Segunda Piel 8

Capítulo 9: UN NUEVO SONIDO


La absurda ola de recuerdos mezclados se hizo presente como noche por medio del último mes, su voz era tan clara que hubieron momentos en que creyó que no era un sueño, sino la realidad, hasta que la voz se retorcía tanto que podía ver la niña de las fotografías hablándole, la sentía tan real que en medio del sueño se cuestionaba la realidad de sus imágenes. Bárbara no sabía si estaba de pie frente a ella o era un simple ser omnipresente capaz de ver todo y estar en todas partes a la vez.
El momento en que comprendía que todo era un sueño, era cuando más miedo sentía, podía ver su sonrisa tan clara que le alegraba el alma, hasta que la imagen difusa de la voz sin rostro se hacía presente, como si hubiesen recuerdos de ella que simplemente quería tener lejos, que eran preferibles tenerlos enterrados en el terreno más inhóspito de su memoria, pero es difícil enterrar recuerdos cuando es el subconsciente quien está al mando, era ahí donde siempre Bárbara despertaba y una vez más se encontraba sola en su habitación intentando escapar de lo obscuro de su habitación mientras prendía la luz. 

El susurro de la noche se quiso meter por sus oídos diciendo cosas que no quería oír por nada del mundo, en especial cuando la fantasía de sus sueños comenzaba a meterse con su realidad, y Bárbara no era del tipo de persona que acepta que su cabeza comience a delirar. El vaso de agua se introdujo en su cuerpo y la sensación del frío liquido bajando por él la hizo tener un sueño con sus ojos bien abiertos, tanto que no era un sueño sino un recuerdo, y el recuerdo que Bárbara vio frente a ella como una vieja película la hizo botar el vaso que mantenía en su mano. Ya nada era claro sino más confuso, pero estaba tan cerca de aclarar todo que de haberlo sabido Bárbara, hubiese corrido lo más lejos de aquel lugar antes. Mucho antes.

Lo poco que quedaba de noche Bárbara se mantuvo despierta, con sus enormes negros ojos pegados al techo de su humilde casa, intentando borrar las imágenes que a la fuerza su subconsciente había traído a su realidad, imágenes tan crudas que recordó el momento en que las había sacado de su cabeza, pero no con tanta fuerza, aquello hubiese sido sobrehumano. Miró su reloj de pared y se metió a la ducha queriendo despojarse de todo en su interior, pero el agua solo trajo lo peor de ella y sin darse cuenta de cómo, solo por el dolor se detuvo cuando su mano estaba irritada y con sangre que quería salir a toda costa de sus nudillos. No eran los recuerdos los que tenían en ese estado a Bárbara, sus recuerdos la habían forjado, era el personaje de aquellos crudos recuerdos quien golpeaba su alma de una forma desproporcionada, peor aún, la revelación de la noche anterior le hacía entender la cercanía del infame recuerdo, de haber podido, Bárbara hubiese cavado un hoyo en la tierra y se hubiese enterrado. La vida jugaba duramente con ella y Ojos Negros no deseaba jugar.

La taza de café permanecía en su mano y no precisamente la estaba tomando del asa, el calor parecía no incomodarle mientras su vista se pegaba en la nada,  Bárbara necesitaba más que nunca olvidar lo que tenía en su cabeza, sobre todo cuando las imágenes comenzaban a interferir en su vida cotidiana. El cliente esperaba impaciente su taza de café y Bárbara fue incapaz de moverse, ni siquiera cuando la voz de Julieta entraba en “Dos Amigos” y le quitaba la taza para entregársela al joven que estaba por perder la paciencia con ella. Ni siquiera en ese momento Bárbara reaccionó, la voz de Julieta a su lado no fue suficiente, a decir verdad su voz solo detono aún más su angustia.

- ¡Bárbara! ¡Qué te pasa! – Dijo Julieta intentando no alarmar a los clientes del café quienes miraban curiosos la situación – Amor, me estas asustando – murmuro Julieta tomando con decisión la cabeza de Bárbara entre sus manos. Solo tuvo que sincronizar con sus enormes ojos y Bárbara salió del absurdo estado en el que estaba.

- ¿Qué paso? – cuestiono asustada Bárbara al ver a Julieta de pronto tras la barra y frente a ella

- Bárbara, llegue hace rato, mira tus manos – dijo abriéndolas entre las de ella, con un fuerte tono rojizo de irritación a su vista, a Bárbara ni siquiera le dolía.

- Lo siento, tuve una pésima noche

- ¿Qué paso?

