaba y aquello lo agradecía, porque cada oportunidad de vacío en sus pensamientos era sobrecargado con ella, y quería odiarla, aborrecerla, borrarla de su memoria y continuar con su vida, si tan solo no la amara con la fuerza que lo hacía, aquello hubiese sido una buena opción. Lo único que odiaba Bárbara eran las noches, el vacío de su cuarto era tan grande que el fantasma de su sombra se paseaba llenando cada rincón, el que nunca había pisado, sin embargo ella la veía y lo único que la dejaba en paz eran las pastillas que tomaba para dormir, para no soñar, para despertar al día siguiente sintiéndose un poco más vacía que el día anterior.

Los días transcurrían y de algún modo Bárbara extrañaba la mujer que llego a ser, aquella capaz de amar, de sentir, de reír y llorar a la vez si era necesario, pero ninguna de esas cosas salían, parecía que se hubiesen muerto en su interior, no habían risas cuando todo el mundo reía ni llantos cuando nadie la veía, ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que de sus ojos había salido la pena que traía en su alma, por más que le doliera el alma.

- ¿Quién es ella? -  preguntó uno de sus pares, Joan, un italiano de su misma edad, igual de bueno que ella, pero sin carácter según Monsieur Rouge

- ¿Disculpa? – Bárbara levanto su ceja al oír que le hablaban, cuando nunca lo hacía

- Hace tiempo que te observo, siempre dibujas a la misma persona para hacer tus diseños, y te das el trabajo de pintar sus ojos, entonces ¿Quién es ella?

- Por qué tendría que responderte

- Porque creo que no eres tan fría como pretendes y siento que te hace falta un  amigo – aquello fue lo único que se permitió oír Bárbara, tomo sus cosas y se alejó lo más posible de él.

Joan tenía razón, siempre la dibujaba a ella, tenía su imagen tan grabada que le era imposible no trazarla, no con sus diseños, mucho menos cuando sin querer se descubría dibujando sus facciones en un papel, su nariz casi perfecta, sus ojos enormes y sus labios tan besables que odiaba la idea de estar tan lejos, aquel minuto del día en que hubiese sido capaz de dejar todo y buscarla solo para amarla una vez más, un breve minuto en el que su mente viajaba y todo era posible, pero era solo un minuto.

Una sola mañana de marzo Bárbara no fue capaz de levantarse, no pudo, ni siquiera aviso que no saldría de su habitación, una mañana que no solo le traía recuerdos, sino también sentimientos, con cada imagen, cada imagen que se apareció en su cabeza, la mañana entera era una tortura y el resto del día también lo iba a hacer, estaba segura de eso – Feliz cumpleaños amor mío – dijo envuelta en las tapas de su cama y las lágrimas que estas absorbían. 

En alguna parte del nuevo mundo alguien más repetía las mismas palabras.
  

ABRIL


Aquel día hubiese sido uno común en las “Desventuras de Julieta Pía”, levantarse, bañarse sin gana alguna, tomar su cabello en un desastroso tomate, vestir quizás con la misma ropa por tercera vez aquella semana y partir a la universidad para luego ir a casa de su madre y discutir la demanda que traía a cuestas. Sí, un día normal en su vida, de no haber sido por aquel mal sentimiento que tuvo al entrar a la sala de clases, cuando se sentó como siempre al final de la sala, sus compañeros la miraron como el bicho raro que habían visto desde que comenzaron las clases, solo que esta vez pudo ver lastima en sus ojos.  No fue hasta que su profesora comenzó a hablar que lo entendió todo.

- Como bien todos saben Bárbara Jerez está realizando su pasantía en Herstars Enterprise junto a Milter Rouge – aquellas palabras bastaron para que su día fuese de mal a malísimo – el éxito de su estadía en aquel lugar la llevara el próximo mes a trabajar en una colección junto al mismísimo diseñador, algo a lo que todos en este salón deberían aspirar, es por eso que en veinte minutos tendremos una vídeo conferencia con la señorita Jerez y el señor Rouge, las preguntas que hagan durante el tiempo que dure les ayudara a realizar el próximo trabajo de final de semestre, por lo tanto les sugiero que pregunten bien y anoten todo.

Julieta escucho atenta, pero solo hasta que dijeron “video conferencia” y “Señorita Jerez”, el resto se coló por algún lugar de sus oídos, no tuvo un solo pensamiento en su cabeza, por primera vez en su vida su mente se silenció y se mantuvo en un estado de shock que nadie noto, hasta que entiendo lo que iba a pasar y quiso correr, quiso arrancar para no verla, para no ser vista, luego miro el escritorio de la profesora y aunque ellos verían en el gran telón la vídeo llamada, lo más probable es que del otro lado de la pantalla solo vieran pequeños muñequitos gracias a la cámara y se quiso quedar, quiso verla aunque fuese a través de una pantalla, la sola idea le hizo derramar una o dos lágrimas que más de una persona a su alrededor noto y las ganas de escapar de ahí volvieron una vez más, pero ya era muy tarde, una difusa imagen aparecía en el telón frente a la sala de clases y en menos de un minuto la pudo ver a gran escala y en perfecta definición, un tímido dolor de pecho se apodero de ella, el que no tardó en hacerse soberano de todo su cuerpo.

- Hola profesora – dijo Bárbara para que se oyera en los parlantes, colapsando los oídos de Julieta – Milter ella es mi profesora y mis compañeros de clase – dijo en perfecto francés asombrando a sus pares, en especial a una – profesora, compañeros,  él es Monsieur Rouge – completo con total nerviosismo, pero solo quien estaba a su lado pudo notarlo

La profesora y sus compañeros hacían variadas preguntas sobre lo que había aprendido en el lugar y la experiencia que estaba teniendo, Julieta solo se concentraba en oír su voz cuando respondía, oculta entre sus compañeros tanto como podía, intentando reconocer algo en su mirada, pero le era imposible aquellos no eran los ojos que tanto amaba y su pesadilla recurrente se hacía realidad. Por primera vez vio maquillaje en su rostro, sus ojos delineados de una manera casi profesional, sus labios de un rojo tan fuerte que le parecía imposible que fuese ella, sin embargo se veía hermosa para todo el mundo, menos para ella, Julieta quería ver a la otra Bárbara a su Bárbara, la que solo se ponía crema en la cara para que no se le resecara, la que odiaba los cosméticos y la que podía iluminar su rostro solo al mirarla con aquellos enormes y hermosos ojos negros, mas esa Bárbara se había perdido en medio del océano.

