Segunda piel 1

Segunda Piel


Capítulo 1: DESPERTAR

Aquel no era un día común en la vida de Bárbara Renata, ese era su verdadero nombre, al menos eso decía su registro de nacimiento, el mismo que tenía en sus manos. Por un instante cerro sus ojos y recordó su infancia, su desastrosa y cruel infancia, rodeada de personas que solo causaron daño, tanto se metió en sus recuerdos que como si se trasladara en el tiempo oyó a la única persona que la había cuidado toda su vida gritar una vez más – ¡Mi ropa! – siete años tenía cuando aprendió a lavar, no importaba si llovía o hacía sol, “La Chimpa” como todos le decían, tenía que lavar la ropa de todos en esa casa, cuando ni siquiera existían las lavadoras de hoy en día, esas que presionas un botón y listo, no, para ella la vida fue más dura, con una escobilla y una tabla lavaba a diario en una batea, afuera en la intemperie y las consecuencias que sufría si la ropa no quedaba como nueva la sacaban al fin de sus penosos recuerdos.

El día que cumplió los 15 años salió de aquella casa, donde algún día el que fue su progenitor la abandonó, no porque su madre no la quisiera como siempre le hicieron creer, sino porque ella había dejado el mundo que todos conocemos y el hombre sin saber qué hacer con una recién nacida no encontró nada mejor que abandonarla fuera de una casa, destino infernal que trazo para una niña cayendo en las manos de las peores personas en todo el mundo. Cuando al fin se vio fuera sin saber dónde encontrar sus raíces busco en todos los lugares posibles, pero nada podía ayudarla cuando era un fantasma en el mundo, no habían indicios de cómo había llegado al mundo y sólo una persona podía ayudarla, al menos eso creía.

Tres años después y con dos amigos que había conocido hacia menos de un mes, volvió a la casa que juro no regresar y sin siquiera titubear arrasó con el lugar, donde ya solo habían escombros de lo que había sido un día, la mujer demacrada pidiendo piedad por su vida le indico una pequeña caja que estaba en su velador, “Barbi” decía tallado en su tapa, al abrirla vio un papel con su nombre, el nombre que nunca había oído, jamás en su vida supo que tenía el derecho de tener un nombre, mucho menos un apellido, su mamá se llamaba Renata Lucia Fuentes y su padre Raúl Antonio Jerez, de ahí sus apellidos, había nacido un 22 de marzo del año 1988, primera vez en su vida que sabia la exactitud de años que tenia. Miró un poco más dentro de la caja y la cerró para guardarla en su mochila, hizo un movimiento con sus dedos y salió del lugar con quienes quiso llamar amigos, claramente aquel no era un día común, su vida entera no había sido común.

El tiempo se encargo de darle una nueva vida, busco los lugares que podían ayudarle, dejar la calle, comenzar a estudiar, gracias a una vecina que le enseño a leer desde pequeña no era una analfabeta, pero sí luego de sacar por primera vez un carnet de identidad, hizo desde el primer año de básica hasta el cuarto de enseñanza media, aquello le había llevado cinco años, trabajo desde que supo que supo cual era su nombre y bajo su colchón guardaba ocho partes de lo que ganaba sagradamente, dinero que le ayudo a encontrar una lugar para vivir, no era una casa, ni mucho menos un departamento, era un estudio, rectangular y largo, tenia baño y una instalación de gas donde podía instalar una cocina, en el preciso momento que firmo la compra se imagino cómo podía ser su vida en aquel lugar, con 23 años y  por primera vez en su vida, Bárbara sonrió.

Julieta siempre soñó con que en otra vida había sido una Capuleto, su papá siempre culpo a su madre por ello, desde pequeña había llenado su cabeza con cuentos de amor, haciéndole creer que existía Cupido y que el destino siempre nos deparaba algo a la vuelta de la esquina, pero lo que Julieta no sabía era que su madre siempre había sido una soñadora, al menos la pequeña Julieta no lo sabía, la grande estaba segura de eso, pero la madurez no la había alejado de sus sueños, creía en el amor eterno y que el príncipe azul de su historia en algún momento la iba a encontrar.