- Nada. – dijo mirándola fijamente a los ojos. Julieta pudo ver miedo en ellos instantáneamente – Pesadillas

- Cariño, yo he estado pensado en eso y llevas semanas con pesadillas, no sé… quizás deberías ir a un psicólogo – dijo mientras Bárbara la dejaba terminar de hablar – después de todo lo que viviste en tu vida tal vez es necesario.

- No estoy loca Julieta

- Ya. Te enojaste – respondió Julieta corrigiendo su mirada – Nadie ha dicho que estés loca.

- Podemos no hablar ahora, estoy trabajando.

- Bárbara, no te transformes en la peor versión de ti por favor. No ahora – dijo Julieta viéndola mientras Bárbara evitaba su mirada. Terminó de hablar y salió del café sin siquiera despedirse.

Julieta camino sintiendo rabia por dentro, trato en cada paso que daba disculpar la actitud de la mujer que amaba, después de todo su pasado siempre la disculpaba, pero aquello no significaba que podía comportarse así cuando quisiera, entonces más rabia sentía y quería seguir caminando sin sentido alguno.

El año estaba a punto de acabar y Julieta se había sentido la mujer más feliz del mundo en su tiempo con Bárbara, los días sonreían al abrir sus ojos por la mañana y las noches regularmente tenían otro sabor al cerrarlos, al menos cuando en sus noches estaba Bárbara, cuando no lo estaba sus noches eran frías y secas, Julieta odiaba esa sensación, pero el verla al otro día siempre la hacía dormir tranquila, a diferencia de Bárbara que en el último mes no había podido dormir en calma, ni siquiera cuando ella descansaba a su lado y aquello comenzaba a irritar a Julieta, que por más que intentaba hacerla hablar de sus pesadillas para que se sintiera mejor, la respuesta siempre era la misma “Sigue durmiendo, estoy bien” para levantarse y terminar la noche en el frío sofá.

- Qué te pasa – dijo Francisca cuando al fin la encontró sentada en la acera del edificio

- No quiero entrar

- Eso ya me lo dijiste

- Quiero ayudarla, pero no me deja

- ¿Le dijiste lo del psicólogo?

- Si, pero se enojó… no sé, no me gusta esta situación Fran, llegue al café y estaba como un zombi mirando a la nada con la mano ardiendo por la taza de café que tenía en ella

- No quiero ponerme “Andrea”, pero vale la pena pasar por esta situación

- Si vale la pena, tú sabes todo lo que paso y Andrea no, así que no te pongas de su lado en esto

- Bárbara está dañada Jul, rota y tu sola no puedes arreglarla, necesita ayuda

- Es raro, porque no era así Fran, es como si de pronto algo hubiese detonado todas estas actitudes en ella

- Quizás apareció alguien de su pasado

- ¿Alguien? ¿Cómo un amor dices tú?

- No sé si un amor, pero Jul, si ella antes estaba “bien” – dijo haciendo el gesto de comillas con sus manos – y ahora está toda rara, no creo que sea porque sí, algún motivo debe haber

- Me asusta un poco

-¿Ella?

- No, ella no, tampoco es que le tenga miedo, solo me asusta que no quiera abrirse con esto, que no confíe en mí y terminemos igual que la primera vez que se cerró. Me aterra perderla, Fran… yo puedo quedarme en la calle pero si la tengo a ella no me importa

- Te dio duro

- Ya, dime algo que no sepa – dijo resignada mientras ponía su cabeza entre sus piernas – ella es Fran, no quiero otra ni otro en mi vida, como si algo más fuerte nos uniera, no se… tal vez igual necesito un psicólogo, o psiquiatra, quizás yo si estoy loca.

- En eso te apoyo amiga, una y otra vez. Cambiando de tema, ¿Andrea te dijo que encontró departamento?

- No me habla, es tan idiota Fran, se enojó porque le dije que el tipo ese con quien está saliendo la quiere por interés y la estúpida le compra de todo

- ¡Ja, ja, ja, ja! Yo igual le dije, pero conmigo no se enojo

- No si la huea es conmigo, si ella sabe que es verdad

- Y qué te dijo cuándo le dijiste

- Nada. En realidad me da lo mismo, si se quiere enojar que lo haga, tampoco voy a estar pidiéndole disculpas por la verdad.

- Yo creo que Andrea está secretamente enamorada de ti y ahora que tú saliste del closet le duele que no estés con ella

- No sé si reírme o llorar. Hablas puras hueas Fran – dijo Julieta riendo

- Al menos te hice reír

- Gracias.

- ¿Por hablar huevas?

- No. Estúpida. Por venir siempre que te necesito, eres la mejor – termino de decir Julieta para darle un dulce beso en su mejilla y apoyar su cabeza en su hombro.

