Segunda Piel 9

Bárbara abrió los ojos y la contemplo en su totalidad mirando por la ventana de su cuarto, alzó una sonrisa y quiso leer sus pensamientos, indagar en lo profundo de su alma y comprender todo lo que había en ella sin excepciones, pero no era Julieta quien guardaba secretos y aquello la hizo recordar la noche, las imágenes, las palabras, instantáneamente supo lo que había en su cabeza y deseo con todas sus fuerzas no haber abierto los ojos.

 - ¿Qué estabas soñando anoche? – preguntó Julieta sin dejar de mirar por la ventana, sin siquiera mirarla, como si el suspiro que Bárbara había dado un minuto antes era la notificación de que estaba despierta. Julieta repitió la pregunta y una vez más no la miró.

- Los mismos sueños de siempre – respondió Bárbara mirando a la nada o al todo del cuarto de Julieta

- Y por qué dijiste “Capuleto” mientras dormías, te oí antes de que despertaras – dijo Julieta al fin mirando a sus ojos y el verde profundo de ellos tele transportó a Bárbara otra época, una en la que ella iba descalza y su cuerpo era un poco más de un tercio de alto de lo que era ahora…

<<…La casa era la misma de siempre, la única que Bárbara conocía, o la Chimpa como pensaba que se llamaba, “Chimpancé” solía decirle la mujer que supuestamente la cuidaba cuando estaba realmente enojada con ella, la que le daba techo y comida, más un sinfín de circunstancias que una niña de siete años no debía conocer en su vida, una vida que solo le había traído tristezas y amarguras, obviando aquel singular día bajo el árbol de siempre mientras limpiaba con un viejo paño piezas de cobre robadas de algún lugar, su vida se llenó de un nuevo color, de uno verde…

- Hola – Dijo la pequeña niña mientras su padre la dejaba sentada en el lugar, mas ella no le respondió – Hola ¿cómo te llamas? – dijo la niña que entre sus brazos tenía un muñeco con cuerpo de género y pelo de negra lana

- Hola – respondió la niña – Chimpa me llamo – dijo mientras ocultaba su rostro

- Que raro tu nombre ¿Quieres jugar conmigo? – pregunto estirando el escuálido muñeco

- Tengo que terminar de limpiar esto – dijo una pequeña Bárbara

- Pero tú hace como que me ordenas que limpie, tú juegas con Romeo y yo limpio, así podemos jugar las dos – insistió la pequeña niña, pero fueron sus enormes y verdes ojos los que en realidad la convencieron

- ¿Quién es Romeo?

- El más bello de los príncipes – respondió la niña – ¿No sabes la historia de Romeo y Julieta?

- No los conozco – respondió. Aquella fue la primera vez que Bárbara oyó la historia, al menos la que tenía final feliz.

Por media hora ambas rieron y jugaron, la niña de ojos verdes hizo el trabajo de Bárbara y ésta supo lo que era jugar con muñecas, al menos una vez en su vida lo había hecho, el mismo día en que se había enamorado de los géneros y los hilos. Pero todo lo que tenía un comienzo tenía un final y con un fuerte grito la niña se iba a marchar.

- ¡Capuleto! – Grito el hombre de traje y corbata que se asomaba al lugar – nos vamos

- Otro día volvemos a jugar – dijo la niña con sobrenombre de personaje de tragedia romántica

- Gracias por prestarme a Romeo – respondió Bárbara y con un vaivén de su mano ambas se despidieron. >>

- ¡Bárbara te hice una pregunta! – dijo Julieta trayéndola de vuelta a la realidad

- Ju no sé, tal vez soñé con la obra de teatro, no sé, no me acuerdo – dijo Bárbara mirando a través de sus ojos mientras se acercaba para darle un beso, rogando no hacer de aquello una discusión. Julieta probó en sus labios el sabor de la mentira y aquello le dolía. – Amor no te puedes enojar por un sueño

- No es tu sueño lo que me enoja Bárbara, es que puedo sentir que hay algo en ellos que no estás diciendo, que hay algo que te tiene mal hace mucho tiempo y no lo estás diciendo, eso me enoja y me duele la mentira que me acabas de decir

- Ju…

- Bárbara sé que me estas mintiendo, nunca lo habías hecho y créeme prefería tu silencio a tus mentiras

- Bueno – dijo Bárbara buscando su ropa en la habitación

- ¿Qué haces?

- Julieta siempre voy a preferir causarte daño con una mentira que decir una verdad que puede matar una parte de ti – dijo. Y sus palabras repercutieron tan fuerte en el alma de Julieta que olvido como hablar, no pudo formar palabra alguna para responder – Es mejor que me vaya, después hablamos

- No – dijo Julieta interponiéndose entre ella y la puerta de su habitación, con mil ideas en su cabeza sobre lo que aquellas palabras significaban, su mente era su peor enemiga cuando de imaginar se trataba

- Amor olvida el sueño, olvida lo que dije y lo que no dije… mira, te prometo que haré algo, buscare algún psicólogo que me oriente, que me ayude a estar tranquila, pero por favor olvídalo.

- ¿Y cómo lo olvido? – preguntó Julieta entre lágrimas

- Con mucha fuerza – respondió Bárbara con dulce voz mientras limpiaba las lágrimas que descendían por el rostro de Julieta – Te amo infinitamente Julieta, mi Julieta – susurró a su oído – cada día un poco más, a cada hora con más intensidad, no hay final para lo que siento por ti – termino de decir para aferrarse a ella en un abrazo tan intenso como lo que sentía por ella.

- Vamos a tomar desayuno – dijo Julieta dando un suave golpe a su espalda para soltarse. El día apenas comenzaba y Bárbara ya quería que acabara.