Julieta nació un 22 de marzo del año 1988, Julieta Pía Zúñiga Parra, desde pequeña tuvo la suerte de crecer en un matrimonio que solo entregaba amor, pero tuvo un poco más de suerte, Julieta nunca en su vida supo lo que era no tomar un buen desayuno, mucho menos paso frío, Julieta era lo que la gente común llamaría una “niñita con suerte”, pero ella nunca se vio así, jamás se jacto de tener lo que tenía, porque sabía que habían quienes tenían mucho menos y mucho más, lo que sí siempre hizo Julieta fue agradecer por su vida, por vivir, por poder salir al mundo y disfrutar de él.

Julieta siempre supo de sus derechos, también sabía que tenía deberes, el deber de ser una hija responsable, de sacar siempre la nota máxima en sus estudios, para llegar a ser alguien con un titulo, “Tienes que ser alguien en la vida” solía decir su padre. Cuando llego el momento de ir a la universidad la disfruto a concho, por dos años se esforzó al máximo, pero aquello no le entregaba la pasión que veía en sus pares, la medicina no era para ella y aunque vio la decepción en su padre cuando le dijo que no iba a continuar, la sonrisa de su mamá diciéndole que siguiera sus sueños era un consuelo.

Y hoy en su cumpleaños número 23 el príncipe que había encontrado estaba a punto de pedirle matrimonio, pero algo en Julieta le decía en su cabeza que aun era muy joven para eso, no importo que el joven estuviese arrodillado frente a toda la familia y los amigos de siempre, habían cosas que quería hacer antes de comprometerse, cosas que quería vivir siendo soltera; vio como el novio que por años había tenido comenzó a modular las peligrosas palabras que la dejarían entre la espada y la pared, en aquel momento se arrepintió de algún día haber dejado su carrera, se arrepintió de no haberse ido a la cama con el chico que había conocido en aquella fiesta, se culpo una y otra vez por no haber terminado su relación con él meses atrás, precisamente ahora cuando estaba a punto de decir “No”.

La mañana trajo consigo distintas sensaciones, en el mundo de Bárbara era un día de alegrías, al fin tenía el dinero suficiente para poder buscar una carrera, en realidad no había mucho que buscar, había algo que toda su vida había querido ser, incluso cuando no tenía idea lo que era, ella quería diseñar, después de todo, la ropa que llevaba puesta a diario era su obra, aunque partió como una forma de ahorro se transformo en lo que a diario quería llegar a hacer, después del trabajo en la cafetería “Dos Amigos” se paseaba por todos los locales en los que vendían ropa de segunda mano, en todo había un potencial, todo era una magnifica creación a sus ojos.

Bárbara miro por los grandes ventanales que habían en lo superior de su hogar y sonrió porque entraba el sol por ellos, puso sus pies en el frio cemento bajo su cama y le dio un mordisco al trozo de torta que se había comprado el día anterior, porque Bárbara ya no tenía amigos, nunca los tuvo en realidad, su vida era tan limitada que no sabía cómo hacer vida social, no entendía el fin de tener un amigo, no importaba cuantas veces Marcelo, su compañero de trabajo, quisiera iniciar una conversación con ella solo por “buena onda” como decía, ella no tenía la necesidad que tiene los seres humanos por compañía, Barbará era feliz con ella y su soledad, nada faltaba en su vida para sonreír, porque desde que lo había hecho por primera vez, no paraba, aunque fuese solo dentro de sus cuatro paredes.

En el mundo de Julieta aquel amanecer le trajo culpa, dudas, inseguridades y vergüenza, no quería mirar a su papá, ya lo había decepcionado muchas veces, no quería mirar su celular, imaginaba las llamadas y mensajes que debían aparecer en su pantalla, aquella mañana hubiese preferido no despertar, pero ya estaba en pie, tomó el aire necesario para hacerla valiente y bajo hasta la cocina, su padre esperaba atento y su madre intentaba calmarlo, pero nada la preparaba para lo que tenía por delante.

