Segunda Piel 5
Dos veces paso por la
cabeza de Bárbara el ir a retenerla, decirle que el sentimiento que había era
mutuo, que la magia estaba ahí, pero aquello no cambiaba la decisión que había
tomado, después de todo de nada servía decirlo, solo le iba a hacer más daño.
Miró la taza que seguía casi llena frente a la de ella, y la forma en que el
labial de Julieta se había impregnado en la taza, rozo con su dedo la pintura
que se difuminaba al tacto e imagino que eran sus labios los que rozaba.
Sonrió. “¿Dónde podre encontrarte?” se preguntó en su interior, donde podría
hallar aquel cinematográfico doctor capaz de borrar la memoria, de haberlo
sabido lo hubiese usado mucho tiempo atrás, de ser real nunca pisaría su
oficina, si aquel era el único amor que iba a sentir en su vida quería retener
su recuerdo por siempre, cada tacto, cada beso, cada suspiro que perdió
mientras estaba junto a ella. Ya no había vuelta atrás.
Capítulo 6: DEJAME ENTRAR
- ¡Julieta para!
- ¡No Bárbara! Ya dijiste
todo lo que tenías que decir
- Me retracto, de todo, ¡De
cada una de mis palabras!
Julieta se ató a su cuello
como siempre lo hacía y se entregó al tan anhelado beso que estaba esperando.
Un beso que no tenía sabor, que no sentía, las manos que enredaban su cabello
en realidad no lo estaban tocando, la espalda por la que deslizaba sus manos se
desvaneció a medida que pasaba su mano por ella, Bárbara miro al cielo y una
gota de lluvia golpeó su cara, cuando regreso su mirada a ella todo se
evaporaba con el agua que no dejaba de caer. Cerró sus ojos de golpe y del
mismo modo los volvió a abrir, de vuelta a la realidad comprendió que volvía a
soñar despierta, era la quinta vez esa semana y se escapaba de sus manos – en
estos momentos Bárbara sería de mucha utilidad un psicólogo, psiquiatra tal vez,
si definitivamente necesitas un psiquiatra – se dijo a si misma frente al
espejo.
- ¿Terminaste?
– Sí, es lo último
- Jul… ¿Estas segura de
hacer esto? – Pregunto Francisca
- Sí, mamá lo compro y papá
me dio su bendición, a parte ya es hora de que te deje vivir tranquila
- Me acostumbre a tenerte
cerca
- Si claro, te
acostumbrarte a controlarme que es distinto
- Te quiero tarada
- yo también – respondió
Julieta con un dejo de tristeza
- ¿Qué pasó?
- Nada
- Jul, conozco esa cara
- No importa Fran, dame ese
bolso que se me queda y no quiero regresar a buscarlo – dijo riendo, intento
ocultar lo que de verdad sentía, pero qué ganas podía tener de decir que el
simple hecho de escuchar aquel “tarada” le hacía recordarla, no quería asumir
eso, era demasiado patético para decirlo
en voz alta.
- Ayer la vi – dijo
Francisca evitando mirar a su amiga
- Como está Marcelo –
respondió ella obviando lo que había escuchado
- Bien, ahora ella no muy
bien, Marcelo dice que volvió a ser como antes, antisocial total
- Fran… No me hagas esto por favor
- Es que no te reconozco,
como te rendiste tan rápido cuando estás enamorada de ella hasta los huesos
- Bueno no voy a ser la última
persona en la tierra a la que se le pase un enamoramiento, ahora deja de
hablarme de ella que sabes que me hace mal
- Y has pensado que harás
cuando vulvas a clases, llevas dos semanas sin ir
- Ponerme al día, eso haré,
Fran por favor, última vez.
Julieta no entendía que lo
que Fran pretendía no era hacerle daño, sino todo lo contrario, llevaba una
semana completa ausente, desde el día en que regreso del café Julieta opto por
ser otra, por ser diferente, le contó todo a su amiga y no derramo una gota
mientas relataba, los días pasaron y todo lo que sentía lo guardo, le puso
llave y lo escondió en lo más profundo de su ser, si Bárbara quería que
olvidara, eso iba a hacer, olvidar.