No hubo palabra alguna que saliera de la boca de Bárbara y Julieta durante el desayuno, mientras una intentaba ser fuerte por las dos, la otra mantenía su mente ocupada en intrigas y dudas que no escapaban mucho de la realidad, por lo tanto ninguna hablo, no durante el desayuno, tampoco durante el almuerzo. Bárbara ya no daba más con el silencio, pero decir algo aumentaba las probabilidades de volver al debate de la mañana y eso le aterraba.
La puerta sonó al abrirse y de pronto el silencio acabó…

- Hola – dijo Andrea sonriendo mientras cerraba la puerta a su espalda

- Hola – Dijo Julieta mientras ordenaba la ordenada cocina

Bárbara hizo un gesto con su cara y un “que tal” salió de sus labios

- ¿Quién murió? – pregunto Andrea riendo. La mirada que amablemente le dio Julieta borró la sonrisa que había en sus labios – creo que será mejor que me vaya – dijo Andrea devolviéndose en sus  pasos

- No tranquila, yo tengo cosas que hacer, me estaba yendo – dijo Bárbara ante a la atenta mirada de Julieta.  Entró al cuarto y salió con su blazer puesto, miró a Julieta con la sería intención de despedirse, pero está se dio la vuelta y tomó la loza que estaba en el lava platos para lavarla

- Chao Andrea, cuídate – dijo entregándole una forzada sonrisa

- Chao – dijo Andrea devolviendo el gesto

Bárbara se acercó a Julieta ignorando su infantil desprecio, la tomo por la espalda y desde ahí susurró a su oído – Te amo infinitamente – salió del lugar y pudo oír los platos quebrarse aun con la puerta cerrada a sus espaldas, de un modo agradeció que no estuviese sola, Julieta tenía la suerte de tener amigas, algo que ahora a ella le pesaba no tener, bien le hubiese servido una oreja para su historia y tal vez un hombro para llorar.

- ¿Qué paso? – preguntó Andrea cuando al fin Julieta se calmo

- Pensé que no me estabas hablando

- Piensas mal, siempre piensas mal – dijo su amiga abrazándola

- Yo solo quiero saber que pasa en su cabeza

- ¿Qué paso ahora?

- Tonteras mías

- ¿Qué tonteras son esas?

- Anoche… anoche empezó a hablar mientras dormía, le hable para que despertara, no me respondió y empezó a decir cosas… no sé, definitivamente debo estar loca

- Julieta, algo tienes en esa cabeza que te está molestando tanto

- Hay algo que no me está diciendo Andrea, anoche no dejaba de decir “Capuleto” mientras dormía

- Ya, es un apellido conocido Jul, por qué te afecta tanto

- Porque así me decía mi papá cuando pequeña

- Y que tiene que ver eso con ella

- Eso es lo que me está dando vueltas. Quizás solo pienso tonteras sin sentido alguno, pero esta certeza de ver en sus ojos que algo me está ocultando me pone mal, es como si pudiera leer su alma y la lectura no me está gustando.

Julieta se perdió entre su espacio y la nada, sus pensamientos enumeraban diferentes hipótesis y ninguna de ellas le hacía favor a Bárbara, sino todo lo contrario, todas ellas generaban un miedo tan grande en Julieta, que prefirió mantenerse alejada de Bárbara el resto del día, al menos lo hizo físicamente, psicológicamente su mente estaba con ella, su corazón lo estaba y mientras más quería dejar de pensar en su voz, su risa, su tacto, sus labios, más latía su corazón como si de solo pensarla se enamorara un poco más de ella, no importaba cuanto quisiera pasar un día sin necesitar su presencia, el hilo que las unía era mucho más inquebrantable que la fuerza de voluntad.

La noche llego y Bárbara creyó perder la cordura por un instante, un día se habían prometido no pasar una sola noche con aquella distancia entre ambas, no la física, aquella era soportable, pero saber que Julieta estaba necesitando una verdad que era imposible de ser pronunciada le hacía perder la cabeza, no era solo ella quien estaba sufriendo también le estaba causando dolor al amor de su vida, pero al menos era un dolor soportable, el otro mataría la mitad de su corazón y ella no iba a ser la causante de aquello.

- Alo! ¿Puedo pasar? – Preguntó Francisca tras la puerta. Julieta respondió con un fuerte “¡Sí!” – Hola bellota

- Hola Burbuja – respondió Bárbara regalándole una media sonrisa que le confirmaba a Francisca que algo seguía estando mal - ¿Qué haces aquí?

- Quería venir a verte, ¿no puedo?

- Si puedes, Andrea te llamo ¿cierto?

- Puede ser, bueno oficialmente dentro de una semana podría estar viniéndome a vivir aquí

- ¿Ya se va?

- ¿Todavía no te lo dice?

- No, hablamos temprano, pero no me dijo nada

- Salió hace un rato y no quiso dejarte sola, por eso me llamo

- Típico de Andrea

- Ella te adora Jul, esta dolida por lo que le dijiste, pero sabes que te quiere más que a nadie

- Ahora me dirás que está enamorada de mi

- Puede ser, ya no descarto nada

- Ridícula – dijo Julieta con la misma sonrisa de media cara a la que se estaba acostumbrando

- ¿Qué pasa amiga?

- No quiero hablar de eso

- Jul, deja de pensar que algo oscuro con Bárbara, terminaras alejándote de ella cada vez más, tú sabes que tiene un pasado horrible, que por ahora sigue rota y no creo que se vaya a sanar tan rápido

- Y si alguien de su pasado sí la está molestando… - dijo Julieta dejando salir sus hipótesis sin pensar en hacerlo – no sé, hay cosas que no me ha dicho, periodos de su vida que son lagunas para mí, yo no sé qué hizo en esos años

- ¿Como delitos dices tú? De verdad crees que pudo hacer cosas malas

- De todo se ha pasado por mi cabeza, quizás por eso las pesadillas

- Amiga deja de darle tantas vueltas a las cosas – dijo Francisca acercándose a ella para abrazarla – dale tiempo, quizás más adelante te cuente todo

- Esta mañana intente hablar con ella porque paso algo raro anoche, en resumidas cuentas empezó a decir disparates mientras dormía – dijo mientras se separaba de sus brazos y se entregaba a sus manos, buscando aquello que los amigos de verdad saben entregar

- ¿Que clases de disparates?

