Desde Cero IX

Con que motivo puedes herir a alguien, en qué punto tu ira se detiene y por consecuencia te detienes tú, si alguien te ataca te defiendes, pero si alguien cierra su cuerpo y bloquea tus golpes con piernas y brazos, eres capaz de seguir?

No alcance a llegar al auto cuando la memoria me trajo el peor de mis recuerdos, aquel que bloqueé en el instante en que termino, no había registro en mi memoria de aquel evento hasta ese momento, en que todo se me apareció como si fuese una imagen difusa de algún antiguo video casete, algo tan antiguo que sentí como la vieja cicatriz aún dolía.
Su mirada sobre mi cuerpo indago momentos que no reconocí, aquellos ojos que tanto quise borrar llegaron a perturbar todo sentimiento de ira que tenia, el miedo se apodero de mi una vez más y pude sentir sus manos queriendo todo de mi, las ganas de vomitar al sentir su hedor en mi cara, el silencio de la noche que para una niña que estaba en la calle hacia oídos sordos antes los gritos, hasta que mi interior sintió aquello que nunca antes había tenido, “fuerza” golpee tanto su embriagado rostro que mis manos comenzaron a sangrar, pateé tanto su estomago que mi pierna lentamente se volvió más pesada, era tanta la rabia que ignore sus gritos hasta que me sentí como él, a su mismo nivel, basto aquello para decidir correr sin dirección alguna, hasta que Gustavo me encontró.
La hubiese matado con mis propias manos, no me hubiese detenido ni por un segundo, pero y luego me habría sentido igual que ella, sentí impotencia de mi misma por no actuar, sentí lastima de mi por primera vez en mi vida.

El golpe en la ventana del auto me trajo de vuelta a la realidad, Gustavo me gritaba y de pronto oí lo que decía, abrí la puerta y me abrazó – yo la voy a matar – me dijo desesperado mientras lloraba. Lo tomé de la mano e intente que se olvidara de la idea, entramos a casa y tras nosotros unos paramédicos, no alcance a tomar su mano, se la llevaron de inmediato al hospital.

- Hayal que vamos a hacer – dijo Gustavo apretando fuerte sus manos mientras lloraba

- Amigo  vete con ella en la ambulancia, nosotras los seguimos – no alcanzo a responder cuando iba disparado por la puerta para hacerle compañía en la ambulancia

- Hayal, no hagas nada por favor – dijo Camila

- Tranquila, vamos al hospital ahora

- Yo manejo – dijo Camila

Tomó mi mano y partimos de inmediato tras la ambulancia, los nervios nos tenían mudas por no saber qué tan grave estaba Abril, llegamos y la ingresaron de inmediato a urgencias, Gustavo estaba presentando la denuncia cuando llegamos. Tomé mi celular e hice lo único que estaba a mi alcance

- Ramírez, te necesito de inmediato en el Hospital del Sur, no me importa es urgente

Pasaron quince minutos en los que no sabíamos nada de Abril, Ramírez se asomo por la sala y demore menos de un minuto en decir “Quiero que se pudra en la cárcel”, pero mi sorpresa fue grande cuando la vi aparecerse en la sala con los nudillos heridos y preguntando por ella, fue más que sorpresa, aquello era ira.

- Yo te voy a matar! – grite mientras me acercaba a ella al mismo momento en que me sujetaban para no avanzar.

Ella no hablo, su silencio era tan grande que en vez de ira todo se volvió a pena, sentí pena por ella por lo que había hecho por lo que probablemente estaba sintiendo, qué la había llevado a golpearla a ese nivel. Nunca lo sabría, lo que si sabía es que no quería oírlo de sus labios.

- Sáquenla de aquí, ¡Ahora! – Grite mirando a mi abogado y a Gustavo que venía con dos policías a su lado, no tardaron en llevársela, podía oír sus gritos pidiendo perdón, rebotaban en mis oídos mientras los hacía sordos ante sus palabras.

Camila se sentó a mi lado mientras mirábamos que aquel insignificante aparato designado a decirnos la hora no avanzaba como debería, me sentí en cámara lenta mientras Camila tomaba mi mano, Gustavo a metros de mi buscando algo en su cabeza, meditando más de lo que debería, mientras mi cara ya se sentía irritada por las lagrimas incesantes, mire a Camila para variar, su sonrisa intento darme algo de paz, no sabía nada de ella, nadie nos decía nada y la incertidumbre me estaba matando.

