Segunda Piel 11
Nota: Por primera vez escribiré mi nota antes del capitulo y es que necesito decir perdón, probablemente me van a odiar y debo advertirles, a demás iba a subir esto en dos partes pero me auto convencí que no le iba a hacer justicia, así que punto a mi favor.
Capítulo 11: De Enero a Diciembre.
“No importa cuánto quiera hipotéticamente alejarte de mí, siempre te
voy a querer cerca”.
Bárbara volvió a leer la hoja que había arrancado de su cuaderno, la
había leído tres veces en la última hora, no se cansaba de hacerlo mientras una
y otra vez se empapaba del denso líquido que caía por sus mejillas y entonces
leía lo segundo que no podía dejar de leer desde que se subió al avión ‘Lo
siento’, pero quien realmente lo sentía era ella y una vez más mientras se
perdía en el celeste de la pequeña ventanilla, recordó el día en que le pidió
que se fuera con ella.
- Qué voy a hacer yo allá –
dijo ella con la ilusión escapándose por sus ojos
- Estudiar, creo que hay
universidades en París
- Por supuesto, e imagino
que debe ser extremadamente fácil pedir un traslado a una de ellas – respondió
con ironía
- ¿Quieres?
- No se trata de si quiero
o no quiero, se trata de tener los pies en la tierra
- Estoy segura que con tu
promedio podemos hacer algo, podemos ir a hablar mañana con el rector
- Bárbara ¿me estás
hablando en serio? – preguntó con inseguridad en su voz
- Por supuesto, yo no sé si
algún día aprenda a vivir sin ti
- ¿Y si yo no hubiese
tocado hoy tu puerta?
- ‘¿Y si nunca nos
hubiésemos conocido?’ no quiero más ‘¿Y Si…?’ en mi vida, y hemos pasado por
tanto Ju. Ya no quiero estar más lejos de ti, no ahora, no nunca
- Está bien – dijo rodeando
su cuerpo
- ¿Qué cosa? – preguntó
despistada
- Hablaremos con el rector
y si hay una posibilidad, me voy contigo.
El recuerdo de su amplia sonrisa invadió su mente por completo y la
mano de la azafata en su hombro disipo la imagen que aparecía en su pequeña
ventana
- ¿Se encuentra bien? ¿Necesita algo? – Preguntó ella con
preocupación al ver su rostro, Bárbara miro sus ojos y por más verdes que
fueran no eran los ojos que quería ver cerca de ella.
- Agua, por favor. – respondió limpiando su cara.
El agua no solo aclaro su garganta, sino también su mente, se
preguntó el momento exacto en que dejo de ser la antigua Bárbara para convertirse
en esta, que lloraba en el asiento de un avión, en pleno vuelo a cumplir sus
sueños, a hacer realidad todo por lo que un día luchó, pero la respuesta a esa
pregunta no la sabia, lo que si sabía era el momento en que había dejado de
creer en el amor, en las personas, en la verdad y todo aquello junto enrojeció
aún más sus ojos, sus pupilas se volvieron incluso más obscuras y ella lo supo,
ya no era más esa Bárbara, ni la antigua, ni la que había esperado inútilmente
a el amor en una sala de embarque, en algún lugar del océano aquellas se habían
perdido.
- Me pregunto si esto realmente vale la pena Julieta
- No lo sé, creo que no – respondió ella limpiando su rostro
- Deberías dejar de llorar
- ¿No merezco llorar? – preguntó con molestia a su amiga de toda la
vida
- No. – Respondió Fran con rabia – sé que es tu padre, sé que te dio
la vida, pero dados los últimos descubrimiento, no sé Jul, al menos debiste
darle un motivo, decírselo a la cara.
- ¿Qué le tendría que haber dicho? "No me puedo ir contigo, mi padre
está sentenciado de muerte, si él mismo que hizo todas esas cosas horrorosas,
el mismo que una vez se quiso aprovechar de ti" ¿Eso? – la ironía en sus
palabras se escapaba por sus ojos en llanto, en el fondo sabía que algo así debió
haber hecho
- Cualquier cosas hubiese sido mejor que un “lo siento” en una hoja
bajo la tapa de su libro, ¡tuviste toda la noche para decirle que no irías
Julieta!
La rabia de Francisca nacía del amor que le tenía a Julieta y ella
lo sabía, había tardado tanto en encontrar el amor, tanto en estar bien con
ella y caminar hacia un futuro juntas, pero viene su madre y le ruega que no se
vaya, que no la deje sola porque él está solo y no tiene a nadie y no es justo
que muera solo, pero ‘qué es justo’ pensó Francisca, claramente negarle vivir
la vida a tu hija por un hombre que no merece la pena no era algo justo.
Francisca dejo toda la rabia que sentía en un rincón de su alma y se
acercó a abrazarla, a sostenerla en sus brazos mientras su corazón se rompía a
cada pensamiento, a cada recuerdo y sus últimas horas a su lado se le vinieron
a la mente en menos de un segundo.
- Je T’aime – dijo Bárbara
concentrándose en su mirada – es lo único que se en francés, no sé qué haré
cuando llegue
- Hablar en inglés, es el
idioma universal
- Ya lo sé, pero tú podrías
enseñarme francés, después de todo eres una experta
- Sí, yo podría – respondió
Julieta sabiendo que no podía, sabiendo que no iba a estar.
- Algo te pasa – dijo
Bárbara mientras se acercaba a su cuerpo
- Tengo pena – respondió
con sinceridad – me iré temprano por la mañana a despedirme de las chicas, me
van a esperar en casa
- Te dije que pasaras la
noche con ellas
- No quiero, quiero estar
contigo esta noche
- Van a haber muchas noches
para estar juntas en adelante – dijo Bárbara besando sus labios con alegría y
prontamente separándose – ¿Paso a buscarte en el taxi a tu casa al medio día?
Recuerda que tenemos que llegar dos horas antes
- No, Andrea me va a
llevar, nos veremos allá – respondió ella y se odio a si misma por no ser capaz
de decirle la verdad, por no ser lo suficiente valiente para romperle el
corazón a la cara, no ella lo haría lejos, cuando ya no hubiese vuelta, como la
peor de las personas y aquello la hacía odiarse a sí misma.
- Bueno. Je T’aime –
repetía una vez más Bárbara por enésima vez aquella noche y Julieta aprovecho
el momento para guardar en su memoria el tono de sus voz, la forma de su
cuerpo, el oscuro marrón de sus ojos y no tardo en querer tenerla entre sus
brazos por última vez, pero solo ella sabía que lo era. Bárbara debió sospechar
algo por la forma en que sus labios se sintieron presionados con los de ella,
por la intensidad con la que sus manos recorrieron su desnuda piel o el gusto
con el que sus labios se aprovecharon de sus sexo, Bárbara debió intuir que
algo en esa noche era diferente, que el egoísmo con el que Julieta la poseía no
era normal. Solo ella se grabó su alma en la piel, e incluso en el recuerdo
Julieta se odiaba por ello.
Aquella mañana mientras Bárbara dormía contemplo por última vez su
figura desnuda sobre la cama, besó su mejilla esperando que de algún modo
Bárbara despertara, pero no era probable después de la noche que le había dado.
Puso dentro del libro que Bárbara había dejado al lado de su bolso de mano la nota
más corta y más difícil de escribir que jamás había hecho, y quiso decir tantas
cosas y sin embargo termino diciendo lo más real, lo único que su cabeza
repetía una y otra vez mientras se distanciaba de su cuerpo, de su alma, de su
amor. “Lo siento”, decía la nota que se ocultaba tras la tapa de “Arráncame la
vida” y la ironía de Ángeles Mastretta se escabullo entre sus actos, era eso lo
que estaba haciendo, arrancándole la vida y de paso la de ella, cuando cerró la
puerta supo que había cometido de una extraña forma un asesinato y de una
retorcida similar, un suicidio y ambas cosas pesaron en sus piernas a medida
que avanzo. Camino por todas las calles dejando una parte de sí misma en ellas,
Julieta se estaba quebrando en mil pedazos, no era solo su corazón, era su alma
entera y solo su caparazón era lo que se mantenía entre los brazos de Francisca
en el preciso momento en que sus recuerdos partieron su corazón un poco más, si
es que eso era posible.
- No me quedo por él – dijo separándose de su mejor amiga en un
momento de claridad
- Entonces porque te quedas Jul, ándate, se feliz por favor
- No es justo para mi mamá Fran, tener que enterrar sola al hombre
que la hizo infeliz toda su vida, que le puso los cuernos como quiso, creo que
el único acto bueno que tuvo con ella fue darle el divorcio
- Tu madre también es egoísta, ella pudo dejarte ir, pero no te
quería perder y esa es la verdadera razón de porque te rogó que te quedaras
- Tiene razón – dijo Andrea de pie en la puerta de su habitación – Tu
mamá no es mejor que tu papá
- Y yo no soy mejor que ellos, mucho menos después de lo que hice.
¿Qué mierda hice?
- Perdiste – dijo Andrea y sin necesidad de hundir más a la mujer
que tenía en frente se acercó a abrazarla, esperando que en cualquier momento
quisiera cambiar de opinión y ser feliz.