- En realidad ahora sé que son estupideces mías, coincidencias, pero repetía una y otra vez “Capuleto” y a mí se me ocurrió encarar el porqué

- Como te decía tu viejo antes que salieras del closet – dijo Francisca riendo – lamento decirte que la verdadera Julieta Capuleto es más antigua que tú

- Ya lo sé, por eso ahora asumo que me equivoque, pero cuando estábamos pseudo-discutiendo, me dijo que siempre iba a preferir hacerme daño con una mentira a matar una parte de mí con la verdad

- Hubieses partido por ahí

- No sé qué pensar, quiero que se me olvide todo y seguir enamorándome de ella feliz y sin preocupaciones estúpidas

- Créeme que si te hace feliz yo igual quiero eso, pero amiga si te dijo eso, qué es lo que está ocultando.

- Nada que tenga que ver conmigo espero, solo me gustaría que empezara a hacer algún tipo de tratamiento, si no es conmigo que se saque todo eso que le hace mal con alguien más. No tiene ninguna amiga Fran, a nadie le cuenta lo que tiene en su cabeza, no puede hacer lo que yo hago contigo o con Andrea

- Pero eso no es culpa tuya

- Lo sé, a veces pienso que si me costó tanto llegar a ella es porque nunca debió estar en mi camino – pensó en voz alta Julieta

- Deja de pensar ese tipo de cosas que no te llevaran a ninguna parte

- Ya lo sé, encima hoy teníamos la cita con mi papá, no le gustó nada que la cancelara. ¿Fran se puede dejar realmente de pensar?

- No. – Respondió Francisca. Julieta se estiro en su cama y se dio vuelta hacia la ventana, esperando ver a alguien que no estaba. Francisca se acomodó tras ella hasta que ambas se quedaron dormidas.

Al menos una de ellas durmió esa noche, la otra se perdió en sus recuerdos, sus culpas y sus miedos, ninguna de las tres cosas le hacían algún bien y de pronto ahí estaba bajo el agua de la ducha recordando a alguien que hacía mucho tiempo había dejado atrás, pero que siempre volvía para perseguir su presente atormentándola, haciéndola querer escapar de ella misma como siempre lo hacía.

La mañana le trajo a Julieta la claridad suficiente para creer que todo estaba en su cabeza y que si amaba a Bárbara del modo en que lo hacía era capaz de dejar todo en el olvido, haciendo caso omiso a sus hipótesis y dudas que nada bueno le traían a su relación. La clase de las doce estaba por empezar y Julieta esperaba verla antes de entrar a la sala, pero Bárbara no llegaba, de hecho Bárbara llegó diez minutos después de que la clase empezara, el profesor la dejo entrar y el miedo le hizo creer  a Julieta que se sentaría lo más lejos posible de ella, sobre todo cuando se había portado tan estúpidamente extraña con ella, pero contrario a sus pensamientos Bárbara se sentó a su lado y le regalo una tímida sonrisa mientras lo hacía.

“Perdón por todo” – escribió Bárbara en una hoja de su cuaderno. Julieta lo leyó y quiso no estar en una sala de clases

“Perdóname tu a mí, soy tan estúpida a veces” – respondió Julieta. Bárbara se arrepintió de no haber ido la noche anterior a solucionar todo, pero luego pensó que quizás fue la noche la que trajo calma

“Te amo infinitamente y no eres estúpida”

“Yo te amo doblemente infinito, a veces si soy estúpida y ahora me siento una pendeja escribiendo mensajes secretos como en el colegio” – escribió Julieta mientras Bárbara intentaba poner atención a lo que hablaba el profesor, inútilmente, ella solo quería leer el mensaje

“Tarada si, estúpida nunca y yo nunca tuve ese tipo de experiencias en el colegio”

“Entonces soy tu primera vez en mensajes secretos, ¿Es emocionante?”

“Bastante, pero desde luego todas mis primeras veces contigo lo han sido”

“¿Emocionantes?”

“Y excitantes también”

“Eso ya lo sabía, soy una montaña rusa de primeras veces para ti creo”

“¿Te dije que te amo?”

“Hoy creo que no”

“Te amo infinitamente sabias” – Escribió Bárbara y Julieta no pudo evitar sonreír de oreja a oreja mientras leía

“Leerte se volvió más entretenido que la clase”

“Aún nos quedan setenta minutos de clases”

“¿Solo llevamos veinte minutos aquí?”

“Si, pero al menos estas a mi lado”

“¿Me dejaras siempre estar a tu lado?”

“Siempre que tú me lo permitas”

“¿Y si un día te lo prohibo?”

“Ese día tendrás que interponer una orden de restricción en mi contra de cien metros”

De cincuenta. De tres metros”

“¿Por qué tres y no cincuenta?”

“Porque de tres metros aun puedo ver tus ojos”

“Pensé que las ordenes de restricción eran para mantenerte alejada de la otra persona”

“Bueno ya lo sabes, no importa cuánto quiera hipotéticamente alejarte de mí, siempre te voy a querer cerca”

“Haré que firmes un documento que lo certifique”

“¿Mi palabra no te vale?”

“Me vale si la dices a mi oído” – escribió Bárbara. Julieta leyó y susurró a su oído las mismas palabras que antes había escrito. Bárbara se sintió estremecer con el sonido de su voz al susurrar y el tacto húmedo intencional de sus labios en su oreja. Julieta se reubicó en su asiento y la miró a los ojos mientras lo hacía, un “te amo” se dibujó en los labios de Bárbara y finalmente pusieron atención en la clase dejando de escribir mensajes en la hoja del cuaderno.