Por una hora estuvieron ahí, intentando darle un sentido a la vida, hablando de temas inimaginables y sin sentido alguno a diez kilómetros por hora, buscando un motivo en sus palabras para reír y llorar a la vez, siendo amigas y familia a la vez, dos cosas que Bárbara no tenia y mientras Julieta se desahogaba con Francisca, Bárbara seguía en el café sintiéndose atada de manos por no poder seguir a Julieta, queriendo pedirle disculpas por su comportamiento, deseando que por algún motivo ella volviera y le regalara su sonrisa, sin embargo Julieta seguía en la acera, sin intención alguna de ponerse de pie.

- ¿Cómo vas con tu internado? – preguntó Julieta

- En la clínica bien. Tú sabes como es mi casa, ya no doy más ahí, ayer me fui a estudiar al Mall, puedes creer que es más tranquilo

- Ven a vivir conmigo, ahora que Andrea se va a ir queda una pieza

- Pensé que te traerías a Bárbara. Andrea igual lo pensó, estaba tan enojada cuando lo dijo, yo insisto Jul, ella está enamorada de ti

- Llevaba un mes con Bárbara cuando le dije que se viniera a vivir conmigo y ella dijo que no, que necesitaba su espacio, que si estábamos siempre juntas nos aburriríamos, entre varias cosas, dijo que más adelante, cuando tuviese ella dinero para un lugar mejor y fuese algo de ambas

- Tiene su orgullo

- Horrible, igual la entiendo un poco, pero al menos se proyecta conmigo en el futuro

- Cuando gane con sus diseños, el día de la pera amiga, tú tienes claro que va a ser difícil

- Ella es buena. Realmente buena

- Nadie es tan bueno

- Créeme, ella lo es.

Julieta podía poner toda su fe en Bárbara y su futuro, no tenía duda alguna que la mujer que amaba, un día se iba a ser de un nombre y un espacio en el mundo de la moda, no porque ella la amaba, sino porque era única en lo que hacía, después de todo la misma profesora le había dicho que perdía el tiempo estudiando, que debería ponerse a trabajar de inmediato. Pero Bárbara no iba a dejar todo por lo que había luchado por simples sueños, necesitaba lo concreto y mientras aquello llegaba las salas de clases la entretenían.

El ultimo cliente de “Dos Amigos” acababa de marcharse y ella no tardaba en cerrar todo para hacer lo mismo, como pudo limpió las mesas y subió las sillas para ir pronto a casa de Julieta y arreglar todo, no iba a irse a dormir así, ya suficiente tenía con los malos sueños, no iba a poner mal los buenos también. No quedaba nada que hacer en el café y salió del lugar cerrando la puerta y poniendo toda la seguridad de siempre, miró hacia su izquierda para ir en dirección a la casa de Julieta al contrario de  siempre que caminaba a su derecha, pues era a su derecha donde estaba de pie Julieta esperando por ella. Julieta la vio caminar y sonrió sabiendo cuál era su destino, camino lentamente tras ella sin decir nada y justo antes de que tomara un taxi la detuvo.

- ¡Tu casa queda para el otro lado! – gritó antes de que subiera al negro taxi con letras amarillas. Bárbara se giró con un extraño gesto en su cara que hizo que Julieta riera, bajó su rostro y se resignó como siempre que Julieta sonreía “De qué manera te amo” pensó Bárbara para dejar ir el auto aún detenido.

- Hola – dijo sosteniendo sus manos. Julieta sintió algo extraño bajo la derecha

- ¿Qué te paso? – preguntó levantando la mano vendada

- Se me dio vuelta una taza de café hirviendo – dijo Bárbara sin mirarla – no pasa nada, estoy bien – dijo quitando su mano

- Vamos a que un médico te vea, ¿Quién te puso la venda?

- Yo

- ¿Amor se te salió la piel?

- No, si solo se me irritó, no tengo nada

- Vamos a una farmacia entonces, para comprar alguna crema amor me imagino como te duele eso!

- No duele tanto – dijo Bárbara tomando la cara de Julieta con su otra mano y acercándose a sus labios para besarlos por primera vez en el día – no me hagas eso otra vez – susurró casi suplicando

- ¿Qué cosa?

- No te vayas así, sabes que no puedo ir tras de ti y dejar el café solo

- Entonces no me respondas como lo hiciste – contestó Julieta aún pegada a su cara

- No lo haré, Ju no quiero que peleemos

- Si me lo dices de esa forma – murmuró Julieta colgándose una vez más de sus besos

- Ju… - dijo como pudo Bárbara separándose de la mujer que amaba – ¿Te parece si seguimos esto en mi casa?