Bárbara respondía y traducía las respuestas de Monsieur Rouge, nada demasiado complicado, nada muy referente a lo personal, todo era estrictamente profesional y mientras miraba a sus compañeros frente a la gran pantalla pudo ver su cabello entre dos de sus compañeros y sintió un escalofrío más fuerte que el que había tenido desde que supo de la actual vídeo llamada, esperaba que se girara, poder ver sus rostro en carne y huesos, más cuando Julieta no se giro supo que su cobardía era mucho más grande de lo que pensaba y ya no quiso verla, sino que desapareciera incluso su cabello de su vista.

- Bárbara, por ultimo me gustaría saber de forma personal cuales son los pasos a seguir luego de que esto finalice – dijo su profesora, llamando por completo la atención de Julieta

- Bueno profesora eso es algo de lo que no puedo hablar aun, lo único que puedo decir es que mi futuro está aquí, no hay nada para mí en Chile, así que pronto tendrán noticias mías. – La angustia que sintió Julieta en aquel momento invadió tanto su cuerpo que no controlo el ponerse de pie, de golpe y sin pensarlo, llamando la atención de todos dentro de aquel salón y de una en particular en aquella pantalla, la que se apagó antes que pudiesen decir palabra alguna.

El cuerpo de Julieta salió tan rápido de aquel salón que no alcanzo a oír las murmuraciones de quienes la rodeaban, ni tampoco las palabras de su profesora que no entendía el porqué de su repentina partida. La necesidad de hacer un hoyo en la tierra y enterrarse en el apareció tan pronto como comprendió que ella era la única culpable, nadie más que ella y una vez más se odio por eso, ya no era posible odiar algo con más fuerza en su vida.

- ¿Qué esperabas? – pregunto Andrea sin ánimos de darle más contención

- No sé, nada supongo, qué podría esperar – contesto ella ya cansada de llorar

- Jul, porque no vas, nunca va a ser demasiado tarde

- ¿Cuándo voy? Estás las clases, tengo el juicio en próximo mes, no puedo

- ¿No puedes o no quieres? – pregunto su amiga sirviendo dos copas de vino

- Ella debe pensar que no la amo

- Envíale una carta – dijo Andrea buscando una solución

- Ni siquiera se su dirección, correo electrónico dudo que tenga, mucho menos teléfono

- Julieta para de dar excusas y haz algo para variar, lo único que he oído durante estos meses son “peros” y más “peros” basta, abúrrete un rato por favor – dijo Andrea regañandola. Julieta asumió la verdad de sus palabras y acabó con el rojizo líquido que había en su vaso de un solo trago.

MAYO


“En que momento te deje entrar en mi vida
Si a cada paso que diste borraste parte de ella
En qué momento te deje arrasar con mi alma
Si me la quitaste y no fuiste capaz de regresarla.
Debí saberlo cuando vi tus ojos por primera vez
Y me sumí en lo verde de ellos, ahora cada árbol que veo
Me trae tus ojos de regreso, si tan solo pudiese talarlos
Acabar con cada uno de ellos, pero tus ojos son mi oxigeno
Y por más que quiera desaparecerlos, les necesito para respirar.
Si tan solo fuese capaz de desterrar tu recuerdo de mi cabeza
De hacer real aquella conversación que un día tuvimos
Mi eterno resplandor de una mente sin recuerdos,
Mi Julieta libre de razones, la dueña de mi historia.”

Escribir en aquel pequeño cuaderno se había vuelto su terapia, las primeras páginas estaban escritas con tanta rabia que se podía sentir calor de solo leerlas y de pronto todo lo que tenía dentro salió, todo su amor fluyo a medida que la misma pluma con la que dibujaba iba plasmando los sentimientos de su alma, es las esquinas de las hojas blancas dibujaba sus ojos, sus labios en otras, de pronto el cuaderno se había vuelto su mejor amigo, y no había noche que no dejaras sus sentimientos en ella.

- Bárbara creo que hay problemas con uno de tus vestidos – dijo Joan en cuanto la vio venir

- ¿Qué problemas?

- No coinciden las medidas que diste – dijo el esperando su rabia venir

- Imposible, algo no están haciendo bien

- Yo mismo las supervise mientras estaban cociendo las piezas

- Encárgate de los trajes Milter mientras voy al taller por favor

- Hecho

Joan en un mes se había ganado el respeto de Bárbara y si ella tenía su respeto, también lo hacia Milter, tanto que eran los únicos dos que continuaban en el programa, siendo los otros rechazados antes de que terminara el primer semestre, aquello era peor que “Project Runway” y todos lo sabían.

- Tenías razón – dijo Bárbara volviendo del taller aquella tarde – Falta un mes, tres vestidos, cinco trajes y ahora esto

- A veces para que algo funcione tienes que hacerlo tú mismo – dijo Joan

- ¿Me ayudarías?

- Por supuesto – contesto el con alegría, su admiración por Bárbara se escapaba del área profesional, el solo hecho de trabajar a su lado le hacía infinitamente feliz.

Faltaba menos de una semana para el desfile de mitad de semestre, un desfile que por primera vez uniría a un Diseñador de renombre con una aspirante a serlo y ese iba a ser su examen de grado, las críticas de la noche podían llevarla al cielo o simplemente enterrar su nombre para nunca más volver a ser oído, no importaba que a su lado estuviese el mejor diseñador de los últimos tiempos, el brillaba por si solo y ella tenía que hacerlo de igual manera

- ¿Nerviosa? – preguntó Joan mientras terminaban la última pieza de ropa

- No sé si nerviosa, ansiosa creo, quiero que todo esto termine pronto – respondió ella

- Vas a brillar, estoy seguro de eso

- Gracias – respondió Bárbara y aquella era la primera vez que Joan oía cordialidad de su boca, la primera vez que sentía que la mujer con la que había trabajado no era tan mala como todos decían, nadie puede ser tan mala.

- Señorita Bárbara – dijo la secretaria entrando al taller

- Dime Zoe

- Tenemos una carta a su nombre – dijo ella entregándole un enorme sobre

- ¿Aún manda cartas la gente? – pregunto Joan

- Al parecer – contesto ella mirando su nombre escrito en el papel, tantas veces había visto esa letra dibujada en una hoja de cuaderno, tantas veces había amado la tipografía de aquella mano, sin embargo no fue capaz de dar vuelta el sobre y leer el remitente, más bien no quiso.