Bárbara estaba en cualquier parte, menos en aquel avión, su mirada
se extraviaba tras la ventanilla a su lado y su alma seguía en su hogar,
recorriendo los rincones que había dejado atrás, recorriendo sus últimas horas
en aquel lugar y todo calzaba tan bien, sus acciones finales debieron
decírselo, ahora todo calzaba perfectamente, ‘Nunca pensaste en venir conmigo,
ni siquiera tuviste el valor de decírmelo a la cara’, Pensó. Y el pensamiento
no se marchó, no por un segundo. No por un instante.
- Señorita, por favor su cinturón – Dijo la misma azafata que la
había atendido durante el largo vuelo. Bárbara había ignorado el aviso de que
estaban por aterrizar, de algún modo el tiempo se le hizo corto, incluso cuando
ni siquiera había dormido.
La escala en Atlanta había durado un largo de doce horas, no había
mucho para hacer, ni siquiera sintió hambre y ante de darse cuenta se estaba
embarcando nuevamente en un vuelo de ocho horas con su destino final, ‘¿Qué voy
a hacer cuando llegue?’, se preguntó primero en su cabeza, ‘¿Por qué viaje en
primer lugar?’, fue lo segundo que se preguntó. ‘¿Y quedarme a qué? ¿A
rogarle?’, fue lo tercero y lo cuarto ‘Está es la última vez que pienso en ti’,
murmuro a sus adentros, aunque fuese mentira, aunque nunca hubiese una última
vez, ella lo quiso creer y con aquella certeza se fue a construir un futuro.
En cuanto puso un pie sobre la tierra supo que todo había cambiado y
aunque su rostro no lo reflejaba, sonrió. Llena de miedos salió del aeropuerto
y agradeció haber tomado aquel curso de inglés antes de entrar a la
universidad, aunque se lamentó no haber tomado el francés, pero si alguien le
hubiese dicho como iba a resultar su vida antes, muchas cosas hubiesen sido
diferentes y una vez más, en contra de su voluntad, pensó en ella y en que
estaba pensando cuando tomó la decisión de partirle el corazón, pero “partir”
no era el verbo correcto, Julieta había triturado su corazón y lo había mandado
al viejo continente en un bolsa de plástico negra, de las mismas que se
envuelven los cadáveres y ese último pensamiento la hizo sonreír antes de
subirse al auto que la llevaría a su nuevo hogar al menos por ese año, una
sonrisa que prefería mil veces antes que llorar.
- Debe haber llegado – dijo Julieta envuelta en culpa
- Julieta aun puedes ir – dijo Andrea
- Ya perdí el vuelo – respondió ella
- Yo te compro el pasaje – dijo Andrea y tanto Julieta como
Francisca la miraron sorprendidas
- Andrea…
- Andrea nada – dijo ella interrumpiéndola de inmediato – ¿de verdad
crees que vas a soportar un año sin ella, que nosotras te vamos a tener que
soportar a ti llorando por los rincones?
- Andrea para – dijo Francisca interrumpiéndola
- No Fran, ni siquiera sabemos si lo que dice su papá es verdad y tu
mamá por otro lado no es una inocente paloma, si todo el mundo sabía que estuvo
con él por el “status social” no era secreto que tu papá tenía otras mujeres,
como no era secreto que le pegaba
- ¡Andrea! – gritó Francisca parándola en seco
- Lo siento – dijo ella cuando comprendió lo que acababa de decir,
pero la rabia que sentía no era por los padres de Julieta, era por ella misma,
por no ser capaz de ser feliz, había encontrado el amor y era correspondida –
Jul perdóname, pero yo creo que la verdad acá es que te da miedo dejarlo todo
por ella y lo de tu padre es solo una excusa y la peor – pero cuando Julieta
estaba por responder sonó su celular y no demoro en tomarlo para contestar al
ver el “mamá” en su pantalla
- Tanto te duele – dijo Francisca a Andrea cuando estuvieron solas
- ¿Qué cosa?
- Verla sufrir. Tanto la quieres – dijo confirmando en sus ojos lo
que hacía tanto tiempo sospechaba
- No sé de qué hablas
- Yo sí.
- Me da rabia, no quiero que sufra Fran
- Ya lo sé, yo tampoco, pero el poder que tiene su mamá sobre ella
pesa más que lo que nosotras queremos – no terminaba de hablar cuando Julieta
salió de su cuarto con el celular al final de su mano y con más lágrimas de con
las que había entrado
- Se murió. – dijo sin hacer un escándalo de ello, ni sentir que
perdía su vida en ello y de pronto todo lo que habían discutido previamente
quedo anulado en un abrazo, después de todo por la mayor parte de su vida lo
había idolatrado.
~ O ~
ENERO
Un mes en la capital de la moda tenía a todos los pasantes de Milter
Rouge de cabeza en pleno sábado, todos menos a Bárbara, que tuvo que soportar
solo una semana sus gritos, bastaron siete días incluidos sábado y domingo para
que el hombre se enamorara por completo de su personalidad amarga y su
capacidad para crear un vestido de alta costura con simples servilletas de
papel, después de aquello se convirtió en su sombra de lunes a viernes y en el
odio personificado para los tres extranjeros que competían con ella.
El mes no había pasado volando, después de todo le quedaba solo uno
para ponerse al día con la tecnología, tenía celular y notebook, todo cortesía
de Monsieur Rouge y es que faltaban treinta días para que las clases comenzaran
en su natal país y tendría que hacer todo en línea, mientras lo combinaba con
su pasantía, nada difícil para alguien que no solo estaba dominando las telas,
sino también la tecnología, el idioma y la cultura, todo menos su peligrosa
mente, que apenas se descuidaba le hacía recordarla, como en este preciso momento
en lo alto de la plaza de Saint Pierre, cuando el sol comienza a ponerse
naranjo a lo lejos y el recuerdo de su cuerpo desnudo envuelto en el tono que
intrusamente se metió por su ventana en una tarde de amor azotó su cabeza una
vez más.
Como superas el amor cuando toda la ciudad que te rodea es la
definición del romanticismo, pero nuevamente grito en su cabeza ‘¿Qué amor?’ no
es amor cuando es solo de un extremo, y esa era su mayor certeza, la mujer con
la que había estado por tanto tiempo nunca la había amado, ni siquiera cuando
le había hecho creer que podían superarlo todo, incluso su pasado, claramente
no podían superarlo todo, mucho menos la distancia.
- Cuando estas en este ambiente te vuelves frío – dijo el hombre en
su natal lenguaje mientras Bárbara lo miraba con admiración mientras ponía los
alfileres en la tela sobre el pálido maniquí – Tienes suerte de ser como eres
- ¿Y cómo soy? – preguntó Bárbara
- Como un cubo de hielo, ojala nunca llegue el calor capaz de
derretirte, sigue así y nadie se interpondrá en tu camino y créeme llegaras
lejos
- Como puedes estar tan seguro de ello
- Porque por algún motivo me veo en tus ojos – dijo él. Bárbara pudo
reconocer la pena en su mirada – Y siempre han dicho que alumno supera al
maestro. Nunca dejes que nadie te controle ‘petit’, ni siquiera yo.
Bárbara no supo cómo su maestro se había convertido en la única
persona con la que hablaba en ese lugar, o la facilidad con la que se
comunicaban cuando nadie estaba a su alrededor y aun cuando no hablaba de ella
ni de su vida, el simple hecho de hablar la sanaba superficialmente, mucho más
era necesario para sanar su alma.
FEBRERO
- ¡Julieta despierta! – grito Francisca desde su habitación
- ¡Ya desperté! – respondió de vuelta ella
- Amiga llevas una semana sin levantarte de esta cama, pensé que ya
habíamos superado esta fase
- Fran… me dejas tranquila por favor
- No. Andrea viene por nosotras en un momento, vamos a ir a la playa
- Estoy casi segura que dije no a la playa – dijo sin moverse de su
cama
- Estoy casi segura que dije que no me importaba lo que dijeras
- No sé si fue una buena idea que te vinieras a vivir conmigo
- Esta fase igual la pasamos Jul, ya me echaste de cien veces y sigo
aquí
- Otro mes Fran. Otro mes – dijo sentándose en su cama
- Esto igual lo hablamos antes – suspiro Francisca sentándose a su
lado para abrazarla – pudiste ir por ella el mes pasado
- Sabes que no podía y ya es tarde, ya lo sé, además probablemente
me odia con toda su alma. Yo me odio
- Nunca es tarde Jul – dijo Francisca y cuando vio en sus ojos que
se estaba convenciendo, su celular sonó y como siempre el “mamá” en su pantalla
le devolvía la frustración a sus ojos.