- Me parece, pero antes a la farmacia – dijo Julieta tomando a Bárbara de su mano sana. Todo era menos complicado cuando Julieta la tomaba de la mano.

El camino se hizo relativamente más corto de lo normal, Bárbara olvido todo lo que pasaba por su cabeza en los últimos días de que Julieta tomo su mano y camino con ella por las calles de siempre haciéndolas nuevas como siempre lo hacía. Al llegar a casa Julieta la sentó a la mesa mientras ella preparaba todo lo que había comprado en la farmacia, pero cuando sacó su venda y vio el color que tenía la piel de Bárbara se quiso morir del dolor.

- ¡Bárbara esto no está rojo esta café y tienes ampollas!

- No me duele Ju. Soló pon la crema que te dieron

- No vamos a la clínica ahora mismo

- Julieta, no tengo dinero para ir a una clínica

- Fran está de turno en la clínica, vamos para allá

- Julieta, cálmate si no me duele

- Amor, esto se ve horrible, créeme, asistí a la clase de las quemaduras y esto no se ve bien.

Después de insistir dos veces más y poner cara de verdadero enojo, Bárbara desistió de su idea de o ir a la clínica y salió con Julieta para tomar un taxi e ir al lugar, al llegar Francisca las esperaba y las llevo a una sala para revisar la mano de Bárbara. No había mucho que hacer, la quemadura era de segundo grado y había que cuidar las ampollas para que no se infectara la mano. Francisca le puso parches especiales y le dio una crema para cuando los retirara. Ambas rieron por Julieta y su nivel de gravedad con la quemadura, después de media hora pudieron volver a casa y Bárbara intento no molestar a Julieta por su reacción. Lo intento.

- No hables – dijo Julieta tirándose de guata a la cama

- No he dicho nada – respondió Bárbara acomodándose a su lado mientras buscaba su rostro

- Pudo haber sido grave – murmuro Julieta con su voz de niña pequeña

- Lo sé, por eso no he dicho nada, fue tu amiga la que te molesto – dijo Bárbara quitando suavemente el cabello de su rostro

- Me muero si algo grave te pasa

- No me va a pasar nada, esto ni siquiera me duele

- Eso es lo que me da miedo, nada te duele

- Hay cosas que si me duelen Ju – dijo perdiéndose en sus verdes ojos – verte partir enojada me duele, cuando no me sonríes me duele, cuando pienso que en cualquier momento podría perderte, eso es lo que más duele.

- No vas a perderme

- Hoy te fuiste con tanta rabia. Ju no es que no quiera hablar de mis pesadillas, es que no sé cómo decirlo y quizás si sea bueno hablar con alguien más, pero mis ingresos no me dan para eso

- Si me hubieses respondido así antes – dijo Julieta dándose vuelta y quedando de espalda a la cama

- Tú sabes que soy medio tarada

- ¿Medio? – pregunto Julieta riendo

- Entera – respondió Bárbara con la misma risa para buscar la boca que acompañaba aquellos hermosos ojos verdes que dejaba de mirar mientras la besaba y cerraba sus ojos casi por necesidad.

Incapaz de actuar con ambas manos  Bárbara se dedicó a posar sus labios en el cuerpo de Julieta como nunca lo había hecho, la noche aún era joven y ellas estaban llenas de amor desbordante por sus cuerpos, la necesidad de actuar el amor cada una en su papel, estaba implícita al momento de caer sin ropa alguna sobre la pequeña cama, el sonido de los labios chocando y los gemidos que se escapaban entre caricias y tactos no tan suaves hacían música en la enorme habitación, una sonata compuesta por sus bocas y movimientos que al roce de sus pieles alcanzaban tonos enriquecidos a sus oídos, una sonata tan privada y especial que solo ellas eran capaces de disfrutar, ellas y la luna que se colaba por las pequeñas ventanas de aquellas cuatro paredes acariciando la piel de ambas con su luz, hasta que los movimientos cesaron y sus cuerpos cayeron abatidos en el calor de aquella cama, una sobre la otra en un beso que decía cientos de palabras más que el beso anterior.

Aquella noche Bárbara no tuvo pesadillas, no hubo nada en su cabeza hasta que Julieta despertó a la mañana siguiente entre sus brazos, el ardor que tenía en su quemada mano no la había dejado dormir y el calor de la noche anterior no le había ayudado, por más que dijera que no le dolía, la verdad se escapaba mucho de sus palabras.