La llegada a un nuevo
departamento, significaba un sinfín de cosas, para empezar le pertenecía,
estaba a su nombre y eso era mucho decir, hacer las paces con sus padres que
aunque comenzando los planes de divorcio se veían más felices que hacía muchos
años; el haber salido del closet frente a ellos, declararse homosexual con
todas las de la ley era algo importante y cuando pensó que una nueva decepción
se vería en los ojos de su padre el accidente lo había hecho un nombre nuevo y
con un abrazo le dijo que siempre la iba a amar. Una nueva vida estaba por
delante, sin nada que la atara a un pasado defectuoso, nada.
Cincuenta bocetos en su
mesa de luz, cuarenta eran de ella y diez de sus compañeros, Rodrigo tenía un
talento único y no lo ocupaba, Alejandra temía hacer líneas extravagantes y
Mariana sabia como usar los colores combinándolos perfectamente, dándole mil
vueltas al asunto tuvo una idea y faltaban cinco horas para llevarla a cabo,
pero también faltaban cinco horas para volver a verla, claro si es que llegaba
a clases.
La clase del lunes
“Análisis contemporáneo de moda” no era precisamente la preferida Bárbara, lo
que no quería decir que le fuera mal en ella, siempre se sentaba en la tercera
fila pegada a la ventana y todas las clases Julieta se sentaba a su lado,
excepto ese día, el primer Lunes en que Julieta entro a la sala y ella lo supo
antes de que cruzara la puerta; como un acto reflejo miro hacia la ventana para
evitar verla, pero para Julieta eso fue imposible, el perfil de su cara fue lo
primero que vio al entrar, tenía que haberlo hecho en cámara lenta para
detallar cada detalle que vio, su
perfil, su pelo, la liga con que lo ataba, la chaqueta que llevaba puesta y la
blusa que sin lugar a duda llevaba bajo ella, los leggins de cuero y las botas
café que ella misma le había obligado a comprar, definitivamente Julieta entro
en cámara lenta pero no lo suficiente para encontrarse con sus ojos cuando
Bárbara miro hacia al frente, esperando que se sentara a su lado, que nada
hubiese cambiado, pero Julieta se sentó al final de la sala, todo había
cambiado y ella lo tenía claro.
No tardaron en sentarse a
su lado, ocupar el espacio que nunca había cedido, aquella había sido una clase
perdida, Bárbara no supo del mundo en el periodo de seis horas.
- Tenemos que hablar
- Ahora no, más tarde
- No puedo después, tengo
otras cosas que hacer
- Esta bien, vamos
Bárbara salió con Rodrigo
de la enorme sala, con la atenta mirada sobre ellos de alguien que intentaba no
mirar, pero por más que lo intento su vista se mandaba sola en ese instante, lo
segundo que intento Julieta fue no darle importancia a ella saliendo tras de
él, pero en eso tampoco tuvo éxito, no tardo en recoger sus cosas y salir de
golpe por la puerta, notando la junta grupal en la que estaba Bárbara, mal
momento pensó, cuando la tercera cosa que no pudo evitar fue cruzar su mirada
con ella por menos de cinco segundos, esa mínima cantidad de tiempo era lo
suficiente para perderse en sus asombrosos ojos marrones realmente oscuros. Bárbara
pensó que una parte de ella se iba cuando sus ojos se despegaron, intento
arrepentirse de haberla besado por primera vez, de dejarla entrar en su mundo
perfecto, pero no podía arrepentirse por mucho tiempo de lo único bueno que le
había pasado en toda su vida.
- Bárbara estás poniendo
atención – dijo Rodrigo por tercera vez
- Si… si – respondió
volviendo su mirada al frente mientras Julieta se perdía en alguna parte del
largo pasillo
- ¿Entonces te parece la
idea para comenzar a trabajar con los diseños finales? – preguntó Mariana
- La verdad no, creo que se
me ocurrió algo mejor y va con la idea de trabajo grupal, sería bueno incluir
en algunos de mis diseños sombríos algo de color y en tus diseños recatados
algo de la chispa que les falta – dijo mirando a Alejandra.
Todos accedieron y
terminaron confirmando las fechas para terminar el trabajo, después de todo
tenían mes y medo por delante para el día del desfile y medio mes para comenzar
a confeccionar las piezas, no había tiempo por delante para nada más que el
trabajo, aquella no era la única clase que tenían y aunque Bárbara iba bien en
todas, sus compañeros no. Por un instante se preguntó cómo le estaba yendo a
Julieta, había faltado dos semanas a clases y eso no podía ser bueno, entonces
pensó lo segundo que paso por su cabeza en ese momento, que el motivo por el
cual se había alejado de ella se había vuelto su dolor de cabeza actual y
aquello estaba lejos de ser bueno, a años luz en realidad.