Siempre había algo que la detenía a buscar su “necesidad”, si no era
la angustia en la cara de su madre, eran las demandas de aquel que algún día
llamo papá y dentro de todo eso, estaba su culpa o culpas, porque eran más de
una, culpa por no haberle dicho el porqué de su “no” partida, culpa por no
haberse despedido del hombre que le dio la vida, porque jamás podría decirle en
su cara que lo perdonaba, era el quien tenía podrido el corazón y de un modo le
había contagiado eso a ella, esa era su culpa más grande, no poder ser mejor
que él, no poder perdonarlo solo para demostrar su grandeza, pero ahora era
tarde, ya estaba muerto y sin que Julieta lo supiera, él había cumplido su
palabra de alejar a Bárbara de su propia hija, Julieta estaba mucho más lejos
de aquellos ojos oscuros de lo que la física representa, no eran cuerpos en un
espacio en particular, eran almas en mundos completamente distinto y día a día
Julieta se sentía un poco más distante, aquello era suficiente para no ir a su
encuentro.
- ¿Qué paso ahora? – pregunto Francisca cuando colgó su celular
- Otra demanda, pero está te va a encantar
- No entiendo por que demandan a tu mamá por los negocios de tu papá
- Porque ella era parte de sus negocios truchos, pero esta no es
para ella
- ¿Para ti?
- Al parecer tengo una hermana que reclama la mitad de la herencia
- ¡Me estas hueviando!
- No. Así como vamos no habrá herencia para repartir – dijo en un
tono de ironía a punto de reventar. Se sentó al lado de su mejor amiga y tomo
su cabeza sin ganas de seguir avanzando – ¿Cuándo va a terminar esta pesadilla?
– preguntó, pero quien la rodeaba con sus brazos no supo que responder y entre
su amargura recordó lo que estaba soñando, su sueño preferido que poco a poco
se volvía una pesadilla, cuando no podía oír su voz y no había blanco en sus
ojos sino un negro absoluto, un negro
tan denso que deseaba poder cerrar sus ojos y no mirar, pero no eran sus ojos
los que veían sino su mente y sus recuerdos, los que el tiempo difuminaba
mientras avanzaba y sin darse cuenta otro mes había pasado y ella seguía sin su
“necesidad”, necesitándola a diario un poco más.
MARZO
- ¡Estás no son las telas que Monsieur Rouge solicito! – gritó a la
mujer al otro lado de su celular en casi un perfecto idioma francés
- Lo siento señorita, podemos enviar las correctas esta tarde
- No me sirve esta tarde, las necesito en dos horas
- En dos horas estarán ahí señorita Jerez – respondió la mujer en su
idioma, aterrorizada con la posibilidad de dejar de ser el principal proveedor
de telas para la gran marca.
Bárbara cortó aquella llamada sin siquiera despedirse, el último mes
la tenía con los nervios de punta entre las necesidades de su maestro y las
necesidades de su carrera personal, el año universitario acababa de comenzar y
ya estaba considerando dejarlo, si tan solo la universidad no fuese un
requisito para mantenerse al lado de Milter. Entre sus pares había un miedo de
igual nivel hacia ella y el gran diseñador, Bárbara se había convertido en la
copia perfecta del hombre, la única diferencia entre ellos eran sus diseños y a
pesar que nada de lo que Bárbara diseñaba era llevado a cabo, Milter la
envidiaba de buena forma, tanto que hubiese deseado el mismo hacer aquellos
diseños, pero aquello no era algo malo, sino todo lo contrario, sino jamás se
hubiese interesado en enseñarle todo lo que sabía.
Los días transcurrían tan agitados para Bárbara que casi no pensaba
y aquello lo agradecía, porque cada oportunidad de vacío en sus pensamientos
era sobrecargado con ella, y quería odiarla, aborrecerla, borrarla de su
memoria y continuar con su vida, si tan solo no la amara con la fuerza que lo
hacía, aquello hubiese sido una buena opción. Lo único que odiaba Bárbara eran
las noches, el vacío de su cuarto era tan grande que el fantasma de su sombra
se paseaba llenando cada rincón, el que nunca había pisado, sin embargo ella la
veía y lo único que la dejaba en paz eran las pastillas que tomaba para dormir,
para no soñar, para despertar al día siguiente sintiéndose un poco más vacía
que el día anterior.
Los días transcurrían y de algún modo Bárbara extrañaba la mujer que
llego a ser, aquella capaz de amar, de sentir, de reír y llorar a la vez si era
necesario, pero ninguna de esas cosas salían, parecía que se hubiesen muerto en
su interior, no habían risas cuando todo el mundo reía ni llantos cuando nadie
la veía, ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que de sus ojos
había salido la pena que traía en su alma, por más que le doliera el alma.
- ¿Quién es ella? - preguntó
uno de sus pares, Joan, un italiano de su misma edad, igual de bueno que ella,
pero sin carácter según Monsieur Rouge
- ¿Disculpa? – Bárbara levanto su ceja al oír que le hablaban,
cuando nunca lo hacía
- Hace tiempo que te observo, siempre dibujas a la misma persona
para hacer tus diseños, y te das el trabajo de pintar sus ojos, entonces ¿Quién
es ella?
- Por qué tendría que responderte
- Porque creo que no eres tan fría como pretendes y siento que te
hace falta un amigo – aquello fue lo
único que se permitió oír Bárbara, tomo sus cosas y se alejó lo más posible de
él.
Joan tenía razón, siempre la dibujaba a ella, tenía su imagen tan
grabada que le era imposible no trazarla, no con sus diseños, mucho menos
cuando sin querer se descubría dibujando sus facciones en un papel, su nariz
casi perfecta, sus ojos enormes y sus labios tan besables que odiaba la idea de
estar tan lejos, aquel minuto del día en que hubiese sido capaz de dejar todo y
buscarla solo para amarla una vez más, un breve minuto en el que su mente
viajaba y todo era posible, pero era solo un minuto.
Una sola mañana de marzo Bárbara no fue capaz de levantarse, no
pudo, ni siquiera aviso que no saldría de su habitación, una mañana que no solo
le traía recuerdos, sino también sentimientos, con cada imagen, cada imagen que
se apareció en su cabeza, la mañana entera era una tortura y el resto del día
también lo iba a hacer, estaba segura de eso – Feliz cumpleaños amor mío – dijo
envuelta en las tapas de su cama y las lágrimas que estas absorbían.
En alguna parte del nuevo mundo alguien más repetía las mismas
palabras.
ABRIL
Aquel día hubiese sido uno común en las “Desventuras de Julieta
Pía”, levantarse, bañarse sin gana alguna, tomar su cabello en un desastroso
tomate, vestir quizás con la misma ropa por tercera vez aquella semana y partir
a la universidad para luego ir a casa de su madre y discutir la demanda que
traía a cuestas. Sí, un día normal en su vida, de no haber sido por aquel mal
sentimiento que tuvo al entrar a la sala de clases, cuando se sentó como
siempre al final de la sala, sus compañeros la miraron como el bicho raro que
habían visto desde que comenzaron las clases, solo que esta vez pudo ver
lastima en sus ojos. No fue hasta que su
profesora comenzó a hablar que lo entendió todo.
- Como bien todos saben Bárbara Jerez está realizando su pasantía en
Herstars Enterprise junto a Milter Rouge – aquellas palabras bastaron para que
su día fuese de mal a malísimo – el éxito de su estadía en aquel lugar la
llevara el próximo mes a trabajar en una colección junto al mismísimo
diseñador, algo a lo que todos en este salón deberían aspirar, es por eso que
en veinte minutos tendremos una vídeo conferencia con la señorita Jerez y el
señor Rouge, las preguntas que hagan durante el tiempo que dure les ayudara a
realizar el próximo trabajo de final de semestre, por lo tanto les sugiero que
pregunten bien y anoten todo.
Julieta escucho atenta, pero solo hasta que dijeron “video
conferencia” y “Señorita Jerez”, el resto se coló por algún lugar de sus oídos,
no tuvo un solo pensamiento en su cabeza, por primera vez en su vida su mente
se silenció y se mantuvo en un estado de shock que nadie noto, hasta que
entiendo lo que iba a pasar y quiso correr, quiso arrancar para no verla, para
no ser vista, luego miro el escritorio de la profesora y aunque ellos verían en
el gran telón la vídeo llamada, lo más probable es que del otro lado de la
pantalla solo vieran pequeños muñequitos gracias a la cámara y se quiso quedar,
quiso verla aunque fuese a través de una pantalla, la sola idea le hizo
derramar una o dos lágrimas que más de una persona a su alrededor noto y las
ganas de escapar de ahí volvieron una vez más, pero ya era muy tarde, una
difusa imagen aparecía en el telón frente a la sala de clases y en menos de un
minuto la pudo ver a gran escala y en perfecta definición, un tímido dolor de
pecho se apodero de ella, el que no tardó en hacerse soberano de todo su
cuerpo.