- Hola – Dijo Julieta con una enorme sonrisa cuando la clase finalizo, como si fuese la primera vez que se veían en el día

- Hola – respondió Bárbara con la misma sonrisa – Tanto tiempo sin mirar a tus ojos – complemento

- No sé qué tienen mis ojos que te encantan

- Si lo sabes – dijo bárbara atándose a su mano para salir del lugar

- No quiero ir a taller

- Quedan tres clases de taller y termina el año Ju, tendrás dos meses de descanso después de eso

- Admito que se siente bien ir al día y no tener que dar los exámenes para aprobar los ramos, pero nunca había tenido tanta buena asistencia a clases como desde que estoy contigo

- Faltar no es una opción amor

- Ya lo sé – respondió Julieta y siguió atada a ella hasta que entraron al taller.

Los deseos de Julieta se habían cumplido, todo era como si nada hubiese pasado, las dudas y amarguras las habían dejado atrás. Bárbara dejo todo bajo el agua de su ducha, como si aquello hubiese no solo limpiado su cuerpo sino también su alma, despojándose de todo lo que le hacía daño y rogando que Julieta olvidara lo que alguna vez había dicho.

- Podría hacer toda la vida esto contigo – dijo Julieta de camino a su departamento

- ¿Caminar conmigo?

- Sí, hasta que seamos unas viejas roñosas, tú me sostendrás de la mano mientras en la otra tendrás un bastón

- ¿Y tú no tendrás bastón?

- Te voy a tener a ti, para que quiero un bastón

- Imagino que alguna vez saldrás sola

- No amor, saldré a todos lados contigo incluso cuando te enojes conmigo por mirar a alguna vieja por ahí

- ¿A los ancianos les gustan otros ancianos?

- Yo creo que sí

- Te das cuenta las boludeces que estamos hablando

- Lo noto, lo bueno es que me sigues la corriente – dijo Julieta sonriendo

- ¿Te das cuenta que soy la mejor polola del mundo?

- La más hermosa también – respondió Julieta frenando su mano para besarla justo afuera de su edificio

- No te puedes aguantar hasta llegar al departamento – dijo Bárbara riendo en su boca

- No, no me quiero aguantar nada contigo – susurro Julieta justo antes de perderse en un besó que sonrojo a todo aquel que paso cerca de ellas y las vio, como si de pronto la más dulce expresión de amor incomodara a la gente común, personas que no vivían en carne propia el gritar a los cuatro vientos el amor

- Pensar que siempre odie a la gente que hacia este tipo de cosas en la vía pública

- Es que antes no amabas amor mío

- Podemos subir – suplicó Bárbara con su cara roja. Pudo haber sido por vergüenza o simplemente el calor que le había provocado la humedad de Julieta en su boca.

El ¡bip! del ascensor mientras subía no era lo único que se escuchaba cuando las puertas se cerraron y presionaron el botón que tenía un siete sobre él, en los siguientes tres minutos en que el ascensor subió, las manos de Bárbara se perdieron en la espalda de Julieta y sus bocas crearon un sonido único rebotando en las reflejantes paredes de él mismo. A veces tres minutos es tan poco tiempo que ni siquiera se puede saborear, otras tres minutos es un cielo de sensaciones, pero esos tres minutos para ellas se iban a volver en los más recordados de su vida; la felicidad que Julieta sintió era la misma que Bárbara vivió y sin lugar a dudas el intruso personaje que miraba las cámaras de seguridad deseo haber podido llevarse las cintas de la mejor escena que había visto en su vida, pero aquello era imposible, un ¡Piin! Les avisó que la puerta se estaba abriendo e intentaron inútilmente acomodar su pelo para salir rápidamente al pasillo y de una vez por todas llegar al departamento.

- ¿Qué fue eso? – pregunto Bárbara mientras Julieta buscaba sus llaves

- Otra primea vez – rió Julieta al contestar

- Tienes sucio ahí – dijo Bárbara evitando que metiera la llave a la puerta mientras limpiaba su boca con su mano. Julieta no se contuvo y le dio un corto beso que fue desplazado por uno mucho más largo de Bárbara

- Amor, creo que me van a echar del edificio por faltar a la moral y las buenas costumbres – dijo sobre su boca, incapacitada de dejarla

- Que te echen, te vas conmigo – respondió Bárbara y los ojos de Julieta se envolvieron en una ilusión que Bárbara supo interpretar

- Te amo

- Yo te amo, pero abre la puerta o te hago el amor aquí mismo – Julieta soltó una carcajada al oír aquella amenazante declaración. La puerta se abrió y el mundo se desconectó de ambas por quince segundos.

- ¡Hola! – gritó Julieta sonrojada por la previa actuación y avergonzada por encontrar a su padre sentado en el living de su departamento

- Hola hija, Andrea me dejo entrar antes de salir, te estaba esperando – dijo el hombre mientras Julieta entraba, sin darse cuenta que Bárbara seguía de pie en la puerta

- No, está bien, pero por qué no me llamaste

- Era una sorpresa, me preocupe donde cancelaste la cena de ayer

- ¡Papito! – gritó en tono conciliador Julieta antes de abrazarlo, cuando se soltó de él noto que la puerta estaba abierta y que Bárbara seguía de pie en ella.

Bárbara era incapaz de entrar al lugar, no porque tuviese temor de conocer al padre de Julieta, ni porque fuese una cobarde, sino porque Bárbara ya lo conocía y por más que se había preparado para su encuentro el solo escuchar su tono de voz había detonado en ella lo que tanto había rogado todas las noches olvidar, tanto que un “Tranquila” remplazo la voz de Julieta hablándole y las ganas de correr lo más rápido posible de ahí se volvieron a apoderar de su cuerpo y ésta vez Bárbara corrió, tan fuerte como la primera vez, tan rápido que Julieta se quedó sin palabras cuando la vio desaparecer del umbral de su puerta. Todo se volvió una película para Bárbara, una bizarra película de terror que nunca en su vida quería volver a mirar, sin embargo ésta se apodero de ella en contra de su voluntad, su recuerdo tenía un principio, pero nunca tendría un final y de eso estaba segura.