Después de la brutal conversación que tuvo Julieta con su padre tenía dos opciones, o se casaba con el que era su actual novio o volvía a la facultad de medicina, pero ninguna de aquellas opciones eran validas para Julieta, de la forma en que lo veía no tenía más opción, tomo uno de sus bolsos y puso algo para el frio, algo para el calor, algo para la lluvia y algo para el sol; no lo pensó dos veces, en su cartera puso las cosas más valiosas que tenía, la tarjeta donde ahorraba todas sus mesadas desde que tenía diez años y sus documentos. Bajó fuertemente las escaleras y miró a quienes le habían dado la vida, a pesar de que su padre esperaba una decisión de sus labios, en cuanto vio el bolso que Julieta traía en sus manos comenzó a disparar un sinfín de disparates, lo único que le falto hacer fue maldecirla, pero con las palabras “¡Si sales por esa puerta te olvidas que eres mi hija!” hizo algo parecido.

Aquella noche, por primera vez Bárbara durmió sabiendo que le esperaba un futuro por delante y Julieta supo que de ahora en adelante su futuro cambiaba en ciento ochenta grados. La misma noche ambas se sentaron en la misma plaza, Julieta esperaba a la persona que le daría asilo y Bárbara contaba las estrellas para variar. Julieta no podía ver quien estaba a su espalda ni mucho menos lo hacia Bárbara, pero cuando Julieta quiso pedir un deseo a las estrellas y choco con la cabeza de Bárbara ambas se dieron vuelta, para decir un mutuo “Perdón” era la primera vez que Bárbara le sonreía a alguien por simple gusto y también la primera vez que a Julieta le agradaba la sonrisa de una mujer.

- Disculpa, cómo te llamas – dijo Julieta sentándose al lado de Bárbara, pero como era costumbre para ella volvió su cara al cielo y no contesto – oye, te hice una pregunta – dijo un tanto molesta Julieta pero esta nuevamente calló - ¡Hola! – dijo una voz cantadita y el rostro de Julieta se cruzó en las estrellas de Bárbara.

- Hola – respondió al fin Bárbara, para volver a ver sus preciadas estrellas.

- ¿Qué buscas? –  preguntó Julieta imitando su acción, aquello hizo que Bárbara la mirara a ella intentando descifrar lo que quería.

- Sentirme pequeña – dijo Bárbara sorprendiéndose de sus palabras.

- ¿Cómo? – preguntó confusa Julieta.

- Eso busco cuando veo las estrellas, sentirme un ser pequeño dentro de toda esta inmensidad, comprender que hay mucho más en este mundo de lo que está a nuestro alcance.

La misma Bárbara se sorprendió de sus palabras y de la facilidad con la que respondió, era la primera vez que tenía una conversación y lo hacía con una completa desconocida.

- Creo que hacer eso ayuda a entender que los problemas de uno no son nada con los que podrían tener otras personas – dijo Julieta dejando caer una lágrima.

Bárbara no alcanzo a contestar cuando una apresurada mujer le gritaba que al fin la encontraba, Julieta deseo secretamente que se hubiese demorado solo un poco más y es que la mirada de aquella desconocida joven la intrigaba, sus negros ojos eran culpables de eso, se pregunto cómo alguien podía tener los ojos tan negros y lo encontró mucho más maravilloso que los verdes de ella, Julieta no tenía idea que pasaba por su cabeza, solo veía a su amiga intentado descifrar lo que había pasado.

- Espera – dijo Julieta deteniendo a su amiga – Oye, me vas a decir tu nombre – dijo una vez más poniéndose entre Bárbara y las estrellas

- No – respondió Bárbara poniéndose de pie y sonriéndole, como si aquello le significara alguna gracia, camino alejándose de Julieta pensando el motivo de su sonrisa, no debería sonreír, no debería contestar, ¿Quién era aquella tipa que le estaba cambiando la forma de actuar?, pero ya no importaba, mientras más lejos estaba menos importancia le daba.