- Hola profesora – dijo Bárbara para que se oyera en los parlantes,
colapsando los oídos de Julieta – Milter ella es mi profesora y mis compañeros
de clase – dijo en perfecto francés asombrando a sus pares, en especial a una –
profesora, compañeros, él es Monsieur
Rouge – completo con total nerviosismo, pero solo quien estaba a su lado pudo
notarlo
La profesora y sus compañeros hacían variadas preguntas sobre lo que
había aprendido en el lugar y la experiencia que estaba teniendo, Julieta solo
se concentraba en oír su voz cuando respondía, oculta entre sus compañeros
tanto como podía, intentando reconocer algo en su mirada, pero le era imposible
aquellos no eran los ojos que tanto amaba y su pesadilla recurrente se hacía
realidad. Por primera vez vio maquillaje en su rostro, sus ojos delineados de
una manera casi profesional, sus labios de un rojo tan fuerte que le parecía
imposible que fuese ella, sin embargo se veía hermosa para todo el mundo, menos
para ella, Julieta quería ver a la otra Bárbara a su Bárbara, la que solo se
ponía crema en la cara para que no se le resecara, la que odiaba los cosméticos
y la que podía iluminar su rostro solo al mirarla con aquellos enormes y
hermosos ojos negros, mas esa Bárbara se había perdido en medio del océano.
Bárbara respondía y traducía las respuestas de Monsieur Rouge, nada
demasiado complicado, nada muy referente a lo personal, todo era estrictamente
profesional y mientras miraba a sus compañeros frente a la gran pantalla pudo
ver su cabello entre dos de sus compañeros y sintió un escalofrío más fuerte
que el que había tenido desde que supo de la actual vídeo llamada, esperaba que
se girara, poder ver sus rostro en carne y huesos, más cuando Julieta no se
giro supo que su cobardía era mucho más grande de lo que pensaba y ya no quiso
verla, sino que desapareciera incluso su cabello de su vista.
- Bárbara, por ultimo me gustaría saber de forma personal cuales son
los pasos a seguir luego de que esto finalice – dijo su profesora, llamando por
completo la atención de Julieta
- Bueno profesora eso es algo de lo que no puedo hablar aun, lo
único que puedo decir es que mi futuro está aquí, no hay nada para mí en Chile,
así que pronto tendrán noticias mías. – La angustia que sintió Julieta en aquel
momento invadió tanto su cuerpo que no controlo el ponerse de pie, de golpe y
sin pensarlo, llamando la atención de todos dentro de aquel salón y de una en
particular en aquella pantalla, la que se apagó antes que pudiesen decir
palabra alguna.
El cuerpo de Julieta salió tan rápido de aquel salón que no alcanzo
a oír las murmuraciones de quienes la rodeaban, ni tampoco las palabras de su
profesora que no entendía el porqué de su repentina partida. La necesidad de
hacer un hoyo en la tierra y enterrarse en el apareció tan pronto como
comprendió que ella era la única culpable, nadie más que ella y una vez más se
odio por eso, ya no era posible odiar algo con más fuerza en su vida.
- ¿Qué esperabas? – pregunto Andrea sin ánimos de darle más
contención
- No sé, nada supongo, qué podría esperar – contesto ella ya cansada
de llorar
- Jul, porque no vas, nunca va a ser demasiado tarde
- ¿Cuándo voy? Estás las clases, tengo el juicio en próximo mes, no
puedo
- ¿No puedes o no quieres? – pregunto su amiga sirviendo dos copas
de vino
- Ella debe pensar que no la amo
- Envíale una carta – dijo Andrea buscando una solución
- Ni siquiera se su dirección, correo electrónico dudo que tenga, mucho
menos teléfono
- Julieta para de dar excusas y haz algo para variar, lo único que
he oído durante estos meses son “peros” y más “peros” basta, abúrrete un rato
por favor – dijo Andrea regañandola. Julieta asumió la verdad de sus palabras y
acabó con el rojizo líquido que había en su vaso de un solo trago.
MAYO
“En que momento te deje
entrar en mi vida
Si a cada paso que diste
borraste parte de ella
En qué momento te deje
arrasar con mi alma
Si me la quitaste y no
fuiste capaz de regresarla.
Debí saberlo cuando vi tus
ojos por primera vez
Y me sumí en lo verde de
ellos, ahora cada árbol que veo
Me trae tus ojos de
regreso, si tan solo pudiese talarlos
Acabar con cada uno de
ellos, pero tus ojos son mi oxigeno
Y por más que quiera
desaparecerlos, les necesito para respirar.
Si tan solo fuese capaz de
desterrar tu recuerdo de mi cabeza
De hacer real aquella
conversación que un día tuvimos
Mi eterno resplandor de una
mente sin recuerdos,
Mi Julieta libre de
razones, la dueña de mi historia.”
Escribir en aquel pequeño cuaderno se había vuelto su terapia, las
primeras páginas estaban escritas con tanta rabia que se podía sentir calor de
solo leerlas y de pronto todo lo que tenía dentro salió, todo su amor fluyo a
medida que la misma pluma con la que dibujaba iba plasmando los sentimientos de
su alma, es las esquinas de las hojas blancas dibujaba sus ojos, sus labios en
otras, de pronto el cuaderno se había vuelto su mejor amigo, y no había noche
que no dejaras sus sentimientos en ella.
- Bárbara creo que hay problemas con uno de tus vestidos – dijo Joan
en cuanto la vio venir
- ¿Qué problemas?
- No coinciden las medidas que diste – dijo el esperando su rabia
venir
- Imposible, algo no están haciendo bien
- Yo mismo las supervise mientras estaban cociendo las piezas
- Encárgate de los trajes Milter mientras voy al taller por favor
- Hecho
Joan en un mes se había ganado el respeto de Bárbara y si ella tenía
su respeto, también lo hacia Milter, tanto que eran los únicos dos que
continuaban en el programa, siendo los otros rechazados antes de que terminara
el primer semestre, aquello era peor que “Project Runway” y todos lo sabían.
- Tenías razón – dijo Bárbara volviendo del taller aquella tarde –
Falta un mes, tres vestidos, cinco trajes y ahora esto
- A veces para que algo funcione tienes que hacerlo tú mismo – dijo
Joan
- ¿Me ayudarías?
- Por supuesto – contesto el con alegría, su admiración por Bárbara
se escapaba del área profesional, el solo hecho de trabajar a su lado le hacía
infinitamente feliz.
Faltaba menos de una semana para el desfile de mitad de semestre, un
desfile que por primera vez uniría a un Diseñador de renombre con una aspirante
a serlo y ese iba a ser su examen de grado, las críticas de la noche podían
llevarla al cielo o simplemente enterrar su nombre para nunca más volver a ser
oído, no importaba que a su lado estuviese el mejor diseñador de los últimos
tiempos, el brillaba por si solo y ella tenía que hacerlo de igual manera
- ¿Nerviosa? – preguntó Joan mientras terminaban la última pieza de
ropa
- No sé si nerviosa, ansiosa creo, quiero que todo esto termine
pronto – respondió ella
- Vas a brillar, estoy seguro de eso
- Gracias – respondió Bárbara y aquella era la primera vez que Joan
oía cordialidad de su boca, la primera vez que sentía que la mujer con la que
había trabajado no era tan mala como todos decían, nadie puede ser tan mala.
- Señorita Bárbara – dijo la secretaria entrando al taller
- Dime Zoe
- Tenemos una carta a su nombre – dijo ella entregándole un enorme
sobre
- ¿Aún manda cartas la gente? – pregunto Joan
- Al parecer – contesto ella mirando su nombre escrito en el papel,
tantas veces había visto esa letra dibujada en una hoja de cuaderno, tantas
veces había amado la tipografía de aquella mano, sin embargo no fue capaz de
dar vuelta el sobre y leer el remitente, más bien no quiso.
- ¿No la vas a abrir? – Dijo Joan – ¿Es de tus padres? – preguntó
con curiosidad. Bárbara rió, porqué debía el saber que no tenía padres.
- No, no tengo tiempo para lidiar con esto ahora – contesto ella
guardando en un bolso de cuero el sobre
- Tienes razón, a demás Monsieur
Rouge vendrá en unas horas a supervisar todo, mañana es la última prueba de
vestuario antes del desfile, dijo que necesitaba días de sueño antes del gran
espectáculo, sus palabras no las mis
- Si me dijo. Algo con sus ojeras creo – contesto Bárbara, ambos
sonrieron
Después de un largo día llego a su habitación y pudo sentir como el
sobre gritaba su nombre, tenía tanta curiosidad de abrirlo como de hacer un
avión de papel con él y lanzarlo del último piso de su edificio. Cuando el
sobre estuvo en sus manos, en la soledad de sus cuatro paredes lo giro, “Julieta Pía Zúñiga Parra” y bajo el nombre su dirección, la misma de antes, al menos eso no
había cambiado, lo que si cambio fueron sus ganas de abrirlo, tomo el sobre con
fuerza entre sus manos y lo oculto en las profundidades de su closet, no quería
saber lo que decía, al menos no todavía.
Una vez más su cuaderno salía de su bolso, buscando la firmeza de su
puño y la suavidad de su pluma, una noche más Bárbara escribió todo lo que
sentía y nada de lo que sentía era sobre el desfile ni sus ansiedades, todos
sus sentimientos eran sobre una joven mujer, capaz de mostrarle el paraíso y el
infierno de un momento a otro.
JUNIO
El primer día del mes había llegado y Julieta lo había esperado con
ansiedad, incluso cuando no sabía cómo sentirse, el evento sería transmitido
por un canal extranjero y ella estaba desde temprano pegada a su pantalla
esperando noticias de la Chilena que hacia noticia en el mundo de la moda y
antes de que pensara en levantarse al baño, la previa del desfile era puesto en
pantalla y sus mejores amigas estaban con ella para acompañarla.