Cuando Bárbara tenía cinco años entendió que al llegar el “patrón” a la casa ella debía desaparecer, siempre había algo mejor que hacer que estar dentro de aquella casa, incluso cuando no se es capaz de entender ciertas cosas de la vida, Bárbara por media hora o incluso cuarenta minutos permanecía a fuera de aquella casa a veces sin importar el tiempo que hiciera afuera o la hora del día, en contadas oportunidades Bárbara corría a casa de su vecina y aprendía a leer, tomaba una taza de leche y si tenía mucha suerte su vecina había tenido el dinero suficiente para comprar chocolate y después de lavar sus manos le convidaba un trozo. Diez años tenía Bárbara cuando entendió lo que el patrón hacia dentro de la casa, diez años no eran suficientes para que una niña entendiera de esas cosas, pero la vida en realidad no era color rosa y en aquel momento para Bárbara la vida era de un tono gris tan oscuro que el negro se apoderaba de ella. Bárbara aprendió a vivir con esa media hora o cuarenta minutos, de pronto se había vuelto el momento más esperado de la semana, era cuando podía sentirse tranquila, visitar a su vecina, caminar por las calles e imaginar una vida distinta a la que tenía, Bárbara soñaba con un nombre cuando no lo tenía, se imaginaba siendo parte de la familia que miraba desde la ventana, sentada en la mesa como una niña normal, mientras su madre besaba su mejilla y su padre le preguntaba cómo había estado el día, pero aquellos solo eran sueños y su reloj imaginario le avisaba que el hombre debía estar por irse, entonces volvía nuevamente a la única casa que tenía mientras lo veía subirse a su auto de lujo y ella retomaba sus quehaceres normales. Todas las semanas un día o a veces dos, el hombre visitaba a la mujer que le habían designado como tutora, aunque dueña era la palabra más adecuado para quien desde niña solo había sido tratada como esclava; trece años tenía Bárbara cuando se volvió mujer, su cuerpo ya no era el de una niña y su mente detestaba todo lo que pasaba a su alrededor, porque más que nunca comprendía siendo ignorante aún y de no haber sido por su agonizante vecina nunca hubiese tenido el valor de correr, “Vete en cuanto encuentres oportunidad, arranca lo más lejos posible y no vuelvas, la vida tiene algo guardado para ti, lo vi en un sueño mija, prométeme que vas a correr” dijo la moribunda mujer y Bárbara lo prometió, aunque pasaron dos años antes de que lo hiciera.
                La noche había estado tranquila, su ahora desgastada y vieja propietaria que lucía un ojo de un color un poco más oscuro al morado no la había molestado en todo el día, Bárbara esbozaba una felicidad inventada de lo poco que conocía. Recostada en su catre viejo reconstruía en su cabeza una melodía que había escuchado gracias a un auto que había pasado esa tarde fuera de la casa, la puerta principal era golpeada y las ganas de que aquella música sonara a todo volumen en el lugar se hicieron presentes de inmediato, pudo oír risas y palabras de grueso calibre,  hasta que las risas se volvieron gritos y los gritos llantos, en pocos minutos lo que entendió como un golpe hizo que su cuerpo temblara de miedo y el silencio que lo acompaño la dejo inerte en lo que llamaba cama, sintió claramente los pasos y su puerta abrirse, deseo con toda la fuerza que tenía que fuese la mujer quien entrara, que la golpeara como solía hacerlo para dejar toda su rabia contenida en ella, pero no era ella y el amargo aroma del alcohol se metió en su nariz haciéndola sentir nauseas, sintió una mano en su espalda y un “shhh” la acompaño, no tardo en sentir el nefasto peso de su cuerpo sobre ella y las náuseas se volvieron ganas de vomitar en un segundo, entonces escucho por primera vez la palabra que la perseguiría el resto de su vida “Tranquila” y una áspera mano quiso recorrer el cuerpo de una mujer que seguía siendo niña, quizás fue el grotesco tacto o la cercanía de su sucia boca en su oreja lo que en aquel cuarto sucedió, lo cierto es que Bárbara tuvo una fuerza que nunca antes había tenido y con un certero golpe se despojó de su ebrio cuerpo, no dudo en salir de aquella habitación tomando en sus manos los únicos zapatos que tenía, pudo ver por la que pensó sería la última vez la cara de la mujer que la había retenido los quince años de su vida mientras se ponía de pie del suelo gritando su nombre mientras le ordenaba que se detuviera, pero Bárbara no se detuvo y por primera vez en su vida tuvo el valor de correr, no importaba el camino que iba a seguir o si el sufrimiento había parado para ella, sin lugar a dudas había mucho aun por vivir y mientras oía por última vez su sobrenombre esparcido en el aire, sintió la libertad por primera vez en su vida y el hombre que la había alentado a tomarla hoy en el mundo presente no se la arrebataba, su libertad era de ella y sus actos, pero su felicidad… su felicidad estaba siendo arrancada lentamente mientras corría como la primera vez, cuando apenas tenía quince años.

En el espacio y tiempo actual mientras Bárbara recorría el camino dentro de un viejo taxi, un camino que nunca pensó volvería a recorrer, Julieta intentaba explicar al canoso hombre dentro de su departamento lo que en menos de veinte minutos había pasado, pero habían cosas que no tenían explicación, mucho menos cuando el hombre frente a ella tenía todas las respuestas.