- Buenos días… - dijo bárbara al ver a Julieta abrir sus ojos

- Buenos para mí, para ti no tanto – dijo Julieta limpiando con sus manos sus ojos

- ¿Por?

- Tu cara, no dormiste nada anoche, ¿cierto?

- ¿Tanto me conoces?

- ¿Tanto te duele? – pregunto Julieta mirando su vendada mano

- Arde un poco

- Un poco tuyo es siempre más que un poco

- ¿Me vas a retar todo el día? No he hecho nada

- No haces nada, ese es el problema. Me voy a bañar tenemos clases en una hora

- ¿Por qué siento que estás enojada conmigo?

- Porque no me despertaste para decirme que te dolía, Fran te receto los calmantes, ¿por qué no te tomaste uno?

- Porque no me duele tanto y además  no te puedes enojar por eso Ju

- No me enojo, pero sigues cerrándote, parece que todo lo que hablamos se esfumara

- Ya, sí me arde bastante, pero no hay nada que puedas hacer para que se me pase amor, no te pongas pesada

- Ya – dijo imitando a Bárbara – te pediría que te bañaras conmigo pero con la mano vendada no puedes

- Eso es maldad – respondió Bárbara riendo

- Lo sé.

Se bañaron, comieron, se vistieron y partieron a la universidad como lo hacían siempre que se quedaban juntas, a la vista de todo el mundo llegaban de la mano, no era ningún secreto que estaban juntas y hacía semanas que habían dejado de estar en boca de todos, tampoco les importaba ser el mejor chisme de la comunidad universitaria o no serlo del todo. Julieta hubiese preferido que no se supiera tan pronto, el chisme ya había llegado al oído de sus padres y una cosa era salir del closet ante ellos y otra muy distinta presentarles a la mujer que amaba, sobre todo porque tenía que pasar dos veces por el escrutinio de sus paternales ojos. La mamá de Julieta lo había solicitado primero y su papá no tardo en imitarla, ahora Julieta no sabía cómo decírselo a Bárbara, ella tenía claro que su similar no era la persona más sociable del mundo.

- Reni hay algo que te quiero preguntar – dijo Julieta en clases. Bárbara hizo un gesto con su cara dándole el pie para que preguntara - ¿Te gustaría conocer a mis padres? – preguntó Julieta. Bárbara se ahogó con su propio oxígeno y antes de poder contestar la profesora le pidió que saliera a tomar aire. Sola.

Cincuenta cosas pasaron por la cabeza de Bárbara, todas y cada una de ellas enumeradas, ninguna tenía que ver con el miedo a la desaprobación de los progenitores de Julieta, más bien tenía que ver con descubrir la verdad, su verdad y estaba más cerca de abrir los ojos que nunca, sin embargo quería seguir con sus ojos cerrados. Mientras Bárbara recuperaba el oxígeno que Julieta le había quitado, la profesora salió a hablar con ella…

- Bárbara hay algo que supe hoy y me gustaría que lo pensaras

- Dígame profesora – dijo Bárbara aun respirando agitada

- Milter Rouge abrió una plaza para alumnos destacados en la capital de la moda, después de discutirlo con varios profesores nos gustaría que fueras tu quien nos representará – Bárbara oía incrédula sus palabras – el internado comienza el próximo año y seguirías siendo estudiante de la universidad solo que ahora tendrías clases en línea y ellos te calificaran de igual manera. Bárbara si aceptas y te destacas entre los demás alumnos te harás un lugar antes de titularte

- No sé qué decir

- Di que sí querida, oportunidades como esta no se dan siempre, la última vez que recibimos una invitación fue hace veinte años y para una alumna de quinto. Todos los días de mi vida me he arrepentido por no aceptar

- Profesora…

- Piénsalo Bárbara, después de todo es tu decisión, pero si dices que sí la universidad te beca y cubre tus gastos  académicos; el viaje, la estadía, los papeles para viajar todo aquello corre por Herstars, la línea para la que Milter Rouge trabaja.

La Bárbara de antes hubiese aceptado en un abrir y cerrar de ojos, nada se hubiese interpuesto entre ella y su oportunidad, pero esta Bárbara era distinta, no estaba sola y tenía tanto para ganar como para perder. En el momento en que entro de vuelta a la sala y se encontró con dos preocupados ojos verdes sonrió y no le dolió dar como respuesta un no más tarde ese mismo día, agradeció la oportunidad pero no fue capaz de aceptarla y ella misma se sorprendió de su respuesta, no porque secretamente quisiera marcharse, sino por la felicidad que le brindaba el cambio en su vida y saber que habían cosas más importantes que una carrera, si la querían ahora la iban a querer después. Eso se mantuvo en su cabeza todo el día.