- No entiendo ni puta palabra del francés – dijo Francisca
- Yo te traduzco – respondió Andrea
- ¡Shh! – las retó Julieta mientras ambas hablaban
Las imágenes de los últimos desfiles de Milter Rouge pasaban en
pantalla mientras Julieta esperaba ver algo de ella, no importaba lo mínimo que
fuera
- Sabes que si le va bien en esto no va a volver nunca ¿cierto?
- No por eso voy a querer que fracase Andrea
- Solo decía
Mientras las imágenes del diseñador seguían en pantalla con la
gruesa voz de mujer francesa de fondo, Francisca relleno sus copas de vino esperando
que el motivo de las lágrimas de su amiga saliera en la pantalla y antes que
terminara de rellenarlas, Bárbara era enfocada mientras entraba para ser
entrevistada previo al desfile
- Bárbara, primero que todas muchas gracias por acceder a unos minutos
con nosotros antes de tu gran estreno, imagino que debes estar nerviosa – dijo
una perfecta francesa con un perfecto francés
- Si la verdad es que algo de nervio hay, pero si les soy sincera
quiero que esto acabe pronto y seguir mi camino – respondió Bárbara en el mismo
idioma. Julieta sintió como algo picaba en la palma de sus manos y en medio de
su pecho, la boca de su estómago de pronto se contrajo y ella supo que le dolía
- Podemos ver que no has llegado sola esta noche – pregunto la mujer
y Julieta que entendía perfecto el idioma sintió que se iba a desplomar en ese
instante
- No Joan Silles ha sido mi fiel compañero durante los últimos dos
meses y no podía dejarlo fuera de esto – respondió ella mientras imágenes de
ella y Joan eran mostradas a media pantalla
- Por ultimo Bárbara, no queremos quitarte más tiempo, ¿Hay alguien
a quien quisieras dedicarle esta noche? – pregunto la mujer y Julieta no podía
sentirse peor. Bárbara miró fijo la pantalla intentando ver algo que no iba a
ver. Julieta sintió que la podía ver a través de la pantalla
- Creo que si tuviese a mi madre con vida, me gustaría poder
dedicárselo a ella
- Bueno Bárbara, muchas gracias por tu tiempo y éxito esta noche. –
Bárbara se despidió con una sonrisa y desapareció de la pantalla mientras Joan
le entregaba su brazo para entrar a donde la acción comenzaba. Mientras Julieta
se desplomaba en las rodillas de Francisca no sin antes acabar su vaso de vino.
- Jul… - Dijo Francisca pasando sus dedos en su cabello
- No – dijo ella sin esperar a que terminara de hablar – ella
siempre fue demasiado para mí – dijo girando su cabeza para volver a mirar la
pantalla – La grandeza con la que hablo, estoy jodida
- Estas con mal de amor amiga, no estas jodida y podrías
solucionarlo en un par de días, mi oferta sigue en pie Jul – dijo Andrea
esperando ver una sonrisa en su rostro
- Ni siquiera sé si leyó mi carta
- Tal vez no le llego – dijo Francisca
- Hace una semana le llego, tenía seguimiento en línea
- Tal vez tu respuesta viene viajando
- No lo sé ¿y si ni siquiera le importa?
- No te quiero volver a retar Julieta, no ahora, así que para por
favor
Y antes de poder responder a
sus palabras el canal volvía del corte comercial y repasaban una vez más la
corta entrevista con Bárbara. Julieta no podía dejar de admirar la forma en que
su cabello había sido perfectamente peinado, ni la sombra brillante que hacía a
sus negros ojos destacar, ni tampoco como no dejaba de ser ella por mucho
maquillaje que llevara, traía unos pantalones de cuero pegados al cuerpo y una
chaqueta sobre ella que le hacía recordar la primera o segunda vez que la vio y
todo ello junto hacia a su alma perderse un poco más.
- Va a empezar el desfile – dijo Andrea
- ¡Shh! – dijo Julieta mientras veía pasar las prendas de Milter,
doce mujeres y seis hombres desfilaron piezas que estaban lejos del alcance del
ser humano común y después de pasar la última modelo el silencio se apodero de
la pasarela y el mismo Milter Rouge presento las piezas de la neo diseñadora –
¡Wow! – fue lo primero que Julieta dijo al ver pasar a la primera modelo.
Los tonos, los contrastes, la alegría y la sobriedad todo en una
sola pieza, aquello iba a ser la principal característica de Bárbara Jerez, “la
nueva diseñadora de alta costura” como la prensa misma no había demorado en
decir, ni siquiera cuando aún no pasaba un tercio de sus piezas en la pasarela.
Julieta tuvo un solo sentimiento en ella en aquel momento y no era ni pena, ni
rabia, ni dolor, era orgullo, felicidad, alegría, de ver que la mujer que amaba
se había convertido en alguien grande, en alguien que cualquiera podía admirar
y ese era solo el comienzo. Aun cuando mientras sonreía las lágrimas descendían
de sus ojos, aun sabía que toda su vida iba a cambiar, Julieta hubiese dado todo
lo que no tenía por estar a su lado y darle un abrazo, pero ya era demasiado
tarde.
El desfile terminó y los diseñadores pasaron adelante entre aplausos
y ovaciones de los asistentes, Bárbara se había cambiado y parecía una
verdadera modelo al lado de las reales; el despido fue largo y diez minutos más
tarde Milter Rouge y Bárbara Jerez eran entrevistados luego de una noche
exitosa.
- Monsieur Rouge esto no es nuevo para usted pero díganos como se
siente esta noche – pregunto la misma mujer de antes
- La verdad es que creo que he quedado de lado esta noche, orgullo
es lo que siento al ver como la tímida joven que llego un día a mi taller hoy
se convirtió en una verdadera diseñadora, toda la vida podre decir que la
conocí antes de que fuera una grande
- Me imagino Monsieur Rouge, y qué nos puede decir de las recientes
criticas
- La verdad aun no leo nada
- “Monsieur Milter Rouge y su aprendiz Latinoamericana Bárbara Jerez
brillan cada uno por si solo en la pasarela más importante de parís” y eso es
solo lo que Vogue está diciendo en su portal, podría leerlas toda la noche
- Bueno creo que Vogue nunca se ha equivocado, al menos no conmigo,
pero me encantaría que no la trataran de aprendiz, yo solo le enseñe a
levantarse en este mundo, la magia ya estaba aquí – dijo abrazando a Bárbara
que solo podía sonreír a su lado. No había sonreído en meses de esa forma,
probablemente Milter nunca había visto su sonrisa.
- Bueno y la mujer del momento, Bárbara, como te sientes en este
momento
- ¡Uff! – Dijo Bárbara causando la risa de ambos – Creo que estoy
viviendo el momento más importante de mi vida y me siento feliz de estar
rodeada de tan grandes personas
- De hoy en adelante otra vida para ti, que piensas hacer ahora
- Pretendo seguir haciendo lo mismo, continuar al lado Milter hasta
que se canse de mí y terminar la carrera, esto es solo el primer pasó en mi
vida para volverme quien siempre soñé y tengo que agradecer a este hombre por
esto
La mujer termino su despacho despidiéndose de ambos y las imágenes
del desfile volvieron a pasar en la pantalla. Julieta limpió las lágrimas que
habían en su rostro y sin decir nada se puso de pie, tomo una botella de vino y
se encerró en su cuarto, aquella noche su puerta no se abrió, ni el día
siguiente, ni el que vino después de ese.
JULIO
“Si tuviese le valor de ir a tu encuentro, si tuviese las ganas de
retroceder sobre mis pasos, si tan solo lo quisiera, pero el miedo de que me
digas que no, el miedo de que tus palabras no sean las que quiero oír, todo me
tiene mirando el mismo sobre sellado que un día recibí. Ojala algún día me
puedas decir perdón a la cara y yo pueda perdonarte de corazón. Quizás tú
también puedas perdonarme”
Todo en su vida se estaba convirtiendo en lo que siempre soñó, solo
que lo que siempre soñó algún día dejo de ser lo más importante, los sueños
varían y los de ella estaban todos acompañados de un par de ojos verdes.
- ¿Vas a venir a la cama? – preguntó Joan sentándose sobre el
colchón
- Ahora – respondió ella con una sonrisa
Joan no era lo que soñaba, ni tenia sentimientos hacia él, pero era
el único que podía traspasar su barrera y después de las diez copas de alcohol
de la noche del desfile, terminaron en una cama dejando todo en ella , así
habían estado durante un mes, sin hablar de ello, sin siquiera discutir qué era
lo que había entre ambos, Joan solo la seguía sin decir nada y si Bárbara
estaba de humor lo dejaba entrar a su cama, como aquella noche en que la rabia
se había apoderado de ella una vez más, volviéndola egoísta una vez más,
aceptando que tenía necesidades y que su vida había cambiado para siempre.
- Aun no lees esa carta – dijo Joan después de tener sexo
- Ni la voy a leer – dijo Bárbara sirviendo vino en una copa
- Yo también quiero
- ¿Vino?