Dos horas pasaron hasta que el doctor salió a darnos información, no me importo su rostro, no me interesó su silencio, necesitaba oír palabras y su infinito suspenso para hacernos entender la gravedad de los hechos me hizo enloquecer por dentro.

- Podemos verla? – Pregunto Gustavo

- Aún no. Necesita descansar, ahora esta inconsciente por la operación, pero mañana le informaremos cuando puedan.

Los golpes que traía Abril eran propios de un accidente en auto. Eso fue lo que dijo el doctor y seguía sonando en mi cabeza como si no fuese suficiente el oírlo por primera vez. Abril tuvo suerte, pudieron reparar los órganos que habían sido dañados, lo que hacía que su estado fuese un cincuenta por ciento menos grave, de alguna manera me estaba arrepintiendo de no haber molido a golpes a… Ni siquiera en mi mente podía decir su nombre, debí haberla hecho pagar mientras podía.

La mañana llego abrupta en la fría sala del hospital, desperté apoyada en las piernas de Gustavo, mire el reloj en la pared marcando las seis y mi vista bajo a Flavia rodeando con sus brazos a Camila, me levante dejándolos dormir, mientras el personal caminaba en rededor como si fuese normal que las personas durmieran en una sala de espera, quizás si era normal para quienes lo ven a diario.

Mire mi rostro en el enorme espejo que había en el baño, aquello no debería ser llamado rostro. El agua inundo mis recuerdos y me sentí culpable, ¿yo la había empujado a esto? Una vez más comencé a llorar de la nada, si alguna vez tuve dudas de amarla, hoy sentía que mi vida no tendría sentido alguno sin ella. Mirar a mis ojos me aterraba, estaba segura de que sin ella los apagaría en un segundo, nada en esta vida la podría remplazar.

- Señorita, el Doctor que estaba anoche, no recuerdo su apellido – dije preguntando a la enfermera que estaba en el mesón

- El Doctor Fuentes estaba de turno anoche – respondió ella amablemente

- Y ahora quien esta de turno?

- El Doctor Díaz, está por salir de sus rondas, si gusta lo espera en aquella puerta – dijo indicando con su mano – él le dirá lo que necesite saber.

- Muchas gracias – me despedí con la misma cordialidad que ella me había respondido. Espere cerca de veinte minutos antes de que el Doctor saliera y de alguna forma había olvidado su apellido, pero no importo, las primeras frases que me dedico habían sido tan vánales que ni siquiera las retuve, lo que me importaba no era aquello, necesitaba saber más, me urgía saber su estado.

- Esto no será rápido Srta. Majlis, deben prepararse para un largo periodo de recuperación, ella por fuera solo muestra pigmentaciones de su piel por los hematomas y algo de inflamación por los golpes, pero su interior está mucho más delicado, no hay peligro eso se lo aseguro, pero la recuperación será larga y con complicaciones, si no se cuida como corresponde el diagnostico podría ser otro.

Su respuesta a pesar de ser directa había sido sincera, tranquilizante, sentí ganas de abrazarlo de algún modo, no importaba lo lento que fuese todo, ni los cuidados que íbamos a darle solo importaba ella y su recuperación.

- Doctor, puedo pasar a verla?

- La enfermera le informara el momento de pasar, ahora están con curaciones.

Agradecí su buena disponibilidad y me volví en previos pasos hasta donde aun dormían Gustavo, Flavia y Camila, les conté lo que sabia y la alegría fue amplia en todos, ahora solo debíamos de esperar, seguir esperando, pero ahora con la certeza de que en algún momento miraríamos atrás y todo sería un evento de nuestras vidas que probablemente no querríamos recordar.

Los días avanzaron, Abril estaba sedada la mayor parte del tiempo, todo el tiempo a decir verdad, era demasiado el dolor para ser soportado por alguien normal. Después de mirarla tanto tiempo seguido notaba el momento en que estaba dormida y cuando simplemente no tenía fuerza para abrir sus ojos.

Sus brazos estaban llenos de pequeñas manchas moradas, a diario le sacaban sangre para tomar exámenes, a diario le inyectaban medicamente por una vía que tenía en su mano y mediante una sonda alimentaban su cuerpo, más de una vez nos cuestionamos como había llegado al departamento en ese estado, caminando, pudo haber quedado en alguna calle, quizás cuando ya fuese demasiado tarde.