- Papá tienes que conocerla, es solo que estos días no ha estado muy bien – dijo Julieta a los reclamos de su padre

- Pareciera que estás haciendo caridad con ella Julieta

- No es así, yo la amo papá y la verdad es que me asombra tanto como a ti que se haya ido de esa forma, pero eso no la define como persona

- Ya pero quien es Julieta, de donde viene, quienes son sus padres, cuáles son sus valores, eso es lo que a mí me interesa

- El problema aquí es que tú quieres que este con alguien de tu clase social

- Me da lo mismo si es un hombre o mujer mientras seas feliz Julieta, pero no quiero ver que estés haciendo caridad con una pobre diabla que quizás solo te esté usando por lo que tienes

- ¿Y que tengo papá? ¿Un apellido? No tengo nada papá, tú tienes todo yo estoy recién comenzando mi vida

- Todo lo mío será tuyo algún día y lo sabes, además tu mamá ya me advirtió que era una muchacha… “humilde” – dijo intentando no sonar déspota sin existo alguno

- Mi mamá se portó súper bien con ella, el único que está comportándose mal aquí eres tú

- Entonces déjame conocerla, preséntamela para hablar con ella

- Papá, en primer lugar no soy una niña que necesita de tu aprobación y en segundo lugar no la voy a exponer a tus ordinarieces, si quería que la conocieras era solo por el gusto que me iba a dar hacerla parte de mi vida, pero veo que esto no tendrá sentido alguno

- Bueno, arriésgate sola Julieta, pero cuando ella te defraude comprenderás que mis preocupaciones y las de tu madre eran por algo

- Creo que te deberías ir ahora

- Yo también lo creo – dijo el hombre acercándose a ella para despedirse encontrando solo la espalda de su hija mientras lo hacía, la misma espalda que él le daba a su relación, una vez más Julieta se sentía sola en el mundo y cuando más necesitaba de Bárbara, ella más lejos estaba.

La calle que antes lucía su rustico camino de tierra a las afueras de la ciudad hoy era de pavimento sólido, se bajó del taxi a una cuadra del lugar al que volvía a enfrentar su pasado una vez más, cuál era el motivo de su presencia en ese lugar, solo ella lo comprendía, cuando se esta tan quebrada por dentro nada racional tiene cordura alguna y de pronto se vuelve lo más irracional del mundo.

Miró desde afuera la vieja casa y era imposible que alguien viviera en ella, el árbol que había sido su mejor amigo durante quince años ya no existía, lo único que quedaba de él era un viejo tronco cortado y de pronto la misma casa se volvió más pequeña de lo que recordaba, o simplemente comprendió que ella era más grande, no física sino espiritualmente. Ya no le temía al lugar que por tanto tiempo temió, incluso cuando la venganza le corrompía el alma y pensó en quitarle la vida a la mujer que tanto daño le había hecho, aquella única vez en que una pequeña caja con su identidad la salvo de un error que pudo ser su perdición, ahora era distinto, la vida se encargó de hacer justicia, pensó, y mientras miraba por una vieja ventana entendió que había que dejar ir y si eso significaba decir toda la verdad entonces lo iba a hacer, aunque aquello le costara no solo su felicidad, al menos iba a hacer las paces con su alma.

Julieta se fue con cientos de interrogantes a buscar a Bárbara al momento en que su padre dejo la casa, ni siquiera se detuvo a pensarlo, tomo su chaqueta y partió, en menos de veinte minutos estaba afuera de su puerta, golpeando incluso con el puño, pero Bárbara no salió. Pensó en irse, en darle el espacio si lo necesitaba, más aquello hubiese sido lo más fácil y entonces gritó: ¡Bárbara si estás ahí no me pienso ir! – dijo y luego pensó en voz alta: y si no estás bueno, da lo mismo que esté hablando sola en este momento, ¡Uy! Bárbara me va s a volver loca – término de decir para sentarse en el escalón de la puerta. Dos horas pasaron antes de que Julieta pensara una vez más en irse, golpeó por última vez la puerta inútilmente y con su dignidad se fue del lugar, cinco pasos dio cuando vio a la mujer que amaba bajar de un taxi, a la distancia noto el miedo en su rostro cuando se encontró de golpe con sus ojos, mientras menos distancia había entre ambas más le dolía ver su rostro, inquisidoramente busco las respuestas en su modo de caminar, en el rojo color de sus ojos o la oscura no-sonrisa que tenía en su cara, Julieta una vez más sintió la locura a flor de piel y mientras alzaba sus manos para tomar las de Bárbara, ésta se retractaba de sus últimas decisiones incapaz de hacerle daño a la mujer que me amaba al momento de toparse con sus genuinos ojos verdes, aunque eso significara vivir con un alma dañada.

- Yo sé que quieres una explicación – dijo Bárbara mientras se sentaba sin esperanza alguna en el sofá de su hogar y Julieta la veía en totalidad de pie frente a ella

- ¿Estás bien? – preguntó Julieta sorprendiendo a Bárbara

- Define bien – respondió ésta privándola de sus negros ojos

- ¿Amor qué está pasando?

- Nada… Todo, no lo sé

- Bárbara n puedes seguir así

- Ju, yo creo que no podemos segur y punto – dijo alejándose de todo lo que había planeado antes de verla, pero todas las opciones la llevaban a alejarse la una de la otra, al menos con ésta el sufrimiento sería más leve

- Deja de hablar estupideces, sabes que no te voy a dejar

- Julieta yo no estoy bien y no te voy a arrastrar conmigo

- Buscaremos a algún terapeuta que te ayude y te vas a deshacer de todo lo que tienes dentro

- Créeme que haré eso, pero eso no cambia el hecho de que te esté arrastrando conmigo

- Bárbara me puedes decir que mierda es lo que te pasa – dijo acercándose a ella y tomando su rostro para encontrar la verdad en sus ojos

- Eres tan hermosa – dijo Bárbara omitiendo por completo las palabras de la mujer que amaba

- Bárbara…

- No sé si es tu voz, o tu personalidad avasalladora… en realidad si sé – insistió Bárbara con una especie de nudo en su garganta

- Y si me hablas así, cómo pretendes que te deje ir – dijo sonriendo Julieta, mientras el pecho de Bárbara se agitaba cada vez con más fuerza, como si las palabras hubiesen estado enjauladas y de pronto el candando que las contenía hubiese estado a punto de romperse

- Si te dijera que yo me enamore de ti mucho antes de aquel día en que golpeaste mi cabeza cuando miraba las estrellas ¿Me creerías? – preguntó la mujer de negros ojos mientras éstos dejaban que las lágrimas corrieran

- ¿De qué hablas?