- Si – respondió el levantándose mientras se ponía unos bóxer negros
La noche parisina en pleno Julio era calurosa, Bárbara llevo su copa
de vino hasta el balcón y contemplo las estrellas en aquel lugar del mundo y
como la luna se veía un poco más grande que en su natal país o quizás aquello
era solo un juego de su vista. Joan se acercó a su lado y deseo que la mujer
que acababa de tener en una cama estuviese un poco interesada en el cómo lo
estaba en la luna, pero sabía que eso era imposible, se había vuelto un juguete
para ella y eso no le desagradaba.
El calor de los días y las noches hacia que su cuerpo transpirara
más de lo normal, llevaba días sin estar con Joan, se había empezado a aburrir
de la rutina sexual que habían tomado y la soledad le agradaba más que la compañía,
la ventana del cuarto estaba abierta y de pronto la curiosidad se apodero de
ella, tomo la computadora y abrió el buscador, “Julieta Zúñiga Parra” escribió
en la barra de búsqueda y mientras recordaba su rostro dudo en presionar la
lupa a la derecha de su pantalla, pero la duda no duro mucho tiempo, cerca de
un millón de resultados aparecían en su pantalla y nunca pensó que podía decir
tanto sobre ella, pero tampoco esperaba encontrarse con nada de lo que estaba a
punto de leer, la muerte del padre, las demandas a la madre, y el juicio que
había terminado la semana anterior en primera página de un diario popular,
Julieta tenía una hermana y un juez le había otorgado la mitad de todo lo que
le pertenecía a Julieta gracias a su padre, no era mucho, pero era. Bárbara se
preguntó en que planeta había vivido ella mientras todo eso había acontecido, y
no fue hasta ese momento que tuvo la curiosidad de tipear el nombre del hombre
que más había odiado en su vida su sorpresa fue grande al enterarse que había
muerto días después de su partida, aquello podría haberlo explicado todo, pero
Bárbara ya no quería explicaciones.
Dudo la noche entera en abrir el sobre que estaba sobre su velador,
esa noche, la que vino después y la que la siguió a esa, después de una semana
se decidió a rasgar el papel, saco tres hojas de su interior y no fue capaz de
leer su contenido, ahora el sobre estaba en el suelo y las hojas dentro de su
velador, el miedo a que las palabras que Julieta le había enviado la hicieran
tomar el primer avión de vuelta a Chile se apoderaba a ella, había llegado muy lejos para dejarlo todo por
amor, Julieta ya no se merecía eso.
AGOSTO
La tarde estaba algo vacía, afuera llovía como una tarde normal de
agosto, incluso se podían ver los rayos de sol entre las pesadas nubes, Julieta
tenía el día libre y la necesidad de estar sola era algo recurrente en su vida,
como la necesidad de investigar en internet sobre la vida de Bárbara, necesidad
que llevaba a cabo siempre que aparecía, se había vuelto un ritual o casi una
obsesión, a veces salían cosas nuevas, otras solo imágenes en alguna revista de
moda online, pero aquella tarde encontró algo que no había visto antes, el
perfil en una red social de Joan Silles y se sintió enormemente sorprendida al
ver en cada foto de él, a Bárbara a su lado, tanto que era inútil no llamar a
sus sentimientos celos, ‘Al menos no es una mujer’, pensó, y su pensamiento la
tranquilizo.
En el departamento de al lado había una gata y un gato, el mes era
propicio para que demostraran su amor, aquella noche Julieta no durmió, no
sabía si era el extremadamente fuerte maullido de los gatos en plena acción
sexual o la imagen recurrente de Joan Silles en su cabeza y en eso estaba
cuando escucho a Francisca gritar - ¡Cállense gatos maricones, quiero dormir! –
y el grito la hizo reír a carcajadas, tan fuerte que Francisca no tardó en
llegar a su cuarto con una sonrisa de oreja a oreja
- Pensé que ya no te iba a
oír reír de esa forma – dijo de pie en su puerta
- Yo también lo hice – respondió ella y en un acto de solidaridad
abrió las tapas de su cama para que su amiga se acostara a su lado
- Ya que no vamos a dormir
Hacía tanto tiempo de la última vez que Francisca dormía con Julieta
que la última no pudo dejar de sentirse nostálgica y protegida a la vez.
- Me vas a contar que hablaron – dijo Francisca acomodándose en la
cama
- ¿Con quién?
- Con… ¿tu hermana? – pregunto ella dudosa de llamarla como
correspondía
- Ah… no tenía ganas de hablar de eso, pero supongo que eso no
importa
- No
- Que según era la mamá la que quería la plata, que a ella eso no le
importa, que lo que realmente quiere es tener una relación conmigo, siempre
quiso tener una hermana según ella
- ¿Y qué piensas tú sobre eso, qué le dijiste?
- Que se jodiera, eso pensé, pero le dije que lo iba a pensar un
poco más, después de todo ella no tiene la culpa
- Tú tampoco, aunque igual es menor que tú, quizás dice la verdad
- Después de conocer a la cosa esa que llama madre no lo dudo
Por casi cinco minutos hubo un silencio entre ambas y también
afuera, amabas creyeron que por fin iban a dormir y sin decir absolutamente
nada cerraron los ojos, por casi cinco minutos más hasta que la gata vecina les
hizo abrir los ojos de golpe – ¡CONCHESUMADRE! – gritaron ambas del espanto, la
risa que vino después hizo que Julieta fuese por una botella de vino y
Francisca por las copas, aquella noche se hizo larga y las palabras no
faltaron.
- Jul… - dijo con miedo de preguntar
- Dime
- Después de tanto tiempo no has pensado en buscar a alguien, ni
siquiera por una noche
- ¿Crees que estoy frustrada? – pregunto con buen humor
- No sé, pero tú antes salías, te divertías, ahora solo hablas
conmigo o con Andrea y bueno ese es otro tema
- No vengas otra vez con el tema de Andrea, que no lo encuentro
gracioso
- Ella siente algo más por ti Jul, Bárbara ya no va a regresar,
¿piensas estar esperándola toda la vida?
- Dejando aparte el tema de Andrea, Fran no estoy esperándola, no es
por ella que no estoy con nadie, si sé el tiempo que ha pasado, créeme si
alguien lo está contando soy yo, el tema es que yo no puedo, imaginarme besando
a alguien más, abrazando a otra persona o simplemente sentir su aroma, no
puedo, es como si ella hubiese dejado su marca en mí, como si me hubiese
convertido en este ser incapaz de amar a alguien más y no puedo sacármela de la
cabeza
- Seamos realistas, nunca pudiste, desde el primer día que la viste
en esa plaza
- tal vez antes de eso, no lo se
- Aun no entiendo como la dejaste ir
- Cuando no era una cosa, era otra
y siempre estaban mis miedos
- Jul entonces ve, más vale tarde que nunca
- Creo que ya es más que tarde, ella está tocando las estrellas y yo
sigo arrastrándome a nivel del mar
- ¿Podemos volver al tema “Andrea”?
- Para con eso, ella me adora tanto como yo a ella o a ti, no hay
nada más
- Créeme lo hay, aunque no importa, tu nunca la vas a ver con otros
ojos, yo solo espero que seas feliz.
- ¿Acaso no esperamos todos a eso?
- Algunos antes que otros
- ¿Y Marcelo? – pregunto Julieta cambiando por completo el tema de
conversación, de fondo los gatos tenían más actividad sexual que ella en años y
la noche ya dejaba de ser noche, se volvía madrugada y mientras oía la
respuesta de su compañera de departamento su cabeza viajaba a la última vez que
le hizo el amor, la última vez que la beso y todas eran igual a la última vez que la vio.
SEPTIEMBRE
El otoño estaba a la vuelta de la esquina y con él su época
preferida del año, no era el aroma a su alrededor, ni el hermoso color de las
hojas, tampoco era que los arboles
cambiaran su hermoso pelaje y de pronto ya no viese verde por todos
lados, era que el otoño era su época preferida del año incluso cuando ella
estuviese luchando con la primavera y sus alergias, en parís era otoño y no
había nada más hermoso que parís en otoño, claro si ella hubiese estado ahí, la
época hubiese sido simplemente perfecta.
“No era el aroma a humedad que golpeaba mi nariz,
Ni el quebrar de las hojas que azotaba mis oídos
Tampoco era el color de las hojas que maravillaba mi vista.
Era tu recuerdo bajo esas hojas,
La forma en que tus ojos se volvían un poco más amarillos
Solo por el tono de las hojas tras ellos, delante ellos, sobre ellos
Y hubiese dado todo por tenerte aquí
Daría todo por tenerte aquí
Dios, lo doy todo por tenerte aquí.
Si tan solo el ayer fuese el hoy
Y el presente no fuese tan jodidamente complicado
Nuestro presente, por separado es simplemente perfecto
Y no cambiaría nada del, ¿acaso me contradigo?
Probablemente ni yo me entiendo
Pero si no me hicieras falta ni siquiera me afectaría
Tal ve como yo a ti en este momento
Vives sin ser afectada y yo sigo “viviendo”.”