- Hayal ve a casa, cámbiate ropa, come algo por favor – dijo Gustavo sentándose a mi lado

- Es más fácil estar acá, allá no sabré nada

- Y tu empresa, las tiendas que pasa con eso?

- Flavia se está haciendo cargo, lo sabes

- Si, pero tu deberías darte una vuelta, supervisar como esta todo

- No soy capaz Gus, no con ella aquí

- Pero yo me quedare mientras tú vas, no es necesario que estemos ambos

- No Gus, más tarde quizás.

Después de media hora de insistencias supuse que era necesario ir a casa aunque fuese por un par de horas, en realidad la única que estaba tranquila permaneciendo cerca era yo misma, Abril no se daba cuenta de quien estaba a su alrededor. Un par de horas lejos y a mi regreso me encontré con una enorme sorpresa, la última ronda de exámenes de aquella mañana había demostrado una enorme mejoría, ya no era necesario que siguiera sedada, por hoy sería una dosis mucho más baja.

Me senté a los pies de su cama, aquella blanca habitación era todo menos acogedora, pero ella estaba ahí. Su cara no tenía signos de que algo de aquel calibre le hubiese pasado, su cara estaba más hermosa que nunca, aún sin sus habituales colores.

Espere deseosa su despertar, en mis manos un libro que me hacía sentir inmiscuyéndome en los asuntos privados de otro, las cartas de amor que Neftali Reyes-Pablo Neruda-El Capitán, todos juntos en uno solo le enviaba al amor de su vida, su Matilde. Me detuve en una de las cartas, aquellas palabras me hicieron sentir ansiedad “No eran celos, amor, sino exigencia de tu plenitud, de tu totalidad. Ahora ya te he arado entera, te he sembrado entera, te he abierto y cerrado, ahora eres mía. Para siempre”. Una nota escrita en un papel con membrete de un hotel en Ginebra, en una época de amor escondido. No eran palabras bordes para describir una acto explicito, era una forma posesiva de expresar lo que muchas veces no se puede decir con palabras. La mire una vez más y la idea de que nunca había explorado su cuerpo salió a relucir con aquella palabras, no como si lo necesitara, como algo más, la quería despierta, la quería de vuelta, gritarle a diario cuanto la amaba y por supuesto, demostrárselo a cada tacto.

Me perdí en mis pensamientos, tanto que no note el momento en que abrió sus ojos, la vi así, ojos enormes me miraban sintiéndose confusos.

- Hola… - dije casi en un susurro acercándome a su lado – ¿Cómo te sientes? – complemente cuando no oí respuesta de sus labios.

- Siento que me paso un camión por encima – dijo mirando a la nada por un momento, que ganas de haber estado en su cabeza y saber que pasaba por ella.

- Voy a ir por el Doctor – dije pasando mis dedos por su mejilla

Su mirada aun de desconcierto me acompaño hasta que salí del inhóspito cuarto, tarde menos de un minuto en dar con la enfermera que demoro unos diez en volver con el doctor, a su lado una Doctora que no conocía, la que estaba esperando fuese presentada, mientras la mirada de Abril estaba perdida en alguna parte del espacio.

- Abril, como te sientes? – pregunto el astuto Doctor mientras anotaba algo en una libreta

- No lo sé… Como si hubiese estado mucho tiempo en cama. Creo – dijo intentando mover sus piernas bajo sus sabanas.

A pesar de estar mucho mejor, aun debían monitorear algunos órganos, por lo menos una semana más debería estar ahí. Salí a llamar a Gustavo y darle la buena nueva, de algún modo me aterraba estar con ella, después de todo era mi culpa que estuviese así.

- ¿Dónde estabas? – preguntó al instante de entrar a su habitación

- Llamando a tu hermano – respondí de inmediato, buscando algo de tranquilidad en sus ojos

- Ahora tengo psicóloga – dijo casi burlándose de sí misma – al parecer lo que me paso es demasiado traumante para sobrellevarlo sola

No supe que responder a sus palabras, me sorprendió su forma de hablar. La entereza con la que estaba sentada en su cama, después de haber pasado tanto tiempo durmiendo, quería hacer preguntas, quería saber que pasaba en su cabeza. Entre el querer y el hacer hay mucha distancia.

- ¿Por qué me miras así? – arqueo su ceja y tomo mi mano

- Sabes cuánto desee despertar de esta pesadilla? Que todo fuese un sueño, incluso si eso significaba que todo volviera a ser como era antes.