El día universitario aun no
acababa, la clase de las dos de la tarde estaba por comenzar, como Julieta la
llamaba “El taller con máquina de coser”, la única en la que estaba saliendo
bien por completo hasta el momento, pensó que al menos esa era su clase
favorita, pero olvido por un segundo porque lo era, mas Bárbara no y fue esa su
razón para llegar diez minutos antes al taller. Cuando Julieta entro dos
minutos después que ella se sentara, recordó la estúpida (Ahora en su cabeza)
razón por la que le gustaba tanto esa clase y es que sin pedirlo desde el día
uno las habían designado compañeras de mesa por el resto del semestre. La cara
de Julieta al darse cuenta de lo que tendría que afrontar por cuatro horas y
media pedagógicas se clavó en la retina de Bárbara causando no otra cosa más
que dolor, uno que estaba dispuesta a seguir sintiendo solo porque tenía un
plan y ese plan tenía que ser perfecto, trabajar, estudiar, egresar y
titularse, para llegar algún día a ser alguien sin distracciones de por medio,
aunque le trajera más dolores a su vida.
- Julieta no te vayas –
dijo alcanzándola cuando ésta intentaba irse del taller
- Bárbara, por favor – dijo
cerrando sus ojos mientras aún tenía su brazo tomado por ella
- Lo siento – lamentó
Bárbara quitando su mano, por qué tenía que importarle tanto que se quedara,
por qué sentía dolor porque su tacto le doliera.
- No me quiero sentar a tu
lado – dijo Julieta sintiendo la necesidad de ser sincera, sin querer
pronunciar las palabras, rogando que lo que sentía no fuese un sentimiento del
todo
- Lo sé, prometo no
dirigirte la palabra, pero no te vayas ya no puedes faltar a otra clase – dijo
Bárbara necesitando mirar sus verdes ojos
Julieta no quería que le
importara si perdía o no clases, pero por sobre todas las cosas, Julieta no
quería que le prometiera no dirigirle la palabra.- Está bien – dijo rodeándola
para volver a su puesto, no tardaron en entrar los compañeros y el profesor de
la clase, Bárbara espero que todos entraran, respiro y volvió a sentarse en su
lugar, no la miro, ni le hablo, pero la imagino como tantas veces sonriendo a
su lado, sacando su lengua solo para molestarla, rozando su mano como si fuese
algo prohibido mientras tomaba alguna tela, eso era lo que hacía, imaginar, sin
darse cuenta que estaba a punto de pasar y cuando sintió el roce de su mano el
golpe de corriente que ambas sintieron las hizo quitar su mano de golpe, fue
inevitable para ambas no sonreír, aunque no se miraron, ambas sabían que la
otra tenía la misma absurda sonrisa en su cara.
La clase continuó y se
volvieron dos desconocidas que algún día creyeron conocerse, quisieron
conocerse. Bárbara terminaba sus costuras como siempre, perfectas y Julieta
tomaba todo lo que había aprendido de ella para imitarla, siempre terminaban
primeras que todos, no había posibilidad para no destacar incluso cuando ni
siquiera se querían mirar.
- Cómo está tu papá –
murmuro Bárbara intentando romper la gruesa capa de hielo que había entre ambas
- Prometiste no hablarme –
respondió Julieta
- Creo que no soy alguien
de palabra – murmuro Bárbara logrando una sonrisa en sus labios y la capa de
hielo se volvió un poco más delgada
- Bien, ya empezó su
terapia y volvió a tener movilidad en algo de su cuerpo, estará de vuelta en
poco tiempo – respondió susurrando al mismo tono de Bárbara
- Que bueno – dijo Bárbara
y la corta conversación se dio por finalizada justo en el momento en que la
clase acabó.
Bárbara pensó en invitarla
a un café, tenía que trabajar y podía caminar con ella hasta “Dos amigos”. La
miro casi sobre ella, no quería tenerla lejos, no quería sentir de la forma en
que lo hacía, busco en su interior la respuesta a todas sus dudas y si estar
sin ella era peor que arriesgarse un día a sufrir prefería el riesgo, cien
veces lo prefería o tal vez mil. Levanto su rostro y la detuvo para hablarle,
tuvo la intención de decir algo justo después de regalarle una sonrisa, justo
en medio de perderse en sus brillantes ojos y su perfecta sonrisa, “en que
momento me volviste esto”, pensó y el pensamiento la hizo callar.