- ¿No la vas a abrir? – Dijo Joan – ¿Es de tus padres? – preguntó con curiosidad. Bárbara rió, porqué debía el saber que no tenía padres.

- No, no tengo tiempo para lidiar con esto ahora – contesto ella guardando en un bolso de cuero el sobre

- Tienes razón, a demás Monsieur Rouge vendrá en unas horas a supervisar todo, mañana es la última prueba de vestuario antes del desfile, dijo que necesitaba días de sueño antes del gran espectáculo, sus palabras no las mis

- Si me dijo. Algo con sus ojeras creo – contesto Bárbara, ambos sonrieron

Después de un largo día llego a su habitación y pudo sentir como el sobre gritaba su nombre, tenía tanta curiosidad de abrirlo como de hacer un avión de papel con él y lanzarlo del último piso de su edificio. Cuando el sobre estuvo en sus manos, en la soledad de sus cuatro paredes lo giro, “Julieta Pía Zúñiga Parra” y bajo el nombre su dirección, la misma de antes, al menos eso no había cambiado, lo que si cambio fueron sus ganas de abrirlo, tomo el sobre con fuerza entre sus manos y lo oculto en las profundidades de su closet, no quería saber lo que decía, al menos no todavía.

Una vez más su cuaderno salía de su bolso, buscando la firmeza de su puño y la suavidad de su pluma, una noche más Bárbara escribió todo lo que sentía y nada de lo que sentía era sobre el desfile ni sus ansiedades, todos sus sentimientos eran sobre una joven mujer, capaz de mostrarle el paraíso y el infierno de un momento a otro.

JUNIO


El primer día del mes había llegado y Julieta lo había esperado con ansiedad, incluso cuando no sabía cómo sentirse, el evento sería transmitido por un canal extranjero y ella estaba desde temprano pegada a su pantalla esperando noticias de la Chilena que hacia noticia en el mundo de la moda y antes de que pensara en levantarse al baño, la previa del desfile era puesto en pantalla y sus mejores amigas estaban con ella para acompañarla.

- No entiendo ni puta palabra del francés – dijo Francisca

- Yo te traduzco – respondió Andrea

- ¡Shh! – las retó Julieta mientras ambas hablaban

Las imágenes de los últimos desfiles de Milter Rouge pasaban en pantalla mientras Julieta esperaba ver algo de ella, no importaba lo mínimo que fuera

- Sabes que si le va bien en esto no va a volver nunca ¿cierto?

- No por eso voy a querer que fracase Andrea

- Solo decía

Mientras las imágenes del diseñador seguían en pantalla con la gruesa voz de mujer francesa de fondo, Francisca relleno sus copas de vino esperando que el motivo de las lágrimas de su amiga saliera en la pantalla y antes que terminara de rellenarlas, Bárbara era enfocada mientras entraba para ser entrevistada previo al desfile

- Bárbara, primero que todas muchas gracias por acceder a unos minutos con nosotros antes de tu gran estreno, imagino que debes estar nerviosa – dijo una perfecta francesa con un perfecto francés

- Si la verdad es que algo de nervio hay, pero si les soy sincera quiero que esto acabe pronto y seguir mi camino – respondió Bárbara en el mismo idioma. Julieta sintió como algo picaba en la palma de sus manos y en medio de su pecho, la boca de su estómago de pronto se contrajo y ella supo que le dolía

- Podemos ver que no has llegado sola esta noche – pregunto la mujer y Julieta que entendía perfecto el idioma sintió que se iba a desplomar en ese instante

- No Joan Silles ha sido mi fiel compañero durante los últimos dos meses y no podía dejarlo fuera de esto – respondió ella mientras imágenes de ella y Joan eran mostradas a media pantalla

- Por ultimo Bárbara, no queremos quitarte más tiempo, ¿Hay alguien a quien quisieras dedicarle esta noche? – pregunto la mujer y Julieta no podía sentirse peor. Bárbara miró fijo la pantalla intentando ver algo que no iba a ver. Julieta sintió que la podía ver a través de la pantalla

- Creo que si tuviese a mi madre con vida, me gustaría poder dedicárselo a ella

- Bueno Bárbara, muchas gracias por tu tiempo y éxito esta noche. – Bárbara se despidió con una sonrisa y desapareció de la pantalla mientras Joan le entregaba su brazo para entrar a donde la acción comenzaba. Mientras Julieta se desplomaba en las rodillas de Francisca no sin antes acabar su vaso de vino.

- Jul… - Dijo Francisca pasando sus dedos en su cabello

- No – dijo ella sin esperar a que terminara de hablar – ella siempre fue demasiado para mí – dijo girando su cabeza para volver a mirar la pantalla – La grandeza con la que hablo, estoy jodida

- Estas con mal de amor amiga, no estas jodida y podrías solucionarlo en un par de días, mi oferta sigue en pie Jul – dijo Andrea esperando ver una sonrisa en su rostro

- Ni siquiera sé si leyó mi carta

- Tal vez no le llego – dijo Francisca

- Hace una semana le llego, tenía seguimiento en línea

- Tal vez tu respuesta viene viajando

- No lo sé ¿y si ni siquiera le importa?

- No te quiero volver a retar Julieta, no ahora, así que para por favor

Y antes  de poder responder a sus palabras el canal volvía del corte comercial y repasaban una vez más la corta entrevista con Bárbara. Julieta no podía dejar de admirar la forma en que su cabello había sido perfectamente peinado, ni la sombra brillante que hacía a sus negros ojos destacar, ni tampoco como no dejaba de ser ella por mucho maquillaje que llevara, traía unos pantalones de cuero pegados al cuerpo y una chaqueta sobre ella que le hacía recordar la primera o segunda vez que la vio y todo ello junto hacia a su alma perderse un poco más.

- Va a empezar el desfile – dijo Andrea

- ¡Shh! – dijo Julieta mientras veía pasar las prendas de Milter, doce mujeres y seis hombres desfilaron piezas que estaban lejos del alcance del ser humano común y después de pasar la última modelo el silencio se apodero de la pasarela y el mismo Milter Rouge presento las piezas de la neo diseñadora – ¡Wow! – fue lo primero que Julieta dijo al ver pasar a la primera modelo.