- Todas las decisiones tienen consecuencias – dijo soltando mi mano, perder su calidez hizo que doliera

- De haber sabido que resultaría así… perdón. – fue lo único que pude decir sin siquiera mirarla

- Hayal, yo tome la decisión, yo cargo con las consecuencias, nada es fácil en esta vida, ya deberías saberlo tú.

Podía verla tan entera, tan compuesta ante todo lo sucedido, si tan solo hubiese podido ver en sus ojos a la Abril que yo conocía. Su cuerpo estaba ahí, su voz era la misma, pero aquella mirada no le pertenecía, quien estaba en frente de mío no era ella.

La semana entera la pase entre el hospital y la oficina, en algún momento tenía que volver a mi realidad, mis reuniones, mis compromisos eternos de no acabar, esa misma tarde le daban el alta médica, podía volver a casa, pero cual era esa casa, pensé una y otra vez en mi cabeza, quise ofrecerle la mía, mi cama, mi protección eterna, estuve a punto de ofrecerlo cuando Gustavo alzo la voz “El cuarto esta tal y como lo pediste” le dijo mirándome a mí y no a ella, como si me estuviese previniendo de algo. No hables Hayal. Como hablar si al parecer todo estaba claro. Salí antes de que cualquiera viese mi estado desequilibrado, me tome diez minutos al aire libre, esperando que el viento que golpeaba mi cara secara de golpe lo que quería salir, no habíamos avanzado, estábamos peor que en el principio.

-  Estamos listos – dijo Gustavo a mis espaldas mientras tras el venia Abril en una silla de ruedas con una enfermera, la silla era solo protocolo

- Voy a acercar el auto – dije corriendo por él

- Pensé que no me iría nunca – dijo Abril cuando ya estábamos de camino

- ¿Cuándo tienes control? – pregunte mientras manejaba

- La otra semana y el sábado tengo hora con la psicóloga

- Ah… - dije perdiendo el contacto con sus ojos por el espejo retrovisor, mi cabeza disparaba ideas alocadas de lo que estaba pasando. La perdí otra vez.

- ¿No vas a bajar? – preguntó Gustavo mientras llegábamos a casa, la mire por un instante buscando que  su mirada me lo pidiera, que su boca lo hiciera.

- No. Tengo una cena de trabajo esta noche. Voy algo atrasada – dije sin mucho detalle

- Chao – dijo con algo que en su voz que hubiese jurado reconocer. Luego se dio la vuelta y se alejo de mi vista creando una atadura en mi garganta.

- Dale tiempo – Dijo Gustavo adivinando lo que pasaba por mi cabeza

Solo le di una sonrisa en respuesta, una muy fingida sonrisa.

La distancia entre ambas se estaba incrementando, yo quería buscarla, intentar que borráramos todo lo que había pasado, pero como. Probablemente su cuerpo aun tenía cicatrices que le hacían recordar lo que había pasado. Si hubiese contado los días y las horas de la última vez que la vi, diría que eran cinco días, con siete horas y probablemente treinta y cinco minutos. Pero por supuesto yo no estaba contando.

- Hayal, podemos tener una comida en la que no estés con esa cara – Manifestó Camila con clara molestia

- Qué cara?

- Hayal, sácatela de la cabeza aunque sea por una hora – dijo Flavia apoyando a Camila

- Lo siento

- ¿Por qué no la llamas y sales de esta miseria en la que andas?

- Pensé que querías que me la sacara de la cabeza
- Sé que esa no es una opción, aunque intentes engañarnos

- ¿Cuando te vas? – Pregunté cambiando torpemente de tema, la cara de disgusto de Camila ante mis palabras era notable

- La próxima semana debo estar Monterrey – Respondió con desagrado

- ¿Vas a volver?

- No lo sé – respondió mirando a Camila, como si dependiera de ella su regreso – Todo depende…

- De qué? – cuestione intrigada

Miro a Camila buscando una respuesta de sus labios, hasta el momento me había olvidado de ambas, pero estaba claro que algo pasaba, aquellas miradas tensaban el aire.

- Supongo que siempre que me necesites puedo volver – Dijo sonriéndome, como si yo fuese lo único que la traería de vuelta

- ¿Qué se traen ustedes dos? – pregunte ya sin darle más vueltas al asunto

La cara de Camila se volvió en un rojo prendido, como si más que vergüenza tuviese rabia. Flavia se volvió a mi sin responder mi pregunta, esperando asumo que fuera Camila quien respondieran, por la forma en que su vista se dirigió a ella, pude ver la desilusión en sus ojos

- Hablamos mañana… - Flavia beso mi mejilla y  tomo sus cosas sobre el sofá

- ¿A dónde vas?