- ¡Bellota! – grito alguien
desde la puerta, una mujer que Bárbara no reconoció
- ¿Andrea? – pregunto
Julieta girándose y dejando atrás a Bárbara
La conversación que vino
después de eso Bárbara no la quiso oír, no sabía quién era, ni que papel jugaba
en su vida, no quería saber, camino para salir del taller pasando por el lado
de ambas mujeres en un abrazo. Julieta sintió su aroma antes de pasar por su
lado y sintió como se perdía en el lugar con su partida, cada vez que la veía
ir dolía, todas y cada una de ellas.
- ¿Qué haces aquí hueona?
De donde saliste – dijo Julieta alejándose del abrazo para ver su rostro
- Estoy de vuelta hueona,
¿no te alegra?
- Claro que sí, pero como
sabias que iba a estar aquí
- ¡Mi culpa! – Dijo
Francisca que estaba oculta en un pasillo, saliendo con cara de culpable
- ¡Las chicas Superpoderosas
están de vuelta! – dijo Andrea mientras las tres se abrazaban, después de todo
habían pasado tres años de la última vez que estuvieron juntas, pero quién era
ésta Andrea, eso claramente era algo que Bárbara había tenido en la cabeza en
todo el camino al café.
- Hueón de verdad volviste
– dijo Julieta sintiendo algo de emoción cuando estuvieron fuera de la
universidad
- Si, termine de estudiar y
me ofrecieron un buen puesto en la zona así que no lo pensé dos veces
- Asumo que me siento feliz
– dijo Julieta
- Si, supe que te has
asumido bastante este último tiempo, si me lo preguntas a mí ya era hora – dijo
Andrea riendo mientras Julieta miraba a Francisca con cara de querer matarla
- A mí no me mires así que
yo no fui
- ¿Quién te contó? –
pregunto Julieta queriendo creerle a Francisca
- Mi viejo, al parecer eres
el chisme de toda la socialité
Julieta cubrió su cara de
la vergüenza que sentía por andar en boca de todos, miro a sus amigas y rió con
ellas por ser quien era, al menos por veinte minutos Julieta olvido lo que
estaba sintiendo y el reloj seguía corriendo, al menos para ella.
Cinco. Seis. Siete. Ocho…
la cantidad de tablas que tenía su techo era interminable, era la tercera vez
que intentaba contarlas y estaba a punto de perder la cuenta una vez más. Tomo
las tapas de su cama y se cubrió con ellas por completo, no sabía cuánto tiempo
le duraría el oxígeno que había dentro, pero tal vez era una buena manera de
morir ahogada por su propio veneno –
Morir ahora después de todo – dijo destapándose antes de quedar sin
oxígeno, movió su cabeza al darse cuenta que el hablar sola se estaba volviendo
una costumbre – Definitivamente te volviste loca Bárbara, ahora después de todo
lo que pasaste te vuelves loca ahora y por una mujer, si la bruja de mierda te
viera Bárbara, probablemente se reiría de ti – se reprochó a sí misma, salió de
su cama y se paró cerca de la ventana en medio de la oscuridad, feas imágenes
llegaron a ella, las más horribles justo en medio del que llamaba hogar, pero
por más que le aterraba la oscuridad, para Bárbara era su modo de
autoflagelación reprimida sin dañarse el cuerpo pero dañándose el alma –
Realmente estoy dañada – dijo llorando una vez más, en un par de semanas había
llorado más que en toda su vida, por más que le buscaba explicación a ello no
lo entendía y es que Bárbara no sabía que al abrir una parte de ti, dejas salir
todo lo que tenías guardado. Todo.
- Entonces, te enamoraste
de una mujer – Murmuro Andrea en la obscuridad de la habitación mientras
Francisca dormía frente a ellas
- Si, es que como tú no
estabas y a Francisca la quiero pero tengo mis límites, tuve que enamorarme de
otra. No es amor – dijo desviando su mirada
- No estas enamorada –
afirmó Andrea sonriendo
- No – confirmo Julieta –
Si, si lo estoy - dijo cubriendo su cara
con una almohada
- Bueno, en todo caso
conmigo no hubieses tenido oportunidad
- Si claro, si te derrites
por mí
- ¡Uy sí! Es que con esos
ojazos
- Claro cómo no, estúpida –
dijo mientras ambas reían
- Bueno ahora puedo saber
porque les dicen tortilleras
- No tengo idea – respondió
Julieta
- Ah, eres una estafadora
- Te extrañaba imbécil
- Claro como yo no soy
suficiente – interrumpió Francisca con una gruesa voz
- Nunca ocuparas mi lugar
Franchuta, ¡Nunca! – Dijo a toda voz Andrea
Tres años es mucho tiempo
cuando tres mejores amigas vuelven a estar juntas por primera vez y es que
Andrea se había criado con Julieta y a la larga Francisca se unió al club, eso
eran, un verdadero club llamado “Las chicas Superpoderosas”. Julieta siempre fue
Bellota por sus ojos, Andrea era Bombón por su pelo colorado y Burbuja era
Francisca, porque era el único nombre que quedaba y de eso siempre se reían.