El cuaderno que no dejaba para ir a ningún lado de pronto estaba por
terminarse, no quedaban más de veinte paginas en él y aunque no escribía a diario
no lo quería acabar, no quería que se llenara y sentirse completa, había comenzado
a escribir por ambos lados, de pronto era lo único que la hacía sentir cerca,
un poco más cerca que siempre.
- “Rouge y Jerez” no te gusta cómo suena “Jerez et Rouge”
- “Milter et Réni” me gusta más – dijo Bárbara
- ¿Réni? – preguntó Milter confundido
- Por Renata
- Entonces estás diciéndome que sí, estas dispuesta a esta nueva
marca
- Milter yo soy novata en esto, ¿tu estas seguro que quieres crear algo
conmigo?
- Cariño si de algo estoy seguro es de eso, ya estoy cansado de esta
compañía y juntos podemos crear algo mucho más grande, el capital ya lo
tenemos, solo me falta un sí de tu parte
- Si – dijo Bárbara y con ello dio un paso adelante en su futuro
- ¿Y Joan? – Pregunto Milter – no creerás que no me he dado cuenta
de que algo hay entre ustedes – dijo el hombre diez años mayor
- Sexo – respondió Bárbara sin rodeos – solo sexo
- Me parece bien ¿y tu carrera?
- Quiero seguir Milter, ¿crees que sea posible?
- Creo que no lo necesitas, solo será un papel, tu grandeza esta en
ti y con eso llegaras lejos
- No sé si soy yo quien te necesita a ti o tú a mí
- Yo a ti querida, créeme, yo a ti
Aquella noche Joan golpeo su puerta y como siempre lo dejo entrar,
no hubieron besos entre copa y copa, tampoco hubo un juego previo antes de
llegar a la cama, Bárbara había apagado esa parte de ella, y mientras estaban
en esa cama podía pensar en cualquier cosa, menos en quien estaba sobre ella,
sin embargo terminaba siempre con un orgasmo, uno que la hacía sentirse más
nauseabunda que satisfecha, definitivamente debía cortar con sus idas y
venidas, estaba segura de eso.
“Sus manos me rodean y mi cuerpo no te reconoce
Mi alma es como un detector de mentiras
Y no hay momento en que no detecte lo falso
Tu rostro me atormenta y tu cuerpo pasea ante mis ojos
No eres tú, nunca volverás a ser tú
Y el saber eso es lo que más duele
Podría gritar una y mil veces
Aparece, aparece, aparece
Pero en algún momento llegare a mil
Y ese día ya no habrá detector de mentiras
Ya no habrá nada en mí que te reconozca.”
Joan cerró la puerta con fuerza y rabia mientras salía, sabía que
todo había acabado, no era necesario que Bárbara lo dijera, basto la mirada en
su rostro luego de acabar, su repentina salida de la cama y su rutina de
escribir todo lo que su cabeza desvariaba; quiso salir del lugar y nunca más
regresar y aquel fue la primera víctima de desamor de Bárbara Jerez Fuentes.
OCTUBRE
Aquella mañana nunca debió despertar, pudo haberse quedado en la
cama todo el día, quizás pretender que estaba enferma, todo hubiese sido mejor
que asistir a la universidad; basto poner un pie en el lugar para sentirse
observada, todo el mundo la miraba y de pronto pensó que se le había olvidado
cambiarse el pijama, pero no, no se trataba de su ropa, ni de su cara, se
trataba del detestable camino que toman algunos periodistas, aquellos que no
hacen el bien sino el mal, esos que solo se preocupan de la vida de las
personas y no de lo que mueve o detiene el mundo. “Ven de inmediato a casa”,
decía el mensaje de texto que recibió de Andrea y dado a los ojos que tenía
sobre ella no tardó en hacer caso y volver en sus pasos hasta casa, cuando
llego comenzó su rea pesadilla
- ¿Qué paso?
- Preguntó en cuanto entro a casa y vio a Francisca con Andrea a su
lado
- Siéntate – dijo Francisca – “Abandonada por su padre vivió las
peores de las suertes para una niña, su madre que murió al ella nacer solía ser
de una familia adinerada, más su padre con un pasado pobre no tuvo más remedio
que dejarla en una casa para que cuidaran de ella, hoy el hombre nos habla
sobre aquel momento y la necesidad que tiene de reencontrarse con su hija. La
diseñadora del momento que hasta hace poco tenía su pasado oculto, no quiso dar
declaraciones al respecto y prontamente
comenzara una línea junto a su otrora maestro “Milter y Réni”, como dicen
cercanos que se llamara la marca. Su vida amorosa también secreta fue filtrada
por su ex amante de cama y también compañero de profesión Joan Silles, previó a
él tuvo una larga relación con la hija del reciente fallecido Doctor Zúñiga
Vicencio, quien también traía escándalos a sus espaldas por su pasado y
vinculado mucho antes a la diseñadora que su propia hija”
- ¡Para! – grito Julieta cuando se cansó de escuchar e incrédula se
paró del sillón para leer todo lo que antes había oído
- Esta gente no tiene límites – dijo Andrea compadeciendo a Bárbara
- Debe estar hecha mierda – fue lo único que dijo Julieta al
terminar de leer – ahora lo entiendo todo
Julieta relaciono su corta estadía en la universidad con la noticia
que giraba en torno a todos los canales y diarios del país, el gran escándalo
de última momento que todo el mundo comentaba y dentro de todo Julieta no podía
dejar de preguntarse cómo estaba ella, como lo iba a superar, le afectaba del
todo, pero no podía saberlo, era imposible saberlo estado tan lejos.
- Van a venir por ti – dijo Andrea
- Lo sé
- ¿Y qué vas a hacer?
- Mandarlos a la mierda
- Buena opción – dijo Francisca con calma
Después de dos días aislados del mundo exterior Julieta pensó las
cosas con calma y entonces cayo en cuenta de lo que había leído, no antes, no
cuando lo escucho ni cuando lo leyó, busco en su celular la vieja noticia y
volvió a leerla en voz alta - Su vida amorosa también secreta fue filtrada por
su ex amante de cama y también compañero de profesión Joan Silles – cinco veces
tuvo que leer la misma oración para que su pecho pasara de dolor a rabia, lo
dudo por un momento, sospecho de su veracidad por otro, pero después de unir
aquellas palabras con las fotos que siempre veía en el perfil del estúpido
hombre no había mucho que dudar, dos más dos siempre serian cuatro.
NOVIEMBRE
Cuando creía que todo había acabado, que las noticias de su tortuosa
infancia ya habían dejado de ser noticia, en ese momento resulta que el hombre
que la boto un día en una casa ahora quería volverse padre y que la familia de
su madre ahora quería acercarse a ella, al menos ellos no lo hacían por la
televisión, ni mucho menos para aprovecharse de su actual momento económico.
- Esto no terminara nunca
- Siempre lo van a recordar Réni, pero al menos eres fuerte, nada de
esto debería afectarte
- No soy tan fuerte, creo que ese es el problema
- Lo eres, si estás aquí hoy es solo porque lo eres
- Al menos esto no afecta mi carrera
- No, si algo va a ser esto es hacerte más famosa
- No quiero fama
- No. Quieres respeto y reconocimiento, todos aspiramos a eso Réni.
Ahora tienes una semana para compadecerte, la próxima tenemos reunión con
accionistas y después de eso de cabeza al “Fashion Week” del próximo año
- Si jefe
- Ojala siguiese siendo tu jefe, ahora somos socios y acuérdate que
hay que trabajar en los vestidos de la actriz ésta
- ¡Jajajaja! La actorcita – dijo con ironía – Milla Jovovich y sí,
lo recuerdo
Los días pasaban y su cabeza ya no giraba en torno a ella, su mente
había pasado de pensarla cada cinco minutos a una vez al día en el último mes y
aquello era un avance. Ese día terminaba de dar un examen en línea cuando su
pecho de pronto se vio agitado, sus manos comenzaron a sudar y una extraña
sensación la tomo por completo, hacía semanas que no pensaba en aquella carta,
ni siquiera abría el cajón al lado de su cama y ahí cuando menos lo esperaba
quiso leer sus palabras, pensó que no le iban a afectar, que ya era tarde para
arrepentirse, que su corazón era un poco más libre de ella que antes.
““Hola”, eso se supone que debo
escribir para comenzar una carta o “Querida Bárbara:”, “Amada”, sería lo correcto,
ya me conoces, estoy dándole vueltas al asunto.
La idea de esta carta era decirte todo lo que no fui capaz de
decirte en persona, pero ni siquiera sé cómo empezar, como hacer que me creas
sin que veas en mis ojos la verdad. El día que me pediste que me fuera contigo
fue el más feliz de mi vida y el día que mi madre me pidió que me quedara fue
el más triste, quizás lo sabes, quizás no. Mi padre estaba enfermo, desahuciado
y lo que le dieron los médicos no fue ni una mínima parte de lo que duro, falleció
al día de tu partida, y créeme no fue por el que me quede, fue por mi madre.