Los tonos, los contrastes, la alegría y la sobriedad todo en una sola pieza, aquello iba a ser la principal característica de Bárbara Jerez, “la nueva diseñadora de alta costura” como la prensa misma no había demorado en decir, ni siquiera cuando aún no pasaba un tercio de sus piezas en la pasarela. Julieta tuvo un solo sentimiento en ella en aquel momento y no era ni pena, ni rabia, ni dolor, era orgullo, felicidad, alegría, de ver que la mujer que amaba se había convertido en alguien grande, en alguien que cualquiera podía admirar y ese era solo el comienzo. Aun cuando mientras sonreía las lágrimas descendían de sus ojos, aun sabía que toda su vida iba a cambiar, Julieta hubiese dado todo lo que no tenía por estar a su lado y darle un abrazo, pero ya era demasiado tarde.

El desfile terminó y los diseñadores pasaron adelante entre aplausos y ovaciones de los asistentes, Bárbara se había cambiado y parecía una verdadera modelo al lado de las reales; el despido fue largo y diez minutos más tarde Milter Rouge y Bárbara Jerez eran entrevistados luego de una noche exitosa.

- Monsieur Rouge esto no es nuevo para usted pero díganos como se siente esta noche – pregunto la misma mujer de antes

- La verdad es que creo que he quedado de lado esta noche, orgullo es lo que siento al ver como la tímida joven que llego un día a mi taller hoy se convirtió en una verdadera diseñadora, toda la vida podre decir que la conocí antes de que fuera una grande

- Me imagino Monsieur Rouge, y qué nos puede decir de las recientes criticas

- La verdad aun no leo nada

- “Monsieur Milter Rouge y su aprendiz Latinoamericana Bárbara Jerez brillan cada uno por si solo en la pasarela más importante de parís” y eso es solo lo que Vogue está diciendo en su portal, podría leerlas toda la noche

- Bueno creo que Vogue nunca se ha equivocado, al menos no conmigo, pero me encantaría que no la trataran de aprendiz, yo solo le enseñe a levantarse en este mundo, la magia ya estaba aquí – dijo abrazando a Bárbara que solo podía sonreír a su lado. No había sonreído en meses de esa forma, probablemente Milter nunca había visto su sonrisa.

- Bueno y la mujer del momento, Bárbara, como te sientes en este momento

- ¡Uff! – Dijo Bárbara causando la risa de ambos – Creo que estoy viviendo el momento más importante de mi vida y me siento feliz de estar rodeada de tan grandes personas

- De hoy en adelante otra vida para ti, que piensas hacer ahora

- Pretendo seguir haciendo lo mismo, continuar al lado Milter hasta que se canse de mí y terminar la carrera, esto es solo el primer pasó en mi vida para volverme quien siempre soñé y tengo que agradecer a este hombre por esto

La mujer termino su despacho despidiéndose de ambos y las imágenes del desfile volvieron a pasar en la pantalla. Julieta limpió las lágrimas que habían en su rostro y sin decir nada se puso de pie, tomo una botella de vino y se encerró en su cuarto, aquella noche su puerta no se abrió, ni el día siguiente, ni el que vino después de ese.

JULIO


“Si tuviese le valor de ir a tu encuentro, si tuviese las ganas de retroceder sobre mis pasos, si tan solo lo quisiera, pero el miedo de que me digas que no, el miedo de que tus palabras no sean las que quiero oír, todo me tiene mirando el mismo sobre sellado que un día recibí. Ojala algún día me puedas decir perdón a la cara y yo pueda perdonarte de corazón. Quizás tú también puedas perdonarme”

Todo en su vida se estaba convirtiendo en lo que siempre soñó, solo que lo que siempre soñó algún día dejo de ser lo más importante, los sueños varían y los de ella estaban todos acompañados de un par de ojos verdes.

- ¿Vas a venir a la cama? – preguntó Joan sentándose sobre el colchón

- Ahora – respondió ella con una sonrisa

Joan no era lo que soñaba, ni tenia sentimientos hacia él, pero era el único que podía traspasar su barrera y después de las diez copas de alcohol de la noche del desfile, terminaron en una cama dejando todo en ella , así habían estado durante un mes, sin hablar de ello, sin siquiera discutir qué era lo que había entre ambos, Joan solo la seguía sin decir nada y si Bárbara estaba de humor lo dejaba entrar a su cama, como aquella noche en que la rabia se había apoderado de ella una vez más, volviéndola egoísta una vez más, aceptando que tenía necesidades y que su vida había cambiado para siempre.

- Aun no lees esa carta – dijo Joan después de tener sexo

- Ni la voy a leer – dijo Bárbara sirviendo vino en una copa

- Yo también quiero

- ¿Vino?

- Si – respondió el levantándose mientras se ponía unos bóxer negros

La noche parisina en pleno Julio era calurosa, Bárbara llevo su copa de vino hasta el balcón y contemplo las estrellas en aquel lugar del mundo y como la luna se veía un poco más grande que en su natal país o quizás aquello era solo un juego de su vista. Joan se acercó a su lado y deseo que la mujer que acababa de tener en una cama estuviese un poco interesada en el cómo lo estaba en la luna, pero sabía que eso era imposible, se había vuelto un juguete para ella y eso no le desagradaba.

El calor de los días y las noches hacia que su cuerpo transpirara más de lo normal, llevaba días sin estar con Joan, se había empezado a aburrir de la rutina sexual que habían tomado y la soledad le agradaba más que la compañía, la ventana del cuarto estaba abierta y de pronto la curiosidad se apodero de ella, tomo la computadora y abrió el buscador, “Julieta Zúñiga Parra” escribió en la barra de búsqueda y mientras recordaba su rostro dudo en presionar la lupa a la derecha de su pantalla, pero la duda no duro mucho tiempo, cerca de un millón de resultados aparecían en su pantalla y nunca pensó que podía decir tanto sobre ella, pero tampoco esperaba encontrarse con nada de lo que estaba a punto de leer, la muerte del padre, las demandas a la madre, y el juicio que había terminado la semana anterior en primera página de un diario popular, Julieta tenía una hermana y un juez le había otorgado la mitad de todo lo que le pertenecía a Julieta gracias a su padre, no era mucho, pero era. Bárbara se preguntó en que planeta había vivido ella mientras todo eso había acontecido, y no fue hasta ese momento que tuvo la curiosidad de tipear el nombre del hombre que más había odiado en su vida su sorpresa fue grande al enterarse que había muerto días después de su partida, aquello podría haberlo explicado todo, pero Bárbara ya no quería explicaciones.