La noche se hizo corta,
Julieta fue interrogada la mitad de ella y la otra mitad aconsejada, después de
dormirse en sus pensamientos despertó con la extraña sensación de querer
jugárselo todo, la había buscado una vez cuando nada estaba escrito, cuando
creía en imposibles, podía buscarla una segunda vez ahora que sabía sus
probabilidades, su mañana comenzaba bien y deseaba que siguiera de esa forma.
Sobre su cama una pequeña
caja con más en su contenido de lo que se podía imaginar, aquel era un tesoro
tan grande y valioso que temía incluso tenerlo entre sus manos. La noche, sus
fantasmas, su pasado y su presente, todo lo que la llevaba a ser quien era y
como estaba de pie frente al mundo la tenían ahora acostada sin fuerzas para
levantarse, no importaba cuanto faltara para sus clases, nada importaba. En el
frío piso la foto de una mujer con los mismos ojos que veía siempre en el
espejo por las mañanas y por las noches, su pelo tomado curiosamente igual a
ella, su vientre tan grande que parecía iba a reventar, pero lo que más rabia
le daba a Bárbara era que la mujer de la foto no se veía triste, sino feliz, verla
triste le haría mucho más fácil odiarla, sin embargo la felicidad de su rostro
con sus manos en el vientre era algo que le costaba entender, la madrugada
entera vio la foto, siete meses de gestación tenia ella al momento de la foto,
“(10 – I - 88’)” tenía inscrito en su reverso, qué paso entre enero y marzo,
ella no entendía ni tenia a nadie que respondiera sus preguntas.
Sus ojos se abrieron ante
la duda si estaba en el presente o en el pasado, sintió el frío en su espalda y
se vio en la vereda de una calle cubierta por algún cartón, rogando a quien
fuera que tuviera los hilos del mundo poder dormir sin que alguien quisiera
aprovecharse de ella, era una niña y ahora ya una mujer, sacudió su cabeza e
intento ponerse de pie, tomo la foto y la devolvió a la caja con todos los
recuerdos que habían en ella, se quitó el collar que no se había quitado desde
que Julieta se lo devolvió, pero ahora ella también estaba en ese objeto y eso
aumentaba su malestar. Julieta estaba a lo largo y ancho de su hogar.
Dos distintas clases por la
mañana y en ninguna la había visto, aquello no era normal, ella nunca perdía
una clase por muy mal que estuviera y ahora llevaba dos en su registro, miro su
reloj y era imposible que entrara a la tercera, definitivamente su mañana no se
había desenvuelto como esperaba, mucho menos su tarde.
La idea de caminar cuarenta
minutos hasta su destino no era tan agradable como los diez minutos que
demoraba el taxi. Corrió hasta el paradero y tomo el primero que pasó, pensó en
que diría durante los seiscientos segundos que estuvo arriba de él, la escusa
estúpida que daría por su presencia o simplemente la verdad, lo preocupada que
estaba por su ausencia, pero lo que no pensó Julieta fue que pasaría si ni
siquiera abría la puerta.
La puerta sonó tres veces
con un sonoro “toc, toc, toc” que incluso en la forma de golpear podía
identificarla, pero no significaba que quisiera verla, después de todo era ella
quien la tenía así, era su culpa el que ahora se sintiera tan vulnerable por lo
tanto se mantuvo de pie al lado del sofá, esperando a que se cansara y se
marchara, pero si Bárbara era testaruda Julieta lo era el doble.