- A un hotel por esta noche, mañana te llamo – respondió saliendo, la cara de Camila no decía tanto como sus aguados ojos.

- Me vas a decir lo que pasa – dije limpiando sus lagrimas

- Ni yo sé lo que pasa

- Cami…

- Hayal, no te preocupes, no es nada, mejor cuéntame que te tiene con esa cara

- Si seguimos así, yo no sabré lo que te pasa ni tú sabrás lo que me pasa a mí

- Es demasiado difícil esto. No sé lo que pasa. Ni si quiera yo me entiendo

- Partamos por el principio por favor

- No tengo nada claro, ayer estaba casada en un matrimonio heterosexual, mi esposo me puso el gorro y de pronto me encuentro experimentando con una mujer – dijo cubriendo su rostro.

- ¿Qué tanto experimentaste?

Su rostro aun oculto respondía más que su boca, la que estaba muda, por sus hombros podría apostar que bajo sus manos había lágrimas.

- Camila, te gusta Flavia?

- Ese es el problema – dijo levantando su rostro empapado – Me gusta lo suficiente para seguir probando, pero no sé si mañana me va a seguir gustando no lo suficiente

- Lo suficiente para qué?

- Ella se quiere quedar. Quiere vivir acá, viajar de vez en cuando como siempre lo hace, quiere comprar una casa! – dijo levantándose  y abriendo sus brazos como si lo que decía fuese una locura

- ¿Y el problema es?

- Que lo quiere hacer todo por mí. Hayal yo no sé si el día de mañana me levantare y pensare que todo ha sido una locura y que en realidad no es lo que quiero para mi, que hago entonces. No quiero que se vaya, pero no quiero que se quede por las razones equivocadas

- Yo creo que te ahogas en un vaso de agua. En este tiempo he conocido a Flavia, si ella quiere dejar todo por ti es porque lo que está sintiendo es demasiado grande como para dejarte ir. Y si lo que te asusta son sus planes a futuro, no te entiendo, te casaste siendo una pendeja

- Y ya ves lo bien que resultaron las cosas. No. No quiero esto ahora, tengo mis estudios en que concentrarme. Acabo de recuperar mi vida Hayal y no la quiero tranzar.

- Solo te lo diré como alguien que ha dejado perder las mejores oportunidades de su vida por ser idiota: Si tomas esa decisión que sea porque no sientes nada por ella, no lo hagas para arrepentirte mañana.

Su cuerpo busco protección bajo mis brazos, aquel abrazo era más de lo que podíamos ambas necesitar, duro lo suficiente para sentirme tranquila, lo necesario para que ella se calmara.

- Y tú?

- Yo qué?

- Tu. Abril. Tú – dijo monosílabamente

- Gustavo dice que necesita tiempo. Tiempo. Tiempo. No sé cuanto tiempo me queda por delante, siento que en cualquier momento ya no aguantare más

- Ok. Aquí es donde te confieso que ayer hable con ella supongo – dijo sentándose lo más lejos de mi.

- Como? Cuando? Tu?

- Fui a ver a Gus, la verdad ha sido un buen amigo con todo esto con tu mexicana

- Querrás decir tuya – dije a media sonrisa – Y porque no hablaste conmigo?

- Hayal, tú has estado fatal con todo lo de Abril, no te quería dar más pensamientos.

- Ya. ¿Y?

- Digamos que está muerta del miedo, no de ti sino de ella, no sabe cómo va a reaccionar contigo, que quizás tú la quieras abrazar y ella salte como una loca porque Hayal, esta con post trauma extremo.

- ¿Por qué lo dices?

- Cariño, ella está mal, las sesiones con su psicóloga no avanzan ni retroceden, tiene pesadillas con la tipa esa. De hecho cuando hablo con… ella… mierda

- ¿Perdón?

- Eso no debería haberlo dicho

- Camila…

- Ya. Está bien.  Hace dos días la fue a visitar a la cárcel, se suponía que la iba a perdonar y termino maldiciéndola

Mi cara era de total asombro, aquí yo, sintiéndome horrible, culpable y ella queriendo perdonarla.

- Wow!

- Lo sé.

- Creo que será mejor que dejemos esta conversación hasta aquí.