Julieta se quedo detenida mirando como la simple desconocida que acababa de conocer seguía siendo una desconocida, admiro su pelo negro tomado como un tomate en su cabeza y lo desordenado que este se veía, le fascinaron las botas negras casi de militar que llevaba puestas y el rojo pantalón pegado a la piel que hacia perfecta combinación con la chaqueta verde petróleo que usaba, la palabra “sexy” vino a su cabeza y se asusto de sus pensamientos.

Dos personas nacidas el mismo día, un mismo peligroso sueño que traía a sus vidas nuevos pensamientos, nuevas ideas, una inquietud por descubrir aquello que nunca habían tenido necesidad de indagar, una porque nunca tuvo la necesidad y la otra simplemente nunca se le cruzó por la cabeza, pero de algo si estaban seguras, aquellos grandes ojos con los que acababan de despertar decían a gritos “Tengo miedo”, una nueva vida estaba por comenzar, todo sería distinto de ahora en adelante.

Capítulo 2: DOS AMIGOS

Bárbara camino como siempre lo hacía a su trabajo, sin cargas, sin preocupaciones, miraba de vez en cuando la punta de sus botas y se sentía tan ligera, como si pudiese ponerse a bailar en cualquier momento, si tan solo supiera bailar claro está. No llevaba más de cinco minutos fuera de casa cuando la cara de aquella intrusa mujer se le vino a la cabeza, sonrió mientras aceleró su paso y sacudió la cabeza para difuminar el rostro que tenía en su mente, en eso estaba cuando la mujer que se aproximaba a ella a casi media cuadra le sonrió, Bárbara se sintió extraña, porque le sonreía, la verdad es que no había motivo alguno, no era novedad que siempre la misma mujer le sonriera, solo que hoy Bárbara sonreía de vuelta.

- Julieta el desayuno! – gritó Francisca, la amiga que le daba asilo indefinido.

- Fran, si te digo algo prométeme que no te vas a reír – dijo con vergüenza Julieta.

- Lo prometo – dijo su amiga poniendo su mano en el corazón.

- Soñé con la mina de la plaza – dijo cubriendo con sus manos su cara

- Y porque tendría que reírme de eso, es raro, pero no gracioso

- Es qué el sueño fue… como decirlo sin que suene mal

- No se po, que soñaste

- Que lata decirte pero… fue medio lésbico – dijo Julieta encendiendo su rostro

- ah ya! – respondió Francisca evitando no reírse – pero a la mina no la conoces, te dejo claro que estoy obviando que es una mina!

- Si sé, es raro, cachay cuando las personas dice que ven a alguien y sienten que la conocen de toda la vida

- Si

- Eso me pasa con ella, lo peor es otra cosa

- No me digai hueona – dijo Fran sabiendo lo que su amiga le diría

Pero no había mucho que ocultar, el rostro de Julieta lo decía todo, al menos ella tenía a alguien con quien debatir sus ideas, por mucho que ese alguien le dijera que se estaba volviendo loca o del todo la incitara a descubrirse…

- Bueno no quieres experimentar, vivir y que se yo

- Si, pero eso es un poco extremo, ¿o no?

- No sé, mientras no queraí conmigo ni un drama. – contesto generando una risa en ambas.

El día transcurrió tan diferente para Bárbara, sintió que estaba mudando, que no era la misma del día anterior, claro todo eso hasta que Marcelo intento darle un abrazo cuando supo que había aprobado un difícil certamen, es que para Bárbara aquel era un paso demasiado grande, ni siquiera sabía cómo dar un abrazo, para ella era algo que nunca le enseñaron, como si eso se pudiese aprender.