- Bárbara abre, sé que
estás ahí – “como puede saberlo” – pensó ella, y Julieta simplemente insistió –
estoy preocupada, solo quiero saber que estas bien – pero bárbara no se movió,
por mucho que quisiera abrir la puerta – ¡Bárbara! Solo quiero saber que estas
bien, nada más
- Estoy bien – murmuro
Bárbara haciendo imposible que Julieta oyera
- ¡Bárbara! – grito ahora
con rabia
- ¡Estoy Bien! – dijo
Bárbara abriendo la puerta de golpe
- ¿Qué te paso? – preguntó
Julieta viendo los rastros de la noche anterior en su cara, aquellos ojos que
adoraba como nunca antes los había visto, opacados por el enrojecimiento de
haber llorado, se culpó a ella misma por lograr eso, pero no era posible que
ella fuera la causal de aquel triste rostro
- Dijiste que solo querías
saber si estaba bien
- Y no lo estás – respondió
Julieta entrando a su casa, ignorando su cuerpo de pie frente a la puerta –
Bárbara que te lleva a esto
- ¿A qué? Estoy bien, no
pienses cosas que no son
- No. No estás bien, tu
cama esta desecha, hay platos sucios sobre la mesa, llevas la misma ropa de
ayer y por tu cara sé que estuviste llorando
- No. Tú no sabes absolutamente
nada
- Sé que la persona que
conocí hace un tiempo se guarda todo para ella, que lo que sientes lo escondes
en una mirada, en un gesto y ahora tienes todo perdido en tu rostro
- Julieta, por favor, en
primer lugar si estoy así no es por ti, en segundo lugar no sé qué haces aquí y
en tercer lugar no tienes ningún derecho de venir a mi casa y preguntar lo que
sea que me esté pasando
- Ves que te pasa algo
- ¿Eso fue lo único que
procesaste de lo que te dije?
- Bárbara no me insultes –
Dijo Julieta recogiendo la ropa que estaba en suelo
- ¿Qué pretendes?
- Ayudarte, esto es un
verdadero asco
- No necesito tu ayuda
Julieta, si mal no lo recuerdo termino todo entre nosotras y tú al parecer no
me querías ni ver
- Tú me terminaste, por
algo que ni entiendo
- Desapareciste una semana
Julieta
- Sí. Y te explique el
motivo
- Ya, pero aquella
experiencia de no saber que mierda pasaba contigo y sentirme horrible por eso
no la quiero volver a vivir
- O sea tú terminaste todo
y al día siguiente dejaste de sentir, así de fácil, porque si tu lógica
funciona como creo, tu terminaste para no sufrir, por ende al terminar ya te
sentiste mejor y ahora sigues con tu amargada vida de siempre – dijo Julieta
con rabia en su voz, en sus gestos, toda ella era rabia, aquella fue la primera
vez que Bárbara la vio enojarse con tanta ira.
- Julieta vete, por favor
- Ni siquiera me puedes dar
una respuesta decente
- ¿Qué quieres que te diga?
Sí, sigo sintiendo algo fuerte por ti y sí, me duele la distancia; sí, me mata
no sentir todo lo que me hiciste sentir; sí, gran parte de mi situación actual
tiene que ver con eso – dijo alzando fuerte su voz – pero eso no cambia nada
Julieta, el verme así… el que tú me veas así me confirma que no quiero esto,
que si no es hoy va a ser mañana y estaré bien, a mí no me lo han dado todo en
la vida ni estoy viviendo aquí porque peleé con mi viejo, a mí me ha costado y
no lo voy a arriesgar todo por…
- ¡Por qué, por un
capricho, por una hueona que se enamoró como una estúpida, no es mi culpa nacer
donde nací y no tienes por qué lanzármelo en la cara y no, no tengo idea como
ha sido tu vida porque nunca me lo has contado, no sé quienes son tus padres,
ni donde naciste, ni como llegaste aquí sola, no sé nada por qué no me has dicho
nada!
- Y no te diré nada
Julieta, vete por favor – dijo Bárbara una vez más herida por recordar su
pasado
- Sigo sin entender tu
lógica, estás aquí, faltaste a clases, sufres y estas sin mí, según tu deberías
estar mejor sin mí y yo te veo peor.
- Por ahora, no lo he dado
todo en la vida para perderlo por algo que vale tan poco la pena como un amor –
dijo haciendo que las palabras se clavaran en Julieta no como espinas, ni
agujas, aquellas palabras fueron espadas que atravesaron si piedad su alma.