Su cara me decía a gritos “lo siento” pero quien lo sentía era yo. Después de todo me seguía sintiendo culpable, aún cuando en el fondo sabía que no lo era. Seguir esperándola aun era una opción. Después de todo mi amor por ella no se iba a esfumar tan rápido.

Flavia se marcho sin decírselo a nadie, bueno a casi nadie, cuando mi celular sonó a las tres de la mañana casi salte de mi cama, al ver su nombre en la pantalla mi sorpresa fue mayor “Me voy, mi vuelo es a las siete de la mañana” dijo cortando de inmediato, no importo cuanto llame de vuelta para hacerla cambiar de opinión, supuse que si no lo hacía era porque no quería cambiar de opinión. Me había acostumbrado a su presencia cerca, pero me dolía que a Camila le iba a doler mucho más.

- Que haces aquí?

- Me vine a despedir por supuesto.

- Hayal…

- Mira cabroncita – dije riendo mientras la abrazaba – eres muy importante para mí y lo sabes, no te iba a dejar ir sin un abrazo.

Habían mil cosas que quería decirle y mil más que necesitaba callar, pude ver aquella pena en sus ojos y me sentí reflejada por un instante. Por más de un instante.

- No dejes de luchar por ella – dijo sin soltar mi cuerpo – búscala, aunque no lo diga ella te necesita.

- Es gracioso oír eso de alguien que no se quedara a luchar.

- Sabes que mis motivos son otros, no me voy porque quiero

- ¿Y a que voy a volver?  Lamentablemente advertiste a la persona equivocada, no sé en qué momento me olvide que el amor no es para mí, que es preferible estar sola sin amor, que sola y sufriendo.

- No te despediste de ella

- No tiene caso

- ¿Te voy a volver a ver? – pregunte mirando a sus ojos

- En algún momento tendremos que vernos, somos socias después de todo

- Me parece, pobre de ti que envíes a algún empleado a hacer tu trabajo sucio

Su risa me ilumino por unos segundos

- Te voy a extrañar Hayal…

- Yo también te voy a extrañar a ti… eh… quieres dejar algún recado? – pregunte casi con temor

- No. Solo di que me fui para no volver, aunque no sea del todo cierto. Al menos no llegue a enamorarme – dijo mirando a la nada y cerrando sus ojos, ambas sabíamos que aquello no era cierto

- Quien lo iba a decir, tu, la de los mil amores, que en cada ciudad dejaba un corazón roto

- En algún momento tenía que pagar no crees?

Su mirada se perdió en algún lugar del aeropuerto cuando anunciaron su vuelo, volvió a abrazarme y con un hasta luego beso mi mejilla para correr hasta la puerta de embarque, fue fácil verla llorar en el viaje de regreso a Mexico.

- Pame, manda a pedir café, necesitamos trabajar todo el día – dije de pie en su oficina – de paso que se encargue del almuerzo

- De vuelta a la rutina – dijo sonriendo como si extrañara mis rituales de siempre

- Si, al cien por ciento

- Me parece perfecto, en cinco minutos estoy en tu oficina Boss

- Me parece- dije imitando su respuesta

Pasamos la mañana preparando lo que sería un mes ajetreado, mi nueva secretaria no era tan eficiente como ella lo había sido, pero al menos estaba aprendiendo, aunque seguían escapándosele una cosa o dos.

- Srta. Hayal, la llamo Srta. Camila hace media hora, dijo que iba a estar aquí en una hora

- O sea en media hora – dije mirando a Pamela moviendo la cabeza

- Bueno, sí.

- Gracias Carmen, pide almuerzo para tres por favor

- ¿Que desean almorzar?

- Sushi! – dijo Pame

- Sushi será entonces

Carmen cerró la puerta tras sus pasos y en menos de media hora Camila estaba ahí

- Hayal, estamos acabadas – dijo entrando a la oficina

- ¿Que paso? – pregunte entrando en pánico al oír su tono de voz

- Que fecha es pasado mañana? – pregunto tomándose la cabeza

- Mierda! – grite de inmediato tomando mi celular, con todo lo que había pasado olvide por completo el cumpleaños de Gustavo, ni siquiera recordaba lo que estaba listo y lo que no – Edu! – grite al auricular

- Hayal! – grito el imitándome

- Porque no me recordaste del cumpleaños!