- Hace años atrás cuando era solo una niña, creo que me enamore de una pequeña de mi misma edad que tenía tus mismos ojos verdes…

- Bárbara… - dijo Julieta interrumpiéndola sin comprender lo que hablaba

- Yo no sabía nada de la vida, o quizás sabía mucho para mi edad, lo cierto es que la imagen que tengo de ti me hace imposible no reconocer tus ojos

- ¿Bárbara de qué estás hablando?

- No creas que es fácil declarar esto – dijo Bárbara limpiando sus ojos y de pronto las palabras escaparon de su cárcel y ya no había vuelta atrás – Desde el día uno en nuestra historia dijiste creer conocerme de otra parte, de otra vida quizás, la verdad es que ese no fue el día uno y tu tenías razón, el día uno fue cuando tú “yo” de siete años, me invito a jugar con un muñeco de genero llamado “Romeo” – Bárbara continuo hablando sin detenerse y Julieta se puso de pie del lugar intentando encontrarle un sentido a sus palabras – Y me basto mirar las fotos en tu pieza para reconocerte, el problema preciosa… el problema aquí es… - volvió a detenerse tratando de no decir lo que ya no tenía vuelta atrás, desfigurando la voz que Julieta reconocía de ella, entre las lágrimas y angustias que no dejaban de salir – el problema es que no solo te reconocí a ti en esas fotos – dijo Bárbara y con eso desato algo tan grande que se escapó de su poder el manejarlo.

- Bárbara deja de decir cosas que no tienen sentido, te volviste loca de verdad, ¿Qué mierda estas diciendo?

- Estoy tratando de decir que ya te conocía – dijo Bárbara suprimiendo sus propias palabras

- ¿Cómo sabes que tenía un muñeco llamado Romeo? ¿Qué pretendes con esto Bárbara?

- Creo que pretendo alejarte de mi vida y con eso respondo lo anterior, debo estar volviéndome loca y creo que lo del muñeco ya lo dije, de la misma forma que sabía que te decían Capuleto cuando niña

- ¿Bárbara que quieres de mí? No entiendo como averiguaste eso de mi vida, ¿Quieres hacerme daño?

- Quiero hacerme daño a mí misma, esa debe ser la verdad, tú querías respuestas, esta es mi verdad a medias, la única verdad que estoy dispuesta a decirte, nos conocimos cuando teníamos siete años y tu padre te llevo por primera y única vez a la casa donde yo estaba designada a vivir

- O sea que todo esto tiene que ver con mi padre, ¡qué iba  a hacer mi papá en el lugar donde tu vivías Bárbara!

- ¿En ese marginal lugar dices tú? No sé qué habrá hecho tu padre entre la escoria donde solía vivir, yo solo te estoy diciendo que te conocía

- No me mires como si te estuviera insultando porque no lo hago y deja de mentirme, sé que me estas mintiendo ¡Bárbara por favor para!

La mente de Julieta no dejaba de pensar disparates sobre lo que Bárbara insistía, su mente se había vuelto un torbellino y su interior se volcaba en emociones que no podía contener, las palabras de Bárbara no tenían límites, mientras la oía  y buscaba explicaciones, los recuerdos de su niñez tenían lagunas mentales tan grandes que le era imposible recordar el preciso momento en que la había conocido, tampoco recordaba las peleas de su padre con su madre por el alcoholismo del hombre, o por las tardes de ausencia y el olor a mujer en su ropa, aquellas peleas estaban borradas de su mente y aunque las recordara, nada podría hacer que Julieta aceptara una realidad que mantendría oculta el tiempo que fuese necesario

- No te alegra que nos hayamos conocido de antes, eras tú quien siempre lo repetía – dijo Bárbara obviando todo lo que conllevaba ese encuentro

- Bárbara, si creyera todo esto que estás diciendo, ¿Qué tiene que ver mi papá contigo? Porque esta tarde saliste arrancando a penas lo viste – dijo Julieta con toda la rabia que podía haber en su interior

- Nada, solo se volvió más claro para  mí que ya te conocía

- Sigues mintiendo

- Julieta… ¡Nada! – gritó tomando su cabeza entre sus manos

- Bárbara si de verdad me amas dime que mierda tienes en tu cabeza, qué es lo que no me estas diciendo

- ¿Podrías dudar alguna vez que te amo?

- Ahora mismo no sé quién eres, quizás mi papá tenía razón y solo estas usándome, ¿es eso? ¿Quieres conseguir algo con todo esto? – Julieta se retractó de inmediato de sus palabras y Bárbara lo supo en su mirada, pero aquello no la disculpaba, no podía creer lo que estaba escuchando y la necesidad de que se marchara de inmediato de su casa se hizo presente

- No quiero nada de ti

- ¿De mi padre? – Dijo Julieta sin entender porque dejaba salir aquellas palabras, sin embargo la rabia continuaba hablando – No me digas que crees que él es tu padre Bárbara, ¿estás proyectando en él lo que no tuviste nunca?