- Si piensas así no tengo
nada que hacer aquí, espero que tu carrera te de compañía por el resto de tu
vida. Quizás si algún día tienes suerte y alguien logra descifrarte espero que
sea feliz – susurro Julieta despacio, pero no tanto como para que Bárbara no oyera
sus palabras, no tan despacio para que no se sintiera miserable y de algún modo
sabía que lo merecía. Julieta tomo sus cosas cuando no oyó respuesta de ella,
camino tan lento a la puerta como pudo, con la esperanza de que algo la hiciera
cambiar antes de hacerlo, sabía que al momento de cruzarla todo acabaría y ya
no habría vuelta atrás.
- Julieta… - dijo Bárbara
corriendo a su cama y alcanzándola antes de salir – esto es tuyo – dijo
entregándole la libreta que había encontrado en el café, devolviéndole lo que
era suyo, si algo no quería era aferrarse más a ella, mucho menos con la
libreta donde en cada línea oía su voz.
Julieta tomó la libreta en
sus manos y la abrió, alcanzo la última página y le dijo – sería tan fácil irme
así como así, tan fácil que se está volviendo lo más difícil de mi vida –
musitó retrocediendo sus pasos ignorando la cara de ignorancia de ella – “Cada
vez que miro al cielo pienso en ella, en sus grandes ojos tan oscuros como el
cielo mismo al oscureces, me pregunto cómo sabrán sus labios, como se sentirá
su tacto en mi cuerpo, o como huele su cuerpo por las mañanas, ni siquiera se
su nombre y ya se impregno en mi ser, ni siquiera sé quién es y ya la amo, como
una tonta ya la amo” – leyó cerrando la libreta, limpiando sus ojos y esperando
a que Bárbara dejara de ocultar su mirada en el piso – ¿Alguna vez te diste
cuenta que eras tú? ¿Comprendiste al leer está parte que ya te amaba antes de
saber quién mierda eras? antes de tus misterios y tus decisiones que
discúlpame, pero sigo sin entender. Bárbara te puedo pedir que me mires, si
algo de esto lo puedes sentir en esa frialdad que llevas por dentro, me puedes
mirar – dijo casi sin separar sus dientes por la rabia, la pena, las lágrimas
que no dejaban de caer. Bárbara la miró – Lo que tú quieres no es vida,
terminar tu carrera, ser alguien y vivir sola. No sé con qué bases creciste
pero cariño eso no es vida – dijo Julieta logrando que Bárbara derramara más lágrimas
de las que ya caían – Bárbara, las personas comunes y corrientes pasan su vida
buscando el amor, buscando a ese “alguien” que les haga sentir esto que hay
entre tú y yo, porque aunque lo niegues yo sé que está ahí, no podría sentir de
esta forma de no ser así. Bárbara nosotros ya lo encontramos, porque no podemos
terminar este ciclo y seguir juntas para siempre.
- ¿Nadie te enseño que los
cuentos de “el amor por siempre” no existe? – dijo alzando su voz
- ¿Y a ti alguien te enseño
a soñar?
- ¡Este era mi sueño, tener
un lugar para vivir, tener un trabajo y comenzar una carrera, hasta que tú te
metiste en todos impregnándote y volviendo mi vida de cabeza! Este era mi
sueño.- dijo desplomándose sin ganas de seguir discutiendo – el amor no existe
Julieta, no existe, la historia del mundo lo dice, la realidad lo confirma, el
único lugar donde vive el amor es en las novelas de Jane Austen y el desamor de
Shakespeare, la ironía de las películas que intentan hacernos creer que el amor
es lo que nos hace vivir. Esto que sientes, que siento, no es más que toxinas
que liberamos, hormonas que se mueven como si estuvieran amarradas, alertas de
nuestro cerebro que nos quiere hacer creer que somos felices…
- Y esa ha sido la
definición más fría que he oído de amor – dijo Julieta poniéndose a su altura -
pero esto que me quieres mostrar no eres tú, por que la persona que me daba la
mano para caminar lo hacía con tanta ternura que con su tacto me hacía sentir
la persona más afortunada del mundo, la misma que me besaba y me transportaba a
otra dimensión, la que por las noches me sostenía entre sus brazos y nunca se dormía
antes que yo, porque sí, siempre note eso y como desearía haberte hecho el amor
antes, como me parte el alma saber que pude tenerte antes de que fueras un
hielo, cuando eras cálida y tu simple voz me hacía soñar – termino de decir
Julieta para ponerse de pie ya cansada de hablar y sentir que no era oída. Tomó
la libreta y la lanzo a la basura, camino hasta el sofá y tomo sus cosas
nuevamente, pero esta vez sin decir nada, miró por última vez a Bárbara que aún
seguía en el suelo y camino a la puerta.