- Tranquila si está todo listo, en realidad pensé en cancelar todo con lo que paso, pero igual seguí con la organización, solo en caso de que lo quisieran

- Pero tienes todo listo?

- Si cariño, que está todo listo

La tarde se hizo más corta de lo que esperaba, cuando llegue a casa Camila estaba estudiando en la cocina. La realidad de que tenía un día  para encontrarle un regalo a Gustavo me golpeo de pronto. Camila me miro como si quisiera decirme algo y lo ignore por completo, no sentía ganas de nada, en ese momento me hubiese gustado que mágicamente sonara la puerta. Mentira.

- Abre tú – dijo Camila sumergida en sus libros

Camine hacia la puerta como si temiera abrirla, mi corazón latía tan fuerte que me fue difícil normalizar mi respiración.  Mentira. Seguía diciendo mi cabeza cuando era lo que más quería en realidad, como si de magia se tratara abrí la puerta con los ojos cerrados, esperando.

- Hola – dijo su voz haciendo que mis ojos se abrieran de golpe

- Ho… Hola – respondí torpemente

- ¿Puedo pasar? – pregunto tímidamente

- Pasa – dije reaccionando y abriendo el camino para su entrada.

Camila saludo con una sonrisa y dio una estúpida escusa para retirarse a su cuarto, mi cabeza daba vueltas y vueltas, buscando un motivo para su presencia.  No vino por mí. No vino por mí. No vino por mí.

- Debes estar preguntándote que hago aquí – dijo pasando su mano por su cabeza como si le costara hablar, yo me quede callada como si mi silencio otorgara por mi – Ni yo se que hago aquí – dijo tomando aire, lo que vino después fue un monologo, mi boca fue incapaz de emitir sonido – La verdad es que salí de casa porque por algún motivo me sentí rara con Edu y Gus siendo ellos por un momento, por primera vez desde la catástrofe de mi vida no me dio miedo salir a la calle, camine por horas mirando a la nada sin motivo alguno. En realidad podría decir que pasaba por el vecindario y decidí saludar, pero la verdad es que camine hasta que me encontré con tu edificio y no sé cómo llegue aquí, solo sé que no tuve ganas de retroceder.

- Abril… - dije pero algo se interpuso ante mi acto de hablar.

Sus labios golpearon de golpe los míos y de algún modo mi cabeza se volvió en blanco, no pensé en cómo estaba actuando, solo podía sentir, sentir sus manos en mis cadera, las mías en su cuello atrayéndola más a mí, como si fuese la primera vez que probaba sus labios; su lengua golpeaba los míos y me sentí curiosa de lamer los de ella. En qué momento pase de la total miseria a esta alegría explosiva.

- Lo siento – dijo alejándose de mí y desee tanto volver a tener su suavidad en mi boca – vas a decir algo? – pregunto sentándose con desconcierto en el sofá

- Te amo – dije asombrándome de mis propias palabras mientras me sentaba a su lado. Había mucho que necesitaba decir, pero de pronto nada de eso tuvo el peso suficiente de aquellas dos palabras.

- Debes pensar que me volví loca

- Algo – dije tomando su mano, había olvidado lo suaves que eran

- Mi psicóloga dice que mi desequilibrio es emocional, pero que es más antiguo

- Recuérdame nunca ir a tu psicóloga

- Nunca vayas a mi psicóloga, sabe demasiado de ti

- Le hablas de mi? – pregunte con asombro

- Siempre has sido mi tema favorito, ya sea a tu favor o en tu contra – dijo sonriendo

La naturalidad de la conversación me tenía en una especie de nube de la que no quería bajar, no estaba en el séptimo cielo, yo estaba mucho más arriba. Sin solar mi mano me hablaba como si nunca hubiese pasado nada, como si este enorme elefante no hubiese estado de pie enfrente de las dos.

- Abril… - dije una vez que el silencio se hizo cargo

- Lo sé – dijo antes de que pudiera decir nada – No quiero hablar del tema, siento que estuve dormida mucho tiempo y de pronto desperté y me dije “Que mierda estoy haciendo”. No quiero tener miedos, ni dudas, ni mucho menos quiero que existan reproches, por mi ni siquiera me gustaría tener un pasado, sería ideal empezar una vez más desde cero

- No me malentiendas, porque créeme que me encantaría – dije llamando su atención – pero creo que somos quienes somos por nuestro pasado, haya sido bueno o malo, yo no puedo obviar el hecho de que ya no veo a la niña que solía ver en tus ojos y tú no puedes negar que tienes reproches que lanzarme en la cara.