- ¿Qué tienes? – preguntó Bárbara a Julieta camino a su casa

- Nada ¿por qué?

- Ju tienes cara de tristeza – respondió Bárbara deteniéndola de la mano

- Amor es qué aún no respondes y cuando lo hice casi te desmayaste ahí atorada – dijo Julieta con tono de voz de niña berrinchuda – mis papás quieren que esté presente en sus vidas y tú eres parte de la mía, por eso te quieren conocer.

Bárbara buscó las palabras para decir lo que tarde o temprano iba a salir a la luz, lo que por mucho tiempo había estado en su cabeza hasta el punto de traerle pesadillas del pasado a su presente, pero no quería dañar a Julieta, todo lo que su boca dijera podía incluso ser usado en su contra, entonces decidió callar, tener a Julieta en su vida podía con todo, acababa de suspender un sueño por ella, podía sufrir por ella de igual manera y todo lo que estaba en su cabeza se guardó para nunca más salir.

- Está bien, pero tú sabes que la comunicación y la simpatía no son lo mío

- Solo tienes que ir y ser la mujer que amo – dijo Julieta sonriendo a todo el ancho de su boca

- Te amo infinitamente sabes – dijo Bárbara cerca de sus labios

- Sé, y eso me hace amarte aún más.

La cita con la mamá de Julieta había sido programada dentro de dos días y la del padre, tres días. Dos días pasan volando cuando no quieres que el momento llegue, Bárbara había dormido tan poco aquellas noches que se alegraba de haberlas pasado sola, de otro modo Julieta lo hubiese notado y las mínimas discusiones no hubiesen tardado en llegar. La ropa no le preocupaba, su estilo era tan particular que tomo un pantalón de tela negro, una blusa blanca y un blazer negro sobre ella; recogió su cabello, se colocó botas de tacón alto y se dispuso a salir de su casa buscando la tranquilidad incluso en las luces de los autos.

- Hola – dijo secamente estirando su mano – Matilde, un gusto en conocerte linda

- Bárbara – dijo respondiendo el saludo de la mano – y el gusto es mío señora

- No partamos mal, no me digas señora que me siento vieja, dime Matilde

- Está bien Matilde – respondió Bárbara sonriendo y al fin sintió que podía respirar.

La noche iba particularmente bien, Julieta se llenaba de orgullo al hablar de las aptitudes de su novia y Matilde se llenaba de alegría al ver a su hija feliz, no le importaba que fuese una mujer quien lo hacía, aquello ni siquiera era tema para discutir, lo que si se volvió tema fue el preguntar por el pasado, Matilde le pregunto a Bárbara por sus padres y pudo leer el rostro de ésta al no saber que responder, Julieta tomó la mano de Bárbara y de algún modo aquello le dio valor.

- No tengo padres Matilde, soy lo que la gente llama huérfana

- Bárbara lo siento, no lo sabía

- Tranquila, no tenía por qué saberlo. La verdad es que hace unos cuantos años supe quién era y aún trato de reconciliarme con mi pasado

- Bueno, lo importante es que estas de pie y que serás una mujer exitosa, el pasado da lo mismo, es el presente lo que te debe importar

- Gracias – dijo Bárbara y esa fue la primera vez que supo lo que era un consejo de madre, nada podía hacerla más feliz en ese momento.

- Julieta me había advertido que eras más antisocial, pero hija no le hiciste ningún favor, es un amor esta muchacha

- ¡Mamá! – grito Julieta en medio de la plática mientras su rostro se cubría de un manto rojo.

Julieta se despidió de su madre en la puerta y se sintió tan feliz que por un momento sintió todo diferente, el caminar era más suave, el vino tenía un sabor más agradable y el cielo se veía más hermoso, todo era mejor porque estaba con ella y eso la hacía inmensamente feliz.

- ¿Qué estás pensando? – preguntó Bárbara mientras Julieta la miraba de pie cerca de la ventana

- Ven – respondió Julieta llamándola. Bárbara se paró y camino para abrazarla por la espalda

- Estoy pensando que Te amo demasiado, pero decir eso es decir que te amo de más, como si no debiera amarte tanto… tampoco puedo decir que Te amo a secas, porque aquello no define lo que siento por ti, entonces no sé de qué otra forma llamarlo y eso me hace pensar si es posible cada día amarte más o si un día dejare de hacerlo así de golpe

- ¿Y crees que eso sea posible? – susurro bárbara cerca de su oído

- No lo sé, me cuesta creerlo porque cada día descubro algo de ti que me enamora más, así quiero estar siempre, enamorada de ti, con esta sensación de que todo es mejor si estás tú.