- Tu no entiendes – dijo
Bárbara antes de que se fuera – no tienes idea lo que es ser yo, lo que he sido
durante toda mi vida – murmuró con una desfigurada voz y el rostro tapado en
lágrimas
- No puedo entender si no
me explicas – dijo Julieta dejando sus cosas una vez más en el sofá, con una
esperanza en sus pasos
- Tu jamás entenderías que
esta casa para mí es un palacio, que mi pequeña cama en realidad es la mejor
cama del mundo, que estudiar para mí no es un derecho, es un regalo que no me
permito perder por nada del mundo
- Ni siquiera por mí, lo
sé, pero yo nunca te he pedido que lo pierdas
- ¡Pero yo me voy a perder
por ti! Las personas hieren, jamás he confiado en nadie más que en mí y en
cuanto confíe en ti; te marchaste, yo pensé que me habías dejado y sin decir
nada, porque no me merecía nada y antes de que regresaras lo sabía, todo se
había vuelto nada al lado tuyo y no puedo, Julieta no puedo volver a sentirme
así, hoy me dices todas esas palabras que aunque creas que se congelan con mi
frialdad no lo hacen, me duelen Ju, pero y si mañana algo pasa y me dejas, si
discutimos y te pierdo, si conoces a alguien más y te das cuenta que esto no
era lo real sino lo nuevo, Ju yo me voy a querer perder, no me va importar
nada, vas a estar más incrustada en mí que ahora y al irte te vas a llevar mi
alma
- ¿Qué te hicieron en la
vida para que sufras de esta forma? Bárbara, necesito entenderte porque esto
que sientes no es normal, la vida no es así, no se puede vivir de inseguridades
y miedos
Julieta la miró con tanta
compasión, que Bárbara se perdió en sus ojos, la abrazo tan fuerte que supo ya
no había vuelta atrás, por más que quisiera olvidar su pasado, ocultarlo como
un tesoro sin mapa alguno para volver a encontrarlo. Se alejó de su abrazo
reconfortante y le sonrío con lastima por ella misma a sus hermosos ojos
verdes, se puso de pie y tomo su mano para sentarla en el sofá, aquella mano
entre sus dedos se acoplo tan bien que no quería soltarla, sin embargo se alejó
de ella en cuanto Julieta estuvo en el sofá. Su cuerpo busco un lugar donde su
mirada no la encontrara, lo que iba a decir no la hacía sentir orgullo, sino
todo lo contrario, nada en la vida le daba más vergüenza que más de la mitad de
su existencia y rogándole que se mantuviera donde la había dejado, se dispuso a
hablar...
Nota: Dije que amaba esta historia?
¡Dios! Está historia es demasiado fuerte. ¡Me encanta!
ResponderEliminarA mi igual me encanta!
Eliminarque intensidad, de verdad que ya no se ni que sentir , si pena, rabia o que? ,tristeza por que a pesar de todo se quieren, todas tus historias me encantan , pero esta demuestra tu madures como escritora, de verdad gracias por regalarnos esto tan bello, besos
ResponderEliminarGracias josefina! sin sus comentarios y buenas vibras mis historias no serían lo mismo
EliminarUf!!!! que heavy!!! cuánta intensidad!!!. Me muero por saber como.
ResponderEliminarGracias por esta historia.
Sole
Yyo no quiero que acabe Sole! gracias por siempre comentar
EliminarOhhh vamos la cortaste en la mejor parte.... estuvo corto el capi, no tardes
ResponderEliminarmuy buen capi
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAy Dios, la espera por el siguiente capítulo me matará!!! Cuanto sufrimiento habrá tenido Bárbara en su vida para enfríar su dulce corazón. Gracias por la entrega : ).
ResponderEliminarYa publique la continuación :)
EliminarBusqué en el diccionario los sinónimos de maravilloso y el resultado fue: "excelente, fantástico, portentoso, prodigioso, estupendo, extraordinario, magnífico, soberbio, admirable, fascinante". Todos son sinónimos de ésta historia.
ResponderEliminarMe encanto tu comentario y me dio un pequeño miedo de la historia no este a la altura, pero Gracias!
EliminarAMO LA HISTORIA!!!!! QUE FUERTE!!!! ME ENCANTA
ResponderEliminarLUISA
Gracias Luisa!
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