Dudo la noche entera en abrir el sobre que estaba sobre su velador, esa noche, la que vino después y la que la siguió a esa, después de una semana se decidió a rasgar el papel, saco tres hojas de su interior y no fue capaz de leer su contenido, ahora el sobre estaba en el suelo y las hojas dentro de su velador, el miedo a que las palabras que Julieta le había enviado la hicieran tomar el primer avión de vuelta a Chile se apoderaba a ella,  había llegado muy lejos para dejarlo todo por amor, Julieta ya no se merecía eso.

AGOSTO


La tarde estaba algo vacía, afuera llovía como una tarde normal de agosto, incluso se podían ver los rayos de sol entre las pesadas nubes, Julieta tenía el día libre y la necesidad de estar sola era algo recurrente en su vida, como la necesidad de investigar en internet sobre la vida de Bárbara, necesidad que llevaba a cabo siempre que aparecía, se había vuelto un ritual o casi una obsesión, a veces salían cosas nuevas, otras solo imágenes en alguna revista de moda online, pero aquella tarde encontró algo que no había visto antes, el perfil en una red social de Joan Silles y se sintió enormemente sorprendida al ver en cada foto de él, a Bárbara a su lado, tanto que era inútil no llamar a sus sentimientos celos, ‘Al menos no es una mujer’, pensó, y su pensamiento la tranquilizo.

En el departamento de al lado había una gata y un gato, el mes era propicio para que demostraran su amor, aquella noche Julieta no durmió, no sabía si era el extremadamente fuerte maullido de los gatos en plena acción sexual o la imagen recurrente de Joan Silles en su cabeza y en eso estaba cuando escucho a Francisca gritar - ¡Cállense gatos maricones, quiero dormir! – y el grito la hizo reír a carcajadas, tan fuerte que Francisca no tardó en llegar a su cuarto con una sonrisa de oreja a oreja

- Pensé que ya no te iba a  oír reír de esa forma – dijo de pie en su puerta

- Yo también lo hice – respondió ella y en un acto de solidaridad abrió las tapas de su cama para que su amiga se acostara a su lado

- Ya que no vamos a dormir

Hacía tanto tiempo de la última vez que Francisca dormía con Julieta que la última no pudo dejar de sentirse nostálgica y protegida a la vez.

- Me vas a contar que hablaron – dijo Francisca acomodándose en la cama

- ¿Con quién?

- Con… ¿tu hermana? – pregunto ella dudosa de llamarla como correspondía

- Ah… no tenía ganas de hablar de eso, pero supongo que eso no importa

- No

- Que según era la mamá la que quería la plata, que a ella eso no le importa, que lo que realmente quiere es tener una relación conmigo, siempre quiso tener una hermana según ella

- ¿Y qué piensas tú sobre eso, qué le dijiste?

- Que se jodiera, eso pensé, pero le dije que lo iba a pensar un poco más, después de todo ella no tiene la culpa

- Tú tampoco, aunque igual es menor que tú, quizás dice la verdad

- Después de conocer a la cosa esa que llama madre no lo dudo

Por casi cinco minutos hubo un silencio entre ambas y también afuera, amabas creyeron que por fin iban a dormir y sin decir absolutamente nada cerraron los ojos, por casi cinco minutos más hasta que la gata vecina les hizo abrir los ojos de golpe – ¡CONCHESUMADRE! – gritaron ambas del espanto, la risa que vino después hizo que Julieta fuese por una botella de vino y Francisca por las copas, aquella noche se hizo larga y las palabras no faltaron.

- Jul… - dijo con miedo de preguntar

- Dime

- Después de tanto tiempo no has pensado en buscar a alguien, ni siquiera por una noche

- ¿Crees que estoy frustrada? – pregunto con buen humor

- No sé, pero tú antes salías, te divertías, ahora solo hablas conmigo o con Andrea y bueno ese es otro tema

- No vengas otra vez con el tema de Andrea, que no lo encuentro gracioso

- Ella siente algo más por ti Jul, Bárbara ya no va a regresar, ¿piensas estar esperándola toda la vida?

- Dejando aparte el tema de Andrea, Fran no estoy esperándola, no es por ella que no estoy con nadie, si sé el tiempo que ha pasado, créeme si alguien lo está contando soy yo, el tema es que yo no puedo, imaginarme besando a alguien más, abrazando a otra persona o simplemente sentir su aroma, no puedo, es como si ella hubiese dejado su marca en mí, como si me hubiese convertido en este ser incapaz de amar a alguien más y no puedo sacármela de la cabeza

- Seamos realistas, nunca pudiste, desde el primer día que la viste en esa plaza

- tal vez antes de eso, no lo se

- Aun no entiendo como la dejaste ir

- Cuando no era una cosa, era otra  y siempre estaban mis miedos

- Jul entonces ve, más vale tarde que nunca

- Creo que ya es más que tarde, ella está tocando las estrellas y yo sigo arrastrándome a nivel del mar

- ¿Podemos volver al tema “Andrea”?

- Para con eso, ella me adora tanto como yo a ella o a ti, no hay nada más

- Créeme lo hay, aunque no importa, tu nunca la vas a ver con otros ojos, yo solo espero que seas feliz.

- ¿Acaso no esperamos todos a eso?

- Algunos antes que otros

- ¿Y Marcelo? – pregunto Julieta cambiando por completo el tema de conversación, de fondo los gatos tenían más actividad sexual que ella en años y la noche ya dejaba de ser noche, se volvía madrugada y mientras oía la respuesta de su compañera de departamento su cabeza viajaba a la última vez que le hizo el amor, la última vez que la beso y todas eran igual a  la última vez que la vio.


SEPTIEMBRE


El otoño estaba a la vuelta de la esquina y con él su época preferida del año, no era el aroma a su alrededor, ni el hermoso color de las hojas, tampoco era que los arboles  cambiaran su hermoso pelaje y de pronto ya no viese verde por todos lados, era que el otoño era su época preferida del año incluso cuando ella estuviese luchando con la primavera y sus alergias, en parís era otoño y no había nada más hermoso que parís en otoño, claro si ella hubiese estado ahí, la época hubiese sido simplemente perfecta.