Bárbara tenía un escudo tan grande como el muro de Berlín y es que su alma pedía a gritos la cercanía de otro cuerpo, pero su cuerpo en si no reaccionaba al afecto y cómo sentía que no lo necesitaba, nunca lo busco, pero lo que estaba por pasarle era mucho más grande que todo lo que tenía en su interior.

- No es que quiera sacarte de tu nube, pero ¿qué harás ahora? – preguntó Francisca mientras Julieta le pedía que repitiera su pregunta

- Ni idea, quiero ir a ver la plata que tengo en el banco, no sé ver si puedo entrar a la “u” pero en otra carrera

- Y que pretendes estudiar

- Secreto.

Sin intenciones de quedarse encerradas en aquella casa, Julieta se sintió en una aventura con su amiga, caminando por calles que jamás había recorrido, fotografiando lo que a sus ojos llamaba la atención y es que todo es llamativo cuando te sientes libre; Julieta no extrañaba su hogar, ni su padre diciéndole como vivir su vida, mucho menos extrañaba al que creía que era su príncipe azul, al contrario se sentía cansada de rechazar sus llamadas e ignorar sus mensajes. Tanto caminaron Julieta y Francisca que llegaron a la misma plaza de la noche anterior, Julieta se sentó en la misma banca que se había sentado y a diferencia de la noche eran nubes las que veía y no estrellas.

- Porqué no la buscas en Facebook? – preguntó Francisca

- Claro, si supiera su nombre y su apellido esa sería una buena idea

- Cierto.

Julieta siempre creyó en el amor a primera vista, pero esto era imposible que lo fuera, se sentía atraída de alguna forma y era eso lo que le daba curiosidad, saber cuál era el motivo de esa atracción, aunque volverla a ver era tan absurdo como encontrar una aguja en un pajar.

Bárbara llevaba en su cuello una cadena que decía su nombre, la había encontrado en la pequeña caja donde estaba su certificado de nacimiento y es que su madre la había comprado con toda la ilusión del mundo, desde que la vio no se la quito, hacía años que la llevaba puesta y hoy cuando estaba dejando su turno en la cafetería, mientras se acomodaba su bufanda, la cadenita que tanto amaba se deslizaba por su cuerpo sin que nadie se percatara de eso, la cadena cayó entre la pata de la mesa numero tres y su silla, no fue hasta que llegó a su casa que se dio cuenta que no la tenía, se quito el abrigo que traía, rogando que estuviese ahí, cuando no lo encontró retrocedió en sus pasos, pensando qué si la suerte estaba de su lado, la podía encontrar, mas cuando volvió a entrar al café y busco por todos lados, por cada esquina del local algún brillo que le devolviera lo que le pertenecía y no lo encontró, pidió que quien fuese que la tuviera la perdiera, poco le falto para lanzarle todos los males sobre la tierra, luego pensó que no se la habían robado, había sido su descuido y pidió que quien la tuviera al menos no la vendiera por unos cuantos pesos.

Julieta no dejaba de ver la cadenita que había encontrado, pensó en entregarla al tipo que había atendido su mesa y luego pensó en que quizás nadie la reclamaría, tal vez el la podía vender y sería exactamente lo mismo que se la quedara, por eso la guardo en la cartera que tenía su chaqueta azul marino, la sentía más de ella que de nadie, su amiga pensó una vez más ese día que estaba loca, “creo que la perdimos” dijo en su cabeza mirando sus acciones.