- El cielo es más celeste, las rosas son más rojas y todo eso que la gente dice – rio Bárbara con el mismo susurro de antes

- Todo eso, con mariposas mutantes dentro del estómago y todo

- Yo no tengo mariposas… - dijo Bárbara – las mías son luciérnagas especiales, que me iluminan desde dentro cada vez que me hablas de esa forma

- ¿De qué forma? – preguntó Julieta apegando el a su espalda aún más cerca

- Como si fuese la mujer más afortunada en el mundo, de hecho creo que lo soy, cada día a tu lado me hace sentirlo y no hay día que no agradezca el haber aceptado tenerte en mi vida. Me haces mejor persona Julieta Pía – dijo riendo.

- No tanto tarada, deja de llamarme Pía – dijo Julieta regañando mientras intentaba soltarse de los brazos de Bárbara que no dejaba de reír

- Pero si es lindo tu otro nombre, me encanta “Julieta” pero “Pía” es especial, no sé, a parte no tienes derecho a enojarte, ven a darme un beso que yo he soportado que todas tus amigas sepan qué me dices Reni

- Prometo dejar de decirte Reni si dejas de llamarme Pía

- No. Me encanta tu nombre – dijo atrayéndola nuevamente hacia ella – todo de ti me encanta, hasta esa arruga hermosa que se hace entre tus cejas cuando te pones gruñona conmigo

- ¿Qué más te encanta? – pregunto Julieta susurrando más suave que nunca en su oído

- Todo – respondió Bárbara levantando sus brazos sobre su cabeza para acorralarlos contra el frío vidrio de la ventana – ¿Tu amiga llega esta noche?

- No – contesto Julieta intentando alcanzar sus labios. Bárbara se los negó. – mala

- ¿Si? – susurro Bárbara en su oído. Las manos de Julieta seguían sobre su cabeza atadas con las de Bárbara, solo hasta que fue una mano de Bárbara la que las amarraba, mientras la otra intentaba escabullirse bajo su blusa – ¿Muy mala?

- Muy. Amor estamos en la ventana – dijo Julieta hablando entre cortado mientras la mano de Bárbara hacía y deshacía bajo su blusa

- Que bueno que estamos en un séptimo piso – respondió Bárbara para correr su mano más abajo. Mucho más abajo. El tacto en su entrepierna dejo salir el inminente gemido que contenía. Bárbara jugaba con su mano y besaba a su antojo el cuello de Julieta que deseaba más que nunca soltarse de sus manos, pero Bárbara no se lo permitía, del mismo modo en el que le negaba su boca. Bajó desde su cuello hasta su pecho dejando el rastro de un camino con su lengua y sus labios, encerrando en ellos la obra maestra del cuerpo de Julieta, haciéndola estremecerse en su mano, que no dejaba de darle rienda suelta al placer que estaba regalando. Julieta se dejó hacer como nunca, sintiendo que pendía de un hilo mientras Bárbara la tenía literalmente en su mano y cuando menos lo esperaba Bárbara beso su boca con tanta fuerza y desesperación que sintió como sus labios ardían roce tras roce, hasta que sintió que sus piernas perderían la fuerza para mantenerse de pie y un grito desesperado Bárbara soltó sus manos para tomar su cintura y hacerla sentir flotando en un universo infinito de amor.

Cinco minutos tardo Julieta en recobrar su aliento después de caer en el sofá sin fuerza alguna, Bárbara a su lado no dejo de besar su frente mientras sonreía solo por mirar sus ojos, no estaban verdes, ni dorados, pudo ver rojo en sus ojos y eso era solo amor, un amor tan grande que creyó como siempre vivir en un sueño y rogó a quien gobernaba el mundo de lo humano y sobre humano, nunca despertar.

~ O ~

Un grito en sus oídos la hizo correr con más fuerzas y pudo verse saltando cercas de desconocidos mientras escapaba, vio sus piernas moverse tan rápido  que se volvían una en una imagen casi cinematográfica, mientras oía como la primera vez en su oído un “Tranquila” con una mezcla de olor a whisky y sudor que lograba que sus piernas tuvieran la fuerza que nunca antes tuvieron para sentir el peso de su cuerpo mientras escapaba, “Tranquila” decía su cabeza una vez más y sus lágrimas parecían mezclarse con el viento que daba de golpe en su cara, escucho por última vez un grito que la hacía despertar todas las noches desde que tenía aquellas pesadillas, que estaban lejos de ser pesadillas, eran el perfecto recuerdo de lo que una vez olvido, de lo que se dispuso a dejar tan oculto en su pasado y que su presente había traído de vuelta sin siquiera golpear su puerta antes de hacerlo. ¡Chimpa! Escucho por última vez y está vez no despertó, su “yo” de quince años corría tan rápida y desesperadamente que ella quiso correr a su lado, aun cuando no había peligro, cuando ya no había nadie de quien esconderse siguió corriendo hasta que una dulce voz la hizo detenerse, y lo que oyó de su boca incluso en su subconsciente lo hizo todo aún más claro y un fuerte ¡Noooo! La trajo de vuelta a la realidad, a una realidad en la que la mujer que amaba estaba a su lado mirándola aterrada, mientras su cabeza quería explotar solo por la idea de permanecer ahí un momento más.