Bárbara escucho la última pregunta cinco veces sin pausa en su cabeza y en cada instantánea reproducción sentía su alma quebrarse un poco más, de pronto todo se había vuelto en contra de ella y se arrepintió de haber hablado, se arrepintió de decidir contar la verdad y de creer que el hacerlo le traería alguna tranquilidad, pero aquello no era lo único de lo que se arrepentía Bárbara y cada lágrima que derramaba era un arrepentimiento nuevo, fueron tantas lágrimas las que derramo a los ojos de Julieta que la última que derramo fue por lo que nunca pensó en arrepentirse y Julieta lo supo por la rabia de sus ojos, pudo leer en sus ojos la decepción de Bárbara y ella tuvo sus propios arrepentimientos, pero sentir en la piel que Bárbara se arrepentía de haberla conocido la hizo querer escapar del lugar sin querer mirar atrás y mientras abría la puerta escucho las últimas palabras salir de su boca – Pregúntale a tu padre si conocía a la Chimpa, al fin de cuentas esa es quien siempre seré – se detuvo lo suficiente para que Bárbara se grabara su silueta en la puerta, lo necesario para entender que nunca iba a ser feliz, que la vida no le permitía serlo y se lo había comprobado con hechos en el transcurso de ella.

Cuando Bárbara escucho el sonido de la puerta cerrarse con tal fuerza, deseo por primera vez en su vida que la muerte la visitara y un nuevo sonido fue perceptible a su oído, ya no había alma que romper, pero su corazón que había sanado durante el tiempo que estuvo en su vida hoy se rompía en cientos de pedazos, dejando un eco tan profundo que nadie podría en su vida decirle a Bárbara que el corazón no se rompe, que está todo en la cabeza. No, el dolor que Bárbara sentía era tan físico que sin perder la conciencia se desplomo en el frío piso que le pertenecía, con sus ojos bien abiertos perdida en la nada que le regalaba la vista de sus pequeñas ventanas y todo lo que un día rogó nunca vivir hoy se hacía presente, pero había sido ella quien lo había causado y estaba segura de eso.


Una hora paso desde que Julieta se marchó de su casa, su puerta comenzó a sonar don tanta fuerza que uno de los golpes la trajo de vuelta a la realidad y lo único que se le vino a la cabeza fue “Julieta” de pronto nada importaba y quizás había una oportunidad, tal vez podían olvidar como antes, las palabras, las miradas, el odio que se generó de golpe en ambas y dudo por un segundo el ponerse de pie a abrir, se sentó en su sofá y de pronto la puerta se abrió, su mirada se perdió en el miedo y el miedo en su alma era uno ya conocido, jamás pensó en ver su rostro es su hogar, mucho menos oír la voz que tanto odiaba, pero ella estaba lejos de ser la niña que una vez fue y con una fuerza que hoy sabia de donde venía se puso de pie y lo detuvo antes de que pudiera entrar - ¡Vete! – Dijo con todo el odio que tenía dentro - ¡VETE! – grito con más fuerza, pero el hombre que una vez reconoció como “El patrón” hoy entraba a su hogar haciendo caso omiso de sus palabras y una vez más nada estaba escrito después de eso y Bárbara sintió el miedo por enésima vez en su vida.


Nota-Ruego: No me odien, algo me dice que lo haran. Compartan, comenten, critiquen, eso.

Comentarios

  1. hola tobilu todavía no lei esta historia porque por temas personales no estube entrando a tr ni aca pero te comento aca porque es lo ultimo que escribiste entonces es mas facil que veas el comentario creo

    no soy muy buena comentando siempre me enrredo solo queria felicitarte por lo bien que escribis tus relatos son muy bueno y decirte que hoy busque tu perfil en tr (para entrar aca desde el enlace) y vi que lo habias borrado es una pena que se pierdan tus otros relatos son muy buenos yo te leo desde otoño de olvido espero vuelvas a publicarlos aca realmente seria una pena que esos relatos se perdieran

    pd: me gustaria contactarte pero ya no se como

    desde ya muchas gracias por tu tiempo en leer mi comentario cordiales saludos

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    1. Hola! Te respondo por el principio :)

      Lee el relato, es bueno xD (muy cercana recomendación)

      Los relatos los elimine por que aparecieron en otras paginas que nunca quise, pero estan todos bien guardados y pronto los resubire al blog pero los voy a reescribir un poco, prometo no cambiar nada importante.

      Pd: si te creas una cuenta de google (gmail o G+) puedes comenzar a seguirme y sabras cuando público, sino al correo tobilu.csf@gmail.com siempre puedes escribir :)

      Saludos amistosos e identificate xD

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  2. Bueno mi hipótesis estuvo correcta.... muy buen capi, no tardes mucho en el siguiente capi porque creo que todas querremos saber que pasara... este y el siguiente capi son algo decisivos entre el pasado y prensente. En serio no tardes

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    1. ¿Por qué lei esto como si fuera una orden? - Sea o no el caso, estoy escribiendo :)

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  3. Me encanto este capítulo!!! No puedo esperar a leer el próximo. Tu fiel lectora te deja su huella

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  4. Me temía lo peor, pero no fue así; sin embargo el final del capítulo fue total y absolutamente terrible....
    Se agradece un montón lo poco que nos haces esperar :)
    Debo confesar que estoy tan adicta a la historia, que mis lecturas obligatorias siempre tienen que esperar cuando subes un nuevo capitulo....
    Saludos,
    Sole

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    1. Gracias Sole! yo estoy igual de impaciente, pero por escribir, no se como acabará todo esto. Saludos!

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  5. Como diria una frase muy trillada, me he quedado con el ojo cuadrado, me encanto el capitulo, aunque demasiado dolor para mi sensibilidad jeje... Excelente, felicitaciones y espero el proximo, saludos... Angel de Mar

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    1. Gracias Angel del mar, el proximo esta en el horno, no tarda en salir y espero que esta vez no se te encuadre el ojo

      Saludos!

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  6. Solo espero q el amor verdadero..no deje de ser amor. Sin pedir el tipico final feliz..pero esto fue desde los siete años. Lo merece.
    Gran escritora.. Gracias

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    1. El amor verdadero es para siempre dicen los romanticos, aunque a veces no termine en final feliz. No digo que esto no tenga final feliz, quizas quien sabe, aún no llego a eso, creo que me falta un poco

      Saludos!! y muchas gracias

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