Aunque no lo mereciera su partida me afecto, el hombre me dio la vida y mil
desagracias después de partir, siempre quise ir a tu encuentro y nunca pareció
el momento indicado, las demandas comenzaron a llegar y me vi atada a este lugar, a tu ausencia y
si de algo soy culpable es de mi cobardía, ahora recordé el motivo de mi carta,
jamás quise dejarte y no fui capaz de ver tu cara mientras lo hacía, mi
cobardía no me dejo decírtelo a la cara, hubiese bastado mirar tus ojos para
convencerme de no hacerlo, para embarcarme en la aventura de seguirte, te
hubiese seguido hasta el infierno si fuese necesario, pero no lo hice, no te
deje en ese aeropuerto por ti, ni por mí, lo hice por las personas que me
dieron la vida, y lo único que espero es tu perdón, a tu regreso ya me resigne,
a sentirte, a tocarte, a besarte.
Conmigo dejaste tu alma y contigo te llevaste la mía, solo yo cargo
con ese peso.
Te amo, no importa cuánto lejos estés de mí, un día prometí jamás
hacerlo, mi alma siempre estará contigo incluso cuando no la quieras cerca.
Tuya
Ju.”
Treinta veces Bárbara releyó la carta, por todos aquellos días en
que no lo hizo. Pensó que sus palabras y como siempre, pensó mal, de algún modo
lo principal ya lo sabía, se había quedado por su padre, pero no entendía por
qué no se lo había dicho y aun ahora sabiéndolo, seguía sin entenderlo y
esperaba que llegase un día en que lo hiciera, pero de algo bárbara tenía razón,
era demasiado tarde para arrepentirse.
DICIEMBRE
Julieta podía crear el mundo con sus manos, con la partida de
Bárbara era ella quien quedaba en su lugar, el año escolar terminaba a
principios del mes y ella se eximía de toda su carrera con notas casi
sobresalientes, de no haber sido por su inasistencia permanente a clases aquel
año pudo salir con honores, pero no era el caso y cuando ya se sentía
recuperada, cuando ya no había nada más que ocultar, su mundo se volvería a
poner de cabezas mucho antes de lo que pensaba.
La navidad, el nuevo año, los regalos, la fiesta, todas cosas
sinónimos del mes, pero para Julieta comenzaba a ser algo más, las clases
habían acabado y aquel día llego a casa más temprano de lo normal, entró a la
cocina y el papel en el refrigerador era simple, los típicos mensaje de
Francisca sobre él “El paquete de tu cama llego esta tarde, quizás debas
abrirlo rápido, si te arrepientes de haberlo hecho me llamas”, término de leer
y corrió a su cuarto, el papel era café y la estampilla sobre él era francesa,
su nombre estaba impreso sobre un papel blanco y a penas lo leyó sintió que su
corazón se iba a salir de su pecho sin ser capaz de volver a su lugar. Camino
alrededor de su cama sin perder la vista del cuadrado paquete sobre su cama, su
pecho seguía corriendo tan rápido como su ansiedad, pero algo le decía que no
lo abriera, llámese a ese algo presentimiento, tal vez era solo miedo, pero se
demoró en abrirlo tanto como en sacar el contenido de su pequeña caja y en
cuanto la abrió sintió su corazón abrirse en las mismas líneas que intentaba
cerrarse, como si fuesen heridas físicas, dolían el doble que la primera vez
que se habían hecho.
“Lo siento”, decía el papel con su propia letra, el mismo que
aquella mañana dejo bajo la tapa de un viejo libro y pudo verse escribiéndolo,
pudo sentir lo mismo que sintió aquel día.
Bajo el papel un cuaderno, Julieta lo miró con curiosidad y pensó
que nada bueno podía salir de eso, tal vez era una vibra extraña en su pecho o
el dibujo que enmarcaba su título “De Enero a Diciembre”. Julieta abrió la
primera página y ya no pudo parar, si algún día se preguntó que había sentido
Bárbara al verse sola en aquel aeropuerto ahora lo sabía, lo sabía con lujo de
detalles, tanto que podía sentir su dolor a medida que iba leyendo y solo ella
era culpable de su dolor.
El tiempo avanzaba y las palabras se le incrustaban en la piel, sus
ojos no descansaban mientras más avanzaba en su lectura más se lavaban desde su
interior, “Tu ausencia dejo marcas que nadie nunca podrá borrar”, leyó en voz
alta y la lectura misma le hizo bacilar, tomo el cuaderno y lo cerró incapaz de
continuar, camino por su habitación buscando respuestas que nadie tenía – Tanto
me odias que quisiste que yo sintiera tu dolor – dijo respondiendo al aire a su
alrededor, imaginándola frente a ella, silenciosa, ausente, esperando palabras
de su boca que eran imposibles de llegar y antes de que decidiera tirarse desde
su propia ventana, se volvió a sentar en su cama y continuo con su lectura, por
un momento pensó que había perdido por completo la cordura, sus ojos verdes se
habían vuelto de un color musgo y el fantasma de Bárbara no dejaba de
observarla, impaciente, expectante de todo lo que ella leía.
“Sus manos me rodean y mi
cuerpo no te reconoce
Mi alma es como un detector
de mentiras
Y no hay momento en que no
detecte lo falso…”
- En que estabas pensando – dijo lanzando el cuaderno con todas sus
fuerzas en contra de la pared atravesando de golpe la imagen que no dejaba de
observarla, repitiendo una y otra vez en su cabeza las palabras que acababa de
leer, ya sabía que había sido de otro, tenía claro que su cuerpo había sido
tocado, pero no necesitaba los detalles, no quería saber que pensaba en ella
mientras alguien más se adueñaba de su cuerpo, no era ella, era otro u otra – Quien
sabe con quienes haz estado – grito a su fantasma, a su imagen perfecta a los
pies de su cama – Solo tú lo sabes – dijo resignada, dispuesta a seguir
leyendo, dispuesta a saber más cuando ya no le quedaban fuerzas para
contenerlo.
Se levantó de su cama y volvió con el cuaderno entre sus brazos, en
una especie de auto flagelo lo abrazo, quería sentir su dolor, quería abrazar
con todas sus fuerzas lo que un día le perteneció, lo acerco a su cara y pudo
sentir su aroma, pudo sentir la esencia que aún seguía intacta y el dolor la
cobijo una vez más mientras continuo su lectura, hoja tras hoja, letra por
letra, se metió por sus ojos invadiendo cada espacio de su alma, como un veneno
mortal capaz de infectar con rabia, con tristeza, con oído hasta la última célula
de su cuerpo y cuando pensó que ya no daba más llego a la página final, con la
certeza de que ya no era amada, de que el amor de su vida ya no le pertenecía y
que ella era la culpable, no su padre, no su madre, solo ella.
- ¿Jul? – Pregunto Francisca en cuanto entro a la obscura habitación
– Julieta… - dijo con asombro al verla recostada sobre el piso de su cuarto – ¿Julieta
estas bien? – dijo poniéndose a su nivel, pero Julieta no respondió, podía verla
parpadear, podía sentirla respirar, sin embargo se rehusaba a responder.
- No. – Dijo Julieta después de diez minutos en que Francisca
preguntó por ella inútilmente – “Eres como un fantasma indeseable, te cruzas cuando
sabes que sonrió y derribas mi felicidad. No puedo ver tu rostro, se volvió
negro, ya no sé cómo lucen tus ojos ni como sabe tu boca, olvide el aroma de tu
cuello y el sonido de tu voz, sin embargo sigues estando, no importa cuánto te
grite, no importa cuánto te refriegue en la cara que no eres nadie, sigues
siendo. Me pregunto si mi perdón sirvió de algo, lo hice, te perdone el día que
leí tus palabras, con rabia, con dolor, con la angustia de siempre, sin embargo
sigues deambulando a mí alrededor, a cada paso que doy, a cada respiro que
tomo, no me puedo deshacer de ti y créeme que lo quiero, lo necesito. Espero
que algún día me vuelva a encontrar con aquella mujer capaz de amar que perdí
en medio del océano entre estos dos continentes, en el que estás tú y en el que
seguiré estando yo. – Julieta terminó de leer y volvió a perderse en la
frialdad bajo su cuerpo
- ¿Qué es eso Jul?
- La ultima página de sus sentimientos hacia mí, de su amor, de su
rabia, de su odio.
- Julieta…
- Creo que llego el momento de continuar con mi vida – dijo sentándose
en el mismo lugar que había estado acostada
- Jul… - dijo Francisca limpiando sus lágrimas – quizás sea el
momento de pelear
- Para qué
- Para revertirlo, para ser feliz
- Mi felicidad no está a su lado y por favor no quiero saber de
ella, no quiero oír su nombre, ni nada que esté relacionada con ella
- ¿Estás hablando en serio?
- Se acabó.
Y mientras Julieta metía el cuaderno en la misma caja en que había llegado,
para ocultarlo en el último rincón de su closet, al otro lado de su mundo
Bárbara daba vueltas su nuevo departamento buscando el cuaderno que había pasado
meses escribiendo, creyendo que ganaría la locura si no lo encontraba.
NOTA: Comenten, compartan, valoren mi tiempo de escritura y no me odien.
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