“No era el aroma a humedad que golpeaba mi nariz,
Ni el quebrar de las hojas que azotaba mis oídos
Tampoco era el color de las hojas que maravillaba mi vista.
Era tu recuerdo bajo esas hojas,
La forma en que tus ojos se volvían un poco más amarillos
Solo por el tono de las hojas tras ellos, delante ellos, sobre ellos
Y hubiese dado todo por tenerte aquí
Daría todo por tenerte aquí
Dios, lo doy todo por tenerte aquí.
Si tan solo el ayer fuese el hoy
Y el presente no fuese tan jodidamente complicado
Nuestro presente, por separado es simplemente perfecto
Y no cambiaría nada del, ¿acaso me contradigo?
Probablemente ni yo me entiendo
Pero si no me hicieras falta ni siquiera me afectaría
Tal ve como yo a ti en este momento
Vives sin ser afectada y yo sigo “viviendo”.”

El cuaderno que no dejaba para ir a ningún lado de pronto estaba por terminarse, no quedaban más de veinte paginas en él y aunque no escribía a diario no lo quería acabar, no quería que se llenara y sentirse completa, había comenzado a escribir por ambos lados, de pronto era lo único que la hacía sentir cerca, un poco más cerca que siempre.

- “Rouge y Jerez” no te gusta cómo suena “Jerez et Rouge”

- “Milter et Réni” me gusta más – dijo Bárbara

- ¿Réni? – preguntó Milter confundido

- Por Renata

- Entonces estás diciéndome que sí, estas dispuesta a esta nueva marca

- Milter yo soy novata en esto, ¿tu estas seguro que quieres crear algo conmigo?

- Cariño si de algo estoy seguro es de eso, ya estoy cansado de esta compañía y juntos podemos crear algo mucho más grande, el capital ya lo tenemos, solo me falta un sí de tu parte

- Si – dijo Bárbara y con ello dio un paso adelante en su futuro

- ¿Y Joan? – Pregunto Milter – no creerás que no me he dado cuenta de que algo hay entre ustedes – dijo el hombre diez años mayor

- Sexo – respondió Bárbara sin rodeos – solo sexo

- Me parece bien ¿y tu carrera?

- Quiero seguir Milter, ¿crees que sea posible?

- Creo que no lo necesitas, solo será un papel, tu grandeza esta en ti y con eso llegaras lejos

- No sé si soy yo quien te necesita a ti o tú a mí

- Yo a ti querida, créeme, yo a ti

Aquella noche Joan golpeo su puerta y como siempre lo dejo entrar, no hubieron besos entre copa y copa, tampoco hubo un juego previo antes de llegar a la cama, Bárbara había apagado esa parte de ella, y mientras estaban en esa cama podía pensar en cualquier cosa, menos en quien estaba sobre ella, sin embargo terminaba siempre con un orgasmo, uno que la hacía sentirse más nauseabunda que satisfecha, definitivamente debía cortar con sus idas y venidas, estaba segura de eso.

“Sus manos me rodean y mi cuerpo no te reconoce
Mi alma es como un detector de mentiras
Y no hay momento en que no detecte lo falso
Tu rostro me atormenta y tu cuerpo pasea ante mis ojos
No eres tú, nunca volverás a ser tú
Y el saber eso es lo que más duele
Podría gritar una y mil veces
Aparece, aparece, aparece
Pero en algún momento llegare a mil
Y ese día ya no habrá detector de mentiras
Ya no habrá nada en mí que te reconozca.”

Joan cerró la puerta con fuerza y rabia mientras salía, sabía que todo había acabado, no era necesario que Bárbara lo dijera, basto la mirada en su rostro luego de acabar, su repentina salida de la cama y su rutina de escribir todo lo que su cabeza desvariaba; quiso salir del lugar y nunca más regresar y aquel fue la primera víctima de desamor de Bárbara Jerez Fuentes.

OCTUBRE


Aquella mañana nunca debió despertar, pudo haberse quedado en la cama todo el día, quizás pretender que estaba enferma, todo hubiese sido mejor que asistir a la universidad; basto poner un pie en el lugar para sentirse observada, todo el mundo la miraba y de pronto pensó que se le había olvidado cambiarse el pijama, pero no, no se trataba de su ropa, ni de su cara, se trataba del detestable camino que toman algunos periodistas, aquellos que no hacen el bien sino el mal, esos que solo se preocupan de la vida de las personas y no de lo que mueve o detiene el mundo. “Ven de inmediato a casa”, decía el mensaje de texto que recibió de Andrea y dado a los ojos que tenía sobre ella no tardó en hacer caso y volver en sus pasos hasta casa, cuando llego comenzó su rea pesadilla

- ¿Qué paso?

- Preguntó en cuanto entro a casa y vio a Francisca con Andrea a su lado

- Siéntate – dijo Francisca – “Abandonada por su padre vivió las peores de las suertes para una niña, su madre que murió al ella nacer solía ser de una familia adinerada, más su padre con un pasado pobre no tuvo más remedio que dejarla en una casa para que cuidaran de ella, hoy el hombre nos habla sobre aquel momento y la necesidad que tiene de reencontrarse con su hija. La diseñadora del momento que hasta hace poco tenía su pasado oculto, no quiso dar declaraciones al respecto y  prontamente comenzara una línea junto a su otrora maestro “Milter y Réni”, como dicen cercanos que se llamara la marca. Su vida amorosa también secreta fue filtrada por su ex amante de cama y también compañero de profesión Joan Silles, previó a él tuvo una larga relación con la hija del reciente fallecido Doctor Zúñiga Vicencio, quien también traía escándalos a sus espaldas por su pasado y vinculado mucho antes a la diseñadora que su propia hija”

- ¡Para! – grito Julieta cuando se cansó de escuchar e incrédula se paró del sillón para leer todo lo que antes había oído

- Esta gente no tiene límites – dijo Andrea compadeciendo a Bárbara

- Debe estar hecha mierda – fue lo único que dijo Julieta al terminar de leer – ahora lo entiendo todo

Julieta relaciono su corta estadía en la universidad con la noticia que giraba en torno a todos los canales y diarios del país, el gran escándalo de última momento que todo el mundo comentaba y dentro de todo Julieta no podía dejar de preguntarse cómo estaba ella, como lo iba a superar, le afectaba del todo, pero no podía saberlo, era imposible saberlo estado tan lejos.