El tiempo avanzó a paso lento, Julieta siempre que pasaba cerca de aquella plaza la miraba diferente, pensaba que quizás en aquella esquina podía verla, pero para Bárbara era todo mucho más simple, ella tenía otras cosas en su cabeza, estaba a punto de entrar a la universidad y aquello le aterraba, pero aquel día iba a ser completamente distinto a todos, ese día le tocó abrir la cafetería, bajó los asientos y limpio las mesas, cuando llego a la mesa numero tres y bajó una de las sillas, notó que no podía la podía empujar hacia dentro, algo chocaba entre la pata y la mesa, se agachó buscando el motivo y encontró una libreta no más grande que su mano, “¿alguien podrá escribir aquí?” se preguntó mientras se sentaba para abrirla, era la primera vez que sentía curiosidad, aquella sensación de querer entrometerte en los asuntos privados de otro, ojeó el pequeño cuaderno y lo primero que leyó fue “Julieta libre de razones, no hay Romeo en mi historia, no soy una Capuleto, soy dueña de mi destino, no tengo apellido ni motivo, soy Julieta la dueña de mi historia”. Bárbara sonrió con aquella primera pagina, iba a pasar a la siguiente cuando recordó que estaba en una tarea, puso la libreta en la cartera trasera de su pantalón y continuó limpiando las mesas, pero hoy lo hacía con una sonrisa “Soy Bárbara, dueña de mi historia” pensó y aquel pensamiento sólo le trajo alegrías.

- Puta la huea Fran, ¡mi libreta! – pataleo una vez más como lo hacía desde la noche anterior

- Eso se llama Karma!

- ¿Y yo que hice para merecer esto?

- Para empezar deja de usar la cadena que te encontraste en el café, pudiste devolverla, no lo hiciste, ahora no esperes que milagrosamente te devuelvan la libreta, seguro alguien ya sabe todos tus secretos

- No me simpatizas ni un poquito

- Te digo la verdad

- Bueno, al menos la persona que la tenga se va a entretener! – dijo riendo por todo lo que la libreta contenía.

Y es que Julieta no se paso aquellos meses encerrada, ni caminando por las calles ni perdiendo el tiempo, ella quería ver que le ofrecía el mundo y eso no lo podía esperar en el sofá de su nueva casa, Julieta se paseo por los pubs de ambiente, conoció por primera vez un club alternativo, la primera noche que piso uno de esos lugares sus ojos eran dos gigantes platos verdes que solo lograban verse más hermosos con las luces del lugar, las primeras veces solo observaba, Francisca reía con las inquietudes de su amiga, que cual niña pequeña disfrutaba con todo lo que la noche le entregaba. Todo estaba anotado en su pequeña libreta con pequeñas letras, la primera vez que bailo con otra mujer y dejo que tocara su cuerpo, la primera vez que permitió que la besaran, no cualquier beso, un beso de mujer, lo que esa noche sintió, todo estaba plasmado en aquella libreta tan bien detallado, que quien lo leyera sentiría envidia por no poder sentirlo en carne propia.

- Fran, tengo algo que decirte y estoy demasiado segura

- Que sería? – pregunto esperando oír alguna otra locura de Julieta

- Soy lesbiana, ¿así se dice? Soy gay, homosensual – completo riéndose por el énfasis que puso en las eses de la palabra

- No me digas, sabes qué, si no me lo dices no lo hubiese imaginado

- Búrlate, pero necesitaba decirlo – dijo acentuando cada palabra, divirtiéndose de lo que decía.

Bárbara no podía dejar de leer aquella libreta, estaba llena de sensaciones muchas de ellas tan desconocidas, por no decir que todas lo eran, Bárbara nunca había dado un abrazo verdadero, mucho menos un beso, nunca había sentido lo que era una mano paseando la espalda, ni tampoco aquel “cosquilleo del infierno” que describía la desconocida Julieta en su libreta. Los días se pasaban tan rápido para ella, de un día para otro todo se acelero, como si la ansiedad por vivir apresurara el tiempo.

- Bárbara, te puedes quedar a cerrar hoy? – pregunto Marcelo rogando con sus manos que lo hiciera.

- Sí, claro – no tenía nada más que hacer, quedarse un día hasta tarde no le afectaba

Marcelo se fue a la misma hora que siempre lo hacía Bárbara, diez minutos después como cada lunes, jueves, viernes y sábado, Julieta y Francisca entraban para sentarse en la mesa número tres del café, Julieta entro corriendo al baño y no se percato quien estaba tras la barra, claro si Bárbara estaba sentada leyendo la libreta de siempre, sin darse cuenta que habían llegado clientes.