- No puedo – dijo Bárbara y Julieta no supo cómo interpretar aquellas palabras – perdóname, pero no puedo – insistió antes de que las lágrimas comenzaran a salir. Julieta no supo que decir, abrió sus brazos y la acurrucó entre ellos, así se quedó durante el resto de la noche, mientras su cabeza intentaba comprender por qué Bárbara balbuceaba un “Capuleto” mientras dormía, tanto lo pensó que no durmió ni un segundo el resto de la noche, al contrario de Bárbara que al fin logro dormir tranquila entre sus brazos, sin comprender que lo que traería la mañana haría una vez más poner su mundo de cabeza y por más que saltara de un extremo para volverlo a su lugar, aquello esta vez iba a ser imposible. 

Comentarios

  1. muy bueno....¡¡¡....se viene lo mejor en el otro capitulo, esperare con ansias la continuacion. :)

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  2. Muy buen capi... me pregunto porque siempre tus capítulos empienzan en un espacio de tiempo diferente al que una se imagina... lo bueno es que luego me ubico... estuvo bien escrito y separado, espero la conti pronto... tengo mi hipótesis de que le sucede a Barbara, pero como ha habido algunos saltos de tiempo y algunos detalles que no haz mencionado pues no me queda mas que esperar a ver con que sales XD.
    PD: en serio no tardes

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    1. Porque mi idea siempre es jugar con sus cabezas y que todo sea más complicado xD los detalles que no menciono complementan es parte de lo mismo, jugar con su comprensión :D

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  3. excelente como siempre,pobre barbara, cuanto sufrimiento!!!, espero la conti con muchas ganas, besos

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  4. Como ya he leído una buena cantidad de tus relatos, entiendo que en cada capítulo intentas tener un nuevo (s) ingrediente (s) que le pone a uno la cabeza a mil revoluciones y con ganas de decir "¿pero por qué no dice de una buena vez que es lo que pasa?" era de esperarse que surgiera un nuevo nudo por así llamarlo. Las personas somos muy complicadas.

    "Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor." En esa frase pensé después de leer el capítulo. Es de Benedetti, La Tregua; un libro precioso como éste relato o el relato es precioso como el libro, en fin.

    Usted me hace pensar que es la única Fernández que escribe lindo.

    Y me disculpo porque al parecer con cada capítulo es más difícil que yo escriba un comentario corto.

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    1. Estaba familiarizada con la frase, me hiciste el día cuando la leí. Gracias por tus buenas palabras y los comentarios largos siempre son mis favoritos!

      Pd: Benedetti era un genio unico. Ojala algun día escriba un diez porciento como el :)

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  5. excelente como siempre aunque dejame decirte que yo estaba tranquilamente leyendo, hasta que llego al ultimo parrafo y quede igual que julieta no entendi nada xD espero con ansias la continuacion, saludos :)

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    1. jajajajaja, tranquila que con la continuación se va a entender, a veces la maldad se apodera de mi y hago cosas como esta, pero prometo que no escribire nada muy terrorifico (por la maldad que habita en mi lo digo)

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  6. Buen capitulo. Aunq no entienda q pasa, espero la siguiente entrega. Besitos

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  7. Me toco desde la pc para poder publicar le coment :(.....Después de leerlo con toda la calma del mundo, entendí a lo que te referias cuando decias lo complicado que se te estaba dando el escribir este capitulo, como siempre me encanto, así me haya dejado cierto aire de preocupación y tristeza :( .....solo esperar cual sera el desenlace....Una vez mas gracias por escribir :D

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    1. Gracias por comentar, si a ti te dejo un aire de preocupación y tristeza imagina lo dificil que es para escribirlo, pero pronto desenmarañare esta historia

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  8. No puedo comentar, no sé qué pasa...
    Me temo lo peor del pasado de Bárbara :(
    Saludos,
    Sole

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