- El único reproche que tengo es que no hayas estado encima mío a diario, como cuando estuviste a diario en ese hospital – dijo con pena

- Era más fácil cuando no podías hablar – dije sacando a flote su sonrisa

- No puedo ser esa niña, no sé donde esta Hayal, lo único que sé es que me di cuenta que no quiero seguir buscándola sola, te necesito a mi lado – sus ojos se inundaron de recuerdos y su voz de pronto se subió de tono – de que valió vivir lo que viví, si tu estas sola y yo estoy sola.

- Si no estuve contigo fue porque tu no querías que estuviera, pude sentir tu rechazo Abril – dije retomando el tema anterior como si no hubiese oído sus últimas palabras

- No era rechazo, era miedo

- Y esos miedos donde están ahora – dije tomando su mano entrelazada a la mía con mi otra mano

- Los guarde en una caja donde espero que no vuelvan a salir

Mi sonrisa se hizo presente y sus brazos rodearon mi cuerpo, la calidez de su tacto me hacía sentir como en años no lo había hecho. Amada.  

- Quédate conmigo esta noche – dije posando mi cabeza sobre la de ella – abrázame la noche entera y no te vayas de aquí – suplique.

- Bueno.

Alzo su cabeza para besar mis labios y no hubo necesidad de darle más vueltas a ningún asunto, la amaba. Ella me amaba. Nos amábamos. Esa era la única certeza que tenía en ese momento, todas mis otras dudas las podía aclarar por la mañana, aunque algo me decía que el elefante se instalaría entre las dos por mucho tiempo, quizás algún dio se volvería un aliado de ambas, un secreto de aquellos que no se habla, algo solo suyo y mío. Al menos aquella noche iba a dormir como hacía mucho no lo hacía, en paz.

- Debo avisarle a Gus – dijo separándose de mi – llámalo – sonrió.

- Que le digo?

- Que me llego la hora, el va a entender

Se levanto dejándome sola con la responsabilidad de decir algo que no sabía cómo explicar, entro a mi cuarto dándome una mirada que de pronto reconocí como mía, mi memoria se lleno de recuerdos de momentos en que la vi mirarme así, a nadie más la miraba de esa forma. Esa mirada me pertenecía por completo.

- Gus… - dije en el auricular, sentí el miedo que se siente al llamar al papá de alguien para pedir su permiso, mi corazón se agito una vez más aquella noche y no quería formar las siguientes palabras, podía oír a Gustavo al otro lado de la línea preguntando si seguía al teléfono

- Ella está aquí – dije pausando – dice que le llego la hora

- Dile que la voy a matar, llevo horas marcando a su celular, estaba a punto de salir a buscarla a la calle – dijo gritando hasta que hizo una pausa – espera… está contigo?

- Si

- De que me perdí – dijo seriamente

- Del mismo capítulo que me perdí yo – respondí en voz baja

- Vienes… - dijo ella interrumpiéndome desde la puerta de mi habitación

- Hablamos mañana – dije cortando el teléfono sin esperar respuesta, su semi-desnudez me tomo por sorpresa, recordé a Camila en la habitación siguiente y algo me decía que esa noche no iba a dormir y no precisamente por la mejor de las causas, sino por resistirme a ella.

Nota: Disculpas: No fue mi intención demorarme tanto en continuar, el mes y algo que paso a sido un torbellino de situaciones, una personita de mi familia necesito de mi al cien por ciento y gracias al cielo hoy esta bien y en casa después de estar un mes hospitalizada. Ahora puedo volver a mi escritura, espero que continúen leyendo y dejando comentarios, un abrazo.

Comentarios

  1. gracias a dios que ya esta mejor tu familiar, y por las historias no te preocupes, eres tan buena escritora que vale la pena esperarte, te mando besos y abrazos.

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  2. Awwww volviste, Dios quiera que todo siga mejorando en tu familia!!!! Gracias por escribir, como siempre hermoso!!!

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  3. que bueno que tu familiar esta bien... me muero por leer la continuacion!!

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  4. Gracias por la entrega, y garacias a Dios tu familiar está bien. Cuídense, Dios los bendiga a ti y tu toda tu fmailia :).

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  5. Hola Linda, que bueno que regresaste, bienvenida y el servir a tu familia siempre es gratificante, bien por ti, espero que hayas pasado un feliz cumpleaños. bendiciones y besitos preciosa.

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