- Hola – dijo Francisca prolongando las silabas llamando la atención de Bárbara

- Disculpa, voy enseguida a la mesa – dijo cordialmente Bárbara

- Tranquila – dijo Francisca frenándola – ¿Marcelo no está?

- No se fue temprano hoy

- Ah, es que él siempre le pone extra crema a mi latte

- Pero yo igual puedo, ¿solo eso?

- Dos, uno con extra y otro sin – dijo Francisca sonriendo

Las visitas a la cafetería no eran solo por la crema extra o por el aroma a café que se encerraba como en ninguna otra cafetería de la ciudad, sino por el flechazo que tenia Francisca con el apuesto compañero de trabajo de Bárbara. Cuando Julieta volvió del baño y se sentó frente a Francisca pudo notar un poco de pena en su rostro.

- ¿Qué paso?

- No está

- ¿Marcelo?

- Quien más

Julieta reía por la frustración de su amiga cuando dos enormes tazones rojos llegaron a su mesa, entre risa y risa, Julieta se bloqueó por completo cuando vio aquellos enormes ojos negros que no hubiese olvidado en su vida, pero tardo tanto en reaccionar que cuando quiso decir “hola” su enigmática mujer ya no estaba

- Es ella – dijo murmurando Julieta

- ¿Quién?

- La niña de la plaza

- ¿Qué niña? – pregunto Francisca imitando su baja voz

- Fran… la de los ojos negros

- Ah, la que te llevo a tu despertar sexual – dijo alzando la voz

- Shhh! – dijo rápidamente Julieta mientras su cara se ponía a tono con el tazón rojo

A Julieta no le faltaba personalidad, de hecho a ella le sobraba, no tuvo que pensarlo mucho, simplemente se levanto del asiento y se fue a sentar frente a Bárbara, justo al momento de que ella sacara su libreta y se pusiera a leer, por suerte no alcanzó a sacarla.

- Hola – dijo una nerviosa Julieta, ella misma no comprendía sus nervios

- Hola – Contesto Bárbara, sabiendo perfectamente quien era, aquellos ojos no eran tan fáciles de olvidar – ¿Te puedo ayudar en algo?

- No, sí, disculpa es qué no sé si te acuerdas de mí, ¿Aquella noche en la plaza?

- ¿Qué plaza? – preguntó Bárbara divertida en su interior

- Sé que fue hace un tiempo, pero vamos como no te vas a acordar – Dijo Julieta casi molesta

- Debe ser que no eres muy recordable

- Puede ser, de todos modos…

- De todos modos que necesitabas de mí, en caso de que sí te recordara – dijo Bárbara divertida ahora notándosele en su rostro.

- ¡Es decir que sí me recuerdas! – contestó Julieta entusiasta

- No te lo he confirmado

- Bueno, el caso es que me gustaría saber si te gustaría salir conmigo un día

Bárbara se sorprendió de aquellas palabras y no era la única, Francisca que estaba a unas mesas de distancia no dejaba de asombrarle la capacidad de interacción de su amiga y lo extrovertida que podía llegar a ser, pero en un papel más principal siendo la invitada en cuestión, Bárbara se quedo sin palabras, después de todo nunca le había hecho tal invitación una mujer y los hombres que lo habían hecho todos resultaron rechazados, su cabeza vacilo entre un sí y un no rotundo, entonces recordó todas las sensaciones que había leído en la libreta que seguía tras su pantalón, quería sentir, quería descubrir todo lo que estaba oculto en ella, aunque eso le aterrara, después de dos minutos en silencio acepto que sola siempre iba a estar mejor, no estaba dispuesta a sufrir por nada del mundo y ella era en la única que podía confiar para eso.

- Gracias por la invitación, pero no soy un prospecto de salida – respondió con absoluta seriedad

- Pero quien sabe, quizás podría nacer una amistad

- ¿Y porqué tu interés?