- Van a venir por ti – dijo Andrea

- Lo sé

- ¿Y qué vas a hacer?

- Mandarlos a la mierda

- Buena opción – dijo Francisca con calma

Después de dos días aislados del mundo exterior Julieta pensó las cosas con calma y entonces cayo en cuenta de lo que había leído, no antes, no cuando lo escucho ni cuando lo leyó, busco en su celular la vieja noticia y volvió a leerla en voz alta - Su vida amorosa también secreta fue filtrada por su ex amante de cama y también compañero de profesión Joan Silles – cinco veces tuvo que leer la misma oración para que su pecho pasara de dolor a rabia, lo dudo por un momento, sospecho de su veracidad por otro, pero después de unir aquellas palabras con las fotos que siempre veía en el perfil del estúpido hombre no había mucho que dudar, dos más dos siempre serian cuatro.

NOVIEMBRE


Cuando creía que todo había acabado, que las noticias de su tortuosa infancia ya habían dejado de ser noticia, en ese momento resulta que el hombre que la boto un día en una casa ahora quería volverse padre y que la familia de su madre ahora quería acercarse a ella, al menos ellos no lo hacían por la televisión, ni mucho menos para aprovecharse de su actual momento económico.

- Esto no terminara nunca

- Siempre lo van a recordar Réni, pero al menos eres fuerte, nada de esto debería afectarte

- No soy tan fuerte, creo que ese es el problema

- Lo eres, si estás aquí hoy es solo porque lo eres

- Al menos esto no afecta mi carrera

- No, si algo va a ser esto es hacerte más famosa

- No quiero fama

- No. Quieres respeto y reconocimiento, todos aspiramos a eso Réni. Ahora tienes una semana para compadecerte, la próxima tenemos reunión con accionistas y después de eso de cabeza al “Fashion Week” del próximo año

- Si jefe

- Ojala siguiese siendo tu jefe, ahora somos socios y acuérdate que hay que trabajar en los vestidos de la actriz ésta

- ¡Jajajaja! La actorcita – dijo con ironía – Milla Jovovich y sí, lo recuerdo

Los días pasaban y su cabeza ya no giraba en torno a ella, su mente había pasado de pensarla cada cinco minutos a una vez al día en el último mes y aquello era un avance. Ese día terminaba de dar un examen en línea cuando su pecho de pronto se vio agitado, sus manos comenzaron a sudar y una extraña sensación la tomo por completo, hacía semanas que no pensaba en aquella carta, ni siquiera abría el cajón al lado de su cama y ahí cuando menos lo esperaba quiso leer sus palabras, pensó que no le iban a afectar, que ya era tarde para arrepentirse, que su corazón era un poco más libre de ella que antes.

““Hola”,  eso se supone que debo escribir para comenzar una carta o “Querida Bárbara:”, “Amada”, sería lo correcto, ya me conoces, estoy dándole vueltas al asunto.

La idea de esta carta era decirte todo lo que no fui capaz de decirte en persona, pero ni siquiera sé cómo empezar, como hacer que me creas sin que veas en mis ojos la verdad. El día que me pediste que me fuera contigo fue el más feliz de mi vida y el día que mi madre me pidió que me quedara fue el más triste, quizás lo sabes, quizás no. Mi padre estaba enfermo, desahuciado y lo que le dieron los médicos no fue ni una mínima parte de lo que duro, falleció al día de tu partida, y créeme no fue por el que me quede, fue por mi madre. Aunque no lo mereciera su partida me afecto, el hombre me dio la vida y mil desagracias después de partir, siempre quise ir a tu encuentro y nunca pareció el momento indicado, las demandas comenzaron a llegar  y me vi atada a este lugar, a tu ausencia y si de algo soy culpable es de mi cobardía, ahora recordé el motivo de mi carta, jamás quise dejarte y no fui capaz de ver tu cara mientras lo hacía, mi cobardía no me dejo decírtelo a la cara, hubiese bastado mirar tus ojos para convencerme de no hacerlo, para embarcarme en la aventura de seguirte, te hubiese seguido hasta el infierno si fuese necesario, pero no lo hice, no te deje en ese aeropuerto por ti, ni por mí, lo hice por las personas que me dieron la vida, y lo único que espero es tu perdón, a tu regreso ya me resigne, a sentirte, a tocarte, a besarte.

Conmigo dejaste tu alma y contigo te llevaste la mía, solo yo cargo con ese peso.

Te amo, no importa cuánto lejos estés de mí, un día prometí jamás hacerlo, mi alma siempre estará contigo incluso cuando no la quieras cerca.

Tuya

Ju.”

Treinta veces Bárbara releyó la carta, por todos aquellos días en que no lo hizo. Pensó que sus palabras y como siempre, pensó mal, de algún modo lo principal ya lo sabía, se había quedado por su padre, pero no entendía por qué no se lo había dicho y aun ahora sabiéndolo, seguía sin entenderlo y esperaba que llegase un día en que lo hiciera, pero de algo bárbara tenía razón, era demasiado tarde para arrepentirse.

DICIEMBRE


Julieta podía crear el mundo con sus manos, con la partida de Bárbara era ella quien quedaba en su lugar, el año escolar terminaba a principios del mes y ella se eximía de toda su carrera con notas casi sobresalientes, de no haber sido por su inasistencia permanente a clases aquel año pudo salir con honores, pero no era el caso y cuando ya se sentía recuperada, cuando ya no había nada más que ocultar, su mundo se volvería a poner de cabezas mucho antes de lo que pensaba.

La navidad, el nuevo año, los regalos, la fiesta, todas cosas sinónimos del mes, pero para Julieta comenzaba a ser algo más, las clases habían acabado y aquel día llego a casa más temprano de lo normal, entró a la cocina y el papel en el refrigerador era simple, los típicos mensaje de Francisca sobre él “El paquete de tu cama llego esta tarde, quizás debas abrirlo rápido, si te arrepientes de haberlo hecho me llamas”, término de leer y corrió a su cuarto, el papel era café y la estampilla sobre él era francesa, su nombre estaba impreso sobre un papel blanco y a penas lo leyó sintió que su corazón se iba a salir de su pecho sin ser capaz de volver a su lugar. Camino alrededor de su cama sin perder la vista del cuadrado paquete sobre su cama, su pecho seguía corriendo tan rápido como su ansiedad, pero algo le decía que no lo abriera, llámese a ese algo presentimiento, tal vez era solo miedo, pero se demoró en abrirlo tanto como en sacar el contenido de su pequeña caja y en cuanto la abrió sintió su corazón abrirse en las mismas líneas que intentaba cerrarse, como si fuesen heridas físicas, dolían el doble que la primera vez que se habían hecho.