- Me intrigas, bastante, a parte te digo un secreto – dijo bajando la voz – creo que te conozco de alguna parte

Aquello en vez de causarle gracia a Bárbara le había disgustado, de donde podría conocerla, nadie la conocía, ni siquiera ella misma lo hacía. En el preciso momento en que iba a contestar entro un cliente y sin disculparse desapareció ante los ojos de Julieta para ir a atender, pero está la espero con calma afirmada con sus brazos en la barra, mientras miraba a Francisca que le levantaba el pulgar alentándola.

- Oye – dijo Julieta cuando su intrigante joven volvía a su lugar de trabajo – Ni siquiera se tu nombre

- Y no tienes porqué saberlo – lejos de ahuyentarla con su falta de simpatía, lo oscuro de sus respuestas divertía a Julieta y quería seguir oyendo, en el fondo Julieta era peor que un hombre cuando quería conseguir algo, solo que mucho más agradable a la vista.

- Y porqué si yo vengo regularmente a este café nunca te había visto, ¿Empezaste hace poco?

- No precisamente

- Entonces tienes otro turno

- ¿Te entretiene el interrogatorio? – pregunto cabreada Bárbara

- La verdad es que estoy recién empezando – dijo Julieta riendo

En ese momento no lo supo, pero para Bárbara aquella risa iba a ser su melodía favorita y su sonrisa en sí, lo más emocionante que le había pasado en sus 23 años de vida.

- Jul tenemos que irnos – dijo Francisca divertida por los recurrentes rechazos que recibía su amiga

- Tengo que irme y sigo sin saber tu nombre – dijo mirándola por primera vez de manera provocativa

- Adivínalo – contestó Bárbara secamente

- Bueno, debo decir que tu nombre es un poco extraño y tal vez masculino, Nos vemos mañana Adivínalo – dijo causando gracia en Bárbara, sintiéndose ridícula por el mismo motivo.

Bárbara no dijo adiós, pero tuvo un gesto mucho más agradable que ese, cuando Julieta iba saliendo con Francisca y se volteo a verla por última vez ella le sonrió, la misma sonrisa que le dio la primera vez que se alejo de ella en aquella plaza, Julieta pensó “Si se despide así de mi cada vez que la vea, cómo no me resistiré a su despido”.


Nota:

Llevo trabajando un tiempo en esta nueva historia, esto es solo el comienzo de algo que ya esta un poco más avanzado, motivo por el cual no he actualizado las otras historias en las que me falta muy poco para poder actualizar. Espero que "Segunda Piel" les guste, ya que ha absorbido mi tiempo como ninguna otra.

Comenten y sigan leyendo, Muchas gracias por continuar pasando por mi baúl! 

Comentarios

  1. Me encanta la historia. Siempre divertida y con enganche estupendo, dejandonos con incertidumbre y ansias de la próxima, definitivamente sello de Tobilu

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  2. me encanto, como siempre me atrapo la historia, me dejas con ganas de mas,espero con ansias lo que sigue. besos

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  3. Muy interesenté!!! me encantó la personalidad de Barbara y Julieta, como simepre me quedé con la pica de más. Saludos y gracias por al entrega :) !

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    1. Gracias a ti por darte el tiempo de dejar un comentario! pronto habrá más! :)

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  4. Me encanto!! espero con ansias tus actualizaciones. besitos

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  5. Me gusto muchísimo!! Muchísimo es poco... Siempre entro a ver si has publicado algo, aunque odio que publiques cada mil años, siempre es grato leerte :) y por una u otra razón dejo de "odiarte" cuando veo una publicación! Jaja :P

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    1. Lo bueno es que ya no me odias! al menos por ahora :) saludos!

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  6. Me encanta como escribes todo tus relatos son excelentes
    Espero y continúes con los otros tambien ;)

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  7. excelente inicio algo curioso pero lindo jajaj, espero que puedas actualizar las demas historias con esta nueva historia que como siempre promete ...

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  8. Me gusta, me gusta, me gusta, esperi la conti pronto

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