“Lo siento”, decía el papel con su propia letra, el mismo que aquella mañana dejo bajo la tapa de un viejo libro y pudo verse escribiéndolo, pudo sentir lo mismo que sintió aquel día.
Bajo el papel un cuaderno, Julieta lo miró con curiosidad y pensó que nada bueno podía salir de eso, tal vez era una vibra extraña en su pecho o el dibujo que enmarcaba su título “De Enero a Diciembre”. Julieta abrió la primera página y ya no pudo parar, si algún día se preguntó que había sentido Bárbara al verse sola en aquel aeropuerto ahora lo sabía, lo sabía con lujo de detalles, tanto que podía sentir su dolor a medida que iba leyendo y solo ella era culpable de su dolor.

El tiempo avanzaba y las palabras se le incrustaban en la piel, sus ojos no descansaban mientras más avanzaba en su lectura más se lavaban desde su interior, “Tu ausencia dejo marcas que nadie nunca podrá borrar”, leyó en voz alta y la lectura misma le hizo bacilar, tomo el cuaderno y lo cerró incapaz de continuar, camino por su habitación buscando respuestas que nadie tenía – Tanto me odias que quisiste que yo sintiera tu dolor – dijo respondiendo al aire a su alrededor, imaginándola frente a ella, silenciosa, ausente, esperando palabras de su boca que eran imposibles de llegar y antes de que decidiera tirarse desde su propia ventana, se volvió a sentar en su cama y continuo con su lectura, por un momento pensó que había perdido por completo la cordura, sus ojos verdes se habían vuelto de un color musgo y el fantasma de Bárbara no dejaba de observarla, impaciente, expectante de todo lo que ella leía.

“Sus manos me rodean y mi cuerpo no te reconoce
Mi alma es como un detector de mentiras
Y no hay momento en que no detecte lo falso…”

- En que estabas pensando – dijo lanzando el cuaderno con todas sus fuerzas en contra de la pared atravesando de golpe la imagen que no dejaba de observarla, repitiendo una y otra vez en su cabeza las palabras que acababa de leer, ya sabía que había sido de otro, tenía claro que su cuerpo había sido tocado, pero no necesitaba los detalles, no quería saber que pensaba en ella mientras alguien más se adueñaba de su cuerpo, no era ella, era otro u otra – Quien sabe con quienes haz estado – grito a su fantasma, a su imagen perfecta a los pies de su cama – Solo tú lo sabes – dijo resignada, dispuesta a seguir leyendo, dispuesta a saber más cuando ya no le quedaban fuerzas para contenerlo.

Se levantó de su cama y volvió con el cuaderno entre sus brazos, en una especie de auto flagelo lo abrazo, quería sentir su dolor, quería abrazar con todas sus fuerzas lo que un día le perteneció, lo acerco a su cara y pudo sentir su aroma, pudo sentir la esencia que aún seguía intacta y el dolor la cobijo una vez más mientras continuo su lectura, hoja tras hoja, letra por letra, se metió por sus ojos invadiendo cada espacio de su alma, como un veneno mortal capaz de infectar con rabia, con tristeza, con oído hasta la última célula de su cuerpo y cuando pensó que ya no daba más llego a la página final, con la certeza de que ya no era amada, de que el amor de su vida ya no le pertenecía y que ella era la culpable, no su padre, no su madre, solo ella.

- ¿Jul? – Pregunto Francisca en cuanto entro a la obscura habitación – Julieta… - dijo con asombro al verla recostada sobre el piso de su cuarto – ¿Julieta estas bien? – dijo poniéndose a su nivel, pero Julieta no respondió, podía verla parpadear, podía sentirla respirar, sin embargo se rehusaba a responder.

- No. – Dijo Julieta después de diez minutos en que Francisca preguntó por ella inútilmente – “Eres como un fantasma indeseable, te cruzas cuando sabes que sonrió y derribas mi felicidad. No puedo ver tu rostro, se volvió negro, ya no sé cómo lucen tus ojos ni como sabe tu boca, olvide el aroma de tu cuello y el sonido de tu voz, sin embargo sigues estando, no importa cuánto te grite, no importa cuánto te refriegue en la cara que no eres nadie, sigues siendo. Me pregunto si mi perdón sirvió de algo, lo hice, te perdone el día que leí tus palabras, con rabia, con dolor, con la angustia de siempre, sin embargo sigues deambulando a mí alrededor, a cada paso que doy, a cada respiro que tomo, no me puedo deshacer de ti y créeme que lo quiero, lo necesito. Espero que algún día me vuelva a encontrar con aquella mujer capaz de amar que perdí en medio del océano entre estos dos continentes, en el que estás tú y en el que seguiré estando yo. – Julieta terminó de leer y volvió a perderse en la frialdad bajo su cuerpo

- ¿Qué es eso Jul?

- La ultima página de sus sentimientos hacia mí, de su amor, de su rabia, de su odio.

- Julieta…

- Creo que llego el momento de continuar con mi vida – dijo sentándose en el mismo lugar que había estado acostada

- Jul… - dijo Francisca limpiando sus lágrimas – quizás sea el momento de pelear

- Para qué

- Para revertirlo, para ser feliz

- Mi felicidad no está a su lado y por favor no quiero saber de ella, no quiero oír su nombre, ni nada que esté relacionada con ella

- ¿Estás hablando en serio?

- Se acabó.


Y mientras Julieta metía el cuaderno en la misma caja en que había llegado, para ocultarlo en el último rincón de su closet, al otro lado de su mundo Bárbara daba vueltas su nuevo departamento buscando el cuaderno que había pasado meses escribiendo, creyendo que ganaría la locura si no lo encontraba. 

NOTA: Comenten, compartan, valoren mi tiempo de escritura y no me odien. 

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